En otra ocasión les he comentado cómo se estaba perdiendo el concepto de la familia, y es una realidad. Las familias de ahora no son como las de antes.
Ahora vas a entrar al baño y te dicen: «¡Está ocupado!». En mi infancia, entrabas en el retrete y decías: «Córrete un poco», y te hacían sitio, y se hablaba, y el último tiraba de la cadena. Y lo mismo pasa con el baño. Ahora las familias se bañan por separado. Cuando yo era pequeño, en mi casa nos bañábamos todos juntos, el sábado. ¡Lo que era ese baño de mi casa! Mi padre, mi madre, mis hermanas, el cartero, yo. Lo pasábamos de bien, sobre todo el cartero. Me acuerdo que le decía a mis hermanas: «Abrid las piernas, que paso por debajo». Y tardaba en salir… ¡Cómo buceaba! ¡Y hacía el muerto, y la plancha! Era otra cosa. ¿Y el cepillo de dientes? Ahora cada uno tiene su cepillo.
Cuando yo era pequeño, nos limpiábamos los dientes con un cepillo, nos poníamos en fila y pasaba mi madre con la pasta y el cepillo, y todos de una cepillada. Y cómo cuidábamos a los ancianos.
Nosotros vivíamos en una planta baja y todas las mañanas sacábamos a mi abuelo Julián, que tenía ochenta y dos años, y le sentábamos en una silla al sol. Empezaba a llover, y decía mi madre: «Meted al abuelo dentro, que está lloviendo», y le metíamos en la casa; cuando volvía a salir el sol, decía mi madre: «Sacad al abuelo al sol, para que se seque».