ASESINATO EN LA NUEVA MORGUE

s

TENTOR y Civet se esforzaban en trasladar al grotesco desde la furgoneta hasta la mesa de operaciones. El grotesco era grande y pesado. También incómodo, pero el problema consistía en que era grande y pesado. Ya había conseguido arrastrar la mitad cuando la camilla crujió y cedió bajo el enorme peso, y el grotesco empezó a caer. Civet intentó agarrarlo, pero perdió el equilibrio y se cayó, y el grotesco encima de él, lentamente.

—¡Ayuda! —gritó Civet.

El profesor Grouse irrumpió.

—¿A qué demonios estáis jugando?

—Se ha… se ha caído —dijo Stentor poniéndose en pie.

—¡Eso ya lo veo! —ladró Grouse—. Ese espécimen es una rara oportunidad de estudiar un híbrido, imbéciles. No lo quiero dañado.

—Sí, profesor. Perdón.

—¿Por qué estabas intentando moverlo. tú solo? ¿Dónde está Civet?

Civet consiguió levantar una mano.

—Estoy aquí, profesor.

—¿Qué demonios estás haciendo ahí debajo, Civet?

—Intento respirar, señor.

—¡Levántate!

—Lo haría, señor, pero esto pesa mucho. Si pudiera echar una mano o algo…

—Yo soy un hombre mayor, estúpido. ¿Esperas que te quite de encima esa monstruosidad?

—No, usted solo no, pero quizá con la ayuda de Stentor… Así podría salir de aquí. Me está siendo realmente difícil respirar aquí debajo. Creo que mis pulmones se están colapsando.

Grouse gesticuló.

—Stentor, ayúdame a levantarlo.

—Sí, profesor.

Juntos, tiraron del grotesco hacia atrás lo suficiente para permitir a Civet retorcerse y salir de debajo.

—Nunca se me ha caído un espécimen —gruñó Grouse mientras tiraban de Civet—. Y tampoco he sido inmovilizado por un cadáver, Civet, acuérdate de eso.

—Sí, señor —dijo Civet cuando finalmente consiguió sacar todo su cuerpo.

Grouse se agachó junto al grotesco, luego cogió unas tijeras y cortó cuidadosamente unas cuantas vendas, dejando ver la carne cicatrizada de debajo.

—¡Asombroso! —murmuró—. Varias partes de diferentes criaturas, todas unidas en un mismo ser. Un ser nacido de horrores imposibles…

Stentor asintió.

—Habría sido más impresionante si hubiera funcionado, de todas formas.

—¡Menos hablar —exclamó Grouse— y más trabajar! Levantadlo y ponedlo en la mesa. Y no más daños, ¿me oís? Os lo juro, sois afortunados de que sea tan generoso. ¡Stentor, estira las rodillas cuando te levantes, idiota!

—Perdón, señor.

Hicieron fuerza y la subieron, y repentinamente Civet pegó un salto hacia atrás y se apartó. Stentor se movió, sujetando al grotesco mitad dentro y mitad fuera de la mesa.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó Grouse.

—Profesor —dijo Civet nervioso—, ¿está seguro de que esta cosa está muerta?

—No es una cosa, es un espécimen.

—Perdón, señor. ¿Está seguro de que este espécimen está muerto? Yo… yo creo que se ha movido.

—Claro que se ha movido. Lo has movido tú.

—No, señor, quiero decir, creo que se ha movido por sí solo.

—Bueno, no sé cómo puede ser eso. El ritual para devolverle la vida fue interrumpido, solo le transfundieron una pequeña parte de la sangre de Valquiria Caín.

Civet dudó por un momento, pero luego agarró un enorme brazo y ayudó a Stentor a ponerlo sobre la mesa.

Pegó otro salto.

—¡Vale! —dijo en voz alta—. ¡Vale, esta vez estoy seguro de que se ha movido!

—Le han transferido mucha energía —dijo Grouse, extrañado—. Debe de ser simplemente un espasmo residual. Los músculos deben de estar sencillamente reaccionando a los estímulos.

—¡No ha sido un espasmo! —insistió Civet—. ¡Lo juro!

Grouse miró el cuerpo cubierto de vendas. Era grande, frío e inmóvil.

—Muy bien —dijo—. ¿Cuántos hendedores hay aquí?

—Tres.

—Vale. Chicos, quiero que subáis al piso de arriba y les digáis a los hendedores que bajen aquí, y decidles también que puede que tengamos un…

En ese momento, el grotesco se incorporó. Civet gritó y pegó un salto hacia atrás, pero Stentor fue demasiado lento, y el grotesco le agarró la cabeza con su enorme mano y la aplastó como si fuera un huevo recién puesto.