EPÍLOGO

Fue Trevor quien encontró a mi madre allá arriba, sentada en el alféizar de lo que quizá había sido la escuela que ella mencionaba tan a menudo en las historias que nos contaba de su vida de prisión en Foxworth Hall. Su hermoso pelo largo estaba suelto y caía sobre sus hombros. Sus ojos estaban abiertos, mirando vidriosos hacia lo alto.

Trevor me telefoneó para explicarme los detalles, sin poder esconder su aflicción, mientras yo llamaba a Toni para que se acercara y pudiera escuchar también. Lástima que Bart estuviera haciendo una gira por el mundo, pues habría volado a casa en un minuto si hubiera adivinado que ella lo necesitaba.

Trevor prosiguió:

—Hacía días que no se encontraba bien, podía adivinarlo. Se la veía meditabunda, como si estuviera intentando dar sentido a su vida. Se percibía una terrible tristeza en sus ojos, un anhelo patético que me rompía el corazón cuando la miraba. Fui a buscarla, ignorando dónde se hallaba, y finalmente descubrí el segundo tramo de escalera, alta y estrecha, hacia el ático. Miré alrededor. Me sorprendió ver que el ático estaba adornado con flores de papel. Sin duda debió hacerlo ella.

Se interrumpió y yo ahogué las lágrimas, lamentando no haber hecho más para hacerla sentir necesaria y necesitada. Con una nota extraña en su voz, Trevor prosiguió:

—Debo explicarte algo extraño. Su madre sentada allí en el alféizar de la ventana, parecía tan joven, tan esbelta y frágil… y en su cara se reflejaba una expresión de enorme gozo, de felicidad.

Trevor me comunicó otros detalles. Como si supiera que pronto iba a morir, mi madre había pegado flores de papel en las paredes del ático, así como un extraño caracol de color naranja y un gusano púrpura. Había escrito una nota que fue hallada en su mano, agarrada fuertemente:

«Hay un jardín en el cielo, que está esperando. Es un jardín que Chris y yo imaginamos hace muchos años, mientras yacíamos en una losa dura y negra del tejado y contemplábamos las estrellas.

»Chris está allá arriba, susurrando en los vientos para decirme que es allí donde nace la hierba púrpura. Todos están allí, esperándome.

»De modo que, perdonadme por estar cansada, demasiado cansada para quedarme. He vivido el tiempo suficiente y puedo decir que mi vida ha estado llena de felicidad y también de tristeza. Aunque algunos no lo verían de esa manera.

»Os amo a todos, a todos por igual. Quiero a Darren y a Deidre y les deseo buena suerte en sus vidas, y lo mismo deseo para tu próximo bebé, Jory».

La saga de los Dollanganger ha terminado. Encontraréis mi último manuscrito en mi caja fuerte particular. Haced con él lo que gustéis.

»Había de suceder de esta manera. No tengo ningún lugar adonde ir, sino allí. Nadie me necesita más que Chris.

»Pero, por favor, nunca digáis que fracasé en alcanzar mi objetivo más importante. Es posible que no haya sido la prima ballerina que me proponía ser, ni la madre, ni la esposa perfecta…, pero conseguí, finalmente, convencer a cierta persona de que tenía el padre adecuado.

»Y no fue demasiado tarde, Bart. Nunca es demasiado tarde».