Las mujeres y la guerra

Se escuchan sonidos de guerra, ametralladoras, morteros, etcétera.

(Gila al walkie-talkie). ¡Cocodrilo Amarillo llamando a Cacatúa Verde! ¡Aquí Cocodrilo Amarillo llamando a Cacatúa Verde! Conteste, Cacatúa, repito: ¡Cocodrilo Amarillo llamando a Cacatúa Verde! ¡Dime si me recibes, Cacatúa! Nada.

(Saca un teléfono normal y marca un número). ¡Vaya, por fin! ¿Quién eres? Dile a mamá que se ponga.

¿Dónde estabas? Hace media hora que te estoy llamando por el walkie-talkie. ¿Sí? Pues eso es que se te han agotado las pilas. (Gritando): Digo que eso es que se te han agotado las pilas. Espera un momento, no cuelgues.

(Gritando): ¿Queréis hacer favor de parar la guerra un momento que estoy hablando con mi mujer? (Se dejan de oír los ruidos de guerra).

(Al teléfono): No, no me pasa nada. Te llamaba para decirte que esta noche llegaré un poco tarde, porque tenemos un combate y por muy deprisa que matemos, antes de las once y media no terminamos. No importa, déjame la cena en la nevera y cuando llegue me la caliento en el microondas. ¿Cómo están los niños? Sí, sí. Pues yo regular, aquí estoy con la bayoneta calada desde esta mañana. No, no vamos a entrar en el cuerpo a cuerpo, es que nos ha caído un chaparrón y se me ha calado la bayoneta, las botas y el capote. Otra cosa. ¿Cuándo es la boda de tu sobrina? Pues no voy a poder ir porque tengo que vigilar unos prisioneros. ¿Y qué quieres que haga? Cuando me alisté como mercenario ya me dijeron que tenía que hacer estas cosas. A ver si crees que ser militar es moco de pavo. Cuando no hay guerra, tira que te va, pero si hay que combatir… Dile a Luisito que le llevaré algún recuerdo de esta guerra. Pues no lo sé, alguna bala usada o una careta antigás. No, si en la guerra están prohibidos los gases, yo la careta la uso cuando voy en el metro. Me ha dicho el general Ferguson que siga matando enemigos, que aunque se termine esta guerra, los Estados Unidos siempre tienen otra a punto. Pues no se sabe, puede ser en Latinoamérica, en África o en el Oriente Medio, de lo que estoy seguro es que trabajando para Estados Unidos nunca voy a estar en el paro. Bueno, te dejo que ya hace un rato que he parado el combate y nos puede sorprender el enemigo. Sí, quédate tranquila, que me cuido (cuelga).

¡Qué poca idea tienen las mujeres de lo que es una guerra! Se creen que uno viene aquí de cachondeo. Y eso que en algunos países ya hay mujeres en el ejército. Cuando la guerra del Golfo, los americanos mandaron mujeres militares a la guerra. ¿Qué les digo, la verdad? No es porque yo sea machista, pero ¿qué quieren que les diga? Yo a las mujeres no las veo en una guerra, porque se tiran con el paracaídas, se les levanta la falda y si no llevan bragas se les ve el chiribiqui, lo que es una vergüenza para ella y para la patria.

Y si se ganan una medalla, a lo mejor al ponérsela el general, la pincha en una teta, o aunque no se la pinchara, ya por el solo hecho de tocársela, dirían sus compañeras que es una guarra que se deja magrear por el general. Y además del fusil y las balas y las granadas tienen que llevar en la mochila los rulos y el maquillaje. Yo creo que por mucho que luchen por la igualdad con los hombres, hay cosas que no son para mujeres y particularmente la guerra. Imagino cómo hablarán las mujeres en la guerra:

(Al teléfono). ¿Menchu? Soy Mari Conchi. Oye, ¿vosotras vais a avanzar mañana? Sí, creo que hay un avance a las once. Pues hija, yo no sé qué hacer, porque tengo unos pelos. No, yo si avanzamos todas juntas me animo, pero hija, avanzar sola ni hablar. ¡No sabes cómo está la guerra de delincuentes! El otro día a la sargento Encarnita la dieron el tirón y le robaron el macuto, las medallas y los galones. ¡Y el susto, hija! Por eso te digo que yo sola no avanzo. Y si avanzamos, ¿qué te vas a poner? Yo mi traje de chaqueta y zapato bajo, y sin medias, porque en el último combate que tuvimos me las enganché en unas alambradas y las tuve que tirar, y eran importadas de París.