LA LUCHA

j

ACK Piesdemuelle se quedó en el tejado del hospital de Clearwater y miró hacia la criatura, admirando su belleza y su salvajismo, el poder total que podía sentir, incluso desde donde estaba.

—Menuda cosa, ¿eh?

Jack borró cualquier gesto de admiración de su cara, y se giró cuando Sanguine caminó hacia él.

—Me has mentido —dijo.

Sanguine asintió con la cabeza.

—Sí, lo hice. ¿Cómo nos encontraste?

—Me dijiste dónde estabais, ¿recuerdas?

—¿Eso hice? Yo y mi enorme bocaza, supongo… Así que has visto el bicho que hay ahí abajo. ¿Qué opinas?

—Todo esto tiene que ver con los Sin Rostro —dijo Jack, y golpeó a Sanguine.

El tejano cayó de espaldas, y se estaba levantando cuando Jack lo empujó fuera del borde del tejado.

Jack saltó, dio una voltereta y aterrizó en el suelo al lado de Sanguine.

—¡Au! —dijo Sanguine, tumbado sobre su espalda. Sus gafas de sol se le habían caído, y Jack miraba los agujeros que tenía donde debían estar sus ojos.

—No me gusta que me utilicen —dijo Jack.

—Si me hubiera disculpado antes, ¿aun así me habrías tirado desde el tejado?

—Probablemente.

—Lo imaginaba.

Sanguine arremetió con la pierna, estampando la bota contra la rodilla de Jack. Se levantó de un salto y se abalanzó sobre Jack, empujándolo contra la pared y dándole puñetazos. A Jack se le cayó el sombrero.

Sanguine le pegó un puñetazo y Jack se agachó. Los nudillos de Sanguine golpearon la pared y él aulló de dolor. Jack lo empujó y, dejándose suficiente espacio para maniobrar a sus anchas, saltó y le pegó una patada a Sanguine, que quedó tirado en el suelo.

—¡No me puedes pegar, yanqui! —se burló Jack.

—Los yanquis son del norte —dijo Sanguine, levantándose—. Yo soy un chico sureño.

Volvió al ataque de nuevo y Jack se apartó y lo esquivó, echándose hacia un lado. Sanguine se quedó frustrado. Jack le dio otra patada en la cabeza y, una vez más, Sanguine quedó tirado en el suelo.

Jack lo miró.

—¿Y dónde está? ¿Dónde está Vengeus?

—Aquí no está —dijo Sanguine, sin ni siquiera intentar levantarse.

—Solo sois vosotros dos, ¿no? Tú y él en ese asunto.

—Tenemos vampiros, también. ¿Conoces a Dusk?

Me lo encontré una vez en Londres. No quería darse cuenta de que los tejados son mi territorio. Nos enzarzamos en una pequeña discusión, podría decirse.

Sanguine se sentó y gimió.

—Bueno, me encantaría ver cómo os matáis el uno al otro, pero él no anda por aquí. Está ocupado con una de sus venganzas, persiguiendo a una niña en Haggard.

—Me has utilizado, Sanguine.

Lentamente, Sanguine se levantó, recogió sus gafas de sol y empezó a caminar.

—Te has recorrido todo el camino hasta Irlanda para reprenderme por algo, ¿es eso lo que has hecho?

—He venido para averiguar en qué estás metido.

—Y luego, ¿qué?

—Si no me gusta, lo detendré.

Sanguine se puso las gafas de nuevo y se rió.

—Esa criatura de ahí fuera, en eso es en lo que estamos. ¿Quieres detener eso? Adelante, mi pequeño y feo amigo —el suelo de debajo de los pies de Sanguine empezó a crujir—. Vuelve a Londres, Jack. Aquí no puedes hacer nada para perjudicarnos. Somos demasiado fuertes, amigo. ¿Qué podrías hacer tú para desbaratar nuestros planes?

Sanguine sonrió, se hundió en el suelo y desapareció.