LA LOCURA DE LA ARAÑA GIGANTE

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A reunión familiar de los Edgley estaba ocupando el salón principal, en la parte delantera del edificio, dejando la parte trasera del club de golf a oscuras. Eso era bueno, reflexionó Tanith, mientras veía a Skulduggery volar hacia atrás por los aires.

La araña-Torment se volvió hacia Tanith, y ella esquivó un golpe de una de sus garras. Se dio la vuelta y empezó a correr, pero la araña era mucho más rápida. Tanith saltó a la pared del edificio y corrió hacia arriba. Era un truco que le había resuelto muchos problemas en el pasado, pero hasta entonces nunca se había enfrentado a una araña gigante.

Sus garras sonaban a cada paso mientras la perseguía. Tanith subió hasta la cornisa, en el tejado; luego se dio la vuelta y esperó a que la araña la siguiera. Sus patas aparecieron por encima de la cornisa en primer lugar, luego la cabeza y después el cuerpo. Tanith embistió. Su espada brilló, pero dio en uno de los escudos armados que protegían la parte inferior de la araña-Torment.

Una de sus patas se levantó y chocó contra Tanith, que perdió la espada y se golpeó contra el suelo del tejado. Intentó recogerla, pero una garra la pisó antes de que pudiera alcanzar el arma.

Tanith se echó hacia atrás. Los tres ojos de la araña, sin ningún rasgo humano reconocible, la observaban. Ella sabía que aquel monstruo podía atacarla tan rápido que ni lo vería venir.

—Perdona —dijo ella, lo más educadamente que pudo—, creo que estás pisando mi espada.

La araña-Torment no contestó. Ella se preguntaba si podría hacerlo, si había algún tipo de ser racional ahí dentro.

—No creo que esto sea muy justo —continuó—. Tú estás enfadado con Skulduggery porque él no mató a Valquiria, pero tú y yo nunca nos habíamos visto antes. Quiero decir, no tienes ninguna razón para atacarme. Ni siquiera me conoces. Si llegaras a conocerme, si te tomaras un tiempo, estoy segura de que te caería bien. Soy una chica muy carismática. Todo el mundo me lo dice.

La araña-Torment movió los dientes.

—¿Sabes que, y esto es un hecho, la mayoría de las arañas son muy, pero que muy feas? Es cierto. Las arañas hembra tienen un gran problema con eso. Lo vi en un documental. ¿Por qué crees que la viuda negra mata a los machos con los que se relaciona? Vergüenza, es eso. No estoy diciendo que tú seas feo. ¿Quién soy yo para juzgar eso? Yo solo tengo dos patas.

La araña-Torment avanzó hacia ella. Tanith dio otro paso atrás.

—No quería insultarte. ¿Te he insultado? No pretendía eso. Estoy segura de que para una araña gigante, eres un partidazo. Y, oye, la apariencia no lo es todo, ¿no? ¿Sabes lo que buscamos las chicas? Sentido del humor. Y tú pareces un chico con mucho sentido del humor. ¿Tengo razón?

La araña-Torment castañeteó los dientes, enfadada.

—Lo imaginaba. Bueno, ahora que hemos tenido esta pequeña charla, ¿por qué no dejamos de irnos por las ramas e intentas venir a por mí?

La araña-Torment se quedó quieta de nuevo, y Tanith le sonrió.

—Si piensas que eres lo suficientemente duro…

Pasó un momento, y la araña-Torment se elevó, preparándose para atacar. Tanith corrió hacia ella, se deslizó entre las patas que la mantenían de pie y recuperó su espada.

La enorme araña se dio la vuelta y Tanith se deslizó por debajo. Pasó la espada a través de la armadura hasta que encontró el espacio entre los escudos. La araña-Torment soltó un aullido y se retorció; Tanith se lanzó fuera de su alcance para evitar ser aplastada.

Sintió una ráfaga de aire y Skulduggery aterrizó en el tejado. Extendió las manos y el aire se movió, metiéndose por debajo de la araña y dándole la vuelta. Cayó de espaldas, con las ocho patas agitándose en el aire. Tanith saltó encima, cayó sobre el vientre de la araña y clavó la punta de la espada entre sus escudos armados.

La araña-Torment dejó de menearse repentinamente.

—Buen chico —dijo Tanith.

Skulduggery dio la vuelta para ver los ojos de la araña.

—Supongo, porque sabes cuándo dejar de moverte, que todavía eres capaz de tener un pensamiento lógico, así que voy a decir esto una sola vez: o te rindes o te quitamos de en medio. Tenemos un asunto que resolver esta noche; ahora mismo mi compañera está en peligro y a mí se me ha acabado la paciencia. Así que, ¿qué prefieres: seguir luchando o hacer un trato?

Por un segundo, Tanith pensó que Skulduggery no conseguiría ninguna respuesta, pero entonces esa boca se abrió y la voz de un hombre viejo se escuchó entre aquellos dientes.

—Te escucho.