Fuseli está en el patio de la Morgue entretenido con el cielo desde hace un rato. Hoy fue uno de esos días de invierno con un solcito de lo más alentador. Luego, como sucede en esta época, repentinas nubes de lluvia se alzaron sobre la urgencia de la ciudad, evidenciada en la impaciencia de los automóviles que se embotellan por Viamonte, tras los portones. Por allí aparece la conocida figura de Lascano con su andar de oso. Se alegra, siempre le da gusto ver a su amigo. De alguna manera considera su obra el hecho de que esté vivo, de que haya podido atravesar la catástrofe que se le vino encima con la muerte de Marisa. Él fue el puerto de aguas profundas desde el que Lascano pudo salir adelante, esto sin entrar a preguntarse ¿hacia dónde? No está hoy de ánimo para asuntos existenciales. La vida es ahora este descanso que se ha tomado en el patio, este amigo que llega, que tiene con él una deuda, dulce, de las que nunca habrán de pagarse sin que nadie se sienta agraviado.
Salud, conde Drácula. ¿Cómo va la represión, Perro? Cada día mejor. ¿Me conseguiste lo que te pedí? Acá la tenés, me dijeron que es colombiana de la mejor. Vos dirás. Hum, parece una auténtica red point. ¿Es buena? Vamos a probar.
Lascano se fija en las manos de Fuseli enrollando la picadura en un finísimo papel Gentelman. Sus dedos de artesano maniobran con agilidad. Humedece la laminilla engomada con su lengua, termina de cerrarla y hace girar con sus yemas un cilindro perfecto, liso y delicado. Lo pasa repetidamente sobre la llama de su viejo Monopol hasta que la mancha oscura de la saliva desaparece por completo. Se lo pone en la boca y lo enciende, aspira profundamente y contiene un hipo. El patio se llena de un aroma acre que hace picar la nariz. Observando los adoquines brillantes, Lascano tiene la sensación de que están frente al mar, pescando.
¿Qué pasa, yo fumo y te pega a vos? ¿Y qué tal es? Buenísima. ¿Querés? No, gracias. Decime, ¿por qué fumás esa porquería? Mirá, Perro, yo me paso el día trabajando con la muerte, cara a cara, y ¿sabés?, la muerte es lo único que no admite réplica, el único hecho que no puede tergiversarse ni interpretarse. Es la verdad última, y la verdad, qué querés que te diga, no es para cualquiera. Entonces tengo que tomarme algún recreo, éste es mi recreo. Un porrito y arriba. Es verdad que se te nubla un poco la cabeza, pero estimula los sueños. En definitiva, todos necesitamos algún tipo de anestesia, ésta es la mía. Y ya que estamos, hace tiempo que te lo quiero preguntar: ¿cuál es la tuya? Yo, viejo, vivo sin anestesia, pero hay algo que te quiero contar. Cuente no más. Hace unos días organicé un allanamiento para reventar un quilombo en la zona norte. Ajá. Bueno, resulta que me los llevé a todos, salvo un par de pescados que tuve que largar. Me quedé dando unas vueltas por la casa para ver qué encontraba. ¿Y qué encontraste? Una mina escondida bajo una mesa. ¿Y? Casi me muero del susto, la mina es igual a Marisa. Ah, entonces estás grave con las alucinaciones. Yo también creí que era una visión. Pero no, es idéntica. ¿Es? Es. Creo que me volví loco. ¿Y qué hiciste? ¿Qué querías que hiciera?, no estaba muy seguro de si era real o el fantasma. Imaginate, no la podía meter presa, tampoco podía tirarla a la calle. Me la llevé a casa. Esto se pone bueno, ¿y? Nada, está allí en este momento. ¿Viviendo con vos? Sí. ¡A la mierda! La otra noche me la cogí, bah, me cogió. ¿Y? No sé, estoy con un despelote en la cabeza que no sé si cagar o darle cuerda al reloj. Te enamoraste. No sé, qué sé yo, no creo, ¿a vos que te parece? Que estás perdido, ¿qué sabés de ella? Esto es lo peor. Ayer averigüé que estuvo metida en una célula del ERP que desbarataron hace poco. ¿Y cómo fue a parar al quilombo? No tengo idea. ¿No le preguntaste? No, es más, no quiero saber. Tenés miedo. Tengo. Te digo, loco, vos estás enamorado. ¿Te parece? No me parece, estoy seguro. ¿Y qué hago? El enamoramiento es una psicosis pasajera, pero el amor es eterno mientras dura. Si fueras un verdadero cagón, saldrías corriendo, pero como no lo sos, no te queda más remedio que apostar, aun cuando sepas que vas a perder. Ahora ya dejé de entenderte. No importa, flaco, la vida te está dando una tregua en brazos de…, ¿cómo decís que se llama? Eva. Eva, bueno, en brazos de ella. Subite a la calesita y tratá de agarrar la sortija, a lo mejor te ganás otra vuelta. Pero está sospechada de andar en la guerrilla. En este momento somos todos sospechosos. Ella anda fugada. ¿Quién sabe que está con vos? Sos el único. Mantenelo así. ¿Y qué hago? Disfrutala mientras dure. ¿Y Marisa? Marisa está muerta, ¿volvió el fantasma? Ahora que lo preguntás, no, desde que vino Eva no volvió a aparecer. Ahora es Eva. Pero vos no te das una idea de cuánto se parecen. Buscale las diferencias, entretenete con eso. La verdad es que te envidio. Hace tanto que una mujer no me mueve un pelo, creo que me sequé. No sé qué decirte. No digas nada. Te la voy a presentar, cuando la veas te vas a caer de culo. Quedate tranquilo. Tengo un montón de cosas para contarte de Biterman, vení, vamos para adentro.
De un tirón, Fuseli destapa el cadáver, que ahora tiene una costura que le parte en dos el esternón.
Al tipo lo mataron en otra parte, y diría que entre siete y nueve horas antes de que lo trajeras. En general la hipostasia se fija entre quince y dieciocho horas después de la muerte, en este caso había depósitos de sangre en varios lugares distintos, señal indudable de que el cuerpo fue movido. Esto es concluyente. Le dieron un tiro con una 9, desde una distancia de entre cincuenta centímetros y un metro. La bala entró por el vientre y siguió un recorrido bastante previsible: atravesó la piel, los planos musculares, el peritoneo, el intestino y terminó alojándose en el páncreas. Aquí está el plomo, lo voy a mandar a balística, pero te digo que el arma y el calibre no tienen nada que ver con las heridas de los otros dos. A éste le tiraron en un ángulo de cuarenta y cinco grados, más o menos, respecto de la línea de los hombros. A los otros los fusilaron en ángulo recto, de frente. De ellos recuperamos tres balas. Les tiraron casi a quemarropa en el lugar donde los encontraron, acá las hipostasias están bien fijas. O sea que murieron en distinto momento. Hay por lo menos diez horas de diferencia. En ambos casos las lesiones interesaron las meninges y la sustancia cerebral, muerte instantánea. Biterman debe de haber vivido algún tiempo después de ser herido. No creo equivocarme si te digo que en esos instantes agredió a su atacante. Fijate en las manos, aquí hay escoriaciones típicas de una lucha, sin embargo no tiene huellas en ninguna otra parte del cuerpo. Esto quiere decir que el otro fue el que la ligó. Tiene algunos golpes, pero como no hay hemorragia, resulta evidente que se los dieron después de muerto, seguramente cuando lo trasladaban de un lugar a otro. Detalle: encontramos restos de piel bajo las uñas, el asesino es 0 negativo. ¿Qué más? En realidad le hicieron un favor al matarlo. ¿Por? El tipo tenía un cáncer de hígado bastante avanzado. En poco tiempo era fiambre igual. Le ahorraron el sufrimiento. Eso no hace menos asesino al asesino. ¿Conclusión? Tus sospechas están en lo cierto. El calibre, el tipo de heridas y los otros indicios prueban que los dos pibes fueron fusilados en el lugar y que Biterman murió en una pelea en otra parte. Tu hombre debe de tener unas cuantas marcas. Otro detalle, a este Biterman lo balearon una vez antes. ¿Cómo? Esto debe de haber sucedido hace muchos años, tiene una vieja herida de arma de fuego en la espalda que le atravesó el pulmón y le pasó a cinco milímetros del corazón. Se salvó de pura suerte. Parece que la suerte se le acabó.
La puerta se abre y un consigna les anuncia la llegada de Horacio. Fuseli vuelve a cubrir el cadáver. Lascano nota que Horacio viene vestido con ropa flamante.
Éste es el doctor Fuseli. ¿Está listo para el reconocimiento? Listo.
Deliberadamente, se han colocado junto a la camilla dejando a Horacio enfrente, para controlar mejor sus reacciones. Fuseli lo distrae, Lascano está atento.
Le advierto, señor Biterman, que lo que va a ver no es agradable. ¿Está preparado? Sí.
Con un ademán, Fuseli descubre el cuerpo. Horacio muestra un instante su estupor. Se tapa la boca con la mano, baja la cabeza y solloza sin mucha convicción. Lascano y Fuseli cruzan una mirada escéptica.
Elías, ¿qué te hicieron? ¿Reconoce el cuerpo de su hermano, Elías Biterman? Sí. Es él. Bueno, muy bien, hay formularios que debe firmar. ¿Cuándo me lo entregan?… Tengo que ocuparme del entierro. Eso depende del juez. Hay estudios que practicar para determinar la hora y lugar de la muerte. Gracias, doctor. Por nada. Lascano, no se me olvide de mi remedio. Tengo unas preguntas que me gustaría hacerle.
El Perro toma a Horacio por el brazo y lo conduce de regreso al patio.
¿Dónde piensa enterrarlo? Él siempre quiso que lo cremaran. Entiendo. ¿No le interesa saber cómo murió? Claro que sí… Es que estoy muy impresionado, todo fue tan repentino… Por supuesto. Dígame, usted es su único heredero, ¿verdad? Bueno, en el caso de que hubiera algo para heredar. Su hermano prestaba, ¿no es cierto? Me imagino que esa actividad podría hacerlo poco simpático para algunos de sus clientes. Elías era muy precavido y nunca prestaba sin garantías. En más de una ocasión me imagino que habrá tenido que ejecutar esas garantías. Supongo que sí. ¿Cómo que supone?, usted debe saberlo, trabajaba con él. Esas cuestiones las manejaba solo. Yo le hacía algunas diligencias. ¿Por ejemplo? Llevar y traer, trámites bancarios, esas cosas. ¿A qué piensa dedicarse ahora? Bueno, es muy pronto para contestarle esa pregunta. Primero tengo que liquidar los asuntos de mi hermano. Luego veré. ¿Podría suministrarme un listado de sus clientes? ¿De todos? Sólo de los que le debían. Me fijaré a ver qué encuentro.
Horacio se retira, Lascano repara en la suela de sus zapatos, están nuevas.