NA mosca zumbaba, revoloteando y golpeándose contra el cristal de una mugrienta ventana a través de la cual se veía un árbol seco.
El camarero salió de detrás de la barra y los dos hombres que estaban sentados se levantaron de sus taburetes.
—Scapegrace —dijo el camarero, mascando su nombre al decirlo—. Tienes valor al pasear tu fea cara por mi bar.
—¿Tu bar? —dijo Scapegrace con una risa desdeñosa—. Tú me ganaste este bar en una partida de póquer, haciendo trampas.
—Como tú —contestó el camarero—. Yo, simplemente, las hice mejor. ¿Por qué has vuelto?
—No podía estar fuera mucho tiempo, supongo. Tengo muy buenos recuerdos de este pueblo. En realidad, Hieronymus, esperaba que tu hermana estuviera por aquí… ¿Está?
Hieronymus Deadfall lo miró como si fuera a explotar.
—Ni la nombres, ¿me has entendido bien?
Scapegrace se encogió.
—¿Qué vas a hacer para impedirlo?
—Creo que ha habido un malentendido… —dijo Skulduggery, pero todos lo ignoraron.
Deadfall dio unos pasos hacia delante, con los puños preparados.
—¿Qué te parece si terminamos lo que empezamos hace veinte años?
Scapegrace se burló.
—Quieres matarme, ¿no es así?
—Oh, no solo yo, amiguito. Si alguno más de los presentes quiere matar a este montón de escoria, que dé un paso al frente.
Todos los que estaban allí dieron un paso hacia delante.
—Así es como están las cosas por aquí, ¿no? —dijo Scapegrace enfadado—. Después de tantas charlas, tanta amistad, después de todos estos años y lo que hemos pasado juntos… ¿queréis matarme?
—Así es, queremos matarte —dijo uno de los hombres que jugaban al billar—, dolorosamente.
—Me encantaría ayudaros, colegas —dijo Scapegrace levantando las manos y mostrando las esposas—, pero, como podéis ver, estoy un poco liado en este momento. Pero supongo que si conseguís matar a estas dos personas que me acompañan, podréis cumplir vuestro deseo.
Deadfall los miró con ira.
—¿Matar a una niña? Claro, creo que podremos resolver ese asunto. ¿Y tú, flaco? ¿Quién demonios eres tú?
—No estamos buscando problemas —dijo Skulduggery.
—Entonces será una grata sorpresa para vosotros —dijo el hombre a la izquierda de Deadfall. En la palma de su mano chisporroteaba electricidad. Se trataba de Lightning Dave, sin duda.
—Estamos aquí por un asunto del Santuario —continuó Skulduggery.
El hombre de la derecha de Deadfall se enfadó, y Deadfall sonrió.
—¿Oyes eso, Pete? Están en no sé qué del Santuario.
Hokum Pete gruñó.
—Yo odio el Santuario.
—Vaya —dijo Skulduggery.
—Todos odiamos el Santuario.
—Ah, entonces no estamos aquí por un asunto del Santuario. Era solo una broma.
—Pues vas a morir riendo —contestó Deadfall—, a menos que nos digas ahora mismo quién eres.
Skulduggery lo observó un momento, luego se quitó su disfraz y lo dejó sobre la mesa de billar.
Todos se quedaron con los ojos como platos, boquiabiertos, y dieron varios pasos hacia atrás.
—¡El detective esqueleto! —dijo uno de los jugadores de billar.
—Yo no voy a enfrentarme con el Esqueleto —dijo su amigo—. De ninguna manera.
—Pero ¿qué os pasa? —ladró Deadfall—. Este es mi bar, ¿me oís? Es mi territorio. Yo soy el único por el que os debéis preocupar aquí. Es un cadáver, ¿es ese el gran problema? Podemos con él. Somos seis, y él, solo uno. Ah, y una niña. ¿Es demasiado para vosotros, nenazas?
Los jugadores de billar se miraron, nerviosos; a continuación, negaron con la cabeza.
—Bueno, ahí lo tienes —dijo Deadfall—. Estamos de acuerdo. Matamos a estos dos, y luego matamos a nuestro querido y viejo amigo Scapegrace.
—Esto va a ser divertido —dijo Scapegrace, arrastrándose hasta una mesa y sentándose sobre ella—. ¿Y cómo vais a hacerlo?
—Hace ya tiempo que Brobding ha estado haciendo ejercicio —dijo Deadfall, y el gigante dio un paso hacia delante.
Valquiria miró a Skulduggery.
—Tú puedes ir a por ese —le susurró.
—Os voy a matar —dijo Brobding el gigante, con un grave tono de voz—. Quiero que sepáis que no es nada personal.
—Bueno es saberlo —dijo Skulduggery—. En ese caso, yo voy a derribarte y a golpearte contra la mesa de billar, y quiero que sepas que tampoco es nada personal.
Brobding se rió. Todos rieron.
Skulduggery dio unos pasos hacia delante y extendió las manos, y Brobding, el gigante, se lanzó a por él y se estampó contra la pared del fondo.
Valquiria cogió un palo de billar de la mesa y lo partió en la cara del primer jugador, que se fue dando tumbos hacia una esquina. El segundo jugador fue a por ella.
Hokum Pete corrió y le lanzó un puñetazo a Skulduggery, que ni siquiera se molestó en pararlo. Se apartó y lo empujó, y Hokum se estrelló contra Deadfall.
Todo el cuerpo de Lightning Dave chisporroteaba con la electricidad, erizando su pelo y llenando la habitación de olor a chamusquina. Cargó contra Skulduggery y este pateó una banqueta del bar, que le dio en las piernas y le hizo tropezar y caer al suelo.
El segundo jugador de billar intentaba poner las manos alrededor del cuello de Valquiria. Pero ella le pegó una patada en la espinilla y un puñetazo en el ojo, y él empezó a gritar de dolor. El se abalanzó salvajemente y ella no lo pudo parar, y encajó un puñetazo en la cara.
Skulduggery le pegó una patada a Lightning Dave mientras este intentaba levantarse, y luego Deadfall se le tiró encima.
Skulduggery lo agarró y lo retorció, y Deadfall chilló con una voz sorprendentemente aguda mientras Skulduggery lo tiraba al sucio y maloliente suelo.
El jugador de billar levantó a Valquiria y la estampó contra la mesa. Ella se quedó sin respiración. La volvió a levantar y la estampó de nuevo. Ella agarró la bola con el número ocho y, mientras él la levantaba por tercera vez, ella lo golpeó con la bola en la oreja. El gritó de dolor y la soltó.
Skulduggery estampó sus puños contra Hokum Pete. Luego le retorció el brazo y lo arrojó con la cara por delante contra la pared. Hokum Pete cayó al suelo.
Deadfall rugió cuando Skulduggery volvió hacia él. El dueño del bar entró en tensión, los músculos del cuello se le agarrotaron, la cara se le puso roja y sus puños crecieron, se deformaron y se convirtieron en mazos. Babeaba mientras reía triunfal.
Al otro lado de la habitación, Valquiria se enfrentaba al jugador de billar. El se tapaba la oreja y cojeaba. La miraba con un solo ojo.
—Te voy a asesinar —intentaba asustarla, aunque con escaso éxito. Ella todavía tenía la bola de billar en la mano, y la lanzó. Golpeó al jugador de billar justo entre los ojos y rebotó con fuerza. El jugador se quedó de pie, con la mirada perdida; luego cayó al suelo, inconsciente.
Valquiria vio a Deadfall estampar uno de esos puños convertidos en mazos contra la cara de Skulduggery.
Skulduggery salió despedido contra la pared. Deadfall volvió a lanzar un mazazo contra la cabeza de Skulduggery, pero el detective se apartó y el puño golpeó la pared de madera y la atravesó. Deadfall intentó sacarlo, pero su puño no se movió.
Skulduggery lo golpeó una y otra vez.
Deadfall se retorció, se dio la vuelta y lanzó su otro puño. Pero golpeó la pared de madera y quedó atrapado.
—¡Maldita sea! —exclamó Deadfall.
Skulduggery apuntó con cuidado y le pegó un puñetazo. La cabeza de Deadfall se sacudió hacia atrás y su cuerpo se estampó contra la pared. Habría caído al suelo si sus puños mazados no lo hubiesen mantenido colgado.
—¡Skulduggery! —dijo Valquiria.
Brobding, el gigante, salió huyendo, y esto enfadó a Skulduggery.
—¡Una vez más —le gritó al gigante—, no es nada personal!
Brobding rugió y Skulduggery corrió detrás de él y saltó, dando vueltas en el aire. Le pegó una patada a Brobding en el eje de la mandíbula. Skulduggery aterrizó y Brobding dio varias vueltas y cayó sobre sus rodillas.
Valquiria se quedó mirando a Skulduggery.
—¿Qué? —le preguntó él.
—Le has dado una patada —dijo Valquiria—. Pero tú no das ese tipo de patadas. Ese tipo de patadas son propias de Tanith.
—Estás impresionada, ¿a que sí? —él apoyó las manos sobre el borde de la mesa de billar y respiró—. Probablemente soy tu héroe.
—¡Anda, cállate!
Brobding, el gigante, miró a su alrededor; entonces, el aire comenzó a removerse y la mesa de billar salió volando a través de la habitación y chocó contra él. La mesa se volcó con el impacto, las bolas salieron despedidas y cayeron sobre Brobding, que no pudo volver a levantarse.
—Bueno —continuó Valquiria—, ya se lo habías advertido.
—Y eso es lo que he hecho —dijo Skulduggery saliendo por donde habían entrado.
Un momento después volvió, empujando a Scapegrace delante de él.
—¡Eh, espera! —gritó Scapegrace—. No es precisamente fácil caminar con estas esposas, ¿sabes?
Valquiria lo miró.
—No has conseguido ir muy lejos, ¿eh?
Scapegrace miró a su alrededor; a todos esos cuerpos tirados por el suelo.
—¡Qué bien! —dijo con entusiasmo—. Habéis podido con ellos.
—Buen intento.
Él se encogió.
—Había olvidado que Deadfall era el dueño del bar, sinceramente.
—¿El sótano? —preguntó Skulduggery.
—Debajo de la barra —gruñó Scapegrace.
Valquiria se acercó a la barra, echó un vistazo y encontró la entrada. Abrió la trampilla y Skulduggery bajó primero. Valquiria lo siguió, cerrando la puerta tras ellos.
El sótano no tenía apenas luz y era frío. Los escalones los condujeron hasta un pasillo extrañamente empapelado. La alfombra estaba gastada, como un sendero en un bosque. Había una puerta a la derecha y otra, un poco más allá, a la izquierda. Había un dibujo colgado en una de las paredes. Un dibujo de un barco y un puerto. No era muy bueno. Al final del pasillo, un salón. Se oía música: The End of the World, de The Carpenters.
Empuñando su revólver con las dos manos, Skulduggery se adelantó.
En la primera habitación en la que entraron había una cama individual y un mueble de cajones. Skulduggery se acercó a la cama y miró debajo. Cuando se aseguró de que el cuarto estaba vacío, volvió al pasillo donde estaba Valquiria. La segunda habitación tenía un retrete, un lavabo y una bañera, ninguno especialmente limpio; allí no podía haberse escondido nadie. Caminaron hacia el salón del fondo del pasillo.
Había una lámpara encendida, pero la bombilla tenía poca intensidad. Cuanto más se acercaban, más podía observar Valquiria. Podía ver que la alfombra no conjuntaba nada con el papel de las paredes, y que las cortinas, que debían de haber sido colocadas por motivos estéticos ya que no había ventanas, no pegaban con nada.
Skulduggery pegó la espalda a la pared del pasillo y se deslizó hacia el salón sin hacer el más mínimo ruido. Valquiria hizo lo mismo en la pared de enfrente, consiguiendo una panorámica de la habitación distinta a la de Skulduggery.
Vio dos estufas antiguas y pasadas de moda, ambas apagadas. Vio otra pintura, esta vez de un barco en un mar tormentoso, un sillón bajo la pintura y una mesilla al lado del sillón. Tampoco había señal de Torment.
Se detuvieron en la puerta y ella hizo una señal a Skulduggery con la cabeza. El asintió y entró en el salón, moviendo su revólver de lado a lado de la habitación. Miró hasta detrás del sillón. Nada.
Valquiria lo siguió y entró también. En la otra punta de la habitación había una radio, un televisor portátil con la pantalla rota y el equipo de música en el que sonaban The Carpenters.
Ella abrió las cortinas, que solo dejaban ver una pared, y se giró para decirle a Skulduggery que Scapegrace tenía que haber avisado de alguna forma a Torment, cuando percibió al anciano mirándola desde el techo.
Tenía el pelo largo y sucio, y una larga y mugrienta barba. Se soltó de la viga encima de Skulduggery y lo derribó. El revólver voló de las manos de Skulduggery y el viejo lo cogió. Valquiria se tiró al suelo al ver que iba a disparar. La bala dio en el equipo de música y la canción se cortó.
Skulduggery dio la vuelta de un brinco, pero el hombre ya corría por el pasillo. Skulduggery lo siguió a toda velocidad, y se hizo a un lado cuando el viejo disparó dos veces más. Skulduggery echó un vistazo para ver si ya no disparaba y corrió tras él.
Valquiria no estaba del todo segura de que su ropa pudiera detener una bala. ¿Y qué pasaba con su cabeza? Por primera vez, deseó que su abrigo tuviera capucha.
Corrió detrás de Skulduggery, mientras él se metía en el dormitorio.
Llegó al dormitorio, alzó una ceja al ver que la pared de enfrente estaba rota y mostraba un pasillo de piedra, y se apresuró a introducirse por el hueco. Apenas podía ver a Skulduggery delante de ella, corriendo en la oscuridad. Distinguió una llamarada de luz y la silueta de su amigo lanzando una bola de fuego.
Siguió corriendo, con mayor dificultad porque el suelo ahora se inclinaba hacia arriba. Las piernas se le estaban cansando cada vez más. El sonido de sus pasos en el suelo de piedra era excesivamente fuerte para sus oídos. Ahora ya no podía ver nada. Todo estaba completamente oscuro. De un negro intenso. Concentró toda su energía en su interior, movió los dedos y consiguió hacer una chispa. La llama crecía y chisporroteaba en la palma de su mano, y ella la mantuvo para alumbrar el camino. No le gustaba la idea de que eso la convertía en un blanco fácil, pero tampoco quería caerse en un agujero lleno de púas metálicas o algo igual de horrible.
Y entonces llegó a un cruce.
—Oh, venga ya —murmuró, retomando el aliento.
Podía ir hacia delante, o girar hacia la derecha o hacia la izquierda. No tenía ni idea de en qué dirección había ido Skulduggery. Intentó dejar de imaginar trampas letales, o perderse en un laberinto de pasillos y morir allí abajo, en medio del frío y la oscuridad.
Maldijo su situación. Tenía que volver atrás. Decidió regresar a la calle e investigar por el pueblo, intentar encontrar por dónde salían a la superficie esos túneles. Eso sería mejor que estar ahí abajo, hecha una inútil, pensó.
Justo en ese momento, oyó un ruido sordo.
El camino que la había traído hasta el sótano se estaba cerrando. Las paredes se estaban juntando.
Derecha, izquierda, o hacia delante. Eligió seguir hacia delante y empezó a correr.