Febrero no tardó en llegar al calendario. Las bajas temperaturas aún no habían remitido y los bosques de Hiddenwood estaban cubiertos por montañas de blanquísima nieve. Aunque Goryn le había recomendado que utilizase el espejo para ir a casa de Úter para su lección de la tarde, Elliot prefirió ir caminando y cavilar sobre algo que le rondaba en la cabeza.
Habían transcurrido tres días desde que tomasen el té en casa de Gorgulus Hethlong. No cesaba de pensar en la mentira de Scunter. ¿Por qué había dicho que el pájaro estaba en las habitaciones del alcalde y no en los sótanos? ¿Tendría algo que ver con la desaparición de sus padres?
La hora de caminata no se alargó mucho pese a la nieve. Después de un año en Hiddenwood, conocía bien los caminos que mejor conducían a la vivienda del fantasma. Cuando divisó a lo lejos las volutas de humo que salían por la chimenea, se olvidó de la mentira de Scunter y empezó a imaginarse lo agradable que sería estar junto a un buen fuego. Llamó a la puerta antes de entrar y la voz del fantasma resonó a lo lejos:
—¡Adelante! Está abierto, pasa.
Elliot agradeció no tener que esperar fuera de la casa, pues ya sentía los pies helados. Empujó la puerta y sus ojos brillaron de ilusión.
—¡Sorpresa! —gritaron desde uno de los lados.
Úter había cambiado la decoración de su casa por enésima vez. Volaban globos y confeti por todas partes. Un enorme letrero luminiscente le daba la bienvenida diciendo: «FELIZ CUMPLEAÑOS, ELLIOT TOMCLYDE». A la derecha sonreían todos sus amigos. Allí estaban Eric, Gifu y Merak. Pero también Goryn, Sheila, Héctor, Zaira Abagnar y otros compañeros con los que había estudiado en Hiddenwood. Le sorprendió encontrarse a Eliseum Xicolatis, pues apenas había tratado con él en Hiddenwood; más adelante se enteró de que estaba saliendo con Zaira. Vio a Eloise Fartet, Susan Fosatti, Bastian Terrón, así como a Lucy, Gary e Isaac, amigos de la escuela de Bubbleville (como es natural, Emery Graveyard no había sido invitado). También había asistido la señora Pobedy, quien gustosamente había preparado un montón de tartas para la ocasión: de chocolate, de manzana y crema, de limón, de fresas y nata, tiramisú…
A Elliot se le subieron los colores al ver a tanta gente. Casi había olvidado que era su cumpleaños. Había ido a casa de Úter porque le había pedido que la lección fuera expresamente ese día…
—Por supuesto, hoy no habrá Ilusionismo extra —le dijo poco.después—. Creo que ya estamos rodeados de bastantes ilusiones.
Elliot rió.
Poco después buscó con la vista a Magnus Gardelegen, pero no lo vio. Evidentemente, los miembros del Consejo de los Elementales tenían cosas más importantes que hacer que asistir a una fiesta de cumpleaños.
Sin duda, fue el mejor festejo de cumpleaños de toda su vida. Héctor se interesó mucho por su aprendizaje en Bubbleville ya que estaba pensando realizar allí su intercambio al año siguiente; Eloise enseñó a Pinki a cantar el «Cumpleaños feliz»; Goryn también se acercó para brindarle una cariñosa felicitación.
—¡Las tartas! —gritó al fondo la señora Pobedy, indignada porque nadie parecía interesarse en ellas—. ¡Elliot debe soplar las velas!
—Ya verás —le dijo Eric con entusiasmo—, las diseñó para la fiesta el mismísimo Aureolus Pathfmder.
—¿Pathfmder? —exclamó con incredulidad Elliot—. ¿Estás seguro?
—Completamente —sonrió su amigo antes de pasar al comedor—. A Magnus Gardelegen le hubiese encantado venir. No quería perderse la tarta de galletas con toffee…
—Ya, pero tendrían trabajo.
—Así es —confirmó Eric antes de pasar al comedor. Estaba en penumbra y a duras penas pudo distinguir la hilera de tartas que había colocadas sobre la larga mesa de comedor de Úter. Ahora sí, todos parecían ansiosos por hincarle el diente a tan deliciosos pasteles. Las velas estaban apagadas y Elliot esperó a que alguien prendiese fuego.
—¡Vamos, cariño! —le espetó la señora Pobedy—. ¡No podemos estar todo el día esperando!
—Pero… ¡están apagadas! —le susurró a Eric.
—Claro, ¿qué esperabas? Sopla y se encenderán —le aconsejó su amigo.
Extrañado, sopló tan fuerte como pudo y las velas comenzaron a prender como pequeñas mechas. Las llamas ascendieron con velocidad y pequeños fuegos artificiales hicieron explosión sobre las tartas.
—¡Bravo! ¡Bravo! —se oyó decir a la señora Pobedy por encima de los aplausos de los demás.
Poco después todos estaban degustando un enorme pedazo de pastel. Elliot vio que a Úter se le hacía la boca agua en uno de los rincones y se fue hasta él.
—Muchas gracias, Úter —le dijo sinceramente Elliot.
—Dos años sin fiesta de cumpleaños iban a ser demasiados, ¿no crees?
—No tenías por qué haberlo hecho, de verdad.
—Mi buen amigo Elliot, ¡esto es lo menos que te mereces! ¡Gracias a ti, ya no soy el fantasma ermitaño de antaño!
—Te ha salido una bonita rima…
Úter sonrió.
—¿Qué tal os fue con el alcalde Hethlong? Se comportaría bien el duende, ¿no? No se le puede dejar solo ni un instante.
—Sí, sí, estupendamente —dijo el muchacho antes de explicarle la anécdota que sucedió con Pinki y Scunter.
—El alcalde Hethlong, por lo que tengo entendido, es una persona respetada y muy trabajadora —comentó Úter—. Es un gran conocedor del elemento Agua —apuntó mientras se servía una copa de ponche imaginario que había preparado para la ocasión—. En cuanto a ese tal Scunter, no lo conozco. Probablemente cuando bajó al sótano ya había encontrado a Pinki. Es posible que se le hubiese vuelto a escapar tras encontrarlo en la planta de arriba…
—Desde luego Pinki es muy revoltoso —añadió Gifu uniéndose a la conversación, mientras el loro revoloteaba sin cesar sobre su cabeza.
—No sé, Elliot. Podría ser cualquier cosa —dijo Úter dando por zanjado el asunto—. ¿Qué tal vas con la revisión de Naturaleza? Goryn no te deja saltar ni una lección, ¿eh?
Elliot no se había quedado del todo tranquilo con la explicación que le había dado el fantasma y, aunque con cierta desgana, contestó a su pregunta.
—Me tiene bastante atareado, es cierto. Todas las semanas me lleva a un paraje distinto. La semana pasada estuvimos estudiando en la selva amazónica; tiene tantísima vegetación que tendremos que volver en un par de ocasiones más.
Úter asintió y le fue preguntando por el resto de asignaturas. Al llegar a la de Acuahechizos, Eric saltó entusiasmado:
—¡Ya he conseguido formular el encantamiento Escudo-Protectorl —dijo orgulloso de sí mismo—. Por fin he conseguido un escudo lo suficientemente formado para que pueda seguirme durante siete minutos cuando camino.
—Además, mi encantamiento cobra una forma diferente a la de mis compañeros. ¡Parece un arbusto con patas!
El comentario de Eric arrancó unas carcajadas de sus amigos.
—No es de extrañar, jovencito —comentó Úter—. No olvides que eres un hechicero del elemento Tierra…
Elliot apartó la mirada a un lado, en la dirección en que se encontraba Sheila. Había estado muy ocupado toda la fiesta; tanto que hasta el momento no había encontrado ocasión de acercarse a Sheila. Cuando por fin pudo hacerlo, era un poco tarde y había gente que ya se había marchado.
—Menuda fiesta de cumpleaños te ha preparado tu amigo el fantasma —le dijo ella al verlo.
—Se llama Úter —informó Elliot, tratando de no parecer maleducado.
—Cuentan que es un gran ilusionista… y doy fe de ello.
—Sí, lo es. He aprendido muchísimo con él. Además, siempre ha sido de gran utilidad en nuestras… —Elliot se calló de pronto. A todos los efectos, se suponía que nadie estaba al tanto de su escapada de Navidad.
—¿Aventuras? —completó Sheila, mientras Elliot alzaba las cejas, sorprendido—. Fue muy noble por tu parte ir en busca de tus padres las pasadas Navidades…
—¿Có… cómo lo sabes?
—Mi padre conoce a Gorgulus Hethlong —aclaró Sheila, con mirada picarona—. Ya sabes, el alcalde de Bubbleville. Están con todos los preparativos para la final de polo acuático que, dicho sea de paso, tengo muchas ganas de ir a ver. En una de sus reuniones, el alcalde le dijo a mi padre que habíais salido victoriosos de una nueva aventura.
—Comprendo.
—Ya sabes, los rumores vuelan. No sé cómo habrá llegado a enterarse Emery, pero últimamente se pasa el día protestando por los favoritismos que tienen contigo.
—Esa sanguijuela…
—Lo mejor es que no le hagas caso —recomendó la muchacha—. Pasa de él. Sólo te tiene envidia…
—¿Tú crees? —preguntó Elliot alzando la vista.
—Claro… Anda, cuéntame lo del Deep Quest. Quiero oírlo de tu boca…
Elliot añadió algún que otro «detalle» a la historia que le fue relatando a Sheila. Sorprendentemente, el número de guardianes de las cuevas se había incrementado ostensiblemente, el tamaño del tiburón soñoliento gigante casi había duplicado su tamaño (al igual que en los relatos de Gifu), se habían enfrentado a una horda de sirenas y habían surgido unas cuantas complicaciones extra en el desarrollo del viaje de vuelta.
Cuando terminó, apenas si quedaban invitados en la casita de Úter. Qué rápido pasa el tiempo cuando uno lo disfruta.
—¡Es increíble! Bueno, he de irme —se apresuró a decir Sheila mirando su reloj—. Espero que nos veamos otro día.
—Yo también lo espero.
—Y… ¡feliz cumpleaños!
La fiesta no se prolongó mucho más. Los últimos en marcharse fueron los cuatro amigos, que se ofrecieron a ayudar a Úter en las tareas de limpieza. Pese a que el fantasma no quería, entre todos dejaron la casa limpia y ordenada en un periquete.
Cuando regresaron a la escuela de Hiddenwood, ni Eric ni Elliot tenían ganas de cenar. Estaban tan empachados de tartas y dulces que se fueron directamente a sus dormitorios a descansar. Al fin y al cabo, al día siguiente tenían clase…