Constance y Silette nunca dejaron de escribirse, y en su último viaje a Estados Unidos, Silette, su mujer, Marie, y su hija, Belle, se alojaron tres días en Nueva Orleans en casa de Constance. Tengo una foto de ellos bajo un árbol en Audubon Park. Cuesta creer que la foto se tomara en 1973: Constance parecía salida de los años 50, Silette iba vestido aproximadamente como en 1912, con su corbata y su traje de cuello alto, y Marie iba de Pucci y Paraphernalia, además de llevar a la escurridiza Belle en brazos. Estaban alrededor de un enorme roble vivo, un árbol fotogénico y bastante famoso; dos de sus ramas gigantes caían en picado hacia el suelo para elevarse de nuevo hacia el cielo, y el extraño clan Silette-Darling estaba reunido frente a una de las ramas bajas.
Seis semanas más tarde, Belle desapareció.
En mi casa de California tenía esa foto colgada en la pared junto a otra de 1985: Kelly, Tracy y yo frente a un bar plagado de grafitis en Manhattan, en la esquina de la Primera Avenida con la Uno. Mostrábamos el interior de nuestras muñecas para exhibir nuestros nuevos tatuajes, cada uno con las iniciales de las otras. Si se amplía la imagen, se pueden leer los grafitis y los pequeños carteles de la pared que tenemos detrás. «EL SIDA ES UN GENOCIDIO —dice uno de los pósters—, CREADO EN UN LABORATORIO PARA MATAR AL HOMBRE NEGRO.» «DIOS HIZO A ADÁN Y EVA, NO A ADÁN Y ESTEBAN.» «FUERA LA ESCORIA YUPPIE DEL LOWER EAST SIDE. ACTÚA.» «FUNDACIÓN PERDIDA. 1933. LA FIESTA SE ACABÓ.»
Dos años después, Tracy desapareció.
«¿Qué llenará el vacío que deja la persona desaparecida?», escribió Silette. «¿Quién respirará ahora por ella, tomará su comida, se casará con su esposa? ¿Quién obtendrá el empleo que habría sido suyo? ¿Quién ocupará su sitio en la conferencia universitaria, en el partido de fútbol, en la vieja mecedora de casa? ¿Quién se pondrá su ropa? ¿Quién verá sus películas? Y, lo más importante, ¿quién se ocupará de los enigmas que habrían sido suyos y los guardará hasta que la persona desaparecida pueda regresar?»