VIEJOS ENEMIGOS

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ALQUIRIA se asomó por el borde de la almena, mirando hacia abajo mientras Skulduggery aterrizaba en el suelo elegantemente. Dusk volvió la cabeza como si hubiera oído algo, pero luego miró en otra dirección. Skulduggery se le acercó por detrás, pasó un brazo alrededor de su garganta y tiró de él hacia atrás.

Dusk se agitaba, intentando soltarse, pero Skulduggery le estaba cortando el oxígeno al cerebro, y Valquiria pensó que estaría acabado en un momento. Una vez que Dusk se hubo quedado sin fuerzas, Skulduggery lo dejó tendido en el suelo.

Todo había sucedido en completo silencio.

Skulduggery se aproximó a la entrada del castillo y Valquiria se cambió de posición, acercándose a rastras al borde del tejado derruido para observar desde allí.

Los Infectados se las habían apañado para colocar la figura momificada en la caja sin que se les cayera de nuevo. Valquiria percibió cómo les cambiaba la cara mientras Skulduggery se aproximaba. Vengeus todavía permanecía de espaldas a él.

—Hola, barón —dijo Skulduggery.

Valquiria vio cómo Vengeus se ponía tenso y se daba la vuelta.

—Pero ¿a quién mandan para intentar atraparme? —dijo Vengeus—. Ni siquiera a un hombre. Ni siquiera a un monstruo. Te mandan a ti.

Skulduggery se encogió de hombros.

—¿Cómo te va, barón?

—Me repugnas —dijo Vengeus con cara de disgusto—. Tu simple presencia me repugna. Lo puedo sentir en el aire. Incluso estos Infectados, estos medio muertos, merecen que les dedique más tiempo del que tú jamás merecerás.

Skulduggery asintió.

—Bueno, y en todo este tiempo, ¿te has casado o algo? ¿Detecto los pasitos de un pequeño demonio?

—Te voy a destruir.

—Todavía estás enfadado por aquella vez que te hice explotar, ¿no? Puedo notarlo.

—Nunca te callas, ¿verdad?

—No tengo por qué hablar —dijo Skulduggery—. Puedo estar callado —pasó un momento—. ¿Y a quién llevas en esa caja? Es el seco, muerto y troceado cadáver del grotesco, ¿estoy en lo cierto? Porque, si lo es, me temo que no puedo dejar que te lo lleves. Puedo dejar que te lleves un dedo del pie o algo así, ya sabes, como recuerdo, pero solo eso.

—Estás blasfemando, esqueleto.

—Eres tú quien enterró a su propio dios.

Vengeus dio un paso al frente y sacó su machete de la vaina del cinturón.

—Desearía no tener que matarte. Desearía que pudieras sentir para siempre el dolor que te causaré por haber proferido esta blasfemia.

—Te das cuenta de que no tengo piel que puedas cortar, ¿verdad?

Vengeus sonrió otra vez mientras se aproximaba hacia él.

—Esta espada es de acero templado. Es el mismo proceso que se utiliza para hacer las guadañas de los hendedores. Te cortará los huesos.

—Oh —dijo Skulduggery, dando un paso hacia atrás.

Vengeus estaba casi sobre él.

—¿Qué es esto? ¿No hay más bromas? ¿No hay más burlas? ¡Déjame ver lo seguro que te sientes, abominación!

Skulduggery metió la mano en la chaqueta y sacó su revólver. Encañonó la cara de Vengeus. Este se quedó helado.

—Por lo que parece —dijo Skulduggery después de considerarlo un momento—, me siento bastante seguro.

—¿Vas a dispararme? —dijo Vengeus burlonamente—. No me sorprendería. ¿Qué iba a saber un despojo como tú sobre el honor? Solo un pagano traería una pistola a una lucha de espadas.

—Y solo un idiota traería una espada a una lucha de pistolas.

Vengeus frunció el ceño.

—Como puedes ver —dijo—, te superamos en número con diferencia.

—Me ocurre con frecuencia.

—Tu situación se ha vuelto bastante insostenible.

—También me ocurre con frecuencia.

—Estás a punto de ser pasto de estas mugrientas criaturas no-muertas y ser desgarrado por un remolino de dolor y de rabia.

Skulduggery hizo una pausa.

—¿Ves? Eso sí es nuevo para mí.

—¡Matadlo! —ladró Vengeus.

Los Infectados se dirigieron hacia Skulduggery y Valquiria vio cómo él movía su mano y un remolino de viento levantaba una nube de polvo para nublarles la vista.

Pudo vislumbrar a Vengeus dándose la vuelta y tapándose los ojos. Hubo tiros, fogonazos y gritos de furia, y los Infectados salieron despedidos hacia atrás cortando el aire.

Cuando el polvo se dispersó, solo Skulduggery y Vengeus quedaban en pie.

—Seis disparos —dijo Vengeus—. Los he contado. Tu revólver está vacío.

—Estás dando por hecho que no lo he recargado durante toda la confusión.

—¿Lo has hecho?

Skulduggery dudó por un momento.

—No —admitió, y tiró el arma.

Vengeus se tomó un momento para mirar a su alrededor.

—La niña —dijo—. Caín. ¿Dónde está?

—Se tenía que quedar en casa, desafortunadamente. Mañana tiene colegio, así que…

—Es una pena. Me habría gustado que viera cómo te mato —Vengeus dejó su espada en el suelo—. Y no voy a necesitar una espada.

Dio una zancada hacia Skulduggery, que levantó la mano.

—Si tú no la vas a utilizar, ¿puedo hacerlo yo?

Vengeus se rió.

Le pegó un puñetazo a Skulduggery, y este se agachó, pero Vengeus estaba esperando para maniobrar, y dio con su puño cerrado en el omóplato de Skulduggery. Pleasant intentó acercarse para devolvérselo, pero Vengeus levantó la otra pierna y pegó una patada que derribó a Skulduggery. Su pierna chocó con la caja y dio al grotesco.

Vengeus rugió y se lanzó a por Skulduggery, agarrándolo y tirando para sacarlo de allí. Le lanzó un derechazo que chocó contra el hueso de la mandíbula de Skulduggery. Siguió con un gancho de izquierda, pero Skulduggery consiguió levantar el brazo para defenderse. El bloqueo se convirtió en un golpe en la garganta, tan repentino y brutal como una serpiente. Vengeus tosió y cayó hacia atrás, y Skulduggery le dio una patada.

Vengeus se mantuvo alerta, protegiéndose la cabeza, pero se encogió cuando Skulduggery le dio una patada en las costillas. Skulduggery también le lanzó un puñetazo, pero Vengeus lo paró, sujetando con su mano izquierda la muñeca derecha del esqueleto. Vengeus se envalentonó y golpeó con su codo derecho el hombro derecho de Skulduggery, rápido como como una bala. Vengeus giró su cuerpo, levantando al detective y tirándolo al suelo, y después se lanzó encima de él.

Skulduggery puso la mano izquierda sobre la cara de Vengeus, apretando los dedos, y Vengeus se la apartó antes de que Skulduggery pudiera dejarlo sin aire. Vengeus lo golpeó, una y otra vez, mientras le sonreía.

—Odiaría ser tú —dijo Vengeus—. Un esqueleto que siente dolor. Ninguna de las ventajas de un cuerpo carnoso y con sangre en las venas, pero todas las debilidades. Quien te dio la vida debió dejarte tirado.

Skulduggery gimió.

Algunos de los Infectados se habían vuelto a levantar, y miraban a Skulduggery tirado en el suelo. Vengeus se puso de pie, se sacudió el polvo de la ropa y recogió su sable.

—Te voy a cortar —dijo— en minúsculos trocitos. Voy a coger parte de tu calavera y voy a hacer dados con ella. Puede que utilice el resto de tu cuerpo como teclas para piano. Me pregunto, esqueleto, ¿seguirás vivo entonces? ¿Seguirás consciente siendo dados o teclas de piano?

—Siempre quise dedicar mi vida a la música —farfulló Skulduggery.

Valquiria no podía quedarse mirando ni un minuto más. Se puso en pie.

—¡Eh!

Vengeus miró hacia arriba, a lo alto del tejado caído, y la vio.

—He oído que me estabas buscando —gritó ella.

—¡Señorita Caín! —dijo Vengeus con una sonrisa—. Así que estás aquí.

—Esa niña —murmuró Skulduggery— nunca hace lo que se le dice…

—¿Me buscabas, barón? —gritó Valquiria—. ¡Ven y atrápame!

Y luego dio un paso hacia atrás, y Vengeus empezó a correr hacia ella. Ella corrió hacia las almenas y se lanzó al vacío.