Capítulo 26

Una vez más el Gran Maestro se contuvo para no dejar traslucir nada. Dejó que se hiciera el silencio y aprovechó para observar la cara de los consejeros de la Orden sentados a su alrededor. Lo habían elegido solo unos meses atrás y ahora iba a saber por qué.

—¿Por qué no me habíais dicho nada?

Una voz se elevó.

—Consideramos que no tenía importancia. No podemos controlar todas las logias. Lo importante cuando lo elegimos era la unidad de la obediencia. Responder a los deseos de todos los masones que…

—¡Ahórrate el cuento, hermano! Nuestros efectivos no cesan de aumentar. Nos extendemos por todo el mundo. ¿Y por qué? ¡Porque somos masones libres! Porque rechazamos cualquier espiritualidad dudosa que enajene al hombre. ¿Y ahora me decís que hace meses que alojamos a una logia de… de medio magos?

—¡Pero no lo sabíamos! Pensábamos que los hermanos de ese taller querían simplemente explorar las vías tradicionales del hermetismo europeo. Han…

—¡Han perdido la cabeza, esa es la verdad! Se empieza por modificar el ritual, inventar nuevas ceremonias, y se acaba en un delirio seudomístico… ¡Y no me digas que exagero! ¿Quieres un nombre?

—Ese hermano se ha extraviado y…

—¡Ese hermano es ministro de la República y se encuentra en un manicomio con un cadáver a cuestas!

El Gran Maestro alzaba el tono.

Un consejero le dio unos golpecitos en las manos. La manera tradicional de pedir la palabra en las logias. Aquel discreto gesto ritual devolvió una apariencia de calma.

—Hermanos, creo que de nada sirve acalorarnos. De momento, la opinión pública no sabe ni los problemas de nuestro hermano ni que pertenece a nuestra obediencia. Oficialmente, el ministro de Cultura no ha hecho más que tomarse unos días de descanso. No es para alertar a los medios, la verdad.

El Gran Maestro sonrió. ¡Los hermanos siempre igual! Siempre creyendo que controlaban la situación. Pulsó una tecla del teléfono interior.

—Tráigannos café. Sí… Y los periódicos de la mañana también. Gracias, Claire.

Miró a su alrededor.

—¿No es para alertar a los medios? ¿Usted cree?

Los rostros se crisparon. Se abrió una puerta y la secretaria depositó una cafetera y periódicos en la mesa.

—Espere antes de servir, Claire. Léanos primero el titular de portada de este periódico.

—«Muerte en el Palais Royal».

—¿Y el subtítulo?

—«Implicado el ministro de Cultura».

El Gran Maestro vio cómo palidecía el consejero.

—Gracias, Claire, hasta luego. —Esperó a que la secretaria cerrara la puerta y continuó—: Os paso los principales artículos que hablan sobre lo que pasó en el ministerio. Leed sobre todo el suelto al pie de página, el ilustrado con la foto de un delantal de maestro. Coged las fotocopias de la mesa.

El ministro, exmiembro de la logia Regius.

De momento nadie sabe qué ha pasado, por lo que no se puede descartar ni la hipótesis de un simple accidente ni la de una orgía que acabó mal. Pero las lenguas se desatan y los amigos, sobre todo en política, siempre hablan.

Según nuestras informaciones, el ministro posee el grado de maestro masón y frecuentó durante mucho tiempo la célebre logia Regius, implicada en el caso de falsas facturas que hace diez años fue noticia. En los ambientes próximos a las obediencias se rumorea en voz cada vez más alta que de un tiempo a esta parte el ministro parecía fascinado por ciertas experiencias, como algunos amigos suyos, hermanos sobre todo, que se reunían periódicamente so capa de sesiones masónicas. En esas circunstancias, se comprende mejor la prisa de la obediencia masónica, a la cual esta logia tan especial estaba ligada, de echar tierra lo antes posible al asunto. Recordemos que nunca se aclaró la actuación de miembros de elevada posición de la logia Regius, entre ellos el ministro de Cultura. Los hermanos tres puntos, tan numerosos en los pasillos de la política, no están nada interesados en que se descubra una realidad que pone cruelmente de manifiesto ciertas desviaciones internas.

—Ahora, hermanos, os pido que me expliquéis. ¿Vamos a seguir tolerando a esta logia Regius? ¡Y pensar que yo fui uno de los primeros en alertar al Gran Maestro de entonces sobre la actuación de esos canallas!

El consejero tomó la palabra:

—Regius desapareció hace diez años, la mayoría de sus miembros han sido expulsados. Es un fantasma. Volviendo a nuestro caso, el ministro de Cultura dará esta misma mañana una conferencia de prensa. Además, hemos tomados medidas, contra lo que afirma ese… ese periodicucho. El Ministerio del Interior ya ha ordenado una investigación preliminar.

El Gran Maestro palideció.

—Eso quiere decir…

—Eso quiere decir que todo está dispuesto desde el principio.

—Y esa investigación ¿quién…?

—¡Un hermano!

—¿Conocido?

—No. Antoine Marcas, exmiembro de la Brigada Criminal, destinado a la lucha contra el tráfico de obras de arte. Estuvo implicado en el caso Thulé[3]. Escribe artículos sobre historia de la masonería; un solitario, un idealista.

—¿Y está seguro de que…?

—Lo ayudaremos —añadió el consejero Alexandre Parell.

El Gran Maestro no tenía más preguntas.

Ya sabía por qué lo habían elegido.