Tres sillones de colores

¡Qué cosas pasan en la vida! La de años que llevo jugando a la bonoloto, a la lotería, a la ONCE, haciendo la quiniela, la primitiva, y nada, nunca he tenido suerte. Pero fíjense lo que es la vida, cuando menos lo esperaba se muere un tío de mi mujer que se fue a Estados Unidos en los años veinte y la deja de herencia tres millones de dólares. Me ha llegado la hora de la venganza.

(Marca un número de teléfono). ¿Es la oficina de archivos y ficheros por orden alfabético? ¿Está Don Severo? ¿Le importaría decirle que se ponga?

¿Don Severo? ¿Cómo está usted? Yo muy bien. Escuche. ¿A qué hora tengo que estar mañana en la oficina? A lo mejor voy media hora antes por si hay algún trabajo extra para mí. Sí, sí, escuche barrigón: ¿usted se acuerda de que aquel día que llegué tarde le dije que había tenido que llevar a mi mujer al médico? ¡Mentira, en la cama, calentito! ¿Y se acuerda de que una tarde no fui a trabajar porque le dije que se me había muerto un pariente? ¡Mentira! ¡Al fútbol! Sí, sí, pues ahora le digo que tururú tururú tururú, que se puede ir usted a archivar monos al Brasil, tío pedorro. ¡El tuyo! (Cuelga).

Las ganas que tenía yo de decirle al barrigón este lo que pienso. ¡La vida que me daba! Todo el día encima de mí: «¿Ha archivado usted los presupuestos de Confisa? ¿Ha terminado usted el informe de Farfosa? Vaya al despacho de Cimentes y que le dé el protocolo de Cortesa». ¡Y así todo el día, vaya, traiga, rellene, escriba, haga, copie…! Pues se acabó. ¡Ahora te va a aguantar tu padre, pedorro!

(Marca otro número de teléfono). ¿Matilde? No sabes lo que acabo de disfrutar. He llamado a mi oficina y le he dicho a don Severo, como tu tío te ha dejado de herencia tres millones de dólares, le he dicho… Perdón, ¿cómo dices? ¿Qué sillones? O sea, que lo que te ha dejado de herencia son tres sillones de colores.

Yo había entendido tres millones de dólares. No, no, nada, te decía que he llamado a la oficina y le he dicho a don Severo que estoy muy cansado y me ha dado unos días de vacaciones. Sí, quédate tranquila. ¡Ah! Escucha, que yo me voy unos días fuera. No lo sé, ya te escribiré (y cuelga). ¡Madre de Dios, la que acabo de armar!