Era justo que se denominase así. En Greenglenna, Carolina del Sur, Bart había creado también una fundación para jóvenes abogados, llamada FUNDACIÓN BARTHOLOMEW WINSLOW.
Yo sabía que Bart estaba intentando compensar con el bien todo el mal que había causado al negar al hombre que había puesto su mejor empeño en ser su padre. Un centenar de veces tuve que tranquilizarle diciéndole que Chris se sentiría muy complacido.
Jory y Toni se habían casado. Los gemelos la adoraban. Cindy había firmado un contrato cinematográfico que la estaba alzando rápidamente al estrellato. Me resultaba extraño, después de haberme estado entregando toda una vida, primero a los gemelos de mi madre, después a mis maridos, mis hijos y nietos, que ya no me necesitasen. No tenía un lugar propio. Ahora yo era la que sobraba.
—¡Mamá! —dijo Jory un día—. ¡Toni está embarazada! No puedes imaginar lo que eso significa para mí. Si tenemos un hijo se llamará Christopher, y si es niña, Catherine. Y ahora no trates de disuadirnos, porque lo haremos de todos modos.
Recé para que tuvieran un hijo semejante a Christopher, o Jory, y para que un día, en el futuro, Bart encontrase a la mujer adecuada que lo hiciera feliz. Sólo entonces me di cuenta de que Toni había tenido razón al afirmar que Bart estaba buscando a una mujer como yo, pero sin mis flaquezas; quería que ella tuviera sólo mi fortaleza. Bart nunca la encontraría.
—Y, oye, mamá —había proseguido Jory—. He ganado el primer premio en el apartado de acuarelas… De modo que de nuevo voy camino del éxito en esta nueva profesión.
—Tal como tu padre predijo —concluí.
Yo apreciaba todo aquello, sintiéndome vagamente feliz por Jory y Toni, feliz por Bart y Cindy… mientras subía por la doble escalera curvada que me llevaba arriba, arriba.
Había oído al viento de las montañas llamarme la noche anterior para anunciarme que había llegado mi hora de partir. Me desperté sabiendo qué debía hacer.
Cuando me hallé en aquel cuarto frío, tenebroso, sin muebles ni alfombras con sólo una casa de muñecas que no era tan hermosa como la que yo recordaba, abrí la alargada y angosta puerta y comencé mi ascensión por los peldaños altos y estrechos. Camino del ático, hacia el lugar donde había encontrado a mi Christopher, para reunirme con él otra vez…