LA HABITACIÓN ESCONDIDA

d

ESPUÉS de colgar el teléfono, Valquiria entró en el baño de la biblioteca para limpiarse la cara. Se secó las manos y observó cómo le temblaban. Las manos siempre le temblaban después de luchar, mientras los restos de adrenalina le recorrían el cuerpo.

Tanith estaba esperándola fuera, y bajaron juntas las escaleras. Se dirigían hacia la casa de Gordon, para ver si en la oficina de su difunto tío había algún libro sobre el grotesco, y dejaron a Bliss para que ayudara a China a recoger y ordenar el apartamento. Valquiria no había visto nunca a dos hermanos que se respetasen con tanta cautela como ellos.

—¿Cómo estaba Skulduggery cuando hablasteis por teléfono? —preguntó Tanith rompiendo el silencio.

—Enfadado —contestó Valquiria— y preocupado. Solo se queda tranquilo cuando me ataca gente que él conoce. Nunca había oído hablar del tal Sanguine.

—Bueno, al menos sabemos cómo se escapó Vengeus de su celda.

Valquiria asintió.

—Ese pequeño truco para hacer túneles es muy útil, sí. Solo espero que no lo utilice para raptarme. No me gusta la idea de ser una rehén. No suena divertido.

Salieron a la calle y se aproximaron a la moto de Tanith.

—¿Y cómo va tu entrenamiento? —le preguntó Tanith.

—Bien. Bueno, casi bien. Hay unos cuantos movimientos que no he captado del todo.

—¿Que no has captado?

—Que he olvidado.

Tanith sonrió.

—Cuando esto haya acabado, retomaremos las lecciones. Ya los captarás, no te preocupes. ¿Cómo están tus padres?

Valquiria se encogió.

—Mis padres están bien.

—¿Has ido al colegio?

—Bueno, Skulduggery me obliga a ir cuando no estoy en medio de una crisis. Pero eso es lo bueno de tener un reflejo: que no tengo que tratar con todo eso.

Tanith se puso el casco y levantó la visera para mirar a Valquiria.

—Yo, si fuera tú, no me volvería demasiado dependiente de ese reflejo. Debes absorber todos sus recuerdos para sentir que vas al colegio. Pero estás mirando desde fuera una parte muy importante de tu propia vida —pasó su pierna sobre la moto y se sentó en el sillín—. Tienes trece años, Val. Deberías pasar el tiempo con gente de tu edad.

Valquiria levantó una ceja mientras se ponía el casco sobre la cabeza.

—La gente de mi edad no lucha contra monstruos, Tanith. Si lo hicieran, pasaría mucho más tiempo con ellos.

La primera vez que Valquiria había montado en la moto de Tanith, había comenzado por agarrarse a los lados del abrigo de Tanith, pero cuando iban acelerando, sus manos se iban juntando más y más, hasta que quedaba completamente abrazada con fuerza a su cintura. Una vez superado el miedo a que una curva mal tomada las mandase a hacer gárgaras y a una muerte dolorosa, había empezado a disfrutar de la sensación. Ahora le encantaba viajar en moto. Era divertido.

Tanith sorteaba el denso tráfico y tomaba las curvas a una velocidad alarmante, pero Valquiria se reía bajo su casco.

El paseo se hizo definitivamente más peligroso cuando la moto salió de la carretera y tomó un sendero. Solo los reflejos de Tanith las salvaron de chocar contra algunos árboles que había a los lados del camino.

Salieron de entre los árboles y subieron por una pequeña colina a toda velocidad, volando por unos momentos y aterrizando suavemente en una estrecha carretera, y luego atravesaron un puente. Unos instantes después, cruzaban la enorme puerta de entrada a la casa de Gordon Edgley.

Valquiria todavía la veía como la casa de su tío. El hecho de haberla heredado no cambiaba absolutamente nada.

Tanith frenó y derrapó con la rueda de atrás, levantando unas cuantas piedrecillas. Apagó el motor y puso la pata de cabra. Se bajaron y se quitaron los cascos.

—¿Te ha gustado el viaje? —preguntó Tanith con una pequeña sonrisa.

Valquiria también sonrió, con un alegre brillo en los ojos.

—Siempre le digo a Skulduggery que deberíamos comprar una moto.

—Y él, ¿qué dice?

—Dice que la gente que va vestida de cuero, como tú, debe conducir motos. Pero que la gente que viste con trajes exquisitos, como él, debe conducir Bentleys.

—En parte tiene razón —Tanith miró hacia la casa—. Entonces, ¿vamos a entrar?

Valquiria se rió, sacó la llave de su bolsillo y abrió la puerta principal.

—Todavía me cuesta creer que tú seas una gran admiradora de mi tío.

Entraron. El recibidor era grande, con pinturas góticas en las paredes. Pasaron al salón.

—Tu tío fue el mejor escritor de todos los tiempos —dijo Tanith—. ¿Por qué no iba a ser admiradora suya?

—No sé; simplemente, no me pegas como tipo de fan de mi tío. Es como cuando una amiga tuya piensa que tu padre es el tío más enrollado del mundo, ¿sabes? Me parece un poco tonto.

—Bueno, no había nada de tonto en los escritos de tu tío. ¿Te he contado que uno de sus relatos cortos está basado en una historia que me sucedió?

—Sí, ya me lo has contado. Muchas veces, además.

—Yo nunca lo conocí, pero debió de enterarse de alguna manera. Quizá Skulduggery se enteró y se lo contó a Gordon.

Tanith se quedó en el centro del salón, observando a su alrededor con cierto aire melancólico.

—Y aquí es donde vivía Gordon. Aquí es donde escribió toda su obra. Eres una chica con suerte, Val. ¿Cómo es esto de tener un tío como Gordon Edgley?

—No vamos a iniciar esta conversación —dijo Valquiria—. Otra vez, no —se acercó a la librería, cogió un libro forrado en negro y se lo pasó a Tanith. Tanith se mordió el labio.

—«Y la oscuridad se cernió sobre ellos».

Era lo último que Gordon Edgley había escrito. Estaba previsto publicarlo en pocos meses, pero Valquiria le dejó leer una copia a Tanith. Cada vez que Tanith iba a la casa, devoraba algunos capítulos más, hasta que era hora de irse. Le encantaba ir allí y aprovechaba cada oportunidad que tenía para dejarse caer.

Sin más palabras, Tanith cogió el libro, se sentó en el sofá y empezó a leer.

Valquiria intentó no reírse. Salió del salón y subió las escaleras, atravesando el descansillo hasta el estudio de Gordon y cerrando la puerta al entrar.

Al contrario que el resto de la casa, el estudio de Gordon era caótico, una masa de abarrotadas estanterías y montones de manuscritos apilados. Se acercó a la librería que tapaba la pared del fondo, mirando los títulos de los libros. Ahí era donde su tío guardaba sus materiales de investigación. Ocasionalmente, Valquiria incluso había encontrado allí libros de magia que no había podido encontrar en la biblioteca de China Sorrows.

Valquiria deslizó un dedo por los lomos de los libros. Solo alguien como Gordon podía haber recopilado información sobre algo tan raro como el grotesco. Era su tipo de asunto favorito.

La punta de su dedo se detuvo en un libro ancho y forrado en cuero, sin ningún título en su lomo. Ya lo había visto antes, pero nunca le había prestado mucha atención. Trató de sacarlo de la estantería, pero no se movía. Frunció el ceño, lo agarró mejor y tiró. Salió solo hasta la mitad y se quedó atascado. Entonces la pared comenzó a moverse.

—¡No puede ser! —murmuró Valquiria mientras la librería se abría ante ella, revelando una habitación tan oscura como la noche.

Un cuarto secreto. Un cuarto secreto real, de verdad.

Sin poder controlar la sonrisa de excitación que le recorría la cara, Valquiria se adentró. En la habitación se encendieron montones de velas inmediatamente.

Como en el estudio, las paredes del cuarto secreto estaban cubiertas de estanterías, y en esas librerías había objetos tan extraños como familiares. Entre aquellos que podía reconocer, había recargadas cajas de música, complicadas estatuillas, puñales de plata y copas de oro.

Delante de ella había una mesa, y sobre ella, una joya azul, colocada en un centro de mesa dorado. Una débil luz empezó a relucir dentro de la joya mientras Valquiria se aproximaba, y un hombre apareció de la nada en la otra esquina de la habitación.

Corpulento, llevaba unos pantalones marrones y un chaleco sobre una camisa con las mangas subidas hasta los antebrazos. Tenía un mechón rojizo en la parte superior de su cabeza, como un puñado de paja colocado entre el pelo gris. Se dio la vuelta y sus ojos brillaron al verla.

—Stephanie —dijo—, ¿qué estás haciendo aquí?

Ella se quedó de piedra.

—¿Gordon?

Su difunto tío puso los brazos en jarras y sacudió la cabeza.

—¿Qué estás haciendo cotilleando por esta casa? Siempre he dicho que eras demasiado curiosa para tu propia seguridad.

Valquiria simplemente se quedó allí, con la boca abierta.

—¿Eres… eres realmente tú?

El paró, ya que lo habían pillado mintiendo, y entonces empezó a agitar las manos y a mover la cabeza de lado a lado.

—Este no soy yo —dijo—, todo esto es un sueño…

—Gordon, para.

—Vuelve por donde has veniidoo —continuó, prolongando las palabras—, e intenta despertarte… Recuerda, todo esto es solo un sueñooo…

—Lo digo en serio, Gordon: para ya con eso.

Él dejó de mover la cabeza y las manos.

—Vale —dijo—. Ahora prepárate para una gran conmoción. Stephanie, el mundo no es como tú crees que es. Aquí hay magia, magia de verdad, y es…

—Ya sé de magia —lo interrumpió ella—. Solo dime qué está pasando. ¿Cómo es que estás aquí?

—¿Ya sabes lo de la magia? ¿Quién te lo dijo?

—¿Vas a contestar a mi pregunta?

—Supongo que tendré que hacerlo. ¿Cuál era?

—Que cómo es que estás aquí.

—Vaya, bueno, no estoy aquí. En realidad, no. Este no soy yo. Quiero decir, yo soy yo, pero no. ¿Ves la joya azul? Es muy rara, se llama Piedra Eco, y normalmente se usa para…

—Ya sé lo que son las Piedras Eco.

—¿Ya lo sabes?

—La gente duerme con la piedra pegada a ella durante tres noches para impregnarla con su personalidad.

—Vaya. Sí, estás en lo cierto —dijo él, y parecía un poco decepcionado—. Normalmente se usa cuando alguien muere, y se les da a las personas queridas para ayudarlas a sentirse mejor en su dolor. En mi caso, sin embargo, es más como una ayuda para escribir.

—¿Una ayuda para escribir?

—Impregné mi conciencia en la piedra. O, mejor dicho, el verdadero Gordon me impregnó en la piedra. Viene cuando está atascado con una trama o cuando necesita una nueva perspectiva de una historia, o simplemente cuando necesita conversar con alguien que pueda realmente desafiarlo intelectualmente. Tenemos unas charlas muy interesantes, te lo aseguro.

—Eso… eso es bastante…

—¿Narcisista?

—Iba a decir raro, pero sí, me vale lo tuyo. ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que se le acabe la energía?

Gordon, el Gordon-Eco, sacudió la cabeza y gesticuló hacia el centro de mesa que sostenía la piedra.

—Cuando la Piedra Eco está en su cuna, se está cargando constantemente. Podría estar aquí para siempre, suponiendo que haya alguien alrededor, claro. Estaría muy aburrido si estuviera yo solo. Tengo que decirte, Stephanie, que celebro la oportunidad de hablar contigo, y que te daría un abrazo, solo que pasaría a través de ti y eso sería un poco extraño. El propio Gordon se va a quedar muy sorprendido de que hayas conseguido encontrar la forma de entrar aquí.

—Bueno, en realidad… no creo que me vaya a encontrar aquí. ¿Recuerdas la última vez que hablaste con Gordon, el otro Gordon, el Gordon de verdad?

El entrecerró los ojos.

—¿Por qué? Stephanie, ¿qué ocurre?

Ella dudó por un momento.

— Me llamo Valquiria.

—¿Valeria?

—Valquiria. Valquiria Caín. Tú me dejaste esta casa en tu testamento.

El se la quedó mirando fijamente.

—Oh. Oh, no.

—Sí.

—Oh, Dios mío, estoy… Ya sabía, quiero decir, ya sabía que podía estar en peligro, una vez que tuve en mi poder el Cetro de los Antiguos, pero, pero… dime la verdad, ¿vale? Sé totalmente, brutalmente sincera; solo dime… ¿estoy muerto?

—Sí.

Él se llevó las manos a la cabeza.

Valquiria esperó a que volviera levantar la mirada. Como no lo hacía, buscó palabras para rellenar el silencio.

—Comprendo que esto tiene que suponer una gran conmoción…

Finalmente, él levantó la cabeza.

—¿Cómo morí?

—Nefarian Serpine te asesinó —dijo Valquiria, tan suavemente como pudo, teniendo en cuenta las circunstancias—. Bueno, mató a Gordon. Te mató a ti, supongo…

—¿Serpine me mató? ¡Entonces, él tiene el Cetro! ¡Rápido, Stephanie, no tenemos tiempo que perder!

—No te preocupes, también está muerto. Skulduggery lo mató el año pasado.

—Vaya —dijo Gordon-E, frenando en seco su ímpetu—. Ya veo. ¿Conoces a Skulduggery, entonces?

—El ha estado enseñándome de qué va todo esto.

—¿Y el Cetro?

—Ya no es una amenaza para nadie.

—¿Resolvisteis las pistas que dejé? ¿Lo del broche y las cuevas?

—Sí. Fue muy inteligente por tu parte.

—Lo del enigma fue idea mía —dijo orgulloso—. Gordon, el Gordon de verdad, solo quería dejar instrucciones claras para que fueran utilizadas en caso de que le ocurriese algo malo, pero lo convencí para hacerlo en forma de acertijo. Le da a todo un toque extra, ¿no crees?

Su labio inferior le tembló por un momento.

—¿Estás bien? —le preguntó Valquiria.

—No del todo. Soy las memorias de un hombre muerto. Me estoy esforzando por encontrar el sentido de mi existencia. ¿Hubo mucho alboroto? Cuando me morí, me refiero. ¿Hubo un día de luto nacional?

—Eh… un día no, creo que no…

El frunció el ceño.

—Pero yo era un autor de gran éxito. Quiero decir, la gente me quería. ¿No hubo ni un minuto de silencio, a lo largo y ancho del país?

Valquiria se frotó el brazo.

—¿Un minuto? No estoy segura de si, ya sabes, si fue un minuto oficial, pero recuerdo que la gente estaba… más callada, más de lo habitual…

—¿Y qué tal van las ventas?

—Oh, bien, tus dos últimos libros subieron directamente hasta la lista de los diez más vendidos.

—¿Y mi último libro? ¿Qué está pasando con ese?

—La fecha de lanzamiento es dentro de tres meses.

—Se venderá bien —dijo apretándose la barbilla—. Ese tiene que venderse realmente bien, ahora que estoy muerto.

—Hubo un montón de gente en tu funeral —dijo Valquiria—. Montones de personas llorando, diciendo lo estupendo que eras y lo que te iban a echar de menos.

Gordon-E digirió lo que había oído y asintió.

—Que me echarán de menos… Debió de ser fantástico —de repente le cambió la cara—. ¿Estuvo Beryl allí?

Valquiria se rió.

—Sí, estuvo, e hizo todo lo que pudo para echar alguna lagrimita y atraer toda la simpatía de la gente.

—Nunca me gustó esa mujer. Siempre pensé que Fergus habría podido encontrar algo mejor. No mucho mejor, porque te advierto que ese hombre tiene la misma personalidad que una toalla mojada. Pero cualquiera habría sido mejor que Beryl. Ah, Gordon les dejó un barco en su testamento, ¿no? ¿Qué les pareció eso?

—Fergus se quedó completamente callado y Beryl empezó a chillar.

Gordon-E se rió y aplaudió entusiasmado.

—Vaya, ojalá hubiera podido estar allí para ver eso. Debió de ser algo digno de presenciar. Vaya familia que tenemos, ¿eh?

—Ni me lo recuerdes. De hecho, hay una reunión familiar mañana por la noche.

—¿De verdad? ¡Eso es fantástico! ¿Me llevarás?

—¿Qué? Eh… Gordon, estás muerto.

—Simplemente lleva la piedra en un bolsillo, déjame en una habitación vacía y así yo podré espiar a todos los Edgleys y reírme un rato. ¡O también puedo hacerme pasar por un fantasma y asustar a Beryl!

—Eso es muy maduro por tu parte, pero yo no creo que vaya. Tendré que salvar al mundo mañana por la noche.

—Ah, por supuesto. Pero si cambias de idea…

Ella sonrió.

—Si cambio de idea, te llevaré, lo prometo. Bueno, entonces, ¿qué es esta habitación? ¿Qué son todas estas cosas?

De repente, su pecho se desinfló.

—Estos, mi querida sobrina, son objetos de una gran relevancia mágica e histórica. Los artículos que ves en estas estanterías son tan raros que muchos coleccionistas matarían por ponerles las manos encima. Y lo digo en serio. Hay una mujer…

—¿China Sorrows?

—Ya la conoces, entonces. Sí, China. Si se enterase de la existencia de este pequeño tesoro, nada la detendría para conseguirlo. Así que no sería buena idea mencionárselo. Ya sabes, yo estuve enamorado de ella por algún tiempo.

—Todo el mundo está loco por China.

—Sí, pero mi amor era más fuerte, era verdadero. Creo que lo sabía, y creo que, a su manera, ella me amaba tanto como yo a ella. O amaba a Gordon tanto como él… no, tanto como yo la amaba… ella amaba a Gordon tanto como yo la amaba a ella.

O algo así.

—¿Estás… estás seguro de que estás bien?

—Solo estoy teniendo una pequeña crisis existencial, nada por lo que preocuparse —hizo una pausa, pareció reflexionar un momento y luego continuó—. Así que Skulduggery te ha tenido bajo su ala, ¿no? Estarás segura con él. Es uno de los mejores tipos que conozco.

—Sí, lo es. Estoy aprendiendo todas las clases de magia, y me está enseñando a luchar… Es peligroso, pero me lo estoy pasando muy bien.

—Yo solía ayudarle con algunos casos, ya sabes. Nada grande, solo algunos misterios de toda la vida. Yo no era ningún héroe de acción tipo matón. Yo tiraba más por la investigación, siguiendo pistas, a gente… ¿Y en qué estás trabajando tú ahora?

—Estamos intentando seguirle la pista al personaje que se ha escapado de la prisión, el barón Vengeus.

—¿Vengeus? —dijo Gordon-E—. ¿Está fuera?

—Pensamos que quiere traer de vuelta a la vida al grotesco.

Gordon-E parpadeó.

—¿El grotesco? ¡Eso es injusto! He estado intentando escribir un libro sobre todo eso, ¡y ahora estoy muerto!

—Es muy injusto —dijo ella asintiendo con la cabeza—. ¿Tú sabes algo sobre eso?

—Un poco, supongo. No tengo ningún libro sobre esto, pero sé que fue reconstruido a partir de trozos y piezas de algunas criaturas impresionantes. Aunque no creía que fuera posible darle vida.

—Nosotros también tratamos de imaginar cómo.

Gordon-E sacudió la cabeza, sobrecogido.

—Asombroso. Completamente asombroso. Tiene una picadura, aparentemente de un Helaquin, e injertos de partes de un Shibbach. Por lo que he leído, el barón Vengeus tuvo que cambiar sus entrañas completamente, le tuvieron que poner una nueva serie de órganos internos. El corazón que se puso, de un Cu Gealach, está en el lado derecho, y más abajo de lo habitual, como por aquí —hizo un gesto señalándose las costillas.

—Si vuelve, ¿con destruir su corazón será suficiente para matarlo?

—Sí. Lo dejará más muerto que una piedra.

—Entonces… así es como lo mataremos, ¿no? Es simple.

—No tanto. Como gran parte de él está constituida por un Sin Rostro, se recompondrá rápidamente. Cuanto más fuerte se hace, más rápido se cura, hasta que no sufra prácticamente ninguna herida. Me temo que se tardaría una eternidad en hacerle daño al grotesco si llegara a reunir toda su fuerza. ¿Lo has encontrado ya?

—No, ni siquiera sabemos por dónde empezar a buscar.

—Deberías preguntarle a Torment.

—¿A quién?

—Hace algunos años, oí el rumor de que un hombre llamado Torment podía saber dónde se escondía el grotesco.

—¿Torment? ¿No Joey Torment o Sam Torment? ¿Torment a secas?

—Torment a secas, sí. Probablemente ahora esté muerto, si es que existía en realidad. Era solo un rumor. Deberías preguntar a Eachan Meritorius si lo conoce.

—Vaya, es que Meritorius está muerto. Y también Morwenna Crow. Sagacius Tome también, pero él traicionó a los otros, así que no lo siento por él.

—Oh, vaya. ¿Meritorius y Crow? Es mucha gente muerta. ¿Hay alguno que esté vivo?

—Eh… Abominable Bespoke es una estatua.

—Bueno, eso por lo menos es algo.

Valquiria echó un vistazo a su reloj de pulsera.

—Tengo que irme. Tanith me está esperando abajo.

—¿Tanith?

—Tanith Low.

—Ah, he oído hablar de ella. Nunca la he conocido, pero he oído hablar de ella. ¿Conoces mi cuento El show del horror del «Abierto toda la noche», de mi colección de relatos cortos? Está inspirado en algo que oí sobre ella.

Valquiria sonrió.

—Creo que estaría encantada de saberlo.

Gordon-E miró profundamente y con cariño a Valquiria.

—Tú estás hecha para todo esto, ¿sabes? Yo ayudé a Skulduggery hasta que me di cuenta de que no me gustaba poner mi vida en peligro. A veces me arrepiento de haber dado ese paso atrás. Pero tú… Siempre supe que estabas hecha para esta gran broma aventurera. Por eso te lo dejé todo en mi testamento.

—Gracias por eso. Es… alucinante.

—No tienes que agradecérmelo. Una cosa: ¿cómo murió Serpine?

—Dolorosamente.

Gordon-E sonrió malévolamente.

—Estupendo.

El Bentley se detuvo en la entrada de la casa de Gordon justo cuando Valquiria estaba cerrando la puerta.

—¿Estás bien? —le preguntó Skulduggery tan pronto como se bajó del coche.

—Ya te lo he dicho por teléfono, estoy bien. Tanith llegó justo a tiempo de salvarme.

Skulduggery miró a Tanith.

—Gracias.

—Val lo tenía todo controlado —dijo Tanith quitándose importancia.

—¿Cómo ha ido tu asunto supersecreto? —preguntó Valquiria intentando cambiar de tema.

Skulduggery dudó por un momento.

—Es un asunto delicado.

—Aquí somos todos amigos, ¿no? Así que, ¿adonde has ido?

—Bueno… He entrado en el Santuario.

—Perdona, que tú… ¿qué?

—Lo que decías tú antes, sobre que Thurid Guild es como un político con gente a la que complacer. Eso me ha hecho pensar. Así que he entrado en sus dependencias privadas. Tenía una corazonada.

Tanith se le quedó mirando fijamente.

—Eso… eso es bastante peligroso, Skulduggery. Si los hendedores te hubieran pillado…

—Lo sé. Habría sido una pelea interesante. Pero tenía que arriesgarme, de verdad. Tenía curiosidad.

—Curiosidad, ¿sobre qué? —preguntó Valquiria.

—Puede que haya razones para pensar que Thurid Guild esté involucrado en la huida de Vengeus.

—Involucrado, ¿cómo? —le preguntó Valquiria con gran interés—. ¿Es un traidor?

—Mi ilícita investigación solo acaba de comenzar. Es demasiado pronto para…

—Igual que Sagacius Tome —lo interrumpió Valquiria—. ¡Y China!

Skulduggery ladeó la cabeza.

—China no es una traidora.

—Pero solía colaborar con los Sin Rostro, ¿no?

—Bueno, sí, pero todos hemos hecho cosas en la vida de las que no estamos orgullosos.

—¿Incluso tú?

Skulduggery la miró, pero no dijo nada.

—¿Cómo puede un traidor ser elegido como nuevo Gran Mago? —preguntó Tanith sacudiendo la cabeza.

—Son solo sospechas mías, nada más. He liberado algunos documentos que pertenecen al Gran Mago…

—¿Liberado?

—… y necesitaré algo de tiempo para revisarlos. Mientras tanto, Thurid Guild es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Aunque, obviamente, ya no creemos en él. Eso sería estúpido.

—Claro —dijo Tanith.

—Completamente —dijo Valquiria.

—De acuerdo, entonces, ¿habéis conseguido averiguar algo que nos pueda ayudar?

Valquiria miró a Tanith, que bajó la mirada.

—Yo he estado… leyendo.

—¿Buscando información?

Tanith se puso un poco roja, y Skulduggery sacudió la cabeza.

—Has estado leyendo los libros de Gordon otra vez, ¿no es así?

—Es que es tan emocionante como montar en una montaña rusa gigante —farfulló ella.

Skulduggery suspiró y miró a Valquiria.

—¿Y tú?

Gordon-E le había pedido que no contara nada sobre él a nadie, al menos hasta que se hubiera hecho a la idea de que era la única versión de Gordon sobre la tierra. Y Valquiria se había comprometido a regañadientes.

—Yo he encontrado algo en uno de los cuadernos de Gordon —mintió—. Parece ser que alguien llamado Torment puede saber dónde esconde Vengeus al grotesco.

—¿Torment?

—No sé si existe realmente o no.

—Existe.

—¿Lo conoces?

—No —dijo Skulduggery—. Pero conozco a alguien que sí.