28 de mayo de 1838
En estas páginas he recreado muchas veces el peso de mi culpa. En los momentos en que me sentía consumida por ella no veía ningún futuro ni posibilidad de tenerlo; un calvario que sufrí durante años, hasta que encontré a la persona que me ayudó a desprenderme de él. Sé que habrá ratos en los que vuelva a padecerlo, pero por primera vez desde que ocurrió, sé que sentirme culpable no ayudará a ninguno de los que he perdido.
Darius me salvó de mí misma, de eso estoy segura. Sin su amor ni siquiera hubiera respirado hasta el día presente, mi corazón no palpitaría dentro de mi pecho.
Hay una gran belleza en entregarse a otra persona sin condiciones poniéndonos en sus manos. Mi Darius me enseñó esta lección. Desde el principio pudo ver en mi interior. Creo que es la única persona que logró ver dentro de mi alma. Un raro regalo que me ha sido devuelto: mi vida.
Él me dio a nuestro precioso Jonathan y también me ofreció la serenidad necesaria para dejar partir a mi J. Ahora sé que J. está en un lugar tranquilo, más allá de esta tierra nuestra; es solo una mota de polvo flotando en el mar del tiempo. En las horas más oscuras de mi existencia, Darius ha sido mi luz. Mi amante, capaz de ver dentro de mi alma atormentada y liberarme.
Puse en el suelo el diario y eché un vistazo a la angelical sirena que miraba al mar. Brynne la adoró desde el primer momento en que la vio. El diseño era inusual y llamativo, pero ahora conocíamos la historia que se ocultaba detrás; era mucho más que un pedazo de piedra esculpida decorando el muro del jardín.
Había leído este pasaje en particular muchas veces, lo sabía casi de memoria. Se trataba de pensamientos privados escritos por una mujer que vivió hace doscientos años. Un diario que encontró Brynne en un cajón secreto del viejo escritorio de su despacho. Lo leí cuando me lo mostró, por supuesto. Suponía una novedosa curiosidad; un vislumbre de cómo era la vida diaria hace mucho tiempo en la misma casa donde nosotros vivimos ahora. Sin embargo, esta anotación en particular me afectó más que cualquier otra. Era importante.
Siempre, desde la primera vez que leí aquel diario, creí que el nombre de Darius podía ser cambiado por el de Brynne, y lo consideré un hecho indiscutible.
«En las horas más oscuras de mi existencia Brynne ha sido mi luz. Mi amante, capaz de ver dentro de mi alma atormentada y liberarme».
FIN