Capítulo 11

Black Country.

Inglaterra.

Cuando Daanna abrió los ojos, la leve desubicación que acompañaba a cada bilocación la golpeó con fuerza. El estómago se le revolvió, y Aodhan, que crecía a gran velocidad, se removió en sus entrañas, como si él mismo se recolocara del viaje.

La vaniria cubrió su cuna de carne con la mano.

—Hola, viajera —le dijo Menw sosteniéndola entre sus brazos. Le retiró el pelo de la cara y la besó en la frente—. Me das unos sustos de muerte…

Daanna se había desmayado mientras revisaba junto a Lorena y Emejota las visitas al foro. Estaba claro que con el mundo convulso que había, y al borde de la destrucción, las comunicaciones caerían en cualquier momento, por eso debían preparar una gran convocatoria general para que aquellos guerreros que aún seguían desconectados o desubicados se unieran a la batalla final y lucharan juntos. Además, se suponía que los cabezas rapadas debían ponerse en contacto con ellos para ver cómo iban las cosas por Escocia… Los telediarios no auguraban nada bueno: esa era la gran realidad. Grietas kilométricas, volcanes despertándose, lluvias ácidas, seres extraños recorriendo las calles y los bosques… Y mucha muerte. Lo vendían como una invasión alienígena. Un Armagedón.

Y, aunque se parecía, no lo era.

Mientras miraban los monitores, Daanna se desconectó, se desmayó y viajó en el espacio y el tiempo. Lo que no se imaginaba, ni por asomo, era encontrarse a quien se había encontrado; una sorpresa tan impactante que no sabía si después había perdido el conocimiento allí por el impacto.

La velge parpadeó repetidas veces y se incorporó de golpe, todavía en shock por lo vivido. Las humanas le trajeron agua rápidamente, angustiadas por ella.

—¿Qué sucede? ¿Qué has visto? —le preguntó Menw ansioso, dándole agua para beber.

—No quiero —la rechazó ella, mirándola con ligero asco. Desde su embarazo, solo estaba sedienta, pero exclusivamente de la sangre de su cáraid—. Menw, no te lo vas a creer. —Cogió aire. Tenía los ojos verdes esmeralda muy abiertos y respiraba con rapidez. Daanna había querido muchísimo a Thor, era uno de sus protectores y mejores amigos. Un líder nato. Y lo acababa de ver…—. Menw…

—Dime —el Sanador se sentía agitado por los nervios de su mujer.

—Thor… He visto a Thor.

—¿Al dios? —no comprendía nada. Podía ser porque Daanna ya había visto a Freyja y a Odín una vez… ¿Por qué no iba a ver al dios del trueno?

—No. Al dios no. A nuestro amigo… Thor MacAllister. El líder de los keltoi.

Menw frunció el ceño mientras se levantaba del suelo con Daanna en brazos, la colocó sobre sus piernas y se sentaron en una butaca, oculta en un espacio de lectura, retirada en una esquina del salón del RAGNARÖK.

—Pero… Es imposible. Thor está muerto —razonó Menw—. Encontramos su brazo extirpado en los contenedores de la calle Oxford. Después, con los videos en nuestra posesión, vimos cómo mataban a Jade… Y… Thor murió.

—No —Daanna se incorporó levemente y lo tomó del rostro—. Era él. Te lo juro. Thor sigue vivo.

«Sí era él, allaidh», dijo la suave voz de Aodhan.

Menw y Daanna fijaron sus ojos en el vientre de la vaniria.

Ahí, cobijado, reposaba un bebé que no tenía más de dos meses, pero que las últimas semanas había crecido a gran velocidad, y cada día lo hacía más. Era un ser especial, un alma nonata aún, en la que los dioses habían depositado parte de sus esperanzas… Aseguraban que Aodhan sería alguien muy importante, y que llegaría un día en el que él enseñaría a los propios dioses. Se convertiría en un maestro de los propios maestros. Las lecciones que tendría por dar nadie las sabía pero, fuera como fuese, su hijo sería alguien muy especial si sobrevivían al final de los tiempos.

—¿Aodhan? —Menw inclinó la cabeza ligeramente hacia el vientre de su mujer—. ¿Cómo sabes que se trata de Thor, hijo? Tú no lo conociste.

«Por vuestros recuerdos. Los recuerdos de mammaidh son muy claros. Estos días habéis pensado mucho en él, en que os hubiera gustado que Thor luchara junto a vosotros en la gran batalla final».

Menw y Daanna se miraron conmovidos. Era verdad. Thor estuvo con ellos durante siglos, liderando a su clan, organizando ofensivas, manteniendo el núcleo vanirio unido… Caleb lo había hecho muy bien y se había ganado el respeto del resto. No comparaban a uno con el otro. No sería justo. Lo que sí lamentaban era la pérdida de un inmenso jefe, como era Thor.

—¿Cómo has entrado en contacto con él, mi pequeño? —dijo Daanna acariciando la parte más abultada de su vientre. Sabía que Aodhan recibía esas caricias como si en realidad le estuvieran tocando.

«Porque Thor tiene uno de mis dones. Él escucha al mundo».

—¿Escucha al mundo? ¿A qué te refieres?

«Sí. Pero… No tiene protección. Tú me proteges, mammaidh. A él ahora no lo protege nadie. Tu vientre es como una coraza para mí, que sólo escucho a quien quiero. Hombres y mujeres inmortales que sean como nosotros y se sientan solos… Yo les siento. Les oigo…».

—Oh, dioses… —Daanna se llevó ambas manos a la boca, con una mirada opacada por dos sentimientos contrarios: la admiración y el terror—. Todo este tiempo has sido tú…, ¿verdad? Tú me has llevado hasta donde tenía que ir. Yo me bilocaba y tú me llevabas a contactar con todos los demás guerreros. Con Miya, con Ardan, con los cabezas rapadas… Con Thor. Tú les oías.

«No oigo a todos los guerreros. Sólo a los que piden ayuda. Eres la Elegida, mammaidh. Sólo tú podías llegar a ellos. Yo influía en tus viajes porque estamos conectados. Mi mente a tu mente. Mi corazón a tu corazón».

—¿Thor tiene el mismo don que tú, Aodhan? —Menw no lo sabía. Nunca les dijo nada.

«Sí, es parecido. Su cáraid le dio la paz que necesitaba. Su sangre actuaba de filtro o, de lo contrario, iba a enloquecer. Pero lleva muchísimo tiempo sin beber de ella; y ahora él está muy mal y no obtiene descanso. Las voces le persiguen a cada minuto. No he podido contactar con él antes porque le tenían drogado y después le aislaron en ese lugar. Toda la instalación tenía ondas de anulación de frecuencias. Era una barrera muy fuerte. No podía llegar a él. Pero justo antes de dejar a todos los guerreros en cuarentena y esperar a que los rayos del sol y el ácido acabaran con ellos, la barrera se abrió, la desactivaron. Y en ese instante le escuché. Y tú, mammaidh… te bilocaste».

Daanna no podía sentirse más satisfecha de su bebé superdotado. Era él quien encontraba a los guerreros. Ella sólo era la herramienta para llegar hasta ellos.

—Mi pequeño gran hombre —musitó emocionada.

—Aodhan —Menw apoyó la frente en el vientre de Daanna. Ella le acarició el pelo rubio, preparada para escuchar con atención las palabras de su hombre—. ¿Era Thor de verdad?

«Sí, allaidh. Era él».

—Increíble —murmuró Menw—. Pero encontramos una parte de su cuerpo…

—Thor parecía un loco sangriento y desquiciado, pero tenía los dos brazos —aclaró Daanna—. Además de esos ojos lilas tan extraños que Aileen ha heredado. Y me llamó Elegida… Míralo en mis recuerdos, priumsa. Reconócelo tú mismo.

Menw, que se moría de ganas de comprobar con los ojos de su mente si lo que decían era correcto, se internó en la mente de su mujer, hasta que localizó el recuerdo fresco y creado recientemente.

Cuando salió de los circuitos mentales de la vaniria, Menw agitó la cabeza contrariado y se pasó la mano por el pelo rubio.

—Dioses… Es él. ¡Es él! Si todo esto es verdad, eso sólo puede suponer una cosa —comentó el Sanador—. O Thor tiene también el don de regenerarse, o el mismo individuo que tuvo el despiste de dejar un brazo vanirio en un contenedor de una calle de Londres en realidad lo que nos dejó fue un señuelo clonado de nuestro guerrero en Inglaterra para que descubriéramos poco a poco toda la trama.

—¿Crees que clonaron a Thor?

—No queda otra. —Ambos se miraron con intensidad—. Newscientists clonaba a guerreros. Hicieron eso con Cahal y con todos los demás niños y adultos vanirios y berserkers. Querían un ejército violento, sin alma ni corazón, ¿recuerdas?

Los ojos verdes de Daanna chispearon con interés. Podía estar en lo cierto. Contactarían con Caleb y Aileen y les darían la gran noticia de que Thor seguía vivo. Maru Beatha y Rix Gwyn, Iain y Shenna, Inis e Ione… Todos debían saberlo…

—Aodhan, ¿sabes dónde se encuentra ahora Thor? ¿El viaje ha sido en la actualidad?

«Sí. Recientemente. Sigue en Bulgaria. Pero no tardará en llegar hasta aquí y pedirte ayuda, allaidh. Le dije que buscara a la persona que se conectaba al foro desde el paso de Shipka. Conmigo dentro y creciendo, cada vez es más difícil que puedas mantenerte bilocada. Lo cierto es que no le he podido dar información, pero sabe que tú y tus pastillas le pueden ayudar…».

—Así que has hablado con él…

«¿He hecho mal?», preguntó Aodhan preocupado.

—Por supuesto que no —convino Menw orgulloso—. Nos das esperanzas, pequeño —besó el vientre de Daanna y la abrazó por la cintura—. ¿Sabes algo más del resto de guerreros?

«Nada más, allaidh. Cuando oiga a alguien, os lo diré. Ahora estoy cansado y tengo mucho sueño… ¿Puedo dormir?».

—Duerme, corazón —le ordenó Daanna frotando su pancita con mimo.

Aodhan no tardó nada en relajarse y descansar.

—Entonces, Daanna —Menw levantó a su mujer de sus piernas, y él hizo lo propio— tú y yo avisaremos al resto del consejo. Deben saber lo que pasa en Shipka.

—¡Sí! —Daanna dio una palmada llena de energía. Con Thor y Caleb las estrategias serían más fuertes y, al menos, lucharían hasta el final por su identidad—. Avisaré a Caleb para que venga hasta aquí.

Wolverhampton.

Las tres sacerdotisas lanzaban las runas sobre la mesa. Los huesos blancos y marcados con letra antigua golpeaban el mantel rojo que cubría la madera en la que tantas veces habían cenado juntas con María y As.

Ruth, frente a ellas, oteaba con preocupación los resultados.

El rostro de las tres ancianas no auguraba nada bueno. Desde que Cahal había abierto el portal y todos habían desaparecido a través de él, nadie más había regresado.

Afuera, el cuidado jardín seguía solitario; el silencio copaba la naturaleza, el viento arreciaba con fuerza y arrastraba nubes premonitorias de un auténtico cataclismo. La calma sólo se rompía por los cánticos del noaiti que, sentado sobre el césped y cruzado de piernas, tocaba su preciado tambor con su canto joik y leía los símbolos buscando respuestas lejanas.

—Nada… Las runas no dicen nada… No leen el destino de aquellos que han partido —dijo Dyra dejándolo por imposible, recostándose sobre la silla.

—Pero ¿cómo puede ser? —se preguntó Ruth llevándose los dedos a la larga melena caoba—. ¿Han desaparecido del mapa? ¡Amaia, Tea, Dyra! —Miró a las tres mujeres de largo pelo blanco, vestidas con túnicas del mismo color aunque con diferentes fisonomías—. ¡No habéis podido perder el don!

—Cien veces hemos tirado las runas, jovencita. ¡Cien! —Le señaló Amaia ofendida—. Nosotras no hemos perdido el don, son las runas las que no saben lo que pasa.

—Por Dios… —Ruth se frotó la cara, hastiada de todo—. Esto no puede estar pasando… Están cayendo las comunicaciones alrededor del mundo. Los satélites dejan de funcionar. Los teléfonos ya no van. ¡Nos estamos aislando justo antes de una guerra final entre los jotuns y la humanidad! ¡No es así como deben de ser las cosas! —protestó.

—Pero así son —concedió Tea—. Ni Nora ni Liam han podido ver ni dibujar nada más. Si el Ragnarök llega, Loki no va a ofrecer ninguna facilidad para que nos pongamos en contacto. Él divide, ¿comprendes? Jamás une.

—¡No! ¡Me niego! La gente a la que quiero está perdida por algún lugar, seguro que pidiéndonos ayuda. ¡No podemos dejarles de lado!

Ruth se levantó como alma que lleva el diablo para alejarse de las malditas runas, que, de golpe, se habían vuelto mudas.

Debía tranquilizarse.

Los gemelos dormían en sus habitaciones. Se quedó un rato mirándolos embobada, bajo el marco de la puerta.

Su vida había cambiado muchísimo desde su llegada a tierras inglesas, y estaba convencida de que, al final, se había quedado con lo mejor: dos críos adorables y un hombre al que amaba con todo su corazón.

Ese hombre, Adam, intentaba por todos los medios que las nornas le hablaran. Pero el contacto con las altas esferas permanecía cerrado y a él no le llegaba ninguna voz.

La joven Cazadora salió al porche para que el aire nocturno la refrescara un poco. Había pasado medio día desde que Caleb y Aileen partieron.

Alzó el rostro hasta el cielo y no encontró estrellas. Sólo una gruesa capa de color rojizo y también negro que vaticinaba el más terrible de los apocalipsis. La última vez que había escuchado las noticias anunciaban que Escocia estaba partida en dos: la grieta avanzaba hasta Inglaterra y ya se podían sentir sus temblores. Irlanda había desaparecido, los volcanes de los países nórdicos despertaban y destruían pueblos y ciudades enteras… Miles de personas morían. Y sabía que se producían más desgracias pero, probablemente, no oiría ninguna más, porque el mundo había quedado totalmente desconectado, y ya nadie cubriría las noticias de nadie. En todo caso, lo único que se deberían cubrir serían las espaldas. En la lucha por sobrevivir, ¿a quién demonios le importaba informar?

En la Tierra, antes de que llegara el Ragnarök, miles de personas morían a diario a causa de guerras entre humanos, enfermedades creadas en probetas, hambre y pobreza… Y nadie se preocupaba demasiado por ello.

Pero esta vez, los humanos caerían con estrépito, dominados por fuerzas superiores, las mismas fuerzas que algunos quisieron emular, creyéndose dioses. Y, al final, entre la ambición de unos y el mal de otros, Loki había entrado. Y su planeta, el planeta que Ruth tanto amaba y que era de tantos, se estaba yendo, literalmente, a la mierda.

Ella era la Cazadora de almas, la pareja del Señor de los Animales… Eran magia viviente y tendrían la responsabilidad de proteger tanto como pudieran ese reino llamado Midgard por los dioses. Pero Ruth por lo único por lo que iba a luchar estaba durmiendo en las habitaciones, orando en el jardín y desaparecidos quién sabía dónde, rodeados unos de valkyrias, y otros, de vanirios y berserkers.

Ruth lucharía por las personas que ocupaban su corazón.

—Cazadora.

La voz de María la apartó de sus pensamientos y decisiones; y cuando se dio la vuelta para encararla, la encontró más hermosa y llena de luz que nunca. Parecía etérea, más intangible.

Tenía el pelo negro trenzado en una larga cola. Sus ojos de tono oscuro como la noche sonreían como siempre hacían. Lucía el rostro limpio, con los labios hidratados. A su lado, As Landin la acompañaba, con las manos entrelazadas, ambos vestidos como si vinieran de una fiesta ibicenca como a las que Ruth había asistido alguna que otra vez en España. As llevaba la larga melena castaña suelta, la barba muy bien perfilada y sus ojos verdes brillaban de un modo sobrenatural.

—¡María! ¡Estábamos tan preocupados! —Ruth se dispuso a abrazarla con fuerza, pero la matronae la detuvo con serenidad y un gesto infinito de amor y simpatía hacia ella. La joven se paró en seco, extrañada por su actitud—. ¿Qué sucede?

María negó con la cabeza y sonrió apenada.

—Ruth, tienes que atender a nuestras palabras y comunicarlo al Consejo Wicca de la Black Country. No hay tiempo.

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde habéis ido? —Ruth osciló las pestañas y apretó los labios con preocupación—. Espera un momento… ¿Por qué tenéis ese brillo alrededor?

—Ruth, encontramos a Noah y Nanna.

—¿Y dónde están?

—Atiende. Descubrimos muchas cosas. Noah había sido herido mortalmente por Loki. Como Nanna tenía la vinculación con él de la runa Daeg, ella también se estaba muriendo —María miró a As con adoración—. Noah no podía morir porque él es el hijo de Odín: Balder.

—¿Qué?

—Noah es Balder. Sin él, las posibilidades para revertir esta situación serían nulas. Así que As y yo tomamos la decisión de entregar nuestro don de vida, el chi, a cambio de que ellos dos, que eran y son mucho más importantes que nosotros, sobrevivieran.

La cabeza de la Cazadora rechazaba algunos conceptos presentados por María.

—¿Qué quieres decir con que entregasteis vuestro don de vida? No… No entiendo, María —se acercó titubeante, temerosa de comprender la verdad tal cual era.

—As y yo morimos por ellos dos.

—No puede ser… —A Ruth se le llenaron los ojos de lágrimas, que empezaron a derramarse sin control a través de sus mejillas—. Es imposible… vosotros no os podéis ir…

—Ruth, piccola… —le suplicó María queriéndola tocar y tranquilizarla—. Eres la Cazadora de almas. Y venimos a ti porque tú nos puedes ver. Eres nuestro canal para poder informar a los demás.

—Pero no lo entiendo —continuaba Ruth, dejándose contagiar por la pena y la desesperación—. ¿Y Aileen? ¿Y Caleb? As no has podido abandonar así a tu nieta… —le recriminó al líder berserker.

—Lo he hecho —aseguró As—, con todo el pesar de mi alma. Pero ella ya es madura, y consciente. Es fuerte y se sobrepondrá porque es una guerrera Landin. —Levantó la barbilla con orgullo—. Ha estado presente en mi despedida.

Ruth sorbió por la nariz y se secó las lágrimas con la manga del jersey negro que llevaba.

—¿Aileen ha visto como entregabas el chi? —Su rostro se mostraba incrédulo—. Maldita sea, tiene que estar destrozada… ¿Dónde está ahora? La quiero ver.

—Ruth —la avisó As—, debes saber algo: Noah y Nanna se encontraban en un lugar fuera de este tiempo y este espacio. Cuando el portal de Cahal nos transportó hasta allí, nos dejó perdidos en un agujero atemporal en las entrañas del glaciar de Jostedalsbreen, donde se ubicaba el portal electromagnético más grande. Caleb, Aileen, Miz y Cahal acompañan a Balder y a Nanna. Juntos viajan en el Hringhorni, una nave imperial con aspecto de gran crucero intergaláctico que Odín dejó oculto en las entrañas del portal de hielo hasta que Noah lo descubriera y lo reclamara para sí. Ese barco es el arma letal de Balder, totalmente invencible. Pero por ahora no pueden hacer nada con él porque están perdidos y sin rumbo, y aguardan la oportunidad para regresar a nuestra realidad. Cerca de ahí, Loki, por su parte, ha empezado a invocar a sus bestias. Y ya están saliendo.

—Que están en un barco… Las bestias de Loki ya han salido. —Luchó por poner orden en su cabeza.

De repente, Ruth sintió una mano sobre el hombro. Una enorme mano caliente y reconfortante.

Adam. Su ropa oscura de capoeira estaba húmeda por la lluvia. ¿Cuándo había empezado a llover?, pensó Ruth.

—Quiero ver con quién hablas —le pidió con voz ronca—. Muéstramelo.

La Cazadora giró la cabeza para desviar la mirada hacia su mann. Adam estaba asustado por lo que iba a ver, y se imaginaba lo que podía suceder. Intercambiarse el chi suponía sentir y experimentar lo que el otro veía. Después, pidió permiso a As y a María, sin saber muy bien qué hacer.

As clavó los ojos en Adam, uno de sus dos hijos amados: Noah y él siempre fueron sus ojitos derechos. Y ahora, los dos se habían quedado sin leder.

—Deja que me despida de él. Permite que nos vea —reclamó As.

Ruth cerró los ojos, tomó aire por la nariz y permitió que el mundo velado que solo ella era capaz de ver también se abriera para Adam.

Cuando el berserker moreno contempló a su leder y a su mujer, no necesitó explicaciones de ningún tipo para comprender qué era lo que había pasado.

Ruth hablaba con los espíritus. Y As ahora era uno de ellos.

Los ojos de ónix del guerrero enrojecieron de tristeza. Ver a As sabiendo que ya no estaba fue como un puñetazo en el estómago.

—Leder…

Kompis —lo saludó el jefe del clan—. ¿Cómo estás?

Adam se sintió avergonzado de su debilidad y su emoción, pero no bajó la cabeza.

—Mal. ¿Qué ha pasado? —preguntó con congoja.

—Decisiones, Adam. Eso es lo que ha pasado. Ruth te explicará mejor lo que ha sucedido, pero quiero que sepas que, ahora mismo, tú eres el leder del clan de Wolverhampton. Siento mucho —admitió cariacontecido—, muchísimo, pasarte a ti el bastón del concilio en este momento tan delicado, en el que posiblemente, todos desaparezcamos. Pero… Debéis manteneros fuertes. Resistid. Uníos, no os dividáis. Esta vez no. Ha llegado el momento de pelear codo con codo. No queda tiempo ya. Loki ha abierto sus mundos, y no falta nada para que el mal y la destrucción total asolen el Midgard.

Adam negó con la cabeza, y se presionó el puente de la nariz.

—¿Tenemos alguna posibilidad? —preguntó desolado.

As no quiso mentirle, aunque tampoco quería llenarle de pesimismo.

—Dicen que hay un telar que sólo tejen las nornas, y que ahí está escrito el destino de la humanidad. Pero esas nornas tejen relajadas en las raíces de Yggdrasil, protegidas de todo mal. En cambio, los que permanecéis aquí sois los que dais la cara. ¿Qué saben las nornas de nuestra supervivencia? ¿Qué sabrán ellas de nuestra resistencia? No vamos a rendirnos, ¿verdad?

Adam negó con énfasis.

—No, leder. Jamás.

—Así me gusta —sonrió complacido—. Difícilmente sé cual va a ser el final. Ni los dioses lo saben. Aunque bien es cierto que tanto Freyja como Odín, que son los que nos han permitido contactar con vosotros a través del trono del dios aesir, esperan una especie de pistoletazo de salida. Y desconozco completamente qué es lo que esperan y cómo se va a dar ese acontecimiento. Sólo me han transmitido este mensaje: luchad juntos. ¿Lo haréis?

—Juntos —repitió Adam—. No lo dudes, leder.

—Bien. Creo… Creo que ha llegado el momento de despedirme, hijo —susurró As mirando hacia el cielo—. Quiero que sepas que no importa lo que ocurra, porque hagas lo que hagas, me siento infinitamente orgulloso de ti, y agradecido por haberme dejado guiarte y actuar como tutor.

—No, As —esgrimió Adam visiblemente emocionado—. Tú no has sido un tutor para mí. Tú has hecho el papel de mi padre, y eso has sido para mí. Y mi corazón está henchido de gratitud y amor hacia ti. Gracias. Ha sido un verdadero honor.

As sonrió y el porche se llenó de luz. Adam era arisco con los que no tragaba, pero noble y benevolente con los que amaba.

Odín los reclamaba de nuevo.

—El honor ha sido mío —contestó As.

Ruth lloró con Adam y entrelazó los dedos con él, sabiendo que aquello era una despedida definitiva, y que no los volverían a ver, al menos, en esa vida.

María hizo lo propio. Sonrió con tristeza a Ruth y le pidió un favor:

—Despídete por mí de esas tres viejas gruñonas que tienes dentro. Pídeles que organicen a todas las sacerdotisas. Ellas no tienen magia ni dones guerreros. Pero saben de hechizos y de oraciones. Y aunque son una miseria al lado de los humanos que han destruido su Tierra, siguen siendo muchos, en cambio, los que quieren un mundo mejor. Pídeles que desde hoy se reúnan en montes y oren y viertan la poca magia que les quede. Que agoten hasta la última brizna de energía, el último chispazo mágico… ¿Lo harás?

—Sí, matronae. Lo haré.

—Y, Ruth…

Ruth tenía un nudo en la garganta que la atoraba y no le dejaba hablar.

—¿S-sí?

—Siempre serás mi piccola. Mi valiente, hermosa, cabezona y mágica cazadora. Grazie. Per sempre, Ruth.

Per sempre —repitió ella.

Cuando la luz los cegó, Adam que no soportaba la emoción, gritó a pleno pulmón:

—¡Ahí van dos de los nuestros, Odín! —exclamó con orgullo mirando el cielo tormentoso, como si se enfrentara al mismísimo Dios—. ¡As dette er min! As es mío —se golpeó el pecho con fuerza—. ¡Trátalo bien!

Cuando la pareja más madura del clan, que había sido un ejemplo de tesón, de paciencia, y de amor incondicional hacia todos los guerreros que lucharon a su lado, se desvaneció como se desvanecía la pelusa que recubría un diente de león mecido por el viento, Adam abrazó a Ruth por la espalda, hundió el rostro en su nuca y le pidió con voz entrecortada y deshecha.

—Cuéntamelo todo, Ruth. ¿Dónde está mi hermano Noah? ¿Qué ha sucedido?

Ruth se lo contaría todo.

Pero, inmediatamente después, se prepararían para partir, junto con todo el clan de berserkers que quedara en Wolverhampton hacia Dudley y el Jubilee Park. Al encuentro de los vanirios que estuvieran en el RAGNARÖK.

Debían trasladar las sorprendentes noticias sobre la verdadera identidad de Noah, sobre el lugar fuera de esta dimensión en el que se encontraban él y los demás… Y sobre la batalla que ya no se podía esquivar y que Loki había abierto.

Se unirían todos porque no había otra opción.

Porque una guerra de esas dimensiones no se concebía luchando cada uno por su lado.

Resistirían hasta que las fuerzas dijeran que ya era suficiente.

Con honor y sacrificio.

Justo como les enseñaron As y María.