¿Tenés los cheques? Tranquilo, Amancio. Anduvo un cana por acá. ¿Qué quería? Encontraron a Elías. Pero ¿cómo? Yo qué sé. ¿Qué hiciste con el cuerpo? Eso a vos no te importa. Pero lo puse en un lugar más que seguro. Parece que tan seguro no era. ¡La reputa que lo parió! No entiendo qué pudo haber pasado. ¿Qué hacemos? ¡Qué mierda sé yo qué hacemos! Dejame pensar. Tranquilo, loco. Pensá todo lo que quieras. Yo tengo que ir a la Morgue a hacer el reconocimiento. Allí me voy a encontrar con el cana éste. ¿Cómo se llama? Lezama. Lezama, ¿eh? Bueno. Vos no digas nada. Viejo, el fiambre es mi hermano, no puedo quedarme callado. Además, al tipo éste no se le pierde una. Se hace el boludo, pero es un radar que detecta todo. La verdad, me parece que el asunto está empezando a oler a podrido. Callate, no seas cagón. ¿De quién fue la idea de que viniera a apretarlo a tu hermano?, tuya. ¿Quién me dijo que le tenía terror a las armas de fuego?, vos. Y cuando lo encañono, me salta encima como un animal. Me mentiste, hijo de mil putas, sabías lo que iba a pasar y te la jugaste a que terminaba matándolo. Pero, Amancio, te juro que… A mí no me jures nada, ustedes son más falsos que una moneda de plomo. ¡Judas, vos lo entregaste! Pero no, te digo que… Haceme el favor de cerrar la boca, en ustedes no se puede confiar, eso es seguro como que hubo un Cristo, al que ustedes mandaron matar. Pero ¿qué estás diciendo?, acá el único que mató fuiste vos. Y vos tenés la lengua demasiado larga, Caín. A ver, dejame pensar…, a ese Lezama dejalo por mi cuenta que yo lo arreglo. Vos cerrá el pico. Ya te voy a decir lo que hay que hacer. Está bien. Bueno, dame los cheques y lo que firmé en blanco que tengo mucho que hacer. Mirá, estaba pensando en quedarme con los cheques un tiempo más hasta que pase todo este merengue. ¡Vos me los das ahora mismo! Después de ir a la Morgue. ¡Ahora! Después. ¡Mirá, judío de mierda, me das los cheques ya o te mando a hacerle compañía a tu hermanito! Eh, viejo. No te pongas así. Está bien. Acá los tenés. Así está mejor. Vos te quedás calladito y esperás mis instrucciones. ¿Entendido? Entendido.
Amancio enfunda la pistola y sale dando un portazo furioso. Mientras espera el ascensor, la vecina curiosea sigilosamente por la mirilla. Horacio abre la puerta y asoma la cabeza.
Amancio. ¿Qué pasa? Mirá que a las once tengo que estar allá. Vengo o te llamo antes. Te espero.