JACK PIESDEMUELLE

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ACK no podía saltar.

Aunque su celda, incluso con cama, lavabo y retrete, fuera lo suficientemente grande, habría sido incapaz de rebotar. La celda estaba preparada para anular sus poderes.

Jack Piesdemuelle, sentado en su cama, contemplaba la vida sin saltos.

Contemplaba también la vida sin matar, lo que le estaba revolviendo por dentro, sin sus comidas favoritas, sin sus bailes en los tejados y sin todo aquello que adoraba.

Tirarían la llave, sabía que la tirarían. Los del consulado inglés, una vez que habían logrado encerrarlo, no serían indulgentes. Su juicio acabaría en un santiamén, y se vería ante la perspectiva de cientos de años en prisión.

Jack se recostó, apoyando su antebrazo sobre los ojos para evitar esa molesta luz artificial. No vería más cielos abiertos, ni más estrellas, ni más lunas.

—Eres más feo de lo que recordaba.

Jack saltó de un brinco de la cama. Un hombre estaba dentro de la celda, apoyado en la pared y sonriendo.

—Sanguine —dijo Jack tartamudeando—. Has venido a regodearte, ¿no? Me gustaría decir que estoy sorprendido, pero en realidad es propio de ti.

—Jack, mi viejo amigo, tus palabras me duelen.

—Tú no eres amigo mío —dijo Jack.

Sanguine se encogió.

—Puede que hayamos tenido nuestras diferencias, pero, tal como yo lo veo, todo aquello quedó atrás. Estoy aquí para liberarte.

Dio un golpecito en la agrietada pared. Un montón de trozos de pintura cayeron al suelo y se hicieron polvo.

Jack frunció el ceño.

—¿Qué quieres?

—Solamente quiero que me hagas un pequeño favor; eso es todo.

—No me agrada mucho la idea de hacerte un favor.

—¿Prefieres quedarte en una celda para el resto de tu vida?

Jack no contestó.

—Es solo un pequeño favor. Algo que incluso te divertirá. Quiero que causes algún problema.

—¿Por qué?

—Eso no importa. ¿Crees que podrás ayudarme?

—Depende. ¿Qué clase de problema?

—Oh, nada del otro mundo. Simplemente, quiero que mates a unos tipos.

Jack no se lo podía creer. Sonrió.

—¿De verdad?

—Está chupado para alguien con tu talento. Si estás dispuesto a hacerlo, te llevo conmigo ahora mismo y salimos de este sitio.

—Matar a alguien.

—Un montón de «álguienes».

—¿Eso es todo? Una vez que lo haya hecho, ¿estaremos en paz? Te advierto que sé para quién has trabajado en el pasado, Tex, y yo no pienso trabajar para los Sin Rostro.

—¿Acaso he mencionado yo a los Sin Rostro?

—¿No tiene nada que ver con ellos?

—Te lo juro por lo que más quiero. Entonces, ¿estamos de acuerdo?

Jack se puso su abrigo y cogió su abollado sombrero de copa. —Vámonos.