BAJO TIERRA

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ALQUIRIA cogió una bocanada de aire justo antes de ser arrastrada a la oscuridad.

La tierra se movía a su alrededor. Le arañaba la espalda y se desmenuzaba en sus pies. Se le metió tierra en los ojos y el sonido de desprendimiento de rocas le retumbó en los oídos. Se aferró a Sanguine mientras descendían.

—¿Asustada? —le dijo él al oído—. ¿Y qué pasa si se me ocurre… dejarte aquí?

El estaba justo delante de ella. Ella podía sentir su aliento en su mejilla, pero no podía verlo. Todo a su alrededor estaba completamente negro, ya que la especie de túnel que debían de ir haciendo al hundirse, se iba rellenando instantáneamente. Sus tripas se revolvían del profundo y auténtico terror que le recorría el cuerpo.

—Te voy a quemar —dijo ella, pero el ruido de las rocas reducía su escasa voz—. ¡Te voy a quemar! —gritó. Y le oyó reírse.

—Me quemarás hasta matarme, ¿y luego, qué harás? Estarás aquí atrapada, enterrada viva bajo el suelo con mi cadáver para hacerte compañía.

Redujeron la velocidad, el movimiento de tierra disminuyó e hicieron una parada. Valquiria se sacudía. El sudor la empapaba. El pánico le tapaba la garganta.

—Yo puedo verte, ya sabes —dijo él—. Me quitaron los ojos, pero aún tengo vista. Y aquí, en la oscuridad, veo mejor que en cualquier otro lugar. Puedo ver el miedo en tu cara. No puedes disimularlo. Así que esto es lo que va a suceder. Voy a poner unas delicadas esposas en esas muñecas que tienes, y luego vamos a ir a hacerle una visita al barón Vengeus. ¿Te parece una buena manera de pasar lo que te queda de vida?

Ella tenía la boca llena de tierra, y no contestó. Estaba todo demasiado oscuro. Sentía las rocas alrededor de su cuerpo. A pesar del odio que le profesaba, se dio cuenta de que se estaba agarrando fuertemente a Sanguine, aterrorizada solo de pensar que él pudiera irse y dejarla ahí abajo.

Sintió que él se movía, oyó el movimiento de la tierra y sintió algo frío y metálico apretándole las muñecas.

—Ah, otra cosa —dijo él—. Mi puñal, ¿dónde está?

—En el bolsillo del abrigo —susurró ella.

La mano de Sanguine removió el bolsillo y sacó el puñal.

—Qué bien tenerlo de nuevo. Es como una parte de mí, ¿sabes? Como una pequeña parte de mi alma…

El podía ver en la oscuridad, así que ella se aseguró de que viera su cara de desprecio.

—¿Vamos a ir a algún sitio, o nos vamos a quedar aquí abajo y vas a matarme de aburrimiento?

El se rió, la roca se movió y ellos también, cada vez más rápido. Ella intentaba averiguar cómo Sanguine hacía esto, pero era como si el suelo se resquebrajara para él y se cerrara cuando ya había pasado. Era imposible adivinar en qué dirección se movían o incluso si estaban cabeza arriba o cabeza abajo. Y entonces, la tierra desapareció ante ellos y salieron disparados al aire libre.

La luna, pesada y baja en el cielo oscuro. Arboles, arbustos y hierba. Valquiria se quedó tirada en el suelo, sacudiéndose la tierra y dando bocanadas de aire. El sudor que empapaba su cuerpo ahora le daba frío, pero el suelo era sólido y el ruido de la roca había desaparecido de sus oídos. Levantó la cabeza y miró hacia atrás.

—Su carroza la está esperando, madame —dijo Sanguine, abriendo la puerta del coche que estaba ahí aparcado.

Ella probó a tirar de las esposas, pero estaban bien apretadas. Movió los dedos, pero no salió ninguna llama. Sus poderes estaban inutilizados.

Sanguine la ayudó a subir al coche agarrándola por la nuca y obligándola a entrar. Incluso si se las ingeniara para huir, no había ningún sitio hacia el que correr. Había prados en todas las direcciones.

Él cerró la puerta, dio la vuelta al coche y se subió en el asiento del conductor.

—¿Es divertido? —le preguntó a Valquiria de repente—. Hacer todas esas cosas de detective, ¿es divertido? Yo siempre he querido ser detective. Lo fui una vez, durante un año más o menos. Me gustaba. Los disfraces, los sombreros, los callejones oscuros, las mujeres fatales, todo eso. Pero no podía dejar de matar gente. Quiero decir, ellos me contrataban, yo trataba de resolver su misterio, pero a mitad de camino, me aburría y acababa matándolos, y ahí se acababa el caso. Resolví un solo asesinato en todo ese año, pero no creo que realmente importe, ya que yo era el asesino.

—¿Por qué haces esto? —soltó Valquiria—. ¿Por qué Vengeus todavía me quiere capturar? No creo que Skulduggery se vaya a rendir solo porque yo esté en vuestras manos.

Sanguine la miró atentamente.

—¿Me lo estás diciendo en serio? —dijo riéndose—. Mira, cariñito, tú no eres una rehén, ¡nunca lo has sido!

—¿Qué?

—Que todo esto, todo lo que está pasando, es por ti.

—¿De qué estás hablando?

—Has oído hablar del ingrediente que falta, ¿no? Al que Vengeus no pudo poner las manos encima, hace ochenta años. ¿Has oído hablar de eso?

—Claro. Pero ¿qué tiene que ver eso conmigo?

—Cariño, eres tú. Tú eres el ingrediente que falta.

Ella se le quedó mirando, y su sonrisa creció.

—Tú eres descendiente directo de los Antiguos, ¿no? ¿Qué, crees que esa pequeña información no serviría para nada? Cuando yo me enteré, supe que era la hora de liberar al barón.

—Me estás mintiendo…

—Lo único que falta es un poco de sangre con algo de poder en ella. Viendo que era incapaz de conseguir la sangre de un Sin Rostro, la siguiente mejor cosa es la sangre de alguien que pueda matar a un Sin Rostro. Ese es el último ingrediente del cóctel del fin-del-mundo-tal-como-lo-conocemos que está preparando. Esto debe hacer que te sientas especial, ¿eh?

Ella no podía contestar. Sentía que la sangre se le iba de la cara.

—Eso está bien —dijo Sanguine encantado, mientras encendía el motor—. Eso está bien.