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Breve elogio de la química

El director del legendario Deutsches Museum, mi buen amigo Peter Fehlhammer, acudió un día de primavera a una reunión de directores de museos científicos en Barcelona. Uno de los temas de discusión fue la imagen pública de la química. Nuestros colegas nos encargaron a Peter y a mí la elaboración de un manifiesto. Y así lo hicimos, bajo un florido ciruelo al borde del jardín. Éste fue el resultado, al poco difundido a los cuatro vientos, y del que hoy existe ya incluso una película.

De la misma forma que cada persona tiene su personalidad, cada disciplina científica tiene su aura especialísima, su particular prestigio entre la ciudadanía. La matemática, por ejemplo, es compacta, límpida, elegante, perfecta. La física es potente, seria, altiva, temerosamente respetable. La biología es densa, diversa, compleja, emotiva. La cosmología es ancha, antigua, alucinógena, agorafílica. La psicología es volátil, poética, sagrada, frágil… ¿Y la química? Pues algo pasa con ella porque, al parecer, resulta que la química es coloraina, fumiforme, lacrimógena, artificial, tramposa…, mala. «¡Esto tiene química! Allá tú si te lo (la) comes. ¡Aquí hay química! Tú verás si te lo (la) bebes.»

Con la química ocurre como con ciertos individuos, animales o plantas: no tienen la reputación que merecen. Con el ánimo de hacer justicia, representantes de los museos científicos más creíbles de Europa se han reunido en Barcelona. Las conclusiones del debate bien pueden resumirse en el siguiente manifiesto dirigido al ciudadano:

1. ¡Tú eres química! Los seres vivos tienen, entre otras cosas, un cuerpo material y la química se ocupa, justamente, de la transformación de la materia. No existe el vis vitalis. Wholer, por ejemplo, sintetizó, en 1828, la urea a partir del cianato de amonio.

2. ¡… y también lo es el resto del universo! La química tiene que ver con todas las ciencias que, de una forma u otra, versan sobre la materia, es decir, la química tiene que ver con todas las ciencias: física, biología, medicina, psiquiatría, farmacia, arqueología, geología, paleontología, astronomía, astrofísica…

3. La química inventa nuevos materiales «a la carta». La historia de la civilización se puede escribir como la historia del dominio de la materia (Edad de Piedra, Edad de Hierro, Edad de Bronce…). En un principio se trataba de elegir los materiales según sus propiedades así llamadas naturales. Hoy, la ciencia le ha dado la vuelta a esta situación. Puede arrancar de una lista de (anheladas) propiedades y buscar luego un material, inexistente espontáneamente en la naturaleza, que las luzca (plásticos, materiales con memoria de forma, ferro-fluidos, semiconductores, superconductores, fluidos electrorreológicos, plasmas…).

4. No existen copias mejores o peores de las moléculas, ¡sólo existen ejemplares originales idénticos! No hay la menor diferencia entre una molécula de cloruro sódico a la deriva en el océano Indico y otra vibrando en la lágrima de un bebé.

5. No existen sustancias tóxicas, ¡sólo existen dosis tóxicas! Muchísima sal de mesa puede ser muchísimo peor que poquísimo cianuro. Los químicos pueden detectar cantidades inimaginablemente pequeñas de muchos compuestos. Eso es tranquilizador, aunque gracias a tal habilidad hoy sabemos, por ejemplo, que la contaminación ha alcanzado ya los paisajes más remotos del planeta.

6. La química provee las soluciones a sus propios problemas. La presencia de una nueva substancia repugnante o peligrosa en nuestro entorno acaso provenga de una reacción química. Es cierto, pero será sin duda otra reacción química la que nos libere de ella.

7. Beethoven, Dante, Velázquez…, ¡Lavoisier! Los grandes triunfos de la química, como la síntesis o la teoría de la estructura, son comparables a los más altos logros de la cultura humana.

8. Ni siquiera los químicos son perfectos. En cuanto a los beneficios: existen sustancias que la química todavía no ha sabido reproducir, como la de los delicadísimos hilos de una tela de araña. En cuanto a los riesgos: tomar decisiones compete al ser humano que todo químico lleva dentro y, sobre todo, al químico que todo ciudadano moderno debería ir cultivando en su interior. Por ello, entre otras cosas, hay que amar la química.