Capítulo 22

En algún lugar de Escocia.

Si-rak estudiaba la capa verde del huldre con sus propias manos. El fetiche con el pelo de las hermanas de la barda había funcionado y le había llevado hasta la vaniria, la elegida por el hada y los dioses.

No había ni rastro del hermano bardo, parecía que lo habían borrado del mapa, o tal vez, ya había muerto. Aunque era poco probable. Pero no dejaba de ser extraño que no pudiera captarlo.

Con el hechizo de localización que habían ejecutado con el fetiche, un muñeco de palo envuelto con el pelo de las hermanas pequeñas, dieron con la joven en una casa intraterrena en el lago Maree y la encontraron en una situación muy íntima con su berserker.

Si-rak despreciaba los intercambios de fluidos, como toda su especie. Ellos no necesitaban el contacto, ni ese tipo de relaciones a las que los dioses también sucumbían. Los Svartálfar estaban por encima de ese energía tan baja y terrestre. Eran un eslabón superior al resto, y así lo demostraban.

Si-rak abrió la capa que apestaba a Midgard y a huldre, y descubrió el objeto que estaba ocultando.

Sus ojos completamente blancos titilaron dudosos al pasar las manos de largas uñas blancas por encima de aquella piedra rectangular, ni muy larga ni muy gruesa. ¿Qué demonios era?

De repente, el aire se llenó de una electricidad conocida por él, señal inequívoca de que el Trickster se iba a presentar inmediatamente.

Loki era un dios de apariencia atractiva, pelo con rastras de colores, ojos delineados azules claros y boca carnosa. Los hijos del Midgard lo verían y pensarían que era un modelo excéntrico y gótico. Pero solo los jotuns sabrían que, a pesar de su apariencia nada agresiva, se trataba del Timador más maligno y mentiroso de todos los reinos. Un semidios que era mejor tener como amigo y aliado que como enemigo.

—¿Lo tienes? —El dios jotun se asomó al altar de piedra oscura en el que Si-rak había depositado el objeto. Lo inspeccionó y achicó los ojos—. ¿Qué es esto? Te pedí que recogieras el objeto tocado por los dioses tras el que iba la Barda. ¿Esto es lo que me has traído?

—Es lo que nos pidió, señor —explicó Si-rak sin mirarlo a los ojos. A Loki no le gustaba que nadie se creyera que podía tratarlo de tú a tú—. Está hechizado con la energía de los Alfheim, por eso no puedo seguir sus directrices y hacerlo desaparecer.

Loki se quedó pensativo acariciando una de sus trenzas de color lila. Sonrió y miró hacia arriba.

—La puta y el tuerto no descansan. Solo los elfos de la luz pueden mostrar lo que el objeto oculta. Y aunque tengo al Midgard a mis pies y he llamado a todos mis ejércitos, a pesar de que los dioses saben que van a perder, la pregunta es: ¿por qué los dioses iban a dejar un objeto hechizado por un Alf para un bardo inexperto si, en teoría, en el Midgard no hay elfos de la luz?

Si-rak lo miró atentamente, pero no osó interrumpirlo, aunque se imaginaba la respuesta.

Loki odiaba que le interrumpieran.

—Ergo: porque, al menos, aquí debe de haber un Alf —autoconcluyó el Trickster—, sino, nada de esto tendría sentido. Y la Vanir y el Aesir no dejan nada al azar. ¡Bien! —Dio una palmada y golpeó el suelo con su vara—. Dicho esto, ahí va mi lista, Si-rak. Cúmplela al pie de la letra —frotó sus dedos como si estuvieran manchados de polvo.

—Sus deseos son órdenes, Señor.

—Encuentra al Alf, oblígale a que muestre el objeto tal cual es. Después matas al Alf, destruyes el objeto y… También matas a los bardos. No quiero a ninguno de los dos por aquí. Son inofensivos, pero su sola presencia me incomoda.

Si-rak bajó la cabeza de modo sumiso. Las marcas de su cara brillaron con color plateado.

—Así será, señor.

—Hazte cargo de esto, Svart. Eres mi comandante —sonrió con advertencia—. En ti delego esta simple y sencilla tarea —se ubicó frente a él y sonrió como un ángel para admitir como un demonio—: Pero si fallas, me encargaré de que tú y los tuyos os convirtáis en las putas de los trols, y estéis recogiendo mierdas de orcos durante toda la eternidad. ¿Entendido? Todos tus hermanos están al llegar, preparándose para hundir esta tierra definitivamente. Siempre puedo encontrar a otro mejor, Svart. Recuérdalo. Nadie es imprescindible.

—Sí —contestó Si-rak temeroso de su destino.

—Perfecto —dejó ir una carcajada enloquecida y le dio una palmada en el hombre—. ¡Relájate, jotun! ¡Disfruta!

—Sí, señor —dijo con la cabeza agachada.

—No me molestes a no ser que sea para decirme que has cumplido mis órdenes. —Se dio la vuelta y sacudió su pelo largo y coloreado—. Tengo un Reino Medio que destruir, y muchos hijos que alimentar —sonrió con convicción—. Ser el Padre de Todos es muy agotador, ¿no crees?

Loki desapareció ante sus ojos.

Y Si-rak se quedó solo, en silencio, acompañado del goteo constante del agua que filtraba en charcos en el interior de esa gruta, mirando la misteriosa piedra con gesto ansioso.

Debía cumplir su cometido a la perfección y no perder más el tiempo.

No quería ser la puta de nadie, porque para bien o para mal, Loki siempre cumplía sus amenazas.