ABIA llegado la hora.
Vengeus sintió su nuevo poder, sintió que perforaba su piel y se envolvía con sus entrañas. Aunque quisiera, aunque cambiara de opinión sobre lo que quería hacer, era ya demasiado tarde. Cada vez avanzaba más. ¿Cómo podía Vile haber sido bendecido con un poder como este?
Los Infectados habían dejado la armadura sobre una mesa, en una pequeña habitación en la parte trasera de la iglesia. «Viniendo de tan humildes comienzos…», pensó Vengeus, y sonrió.
Se acercó a la mesa y se detuvo, con sus manos sobre los guanteletes. Sus dedos se movían en el aire, tocando el pecho de la armadura, las botas… La primera parte de la armadura que había tocado era la máscara. La cogió con cuidado, la sostuvo en sus manos y sintió que cambiaba y se agitaba con su tacto.
La ropa que llevaba, negra y simple a la vista, estaba especialmente tejida para asegurar un buen tramado. Estaría vistiendo la armadura de Lord vile, su cuerpo iba a necesitar aislamiento para protegerlo de la fuerte energía que contenía, una energía que podía abrasar su carne y hacer hervir su sangre.
Para entonces, Billy-Ray Sanguine ya habría localizado a la niña Caín y la estaría llevando hacia la iglesia. El propio barón, con ayuda de los Infectados, había dominado a Dusk y le había inyectado el suero. Despojándose de su piel, Dusk le había fallado. Pero Vengeus lo castigaría más tarde. Por ahora, todos sus sueños se iban a hacer realidad.
Mientras el barón Vengeus se ponía la armadura, las sombras surgían de él como vapor.