Memorias de un desmemoriado

Hoy he decidido escribir mis memorias, no vaya a ser que se me olviden.

Nací, no recuerdo bien si fue el 6 de febrero de 1916 o el 9 de noviembre de 1917. Mi padre creo recordar que era de Jaén o de Almería, no estoy muy seguro, porque hace mucho tiempo. Trabajaba de no me acuerdo qué, en una fábrica o en un taller, algo así; de lo que estoy seguro es de que no trabajaba en una oficina, porque me acordaría. Era alto, de tez morena y pelo negro, más bien castaño, tirando a rubio. Mi madre cuidaba de la casa, porque vivíamos en una casa con jardín; no, no debía de ser una casa con jardín, creo que era un piso con balcones o ventanas, porque recuerdo que al asomarme veía la calle, no sé muy bien si era la calle Fuencarral o la calle Serrano, esto no lo tengo muy claro, porque para acordarme de las calles soy una calamidad. Mi único hermano se llamaba Luis, o Enrique, o algo así, y era más pequeño que yo, o no, creo que no, que era mayor, porque él había nacido antes; bueno, es lo mismo, como bien dice el refrán, el orden de los factores no hace al monje. Lo que recuerdo es que nos llevábamos dos o seis años de diferencia el uno del otro. Por aquel entonces, mi padre, que en gloria esté, murió en un accidente, atropellado por un tranvía o un camión. Recuerdo que era un vehículo con ruedas, pero no lo tengo muy claro, porque como hace tanto tiempo…

Mi madre, al quedarse viuda, se tuvo que poner a trabajar de no recuerdo qué, para poder mantenernos. Pasó el tiempo y nos hicimos mayores.

Mi hermano se casó con una chica que se llamaba, creo que Adela, y que era muy buena. Tuvieron una hija o dos y yo seguí soltero hasta que también me casé. Lo que no recuerdo bien es cómo se llamaba mi mujer, es muy buena y muy cariñosa. Mi mujer murió años más tarde, no recuerdo si de un parto o de un infarto, y me quedé viudo. Entonces, como estaba muy triste, me fui a vivir a Salamanca, no, perdón, a Salamanca no, a Santander.

Mi madre quedó sola y también murió unos meses después que mi padre. Yo trabajaba en una fábrica de algo; creo, si la memoria no me falla, que era una fábrica de conservas. Lo que no tengo claro es si era de atún o de espárragos trigueros, pero recuerdo las latas como si las estuviera viendo. Ahí, en esa fábrica, conocí a una mujer que no recuerdo ahora si se llamaba Luisa o Marisa, pero recuerdo perfectamente que su nombre terminaba en isa, tal vez se llamaba Felisa; no importa, la cuestión es que nos hicimos novios y después de cuatro meses o cuatro años, no lo recuerdo bien, nos casamos, tuvimos dos hijos varones y una hembra, los cinco se casaron y luego yo me hice viejecito, y ya no me acuerdo de nada más.