A sombra de la Tierra estaba empezando a tapar la cara de la luna llena.
El convoy se detuvo en una carretera poco transitada, silenciaron el motor y apagaron las luces. Los hendedores saltaron de la parte de atrás, sin hacer ni un ruido mientras se alineaban y esperaban órdenes.
Valquiria bajó de la moto de Tanith y se quitó el casco. Estaba nerviosa. Le sudaban las manos y le castañeteaban los dientes.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Tanith, manteniendo la voz baja.
—Estoy bien —mintió Valquiria—. Soy magnífica. Simplemente vamos a luchar con un dios, o algo parecido.
—Una parte de un dios —corrigió Tanith—, y otras partes de otras cosas.
Valquiria la miró y movió la cabeza con asombro.
—¿De verdad tienes ganas?
—Claro. Es decir, luchar contra un dios, o contra una parte de un dios, o un dios híbrido o lo que sea, como tú has dicho, es importante. Es más que eso. He luchado contra muchas cosas a lo largo de los años…, pero no contra un dios. Suponiendo que sobreviva, ¿adonde iré después? ¿Qué supera a enfrentarse a un dios?
—No sé —dijo Valquiria—. ¿Luchar contra dos dioses?
El Bentley se detuvo y Skulduggery y el señor Bliss se bajaron. Skulduggery se quitó el abrigo y la bufanda, y los dejó en el coche.
Skulduggery y Bliss se acercaron y los hendedores permanecieron atentos. Valquiria tuvo que luchar contra el impulso racional de saludar.
—Billy-Ray Sanguine y el grotesco están en un hospital abandonado hacia el norte —dijo Bliss dirigiéndose a todos ellos—. El vampiro conocido como Dusk está, por el momento, bajo control, pero el paradero del barón Vengeus es todavía desconocido. Podemos suponer que está de camino. No querría perderse el retorno de los Sin Rostro.
—Quiero que sepáis todos —dijo Skulduggery— que somos la primera línea de defensa. De hecho, somos prácticamente la única línea de defensa. Si fallamos, no habrá nadie más que pueda hacerlo. Lo que intento deciros es que fallar, a estas alturas, no sería inteligente. No podemos fallar, ¿me he explicado con claridad? Fallar es malo, eso no nos ayudará a corto plazo y ciertamente no nos hará ningún favor, y creo que he perdido el norte de este discurso, y no estoy seguro de lo que iba a decir. Pero sé dónde he empezado, y eso es lo que tenéis que recordar. ¿Alguien ha visto mi sombrero?
—Lo has puesto en el techo del coche mientras te quitabas el abrigo —dijo Valquiria.
—¿Sí? Excelente.
—Atacaremos en dos fases —dijo Bliss, reconduciendo el discurso hacia lo que tenía relevancia—. La primera fase estará formada por Tanith Low, Valquiria Caín, Skulduggery Pleasant y yo mismo. La segunda fase seréis vosotros, los hendedores.
—Tenemos que aprovechar nuestra oportunidad ahora, antes de que vuelva Vengeus y tengamos que luchar en dos frentes. La primera fase debilitará al grotesco. Vamos a golpearlo con todo lo que tengamos, y a no darle tiempo para teletransportarse o recomponerse. Una vez veamos que está herido, llamaremos a la segunda oleada. ¿Alguien tiene alguna pregunta? ¿No? ¿Nadie? ¿No hay preguntas? ¿Seguro?
Bliss se volvió hacia él.
—No parece que haya preguntas.
Skulduggery asintió.
—Son una buena tropa.
Bliss gesticuló y los hendedores se dividieron en grupos, y Valquiria y Skulduggery se pusieron en marcha.
—Yo era muy bueno en ese tipo de cosas —dijo Skulduggery en voz baja.
—Mi moral está bastante estimulada, sí —le informó Valquiria.
—¿De verdad?
—¡No, por Dios! ¡Ha sido terrible!
Tanith y Bliss los alcanzaron y los cuatro se dirigieron hacia los árboles.
Valquiria se movía lo más sigilosamente que podía, pero los demás avanzaban en completo silencio. Vislumbraba a los hendedores a su alrededor, con sus uniformes grises mezclándose con la penumbra y la oscuridad hasta tornarse en meros indicios de gente.
Se detuvieron justo donde se acababan los árboles. Delante de ellos, detrás de una valla de metal, estaba el edificio principal del hospital. El todoterreno negro estaba aparcado en la entrada, y Sanguine salía del hospital hablando por teléfono.
—Vale —decía Sanguine, con una voz clara en mitad de la silenciosa noche—, ahora te oigo mejor, dime.
Mientras Sanguine escuchaba lo que le decían al otro lado del teléfono, Valquiria echó un vistazo a sus compañeros; de repente, se dio cuenta de que Skulduggery no estaba junto a ellos. Volvió la mirada hacia Sanguine.
—¿Y eso es todo, entonces? —decía—. ¿Simplemente me voy? Sí, ese horrible bicho está aquí, dando vueltas y sin hacer nada de nada.
Valquiria se fijó en la oscuridad, detrás de Sanguine. Vio algo moverse. Era Skulduggery.
Sanguine seguía hablando, totalmente ajeno al detective esqueleto.
—Estoy seguro de que el vampiro sabe cuidar de sí mismo; no tenemos que preocuparnos por él. ¿Y qué hay de nuestro amigo el barón?
Valquiria se quedó extrañada. ¿Con quién estaría hablando Sanguine?
—¿Estás seguro? —decía—. ¿No querrás que…? No, no, no te lo estoy preguntando, yo solo… Sí, ya sé quién me paga el salario. Oye, ni me va ni me viene; si así es como quieres que sea, me pongo en marcha ahora mismo.
Se metió el teléfono en el bolsillo y sonrió con satisfacción.
—Que tengas una buena vida, barón —dijo en voz baja; luego se dio la vuelta y se topó con el puño de Skulduggery.
Se tambaleó y fue a coger su cuchillo, pero Skulduggery lo golpeó en la muñeca y sus dedos se abrieron, soltando el cuchillo. Le lanzó un puñetazo y Skulduggery lo agarró y estampó su cabeza contra el todoterreno. Sanguine rebotó y se quedó tirado en el suelo.
Skulduggery recogió el cuchillo y lo lanzó lejos, y luego gesticuló para que los demás se acercaran.
Salieron de entre los árboles. La gran puerta del hospital estaba abierta y la atravesaron, detrás de Skulduggery. Él tenía el teléfono de Sanguine en la mano, y lo estaba inspeccionando.
—Sea quien sea —dijo—, su número está oculto.
—Sanguine ha estado recibiendo órdenes de alguien más todo este tiempo —dijo Tanith—. Las personas poderosas de las que hablabas antes, los que metieron a Guild en el Consejo, los que nos aislaron de nuestros refuerzos… Está trabajando para ellos.
—Y Vengeus no sabe nada —añadió Valquiria.
Skulduggery dejó de buscar en el teléfono.
—Ese es un misterio para mañana —dijo—. Suponiendo que haya un mañana.
Se volvió hacia Bliss. Este cogió carrerilla y saltó, se agarró al borde del tejado y se subió con esfuerzo. Tanith ajustó su centro de gravedad y trepó por la pared detrás de él. Skulduggery sujetó a Valquiria por la cintura y el aire sopló mientras subían y se posaban con elegancia sobre la techumbre. En total silencio, atravesaron el tejado.
Había cuatro grandes edificios alrededor de un patio que tenía una pequeña isla de césped, donde un árbol diminuto intentaba crecer.
El grotesco permanecía justo en el centro, inmóvil.
Llevaba unos pantalones cortos de cuero negro que le colgaban de la cintura.
Ahí fuera, bajo la luz de la luna, el grotesco parecía incluso más horrible. No debería estar permitido que existiera algo tan feo en una noche tan bonita. Su brazo derecho brillaba, y el saco de su muñeca izquierda estaba lleno de ácido amarillo. La luz plateada iluminaba su rota y astillada caja torácica, y manchas de sangre negra empapaban las vendas que cubrían su cara.
Valquiria y sus compañeros se pusieron en cuclillas. Los hendedores tomaron posiciones alrededor del tejado, rodeando el patio.
El estómago de Valquiria rugía y sentía un hormigueo en las puntas de los dedos. Necesitaba hacer algo, y pronto. La anticipación, los nervios, el horror y el miedo la estaban dominando. Su primer encuentro con el grotesco no había terminado muy bien, pero ahora eran más. Eran más fuertes, aunque él también era más fuerte. Se preguntó si conseguirían matarlo.
Entonces, Skulduggery dijo algo en voz baja, como si le estuviera leyendo el pensamiento.
—Esa cosa, o la parte que tiene de Sin Rostro, ya murió una vez. Así que puede volver a hacerlo.
Ella asintió, pero no dijo nada, por miedo a que la oyera.
Skulduggery miró a Bliss y este le hizo una señal. Entonces, Bliss se levantó, se acercó al borde del tejado y se lanzó al suelo del patio. Tanith corrió pared abajo, desenvainando su espada. Skulduggery y Valquiria saltaron, agitando el aire bajo ellos para suavizar su descenso. Valquiria aterrizó de golpe, pero intentó no caerse.
—Pensaba que íbamos a utilizar el elemento sorpresa —dijo ella mientras se acercaban a su objetivo.
—Nunca habríamos podido utilizarlo —dijo Skulduggery con calma—. Sabía que estábamos aquí. Simplemente, no le importaba.
Los cuatro se aproximaron, acercándose al grotesco desde diferentes ángulos.
Bliss no perdió el tiempo con palabras, trucos, juramentos o preguntas; se limitó a llegar hasta la cosa y pegarle un puñetazo.
Valquiria sintió la fuerza del golpe. El grotesco no se inmutó. En vez de eso, miró a Bliss a través de sus mugrientos vendajes, echó hacia atrás su puño derecho y lo golpeó.
Bliss fue lanzado de espaldas e impactó contra la pared del viejo edificio.
Skulduggery se acercó y Tanith saltó. Su espada brillaba a la luz de la luna.
El brazo derecho del grotesco se estiró y sus garras se dirigieron hacia Skulduggery. Le cortaron la chaqueta y lo rodearon. El monstruo lo levantó y lo tiró contra Tanith. Ella dio una vuelta en el aire y golpeó sin querer el hombro de Skulduggery, saltando por encima de la cabeza del grotesco.
Skulduggery se liberó y el grotesco rearmó su brazo y lanzó su enorme puño. Skulduggery corrió en el aire para esquivarlo y Tanith le pegó un corte en el brazo, que cicatrizó en el mismo instante.
Valquiria movió los dedos, consiguió una llama y lanzó varias bolas de fuego. La primera se perdió, pero la segunda impacto contra el costado del grotesco.
El pincho se dirigió hacia Tanith, pero esta se apartó; luego arremetió, perforándole el pecho con su espada, pero el grotesco la golpeó en el brazo y le rompió el hueso. Tanith gritó de dolor y lo golpeó de nuevo. El grotesco recogió la espada y la tiró lejos, y su herida cicatrizó instantáneamente.
Bliss salió del hueco que había hecho en la pared del edificio al chocar contra ella. Se quitó el polvo de encima, como si haber sido lanzado a través de un muro fuera un mal menor. Pero no caminaba con normalidad. Se había hecho daño.
Skulduggery buscó en su chaqueta y sacó el revólver. Luego introdujo la otra mano en su otro bolsillo y sacó un revólver idéntico. Quitó los dos seguros y disparó. Doce disparos, acertando en el grotesco con gran precisión; después soltó los revólveres y corrió hacia él. Valquiria vio que llevaba algo en la mano, un cilindro de metal pegado a una punta metálica.
Skulduggery pegó un salto, apuñalando con la punta la zona en la que había disparado. El grotesco lo cogió y lo lanzó hacia atrás, pero el cilindro tenía una luz roja en el extremo y estaba parpadeando.
Valquiria se agachó al oír la explosión. Le pitaban los oídos y veía luces bailando ante sus ojos. Miró hacia atrás, pero el grotesco estaba ahí de pie como si nada hubiera pasado.
Una herida se le mantuvo abierta en el brazo por un segundo, lo suficiente para soltar una gota de sangre negra; pero luego se cerró. ¿Se estaba debilitando?
Tanith reunió todas sus fuerzas y saltó, pero el grotesco la bateó. Su cuerpo dio varias vueltas mientras caía, y cuando golpeó el suelo, intentó levantarse otra vez, pero no pudo.
El grotesco levantó su brazo izquierdo y Valquiria se concentró, sintiendo cómo se unía a distancia con Tanith. Extendió las manos hacia ella y, cuando el pincho del engendro se disparó, ella empujó el aire. Tanith fue arrastrada sobre el suelo y el pincho no la alcanzó.
Valquiria alzó la vista y se dio cuenta de que ahora era ella el principal foco de atención del grotesco.
—Los hendedores —murmuró Valquiria—. Que alguien haga la señal a los hendedores…
Y entonces apareció Bliss entre Valquiria y el grotesco que se aproximaba.
En vez de atacar, Bliss se puso las manos en el pecho y empujó. La criatura siguió caminando. Bliss bloqueó su cuerpo, pero estaba siendo impulsado lentamente hacia atrás. Valquiria oía que se iba cansando. Ni siquiera la legendaria fuerza de Bliss podía detenerla.
Y entonces, increíblemente, se detuvo.
Bliss dio otro empujón y obligó al grotesco a dar un paso hacia atrás.
Tanith consiguió apoyarse sobre una rodilla, y finalmente se levantó. El grotesco había dejado de caminar, y ahora parecía examinar a Bliss. Y mantuvo la mano cerca de él.
—Tanith… —dijo Bliss entre dientes y con la cara llena de sudor—. Si no te importa…
Tanith miró rápidamente a Valquiria.
—La espada.
Valquiria se concentró, sintió el aire que los rodeaba, lo usó para acercarse a la espada y luego giró la muñeca y la espada voló desde el suelo hasta la mano izquierda de Tanith. Ella ya estaba preparada cuando el pincho se disparó, y lo interceptó con la espada antes de que hiriera a Bliss.
La punta del pincho cayó al suelo. Valquiria y Tanith se quedaron mirándolo.
—Lo he herido —dijo Tanith sin poder creérselo.
—Justo a tiempo —murmuró Bliss, que echó para atrás su mano derecha y soltó un tremendo puñetazo que dejó temblando al grotesco.
—¡Hendedores —gritó Bliss—, atacad!