El muy capullo intentó decir que lo habían encerrado por una puta infracción de tráfico, pero ya sabes cómo son esos cabrones, mienten más que hablan: lo que no van a hacer es decirte que fue por abusar de un puto crío. Los muy cabrones ya se imaginan lo que les pasaría, joder. Pero siempre hay formas de descubrirlos, anda que no. Y a mí la información me la pasó una fuente fiable que te cagas, un colega del carajo. No era cotilleo taleguero y punto. Yo de esa mierda no hago caso pa nada, coño.
Y yo no era el único capullo que pensaba que el tío era chungo que te cagas; cuando le dije al puto capullín Weedgie ese, Albo, que estaba compartiendo celda con un pederasta, me lo contó todo que te cagas y echando leches. Pues sí, en lo que a ese cabrón se refería, no hubo que esforzarse demasiado pa convencer a nadie, joder. A mí eso me dice algo inmediatamente, coño; anda que no, mierda.
Fue fácil. Quedamos con los boquis en que ellos mirarían pa otro lado, porque ellos también odian a los pederastas que te cagas. Así que me meto en la celda de Albo después de cenar, y veo al bicharraco asqueroso ese ahí sentado, leyendo un libro en el puto camastro; el cabrón daba el pego que te cagas. Pero a mí no me tangó, eso os lo digo gratis, joder. Y anda que no lo sabía yo, porque el que me había hablado del cabrón este era Rents, y Rents no se inventaría una puta historia como ésa, no es esa clase de tío.
Así que le digo al cabrón este:
—Conque estás aquí por una infracción de tráfico, ¿no?
Y él levanta la vista y me suelta:
—¿Qué? ¿Qué quieres?…, ¿qué pasa aquí? —y poniendo esa cara que se le queda a la peña que parece que se vayan a poner a cazar moscas con la boca, y deja el puto libro encima del camastro.
Le dejo levantarse y le suelto:
—Mira que meter mano a putos críos, a tu propia hija —y le estrello el coco en los morros. Se comió un guantazo; oigo resquebrajarse el hueso y ese chillido que te imaginas que deben soltar los putos cerdos cuando les cortan el puto cuello en el matadero. En fin, quería perjudicar al cabrón aquel pero bien, rajarle los putos morros y ese puto careto de pederasta, pero sin baldeo lo único que podía hacer era venga a patear esa puta cabeza de pedófilo sin parar, y el cabrón siguió chillando hasta que empezó a soltar gruñidos suaves antes de perder el conocimiento. Me le meé encima, pero luego lo sentí por la puta celda del pobre Albo, así que cuando salí le dije que el cabrón se había meado encima, ¿no?
Conque me quedé más ancho que pancho, joder; había hecho mi buena acción del día dándole a uno de esos cabrones folla-niños una dosis de su propia medicina. Sólo me enteré luego de que el capullo aquel se llamaba Albert McLeod, no Arthur McLeod, que era como se llamaba el cabrón que me había dicho Rents, pero por lo visto el mes pasao lo trincó algún espabilao y lo enviaron al maco de Peterhead por su propio bien.
Así que supongo que sí, en fin, vaya, que me equivoqué de menda, ¿vale? Era un error fácil de cometer, por aquello de que McLeod es un apellido común del carajo y tal. Pero es que el capullo ese al que le metí, a ver, que el muy zumbao también parecía un puto asaltacunas; llevaba lo de pedófilo escrito en la cara. Pero cuando salga le contaré a Rents que inflé a leches al que no era. De todos modos, todo dios se equivoca, pero por lo menos el día de mañana podremos sentarnos todos delante de una puta pinta y echarnos unas buenas risas, ¿no?