CONEJITOS Y ELEFANTES

k

ENSPECKLE la pinchó en el brazo.

—¿Te duele?

—No —contestó Valquiria.

Él asintió y apuntó algo en su cuaderno.

—¿Has comido algo?

—Uno de tus ayudantes me trajo una hamburguesa para desayunar.

El suspiró.

—Quería decir si has comido bien.

—Comí muy bien la hamburguesa, aunque me dolía la boca. No podía olvidarme de mi boca ni un minuto.

Él la pinchó de nuevo.

—Y esto, ¿duele?

—¡Auuu!

—Tomaré eso como un sí. Afortunadamente, el dolor te enseñará a no romperte todo el cuerpo cuando te estrelles con las furgonetas que conduzcas.

Kenspeckle escribió algo más y Valquiria miró a su alrededor. No había ventanas, pero podía adivinar qué tipo de mañana era aquella. Soleada, con un cielo azul, cálida y luminosa.

Kenspeckle cerró su cuaderno.

—Te estás recuperando estupendamente —dijo—. Una hora más y el hueso estará soldado.

—Gracias, Kenspeckle.

—No hay de qué.

—Y, ya sabes, perdona por lo que te dije ayer sobre la sal y los vampiros… —dijo Valquiria.

Kenspeckle soltó una risita.

—No te preocupes por mí, Valquiria. Soy más duro de lo que parece. Anoche, cuando me empezaron las pesadillas, ya no eran malas: eran horribles. Ahora, túmbate ahí y deja que esta pócima haga su trabajo.

Sintiéndose más culpable que nunca, Valquiria se reclinó en la camilla. La mezcla que recubría por completo su brazo derecho era fría y viscosa. Se la tenía que aplicar cada veinte minutos y la piel absorbía sus propiedades mágicas.

Oyó llegar a Skulduggery al centro médico. Tras su pelea con Vengeus, tenía la clavícula fracturada y unas cuantas costillas rotas. Ella lo miró y se rió.

Skulduggery se quedo mirándola. Llevaba puesta una bata rosa de hospital, decorada con elefantes y conejitos. Parecía una sábana colgada en un perchero.

—¿Cómo es que ella ha conseguido una bata azul? —le preguntó a Kenspeckle.

—¿Qué? —farfulló el profesor.

Skulduggery inclinó la cabeza, disgustado.

—Me dijiste que las únicas batas que quedaban eran estas con conejitos rosas, pero Valquiria lleva puesta una bata azul.

—¿Y_?

—¿Por qué yo llevo esta bata tan ridicula?

—Porque me hace gracia.

Kenspeckle salió de la habitación, y Skulduggery miró a Valquiria.

—Lo importante —dijo— es que yo puedo llevar esta bata y aun así mantener mi dignidad.

—Claro —respondió ella automáticamente—. Claro que puedes.

—Puedes borrar esa sonrisita de tu cara.

—Lo intento, de verdad, lo juro.

El se dirigió hacia la puerta de la habitación, se giró y cambió el tono de voz, y se dirigió a ella con preocupación.

—¿Te encuentras bien?

—Sí.

—¿Seguro?

—Sí. Bueno, no. No sé. Pasara lo que pasara con el grotesco, es culpa mía.

—Eso es un sinsentido.

—Yo soy el ingrediente que falta.

—Pero eso no hace que sea culpa tuya, Valquiria. De todas formas, si insistes en tener la responsabilidad de algo sobre lo que nunca has tenido el control, puedes aprovechar para hacerte más fuerte. Vas a necesitarlo, especialmente cuando Dusk te encuentre.

Ella se extrañó.

—¿Por qué Dusk?

—Ah, es verdad. Hay algo que no te he mencionado. Dusk te estará buscando para matarte. Tiene todo un historial de venganzas. Guarda rencor, y no se marcha hasta que no ha derramado sangre.

—¿Y eso porque le corté la cara…?

—Le cortaste la cara con el puñal de Sanguine. Los cortes hechos con ese cuchillo no cicatrizan.

—Ah. Eso… eso debe de haberle puesto un poco furioso, ¿no?

—Pensé que te gustaría saberlo.

—¿Y qué vamos a hacer con Guild? Desde que está trabajando con los chicos malos y todo eso…

—De momento, nada es seguro. Todavía no —Skulduggery se quedó en silencio—. Aun así, sería una tontería no tomar precauciones. Informaremos a Guild solo si tenemos que hacerlo y cuando tengamos que hacerlo. No le diremos en ningún momento qué estamos planeando, adonde vamos o a quién pretendemos pillar. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. Entonces, ¿él no sabe que tenemos al grotesco?

—Puede que se me haya olvidado contárselo. Pero sí me he acordado de contárselo al señor Bliss, y ya ha preparado a tres hendedores para protegernos. Es lo único que se puede hacer sin llamar la atención del Gran Mago.

—Solo espero que te des cuenta de que, después de Sagacius Tome y ahora de Guild, nunca voy a ser capaz de confiar en nadie que esté en una posición de autoridad. Nunca más.

Skulduggery movió la cabeza.

—¿Tú no me ves como una figura de autoridad?

Ella se rió, y luego paró.

—Oh, perdona. ¿Lo decías en serio?

—Es encantador, claro que sí —dijo, justo cuando Kenspeckle entraba por la puerta.

—Detective, seguro que te alegra saber que mis ayudantes están trasladando al grotesco a mi nueva morgue privada, donde estará perfectamente cuando consiga finalmente poner todo en orden.

Valquiria frunció el ceño.

—¿Para qué necesitas una morgue privada?

—Para hacer experimentos —dijo Kenspeckle—. Experimentos tan raros y antinaturales que probablemente te harían vomitar.

—Profesor Grouse —dijo Skulduggery—, trajimos aquí al grotesco no solo porque tus instalaciones son más avanzadas que las del Santuario, sino porque eres el mayor experto en ciencias mágicas.

—Mmm —dijo Kenspeckle ásperamente—. Lo son. Y lo soy.

—Necesitamos tu ayuda. Tenemos la oportunidad de desmontar al grotesco y esconder las piezas por todo el mundo para que no se puedan volver a juntar, y te necesitamos para hacerlo.

—Bien —dijo Kenspeckle con sequedad—. Pero tú, Valquiria, debes descansar. Y tú, detective, no deberías ponerla en ningún peligro durante, digamos, la próxima hora. ¿De acuerdo?

—Yo puedo descansar —dijo Valquiria.

—Y yo puedo esperar una hora —dijo Skulduggery.

—Muy bien, entonces —dijo Kenspeckle—. Si me disculpáis, tengo un monstruo que desmontar.