LISS, rodeado de los hendedores, esperaba en la parte trasera del Santuario. El Bentley aparcó rápidamente, Bliss abrió la puerta y cogió a Tanith para sacarla, bus venas tenían un aspecto enfermizo, como una telaraña amarillenta que se extendía a lo ancho de su cerúlea piel, y apenas respiraba.
—¡Apartaos de mi camino, apartaos! —decía Kenspeckle, empujando a la gente de su alrededor. Bliss dejó a Tanith en el suelo y le dio a Kenspeckle tres hojas de diferentes colores, se las frotaron por el cuerpo, con fuerza, y luego las mantuvieron entre sus manos cerradas y cerraron los ojos. Una luz brilló desde dentro, tan intensa que hacía parecer traslúcidas sus manos. Valquiria podía verle los huesos de los dedos.
La luz se fue debilitando. Bliss cogió un tubo transparente y Kenspeckle le abrió las manos lentamente. Tenía en ellas un fino polvo de colores, los restos de las hojas, y lo dejó caer en el tubo. Bliss añadió unas cuantas gotas de un líquido rojo que olía parecido al sulfuro, y Kenspeckle cogió el tubo y lo agitó, mezclando los contenidos.
Bliss le dio una jeringuilla y Kenspeckle la llenó con la mezcla del tubo.
—Sujetadla —dijo Kenspeckle.
Bliss apoyó sus manos sobre los hombros de Tanith, y Skulduggery le sujetó un brazo y Valquiria el otro. Los hendedores se encargaron de las piernas. Kenspeckle inyectó el contenido de la jeringuilla en el cuello de Tanith, y esta siseó expulsando el aire. La mezcla inundó su sistema sanguíneo.
Tanith se retorció y Valquiria no pudo sujetarle el brazo. Lo agarró de nuevo y lo apretó contra el suelo, incluso se arrodilló sobre él para mantenerlo en su sitio. Tanith se revolvía y se sacudía mientras el antídoto hacía efecto en su cuerpo. Las venas amarillas se volvieron rojas de nuevo, y sus músculos se tensaron.
—Asegúrate de que no se traga su propia lengua —dijo Kenspeckle.
Y entonces el cuerpo de Tanith se relajó, sus venas dejaron de notarse y su cara recobró el color natural.
—¿Se pondrá bien? —preguntó Valquiria.
Kenspeckle levantó una ceja.
—¿Soy o no soy un genio mágico-científico?
—Lo eres, lo eres.
—Entonces, por supuesto que se pondrá bien —dijo—. Que es más de lo que puedo decir de mis ayudantes. ¿Sabes lo difícil que es conseguir buenos ayudantes hoy día? Aunque admito que ninguno de ellos ha sido nunca verdaderamente bueno, pero… —se frotó las manos y sacudió la cabeza— eran buenos chicos. No se merecían morir así —miró a Skulduggery—. Entonces, ¿lo detendréis?
—Lo detendremos.
—Eso es suficiente —dijo Kenspeckle poniéndose en pie—. Llevémosla dentro.
Valquiria estaba dolorida. Tenía el brazo entumecido y el cuerpo cubierto de moratones. Se había cortado el labio sin darse cuenta, y por alguna razón tenía un ojo morado, probablemente como resultado del accidente con la furgoneta o de caerse por las escaleras.
Tanith, sentada a su lado, estaba enfurruñada. Tanith siempre se enfurruñaba cuando perdía una pelea. Después de luchar contra el Hendedor Blanco el año anterior, había pasado la mayor parte del tiempo de su recuperación mirando por la ventana, con el ceño fruncido.
El antídoto había neutralizado los efectos del veneno de Helaquin, y el pinchazo ya había cicatrizado. Cuando fue capaz, Tanith se levantó y fue a afilar su espada, que estaba sobre la mesa delante de ellos, en su funda negra.
Estaban en la sala de reuniones del Santuario. Bliss, al otro lado de la mesa, y Skulduggery, de pie apoyado contra la pared, con los brazos cruzados e inmóvil. Las puertas se abrieron. Entró Guild.
—¿A quién tengo que echarle la culpa? —exclamó—. Decidme, ¿a quién? ¿Teníamos al grotesco en nuestro poder? ¿Lo teníamos y nadie-me ha informado?
—Yo me hago responsable —dijo Skulduggery.
—¿Te haces responsable? ¡Eso sería bastante noble si no tuvieras la culpa! ¡Has actuado a mis espaldas, detective! Requeriste los servicios de tres hendedores para hacer guardia sin seguir los procedimientos oportunos. ¿Y dónde están esos hendedores ahora?
Skulduggery dudó un momento.
—Están muertos.
—Bueno, eso son noticias maravillosas, ¿no? —escupió Guild—. Dime: ¿hay alguna parte de toda esta operación que no haya sido una chapuza?
—La operación no ha terminado todavía.
Guild se le quedó mirando fijamente.
—Tienes suerte de que te deje seguir aquí, detective. No sé cómo manejaba las cosas Eachan Meritorius, pero tu comportamiento deja mucho que desear, ¡y el nuevo Consejo no lo tolerará!
—Consejo de uno —murmuró Tanith.
Guild se giró.
—¿Perdón? No he oído bien lo que has dicho. ¿Podrías repetirlo para que podamos oírlo todos?
Tanith lo miró a los ojos.
—Claro. He dicho «Consejo de uno» refiriéndome al hecho de que el Consejo no será Consejo hasta que no tenga sus tres miembros.
El Mago Mayor se irguió.
—Tu opinión no tiene ninguna importancia en este país, señorita Low. Tú trabajas para el Santuario de Londres, ni siquiera deberías estar aquí.
—En realidad soy autónoma —respondió Tanith.
—Y yo le pedí ayuda —dijo Skulduggery—. Parece que podríamos necesitarla. ¿No dijiste que teníamos que conseguir refuerzos?
Guild se puso rojo, pero Bliss empezó a hablar antes de que volviese a gritar.
—Todas las ofertas de ayuda internacional han sido canceladas. En las últimas horas ha habido ataques al personal relacionado con prácticamente todos los Santuarios del mundo.
—Distracciones —dijo Skulduggery— para mantener a todos los demás ocupados. Nos han aislado.
—Desde luego que sí.
—Pero ¿quién es tan poderoso como para organizar todo esto? —preguntó Valquiria—. ¿Vengeus?
—Esto requiere una gran planificación —dijo Skulduggery—. Vengeus no ha tenido tanto tiempo.
—Eso no es lo más importante —dijo Guild—. Tenemos que encontrar al grotesco y detenerlo. Es lo único por lo que tenemos que preocuparnos.
—El eclipse lunar tendrá lugar diez minutos después de la medianoche de hoy —dijo Bliss—. Eso nos deja nueve horas hasta que el grotesco sea lo suficientemente fuerte como para abrir el portal.
Guild apoyó sus dos manos sobre la mesa.
—¿Y qué vamos a hacer? ¡Por favor, decidme que no vamos a quedarnos aquí sentados esperando a que pase algo!
—Tenemos todos los sentidos en alerta —dijo Skulduggery—. Todos los psíquicos y videntes que conocemos están buscando.
—¿Y si no encuentran nada, esqueleto?
Skulduggery, que todavía estaba apoyado contra la pared con los brazos cruzados, sacudió la cabeza mientras volvía la mirada hacia Guild.
—Entonces recomiendo que trabajemos esa posibilidad.
—¿Qué significa eso? —reaccionó Guild—. Estamos enfrentándonos a una catástrofe mundial que podría significar el final de todo, ¿y tú hablas de trabajar esa posibilidad?
—Soy detective —dijo Skulduggery—. Es lo que hago.
—Entonces, no has hecho un trabajo muy bueno, ¿no?
Skulduggery se puso recto en ese momento, con las manos a los lados de su cuerpo.
—Hagamos memoria —dijo con calma—. Una o varias personas desconocidas han decidido aislarnos justo cuando necesitamos refuerzos para detener al grotesco. El grotesco está vivo porque Vengeus finalmente consiguió el ingrediente que le faltaba. Vengeus está fuera de su prisión secreta porque Billy-Ray Sanguine apareció y lo liberó. Billy-Ray Sanguine supo dónde estaba localizada esta prisión secreta porque alguien muy poderoso divulgó esa información.
—Te estás yendo del tema otra vez —dijo Guild.
—Alguien poderoso —continuó Skulduggery— divulgó esa información, seguramente a cambio de una gran suma. Aquí es donde empiezo a especular. Es posible que este alguien solo llegara a la posición de poder porque prometió que una vez que llegara allí averiguaría la localización de la prisión secreta y la divulgaría. Puede que hiciera un trato con una persona o personas poderosas y desconocidas, y es muy posible que fuera la misma persona o personas poderosas y desconocidas que nos han querido aislar de la comunidad internacional, pero, muy probablemente, no sabía a quién pretendían sacar de la cárcel secreta esos misteriosos benefactores, o ni siquiera por qué.
Guild estrechó los ojos.
—Espero que no estés insinuando lo que me parece que estás insinuando.
Skulduggery alcanzó un archivo que había sobre la mesa.
—Este archivo es un acta de las reuniones que has mantenido con otros Consejos del mundo desde que fuiste elegido Gran Mago. Te has reunido aproximadamente el doble de veces con el Consejo ruso que con el resto.
—Esos son asuntos oficiales del Santuario y no son de tu incumbencia —dijo Guild, mientras se hinchaban las venas de su cuello.
—Tres de esas reuniones fueron sobre temas de seguridad en relación con las actividades de Serpine, donde habrías tenido conocimiento de la información confidencial, incluyendo las localizaciones de varias prisiones secretas en territorio ruso.
Guild se acercó a Skulduggery y, por un momento, Valquiria pensó que le iba a pegar. Skulduggery no se movió ni un milímetro.
—¿Me estás acusando de colaborar en una fuga?
—Como ya he dicho, solo estoy especulando. Pero si tuviera que acusarte de algo, estaría más relacionado con la traición.
—¡Estás despedido! —dijo Guild.
Skulduggery sacudió la cabeza.
—No te puedes permitir perderme.
—Oh, claro que puedo —se burló Guild, caminando hacia la puerta.
—Tengo trabajo que hacer —dijo Skulduggery— y lo voy a hacer. Puede que seas un traidor, Guild, pero no quieres que vuelvan los Sin Rostro, al igual que yo.
Guild llegó a la puerta y se dio la vuelta.
—Está bien, esqueleto. Detén al grotesco. Haz tu trabajo. Y una vez que lo hayas hecho, no vuelvas a poner un pie aquí nunca más.
Salió de la habitación, y todo el mundo se quedó en silencio por un momento. Luego, Skulduggery continuó.
—Creo seriamente que estoy empezando a caerle bien.