O primero que hizo Vengeus nada más pisar suelo irlandésfue matar a alguien. Habría preferido llegar sin incidentes, bajarse del barco y desaparecer en la ciudad, pero se había visto obligado: lo habían reconocido.
El hechicero lo localizó nada más desembarcar. Vengeus lo condujo a un lugar tranquilo, lejos del gentío. Fue un asesinato fácil Cogió al hechicero por sorpresa: un ligero apretón y el brazo de Vengeus había oprimido la garganta del hombre hasta ahogarlo. Ni siquiera necesitó usar la magia.
Una vez que ya se había deshecho del cuerpo, Vengeus se perdió por las calles de la ciudad para disfrutar de esa libertad que había ansiado durante tanto tiempo.
Era alto y corpulento, y su cuidada barba era de un gris metálico, al igual que su pelo. Los botones de la chaqueta resplandecían sobre la oscuridad de su ropa y sus botas hacían ruido al caminar por las aceras. Dublín había cambiado drásticamente desde la última vez que pisó sus calles. Todo el mundo había cambiado drásticamente.
Oyó unos pasos sigilosos detrás de él. Se detuvo, pero no se volvió. El hombre de negro tuvo que rodearlo hasta poder verlo.
—Barón… —dijo el hombre a modo de saludo.
—Llegas tarde.
—Estoy aquí, que es lo que importa.
Vengeus miró al hombre a los ojos.
—No tolero la insubordinación, Dusk. Quizá lo has olvidado.
—Los tiempos han cambiado —respondió Dusk en el mismo tono de voz—. La guerra ha terminado.
—No para nosotros.
Pasó un taxi y sus luces iluminaron la pálida cara de Dusk y su pelo oscuro.
—Sanguine no está con usted —añadió.
Vengeus continuó caminando con Dusk a su lado.
—Pronto se unirá a nosotros, no temas.
—¿Está seguro de que se puede confiar en él? Sé que lo ha sacado de prisión, pero ha tardado ochenta años en hacerlo.
Si se hubiera tratado de otro hombre en lugar de Dusk, este comentario habría sido el colmo de la hipocresía, ya que él tampoco había movido ni un dedo para ayudar a Vengeus. Pero no era así. Dusk apenas era un hombre y, por tanto, la lealtad no estaba dentro de su naturaleza. Un cierto nivel de obediencia quizá, pero no lealtad. Por eso, Vengeus no le guardaba rencor.
Su resentimiento hacia Sanguine, sin embargo…
De repente, la respiración de Dusk se volvió agitada. Buscó en su abrigo y sacó una jeringuilla. Acto seguido clavó la aguja en su antebrazo, apretó el émbolo y un líquido incoloro entró en su sistema sanguíneo. Unos instantes después, volvía a respirar con normalidad.
—Me alegra ver que todavía te controlas —dijo Vengeus.
Dusk tiró la jeringuilla.
—No le serviría de mucho si no me controlara, ¿no? ¿Qué tengo que hacer?
—No será un trabajo fácil; sin duda nos encontraremos con algunos enemigos. El esqueleto viviente, por ejemplo. Parece que ahora lo acompaña una aprendiz, una chica de cabello oscuro. Los esperarás fuera del Santuario, esta noche, y los seguirás hasta que ella se quede sola. Después me la traerás.
—Por supuesto.
—Yla quiero viva, Dusk.
Dusk dudó un instante.
—Por supuesto —repitió.