Detrás de los espejos
En la orilla, el Larimar parecía un animal abatido. El viento se colaba por la puerta abierta y las ventanas; de una de ellas, pendía una cortina que arañaba la fachada entre crujidos. Jade entró de puntillas en lo que hasta el día anterior había sido su hogar. En los pasillos se veían pisadas polvorientas de botas y huellas de perro; los muebles habían sido apartados a un lado y estaban destrozados. Jade tuvo la sensación de haberse vuelto incorpórea, como los fantasmas cuyos lamentos se dejaban oír por los pasadizos. Los antiguos moradores habían bailado, reído y sufrido entre esas paredes, pero entonces todo formaba parte del pasado. Era evidente que habían tomado a Lilinn desprevenida. En la cocina se veían señales de lucha. El suelo cubierto de trozos rotos de loza, e incluso el horno despedía aun un poco de calor. En una olla sobresalía, como pidiendo auxilio, una pinza de cangrejo.
—¿Jakub? —gritó Jade por el pasillo y en la caja del ascensor.
Nadie respondió.
El agua del sótano estaba más turbia que nunca. Las botas habían levantado el lodo del sótano. Jade vadeó angustiada por las salas. Por doquier encontraba cerraduras forzadas y puertas rotas que le dejaban ver las estancias. Las estanterías para el vino hacia tiempo que se habían convertido en lugares de crías; unos olms ciegos de color blanco huyeron a notar sus pasos. La puerta que conducía al cuarto de Jakub estaba entreabierta. En el lugar donde antes había habido una cerradura sólida, ahora se abría una brecha producida por un hachazo.
Jade abrió la puerta con cuidado, levantó la lámpara de aceite y escudriñó el interior conteniendo el aliento. Esperaba encontrarse con una sala inundada, una cueva o un lago, pero era un almacén. Amontonados en un rincón, había unos sacos vacíos de patatas. Jakub había trabajado mucho allí. Un murete que llegaba a la altura de la rodilla situado justo detrás de la puerta contenía el agua del río. Sin duda, su padre había dedicado mucho tiempo a drenar la estancia. La arena y los ladrillos rellenaban el espacio hasta donde terminaba el murete; sobre él, unas tablas de madera formaban el suelo elevado. Dentro de él, envuelto en arena y papel encerado, había un cofre.
Sin duda, era un buen sitio para esconder planos y el espejo de los reyes Tandraj. “¿Estabas al servicio de los reyes? —se preguntó Jade bajo la luz titilante—. ¿Eras de los nuestros e incluso fingiste ante tu hija?”.
Vadeó rápidamente volviendo sobre sus pasos y huyó escaleras arriba. Solo se detuvo cuando llegó a la habitación de la primera planta. Las gentes de la Lady también habían causado estragos allí, sacando cajones y abriendo y desordenando arcas y armarios. Sin embargo, la cama de ébano estaba casi igual como la había dejado: la sabana estaba corrida y los objetos que ella había separado se encontraban esparcidos sobre ella. Jade se dejó caer en la cama, cerró los ojos agotada y hundió el rostro en la loneta. Se dio cuenta entonces de que, buscaba la presencia de Faun, un asomo de olor a musgo, el perfume del bosque y la nieve; pero Faun había desaparecido, igual que sus años en el Larimar.
La muchacha había vuelto. Tenía los brazos de cristal y los apretaba en torno a Jade con suavidad y en actitud de consuelo. El agua se derramaba como una caricia sobre la piel de Jade, y ella apoyaba la mejilla en el hombro de su propia imagen.
—Tengo que salvar a Lilinn y Elanor —decía—. Y tengo que encontrar al príncipe. Sin él, los rebeldes morirán y todos nosotros estaremos perdidos.
La muchacha no respondió, pero, cuando Jade abrió de nuevo los ojos, se encontró de pronto con el rostro del príncipe de invierno y retrocedió asustada. El tenía la boca firmemente cerrada, como si intentara retener en ella una palabra de oro.
—¡Te ayudare! —le susurró Jade—. Te mostraré el camino para salir de los espejos.
Él extendió las manos para que se las tomara. Y cuando Jade, titubeando, se las tomó y empezó a girar como envuelta en un remolino, observó con asombro que ella llevaba un vestido de agua y que su cuerpo desnudo brillaba al trasluz. La música la envolvió; era la canción que Lilinn y Jakub habían bailado, pero, cuando el príncipe de invierno abrió la boca, los violines pasaron a ser un grito agudo. Incluso sumida en un sueño, Jade notó cómo se apretaba las manos contra los oídos en un gesto de dolor. Y entonces aparecieron otras manos, callosas y duras y, con todo, tan familiares, que ella sonrió aliviada, tendió los brazos en torno a un cuerpo y se hundió en un abrazo estrecho.
—Mi niña —le murmuró Jakub en el pelo—, mi pequeña. Creí que no volvería a verte nunca más.
Jade se dejó acunar por sus brazos como cuando ella apenas tenía dos años y se sentía desamparada y cansada. Al cabo de un buen rato, se soltaron, pero se mantuvieron tan cerca que jade notó incluso el calor febril que él despedía.
—He estado en casa del prefecto —dijo Jakub con voz ronca—. Y luego, en la Casa del Diezmo. Pero no ha podido hacer nada por Elanor. —Su voz adquirió el tono enojado que Jade tan bien conocía y que le hizo recordar todas las imágenes de aquel día—. Entonces he oído el cuerno…
A Jade le hubiera gustado encontrar palabras para consolarlo, pero el rostro impenetrable de Jakub la desconcertaba. ¿Maldecía a Lilinn? ¿Se sentía traicionado?
—He hablado con ella —dijo al fin en voz baja—. Ha dicho a la gente de la Lady que el espejo del sótano y los mapas que tenias escondidos en el sótano eran suyos. Te ha salvado el pellejo, Jakub.
La irritó de nuevo ver que él apenas reaccionaba y que se limitaba a apretar los puños.
—¡Pero di algo! —exclamó ella—. ¿Todavía la amas? ¿Estás preocupado por ella? ¿O tal vez no estás ni siquiera sorprendido?
—Si y no —respondió Jakub con una voz apenas contenida—. Antes de permitir que alguien esté en el Larimar, hago mis averiguaciones. Pronto supe lo que había ocurrido con su familia. Ella logró huir de palacio. Adoptó un nuevo nombre, vivió de forma clandestina y se enamoró de un hombre que le jugó una mala pasada. Hasta aquí, era una historia de lo más normal. No te dije nada porque pensé que quería iniciar una vida en secreto con nosotros. Pero hacia tan bien su papel que jamás sospeche que para ella la venganza fuera más importante que todo lo demás.
—Pero su amor por ti no fue fingido —repuso Jade.
Jakub tragó saliva.
—¿Has estado en el sótano? —preguntó.
Jade asintió.
—Es hora de quitarnos las máscaras, Jakub. Sé lo del espejo y lo de los reyes ecos. Conozco la forma verdadera de los ecos y todas las mentiras que me has ido contando durante toda la vida. Pero ahora quiero toda la verdad. Sé que yo… —Jade titubeó y tomó aire para aquietar su corazón acelerado. No era muy agradable expresar de viva voz su temor más profundo—… que tengo un vinculo con los ecos. Soy la única capaz de ver su imagen reflejada. Y, a veces, los oigo en sueños.
Jakub suspiró y miró sus puños.
—Así que te han encontrado.
—¡Respóndeme! —gritó Jade.
—Haz la pregunta adecuada —replicó de pronto Jakub con la misma rabia—. Vamos, hazla de una vez —Luego añadió en voz más baja—: Hazme esa pregunta que jamás te he respondido.
Jade resopló.
—Está bien. ¿Quién lloraba entonces?
Jakub cerró los ojos.
—Era la muchacha que ves en el agua —respondió—. Tu hermana.
Jade no pudo replicar. De repente, tuvo la sensación de poder captarlo todo con una nitidez cristalina y penetrante. Todos los sonidos vibraban, todos los colores resplandecían de tal modo que ella deseaba poder cerrar los ojos.
—Pero… es imposible. No tengo la sangre de agua…-farfulló.
—Eres hija mía —dijo Jakub—. Y yo soy humano. Pero tu madre, Tishma, era un eco.
Jade metió rápidamente la mano en el bolsillo donde llevaba la fotografía.
—Ya lo sé —dijo Jakub—. En la fotografía ves una humana. Pero no fue tan simple. Ella optó por ese aspecto porque se sentía próxima a los humanos. Era mediadora, y estaba al servicio de los reyes Tandraj. Ella siempre creyó que los ecos y los humanos podían hablar el mismo idioma y que no debían desconfiar entre ellos.
—¿De verdad era una eco? —musitó Jade—. ¿Cómo es posible?
Jakub sonrió sorprendido.
—¿Qué cómo es posible que unos seres se enamoren y que hayan almas que se reconozcan con dependencia de la forma que adoptan para vivir? No lo sé. Es algo que, simplemente, ha experimentado. En cualquier caso, tienes razón acerca de lo que has descubierto sobre los ecos. Durante la guerra de Invierno, un sinfín de ellos fueron asesinados, pero muchos abandonaron a tiempo sus cuerpos, y desde entonces se mantienen ocultos en otras esferas: en el río, en los espejos y en lugares que yo no desconozco. La mayoría de las veces, se parecen a los humanos, e incluso pueden elegir si ser hombre o mujer. Pueden abandonar su cuerpo y surgir de nuevo a partir de reflejos cuando sus reyes los llamen. Sin embargo, si son atacados en el cuerpo que han adoptado, entonces son vulnerables y pueden morir.
—¿Cómo… Tishma?
Jakub asintió.
—No puede regresar. Murió.
Jade necesitó un rato pare asimilar completamente esas palabras.
—Le gustaban los humanos —murmuró Jakub—. Los dos éramos muy jóvenes. Yo trabajaba en un taller de espejos, uno de los pocos negocios que estaban permitidos a los humanos. Nos citábamos a pesar de que a los ecos les estaba estrictamente prohibido entablar relaciones o amistades con nosotros. Los reyes eran unos gobernadores indulgentes. Tishma y yo vivíamos juntos en secreto, siempre con miedo a ser descubiertos, pero suficientemente jóvenes para no abandonar ese amor. Y luego… luego ocurrió lo incomprensible.
—Nosotras —musitó Jade—. Mi hermana y yo. Hijas de una eco y un humano.
—Ni nosotros nos lo podíamos creer —prosiguió Jakub—. Tal vez yo habría podido ocultar un hijo, pero Tishma me dijo que los ecos solo tienen gemelos, que formaban parte de su naturaleza doble. En ellos, todo es un reflejo. Os trajo al mundo a escondidas. Con todo, vosotras no erais idénticas: erais tan distintas como el agua y el fuego. Tishma os puso nombres humanos, Jade y Amber. Nos ocultamos en la Ciudad Muerta, que en aquellos tiempos solo estaba habitada por humanos. Yo os escondí. Durante un año, todo fue bien, pero entonces los ecos nos descubrieron. Uno de los fabricantes de espejos nos delató a los Tandraj.
Jade apenas notaba cómo las lágrimas le recorrían las mejillas. Los disparos, el otro llanto… Cerró los ojos.
—Nunca fue un sueño. La otra vez… ¡era ella!
Jade pronunció aquel nombre en su mente. Todavía no se atrevía a pronunciarlo en voz alta.
Jakub asintió.
—Nos dispararon y nos acorralaron con antorchas detrás de un almacén. La única salida era por el tejado. Pero Tishma estaba herida y no podía trepar. Yo sabía que si me encaramaba al tejado no os podría sostener a las dos., me dijo ella.
Jakub se restregó los ojos y permaneció en silencio unos minutos sin que Jade le urgiera a seguir.
—Tuve que elegir —dijo entonces con la voz rota—. Os habrían matado a las dos. Erais solo medio eco. No podíais abandonar vuestros cuerpos y huir por los espejos. Y Tishma no habría abandonado a ninguna de vosotras para salvarse. Solo había una salida. Así que te tomé en brazos y huí.
Jade abrió los ojos. Miraba a su padre con la vista nublada.
—¿Por qué yo?
—Me hubiera gustado decir que fue casualidad, pero sería mentira. Amber era más eco que tú, su aspecto la delataba. Se la adivinaba en sus movimientos, sus rasgos, en sus ojos. Y había heredado la sangre clara de su madre, la sangre de cristal. Sé que un padre no debería decir esas cosas, pero pensé que, si conseguía librarte de la muerte, tú podrías vivir entre los humanos. Sin que nadie te reconociera y sin peligro. Ella, en cambio, no habría estado a salvo ni entre ecos ni entre humanos.
—Entonces decías la verdad —murmuró Jade—. A mi madre la mataron los ecos…
—A tu madre y también a tu hermana. Amber solamente se refleja en ti, Jade, es una eco del pasado. No regresará jamás. Pero, el día en que mi alma cruce el río, entonces, con la ayuda de Styx, ella me estará esperando.
Era raro. La rabia que sentía en el pecho era cada vez menor. Jade sabía que debería estar infinitamente enfadada y afectada pero, en lugar de ello, sentía un alivio ilimitado.
—Aun no sabes toda la historia —prosiguió Jakub con la voz empañada—. Huí contigo al bosque. Allí vivimos como salvajes, siempre con el miedo de que los ecos nos pudieran seguir la pista. Porque nos seguían, eso ya lo sabía. Un día nos topamos con unos espías. Creí que eran ecos, pero luego me di cuenta de que eran humanos, soldados forasteros, una patrulla de reconocimiento con perros sabuesos. Nos llevaron a un campamento y me interrogaron.
—¡La Lady!
Él asintió.
—Comprendo a Lilinn mejor de lo que te imaginabas. Estaba desesperado y llevaba en el corazón la venganza como si fuera una flor ponzoñosa que no espera otra cosa más que poder abrirse. Había visto los planos del palacio de Invierno de Tishma, conocía el idioma de los ecos y muchos de sus secretos. Sabía que los reyes hermanos no congeniaban, que las rivalidades de palacio impedían reconocer los iniciados. Lady Mar reunió a las tropas y aguardó la ocasión. Cuando vi que podía vengar la muerte de Tishma, la aproveché.
—¡Tú traicionaste a los reyes! —dijo Jade, estupefacta.
—Sabía que no podrías sobrevivir mucho tiempo más en los bosques conmigo. Esta es mi ciudad, y quería que tú vivieras en ella entre humanos, como una más. Nadie te reconocería, nadie podía sospechar la historia que se ocultaba detrás de nuestro destino. Así pues, ayudé a Lady Mar. Le dije que tenía que cortar el suministros de agua del palacio. Le enseñé las puertas traseras y los pasadizos secretos, los puntos flacos y la naturaleza de los ecos.
Así que esa era la parte más secreta de Jakub. Jade, de pronto, lo entendió todo, aquella opacidad que siempre había existido entre ella y su padre. Las pesadillas de Jakub y su temor por los ecos. Se sintió más desgarrada que nunca.
—¿Y esta es la vida que querías para nosotros? —le preguntó.
—Los humanos siempre fuimos esclavos, de uno u otro modo —repuso Jakub—. Pero en la ciudad Tandraj estábamos en minoría. Bajo el gobierno de Lady Mar, he procurado no poner a prueba su favor. Me encargué de que estuviésemos en contacto con las gentes del río, porque son afines a la Lady. Fui a hablar con el prefecto y la Lady se mostró agradecida. Tuvimos que ocultarnos hasta que los últimos ecos fueron vencidos y la ciudad dejó de estar sumida en el caos. Tras la guerra de Invierno, se rompieron todos los espejos. Yo logré hacerme con uno de forma subrepticia. Tómame por locos quieres, pero durante mucho tiempo deseé encontrar en él un rostro conocido. Y guardé también los planos que logré dibujar de memoria.
Sin duda, fueron unos tiempos difíciles, pero al final Lady Mar nos demostró su agradecimiento. En único motivo por el que hoy nosotros no estamos colgados en una jaula en la torre de la iglesia es que la Lady confía en mí y no sabe quién eres tú en realidad.
—Sinabe… —dijo Jade.
Jakub sonrió con tristeza.
—En el idioma de los ecos significa. A los humanos es posible engañarlos, pero los ecos te reconocen en cuanto te ven.
Jade hundió la cabeza entre las manos e intentó ordenar sus ideas. Jamás se había sentido tan cansada y vacía, pero aquel vacío era beneficioso, era el vacío de un campo asolado por un incendio en el que por fin puede empezar a brotar algo nuevo.
Levantó la cabeza y miró a Jakub con sorpresa. De buena gana se habría echado a reír.
—¡Los reyes! —exclamó—. Tam encontró, en efecto, a uno de los príncipes. La historia era verdadera. Sobrevivió a la guerra de Invierno y fue expulsado de la ciudad. Pero su hermano abandonó su forma en el palacio y huyó en un reflejo.
La otra conclusión la provocó un estremecimiento que le recorrió todo el cuerpo. ¡Faun! Aunque él sabía que el príncipe era eco, no se lo había dicho a ella. Y además había intentado con todas sus fuerzas mantener a Jay apartado de ella. Y Jay era capaz de oler el rastro de los ecos.
Las noches volvieron a su memoria y se le mostraron bajo una nueva luz. Entonces se desvaneció el último resto de rencor que le quedaba.
—¿Por qué sonríes? —preguntó Jakub, asombrado.
Jade sacudió la cabeza y adoptó un aire serio.
—Creo que es el momento de que tú también conozcas mi verdad.
Jakub ni se enfadó ni se horrorizó, ni siquiera se sorprendió tanto como ella había imaginado.
—La Lady se propone una guerra sin cuartel —concluyó ella al rato—. Los rebeldes perecerán en un combate inútil. No tengo mucho tiempo.
El rostro de Jakub era más sombrío que nunca. Tenía los ojos encendidos como si tuviera fiebre.
—¿De verdad quieres entrar en palacio?
—A veces no hay más que una opción —repuso ella con voz dura—. Yo ya me ha decidido. De hecho, no puedo vencer a la Lady, pero sí puedo dar una oportunidad a los ecos. Voy a entrar en el palacio, de algún modo, quizá mediante una cazadora. Y tengo que convencer a Arif y a Martyn para que me ayuden. Si no puedo llevar al príncipe al río, entonces es preciso que sea el Wila quien entre en palacio. Sangre de cristal, lo llamas así, ¿verdad?
Jakub no se dejó llevar por el entusiasmo. Se levantó y le dio la espalda, como si necesitara reflexionar él solo.
—¿Y si encuentras al príncipe y llama a los ecos? Entonces, ¿qué sucederá, Jade? Puede que al final se alíen con los humanos, pero ¿Qué será de ti? Eres mestiza. Te matarán.
—¿Cómo lo sabes? —dijo Jade enfadada—. ¡Hace mucho que me encontraron! Han tenido oportunidades para matarme y, en cambio, me llaman Sinabe. Quizás los reyes fueron terribles y veleidosos, pero Tishma no. ¡Las cosas cambian y tenemos que cambiarlas! Si no, Lilinn morirá en unos tres días y, con ella, Elanor y tantos otros.
Jakub no contestó.
—¿Qué pasa? —gritó jade—. ¿No quieres ayudarme o eres demasiado cobarde para ello? Sé lo que tengo que hacer y lo haré igualmente sin ti. Pero necesito los planos, Jakub, y tendrás que contarme todo lo que sepas de los ecos.
—¡Menudo dilema! —murmuró—. Dos caminos, dos abismos. La gente de la Lady me matará si saben que tienes sangre de eco. Y, si los ecos ganan, se vengarán de mí por mi traición.
—Si los ecos no ganan, Lilinn, Elanor y los rebeldes morirán —repuso Jade sin compasión—. Ya has perdido a Tishma, ahora tendrás que ver si el miedo por tu propia vida pesa más que el amor que sientes por Lilinn.
Le partía el corazón tener que forzar así a Jakub, pero, cuando su padre se volvió lentamente hacia ella, se dio cuenta de que aquel hombre que durante muchos años ella había creído que tenía que proteger era un hombre fuerte. Tenía la mirada encendida y una expresión que ella no le había visto jamás.
—Así que me tienes por un cobarde —rezongó—. Pues puedes estar bien segura de que no vamos a entrar en palacio como los cobardes por una puerta trasera. —Sonrió, y Jade sintió tanto amor por él que incluso le dolió—. Iremos por la vía directa, a través de la Puerta Dorada. Sin duda, la Lady permitirá de buena gana el paso a su delator si este le trae noticias. Previamente, tú tendrás que convencer a las gentes del río para que pongan de nuevo en marcha todas las bombas de suministro; os dibujaré el sistema de conducción del agua y los canales. Y luego tendremos que rezar para que al menos una parte de las tuberías se haya conservado intacta.
—¡Gracias! —dijo Jade de corazón.
Jakub negó con la cabeza.
—No me las des tan pronto, Jade. Te lo advierto: los ecos no son solo buenos. Son un pueblo guerrero.
Jade se echó a reír.
—Ya lo sé. A fin de cuentas, soy una de ellos.