Capítulo

10

19 de octubre

Escocia

Brynne y yo estábamos vestidos para una boda, pero en esta ocasión no éramos los novios, ese honor recaía hoy en Neil y Elaina. Eso, si Neil no caía fulminado por la ansiedad antes de poder pronunciar los votos.

—Acabarás haciendo un surco en este antiguo suelo de piedra si no dejas de pasearte como un lunático. ¿Qué es lo próximo? ¿Sentarte en la esquina para empezar a moverte adelante y atrás como un loco? A ver si te tranquilizas. —No podía evitar tomarle el pelo, la oportunidad de desquitarme era demasiado tentadora para dejarla pasar.

Neil me lanzó una mirada fulminante y siguió paseándose.

—Para ti es fácil decirlo, ahora que ya estás casado. Recuerdo el estado en el que estabas antes de pronunciar las palabras mágicas. Hubieras fumado los cigarrillos de tres en tres si no te los hubiéramos escondido donde no los pudieras encontrar.

Sacudí la cabeza. Así que eso era lo que había ocurrido con mi tabaco.

«¡Menudos capullos!».

—Mira, chaval, todo pasará muy rápido. Comienzas a preocuparme.

Neil se detuvo de repente.

—Me estoy mareando —graznó—. Necesito un vaso de agua.

—Creo que lo que realmente necesitas para estar bien es una botella de buen whisky escocés.

Asintió con la cabeza y respiró hondo varias veces.

—¿Qué hora es?

—Aproximadamente dos minutos más tarde que la última vez que me preguntaste. —Aquel pobre cabrón comenzaba a darme pena. Era una ruina de hombre. Así que me acerqué y le propiné una fuerte palmada en la espalda, fruto del amor fraternal y de cierta dosis de diversión—. Vi a Elaina ya preparada con el vestido cuando eché un vistazo en la sacristía, donde están esperando las chicas. —Lo cierto es que no la había visto, pero él no tenía por qué saberlo. Sin embargo, a la que sí había podido contemplar era a Brynne, con su vestido azul claro. Estaba deliciosa. La vi cuando fui a asegurarme de que estaba bien, porque aquella mañana se había despertado con dolor de cabeza.

Neil comenzó entonces una avalancha de preguntas demasiado desesperadas como para esperar alguna respuesta, que todo fuera dicho tendría que inventarme, pero no creo que ese fuera el momento de ser sincero; mi misión era llevarlo hasta el altar sereno y consciente, y que no se desmayara.

—¿La has visto? ¿Cómo está? ¿Parece nerviosa? ¿Parece preocupada sobre…?

Mentí, por supuesto, no me resultó difícil. Elaina estaría tan guapa como siempre.

—Estaba preciosa, y apenas parecía capaz de contener la impaciencia por estar casada contigo, a pesar de que te comportes como un orangután. ¿Tengo que darte un tranquilizante o algo?

Mi comentario resolvió el problema porque se enderezó y carraspeó.

—Te lo recordaré cuando Brynne esté dando a luz y tú te encuentres a punto de desmayarte. No te preocupes, entonces seré yo quien te ofrezca tranquilizantes.

«¡Bien, joder! Tiene razón».

Me negué a pensar en el parto de Brynne en ese momento. Si dejaba que mi mente fuera por ese camino, acabaría desmayándome. Estoy seguro de que mi expresión se parecía mucho a la de Simba cuando quiere krill; boquiabierta en busca de aire. Neil esbozó una burlona sonrisa y sacudió la cabeza. Eché un vistazo al reloj y decidí confesar la cruda verdad. Era mi mejor amigo y merecía saber lo que se le avecinaba. Sobreviviría, como todos los demás.

—Bien, voy a ser sincero. La ceremonia es un jodido estrés lleno de memeces y no puedo decirte lo contrario. ¿Lo bueno? Dentro de cinco horas podrás largarte para disfrutar de la noche de bodas, y eso es cojonudo. —Moví la mano en el aire imitando a un avión surcando el cielo.

Neil me miró como si fuera demasiado idiota para coger aire. Encogí los hombros y los dos soltamos una carcajada como si comprendiéramos al unísono lo ridículo que era todo aquello, lo que sirvió para aliviar la tensión. Parecía más tranquilo y ese era el propósito de mi confesión. Neil estaría bien. No conocía a nadie más fuerte o leal que él. Y esas eran las razones de que fuera mi socio y confidente. Iba a casarse con su chica tras años y años esperándola, y yo era feliz por poder presenciarlo. Me sentía honrado de acompañar a mi amigo el día de su boda.

Sonó un golpe en la puerta y asomó la cabeza la madre de Elaina.

—¿Puedo pasar un momento?

—Os dejo solos un rato, Neil —me excusé, y dejé a mi amigo con su futura suegra. Había tenido suerte con ella. Caroline Morrison era una mujer muy dulce, una madre entregada. Todo lo contrario a mi propia suegra, pensé al tiempo que hacía una mueca de disgusto.

«Esa debe ser una experiencia agradable».

Al salir volví a mirar otra vez el Rolex. Tenía el tiempo justo para fumar un cigarrillo antes de que empezara la ceremonia.

El asombroso y escabroso paisaje encajaba con la ruda realidad de la edificación. La finca que Neil tenía en Escocia era toda una propiedad en el campo. Me detuve debajo de un árbol cargado de flores y encendí el cigarrillo de clavo. La decisión de seguir algún tipo de tratamiento para mis problemas había aminorado la ansiedad que provocaban esos sueños, y eso era algo que debía agradecerle a Brynne, y solo a ella. ¿Hasta cuándo seguirían ayudándome los cigarrillos de clavo? No lo sabía. Paso a paso, me dije a mí mismo.

—¿Ethan?

Me giré para toparme con alguien que no pensaba volver a ver. Me dio un vuelco el corazón y por un momento me dio la impresión de que no podía respirar. Supuse que el pasado aparecía en el momento más inoportuno.

—Sarah… —Mi voz se quebró al pronunciar su nombre mientras la miraba después de tanto tiempo. Seguía igual de guapa que siempre; no parecía haber envejecido nada. La sonrisa que me brindó me hizo sentir cosas que no quería examinar.

«No me sonrías así, Sarah. No lo merezco».

Cuando me abrazó, cerré los ojos, horrorizado por lo que sentía y por las ironías del destino, que la habían puesto otra vez en mi camino.

break

—¿Estás bien? —me preguntó Brynne con suavidad mientras me miraba con preocupación.

«No demasiado».

—Sí, ¿por qué lo preguntas?

Ella se encogió de hombros y movió el tenedor por el plato, desplazando la comida sin probar un bocado.

—Parecías preocupado durante la ceremonia, e incluso ahora —explicó muy seria.

«¡Contrólate!».

—No, cariño. —Le rodeé el cuello con la mano y la atraje para besarla en la coronilla—. ¿Todavía te duele la cabeza?

Ella asintió y noté el movimiento contra la mandíbula. Le froté la nuca, apretando la yema de los dedos en los puntos de presión.

—Mmm… eso me ayuda —gimió, moviendo las cervicales bajo mi mano para que pudiera acceder a los nudos.

—Bien. Quiero que te relajes para…

—Ethan, no me has presentado a tu mujer —nos interrumpió Sarah desde atrás, con una expresión agradable que era solo una máscara educada.

«¡Joder!».

break

«¡Y empezó el espectáculo!».

Sí, sin duda, Sarah había apostado hoy por el martirio. Como si se lanzara a las vías antes de que el tren pasara. Intenté no pensar en sus motivos, pero no fui capaz. ¿Quería conocer a Brynne… a mi mujer? ¿Quería saberlo todo sobre nuestra lujosa boda y nuestra luna de miel? ¿Le alegraba saber que íbamos a tener un bebé? ¿Le parecía divertido que no quisiéramos saber si era un niño o una niña? ¿Quería felicitarme por lo bien que me iba con Seguridad Internacional Blackstone?

¿Por qué? ¿Cómo podía soportarlo? Yo no podría. Me sentí jodido.

Pero allí no podía ocultarme en ningún lugar, salvo en el fondo de una pinta. O de varias. De hecho, calculé que era lo mejor que podía hacer, dada la situación.

Estaba en la boda de un antiguo militar con mi mujer embarazada al lado…

Cabrearse acabaría con ese espíritu agradable y feliz que se requería para celebrar una boda. O quizá no…

Resultó una bendición que Brynne no estuviera lo suficientemente bien como fijarse en lo que ocurría; así no pudo imaginar qué era lo que me estaba sacando de quicio.

Pensé que había gestionado muy bien la sorpresa que supuso la aparición de Sarah, dado que no había tenido tiempo para prepararme y no esperaba encontrármela en la boda de mi amigo frente a tanta gente. Y menos con Brynne a mi lado, pletórica y disfrutando del momento. No era justo, no.

«No pienses eso. No es justo para nadie. Al menos no lo es para Sarah… ni, sin duda, para Mike».

Había estado demasiado perturbado durante la ceremonia para pensar en lo que Brynne podía notar. Mi chica podía leer en mí como en un libro abierto, pero no necesitaba esta preocupación añadida a sus propios problemas. No iba a permitirlo.

Seguí pensando que podía superarlo hasta que Sarah se acercó a mí mientras pedía un poco de agua helada para Brynne. Me dijo que tenía que marcharse… con los ojos llenos de lágrimas. Dijo que había pensado que podría quedarse, por Neil, pero que después de habernos visto, le resultaba demasiado duro. Mucho más de lo que podía resistir. Era demasiado doloroso, así que tenía que marcharse.

Entonces empecé a beber.

—¿Cómo va tu dolor de cabeza? —me preguntó Gaby.

—Por desgracia para mi cabeza, no quiere abandonarme —repuse con sarcasmo—. Es una de las cosas menos agradables del embarazo. Eso y que no pueda tomar nada contra ello. —Alcé el vaso frío y lo apreté contra la sien.

—Por si te sirve de consuelo, estás preciosa —replicó al tiempo que alisaba la falda de chiflón de su vestido de dama de honor—. Y tienes un nuevo modelito que añadir a tu colección de vestidos preciosos. —Se encogió de hombros—. Yo estoy haciéndome con todo un surtido. —Elaina nos había pedido a las dos que fuéramos sus damas de honor, por lo que era la segunda vez que Gaby interpretaba el mismo papel en tan solo siete semanas. Primero en mi boda y ahora en la de Elaina; debía sentir que se ahogaba en un mar de amor sin fin, rezando para que la rescataran.

—Estoy segura de que desearías estar en otro lugar, ¿verdad?

—Claro que no. Me siento encantada de estar aquí, Bree —aseguró al tiempo que me lanzaba una mirada que confirmaba las palabras que acababa de decir. Pero yo conocía a mi amiga y poseía la información que explicaba por qué eso podía ser muy difícil para ella.

—Eres una mentirosa muy guapa, cariño. —Le di una palmadita en la mano—. No te preocupes, Elaina te agradece mucho que estés aquí.

—No, no miento —insistió ella tercamente, mientras tomaba un sorbo de un combinado que tenía un aspecto maravilloso y que yo no podía ni probar—. No quiero estar en otro lugar que en la boda de Elaina.

Me reí; me hacía gracia que Gaby nunca quisiera admitir su belleza. Gabrielle Hargreave era una mujer preciosa, con el pelo caoba, los ojos verdes y un cuerpo para el pecado, aunque ella no parecía darse cuenta. Los hombres se tiraban a sus pies todo el tiempo… Allí mismo atraía todas las miradas masculinas. De hecho, el primo de Ethan, Ivan, era uno de ellos.

—Por cierto, ¿qué rollo te traes con Ivan? —Eché un vistazo al bar, donde Ethan charlaba con su primo mientras tomaban unas cervezas. Demasiadas cervezas, diría yo. Parecía que mi marido iba a emborracharse en esa celebración. Queríamos asistir a esa boda, igual que Elaina y Neil habían querido estar en la nuestra. Supongo que estaba relajándose un poco, y se lo merecía. Durante la ceremonia lo había notado muy tenso. Me pregunté por qué. Era un momento feliz; su mejor amigo acababa de casarse con la chica de la que llevaba años enamorado. El comportamiento de Ethan no tenía demasiado sentido, ni siquiera tratándose de él.

—¿A qué te refieres? —Gaby entrecerró los ojos y también miró hacia donde se habían parapetado Ethan e Ivan. Me di cuenta de que Ivan le sostenía la mirada en el mismo momento en que ella miró hacia el bar—. Evidentemente estuvimos juntos en vuestra boda, dado que éramos la dama de honor y el padrino. No nos quedó más remedio que estar juntos.

—Así que no os quedó más remedio… ¿verdad? Ivan es un encanto y está buenísimo, ¿por qué no ibas a querer estar con él? —Noté al instante que había gato encerrado en aquella explicación tan poco convincente. Y además, la conocía bien, era mi mejor amiga. No había olvidado lo que Ethan me contó sobre la Gala Mallerton cuando comenzó a sonar la alarma y todo el mundo tuvo que salir precipitadamente del edificio. Ethan los había visto salir por separado a través de la misma puerta, en un corto intervalo de tiempo, luciendo un aspecto totalmente desarreglado; como si hubieran estado haciendo algo. Ethan también conocía el tipo de mujer que atraía a su primo y me había dicho más de una vez que Gaby estaba incluida en ese grupo.

—Bueno, creo que él… Que él es… mmm… Ivan es un hombre interesante. —Retorció la servilleta de papel en torno a un palillo de dientes—. Me estuvo hablando de los Mallerton que tiene en su hacienda en Irlanda. Quiere que regrese allí y catalogue la colección.

«¡Oh, ahí estaba!». La destrucción de aquella pobre servilleta, los balbuceos, el sonrojo que cubría sus mejillas… Todo indicaba que Ethan tenía razón en sus suposiciones.

—¿Qué regreses allí? —pregunté.

—¿Mmm? —su aire inocente no me engañó ni pizca.

—Has dicho «quiere que regrese allí» como si ya hubieras estado en su propiedad en Irlanda. —La miré ladeando la cabeza—. Gaby, ¿has ido a ver los Mallerton de Ivan y no se lo has contado a tu mejor amiga?

—Mmm… sí. Paul Langley me envió allí a hacer un breve inventario. —Meneó la cabeza—. Sin embargo, no pude quedarme. El momento era… malo para mí. —Tomó otro sorbo de la bebida y bajó la vista, evitando cualquier contacto visual.

—Bien, quizá encuentres un momento mejor. Me apuesto lo que quieras a que todas esas pinturas son tan magníficas como mi Lady Percival. —Decidí dejar el interrogatorio por el momento. Podía darme cuenta de que no iba a decirme nada más y no quería presionarla haciéndola recordar cosas malas que necesitaba olvidar.

—Sí. Espero que sí. —Alzó los ojos y me preguntó—: ¿Cómo piensas manejar tu nuevo estatus político?

«Cambia a un tema más agradable, Gaby». Era mi turno de evitar la conversación.

—Intento no pensar en ello —mentí—. Los dos tuvimos que interpretar un papel, y lo hicimos. Ahora solo quiero seguir adelante y dejar el pasado atrás, ¿sabes?

—Lo sé, amiga mía. —Me apretó la mano en un gesto de cariño antes de buscar con la mirada a Benny, que estaba encargándose de las fotos de la boda.

break

—¿Puedo acompañarte? —me preguntó una voz sedosa al oído.

Dillon Carringon estaba allí, tal y como había prometido cuando le conocí en Italia. Era uno de los padrinos de Neil, y todas las mujeres se desmayaban a su paso. Imaginé que él estaba acostumbrado a que ocurriera tal cosa al ser un famoso piloto de la Fórmula Uno y todo eso. Aquella atractiva presencia morena le ayudaba también. Sin duda era un hombre impresionante, y él lo sabía.

—Claro, si estar con una chica embarazada irritada por la falta de vino es lo que te va. —Le guiñé un ojo.

Él se rio y acercó una silla.

—Bueno, sigues siendo un bombón, estés embarazada o no, incluso aunque la falta de vino te haya hecho estar irritada. ¿Quieres que te traiga algo?

Negué con la cabeza y sonreí.

—No, gracias, estoy bien. Me gustar estar sentada y observar a la gente. Es mi actividad favorita.

—¿De veras? Sé que a la gente le gusta verte en las fotos.

¿Estaba coqueteando conmigo? Y si era así, ¿por qué, cuando podía obtener la atención de cualquiera de las mujeres de la fiesta?

—¿Has visto mis fotos, Dillon?

Él frunció la boca como si estuviera tratando de contener una sonrisa.

—Sí, Brynne, las he visto. —Ladeó la cabeza—. Las apruebo incondicionalmente.

Resoplé antes de sonreír.

—Ethan no.

Él asintió con la cabeza inclinada como si estuviera considerando la cuestión.

—Creo que entiendo por qué. Ethan es un hombre con inclinaciones territoriales. Es necesario en su profesión y, sencillamente, te ha retirado de circulación… Bueno, es lo que supongo.

—Bien, es lo que creo yo también. —Respiré hondo e intenté ponerme en la piel de Ethan. ¿Y si él fuera modelo y las mujeres babearan al verle desnudo en las fotos? No me gustaría. De hecho, lo odiaría. Decidí que necesitaba cambiar el rumbo de mis pensamientos.

—¿Dónde está tu novia, Dillon? ¿Cómo es que no estás bailando con ella?

—¿Te refieres a Gwen? No es mi novia, es solo mi rollo este fin de semana. —Me brindó una sonrisa pícara que me dijo más de lo que quería saber sobre la habilidad sexual de Dillon Carrington con las mujeres. Tenía la palabra PROBLEMA tatuada en la frente, y Ethan tenía razón cuando dijo que Dillon solo tenía rollos—. Y no estoy bailando con ella porque ahora mismo está haciéndolo con tu marido.

break

Dillon se rio de mi reacción. Ethan estaba realmente bailando con el rollo de Dillon, Gwen, la de las piernas largas, que se veía encantada de lo que estaba haciendo. Él parecía borracho.

«Oh, oh, Gwen, no me caes nada bien».

—Iba a pedirte que bailaras conmigo, pero cuando me acerqué me dio la impresión de que quizá no encararas con optimismo y confianza dar unas vueltas por la pista, y no podría asimilar un posible rechazo. —Sus ojos color ámbar brillaron de una manera no demasiado apropiada.

Con la decisión tomada, lancé a Ethan una mirada de soslayo y me alisé el vestido.

—Dillon, me encantaría bailar contigo.

La habilidad de Dillon era tan grande que me hizo sentir bien allí en la pista. Fue muy divertido. Cuando me hizo girar, la falda se convirtió en una ardiente ola y me encantó. Me sentí hermosa y deseable por primera vez ese día, en lugar de solo la torpe dama de honor que observaba cómo se divertían todos los demás mientras reposaba sobre mi culo en crecimiento.

Cuando comenzó a sonar Bloodstream de Stateless, le di a Dillon las gracias y busqué a Ethan. Era una de mis canciones y me recordaba mucho lo que sentía por Ethan.

Pienso que podría haberte inhalado.

Te has colado en mi sangre.

Puedo sentirte detrás de mis párpados, fluyendo en mi interior.

Bailar aquella canción en particular con otro hombre que no fuera el mío estaba fuera de cuestión. Pero ni siquiera estaba bailando con Gwen. ¿Dónde demonios se había metido? Mi marido tenía que bailar conmigo en esta boda, no con alguna mujer desconocida, delgada y hermosa…

«Mi cuerpo está cambiando con demasiada rapidez».

Francamente, comencé a enfadarme. Ethan me había abandonado para beber en el bar con sus amigotes y luego se había puesto a bailar con otra mujer. No me gustaba sentirme así y, por primera vez desde que conocía a Ethan, pensé que estaba evitándome. Pero ¿por qué? Por la mañana estábamos genial, y más tarde… Antes de la ceremonia había venido a preguntarme qué tal estaba, preocupado por mi dolor de cabeza. Se había mostrado atento, servicial… como siempre conmigo. Pero después de la ceremonia comenzó a parecer más distante y se había marchado con Ivan y el hermano de Elaina, Ian, para practicar los típicos rituales masculinos. ¿Sería posible que todos los votos matrimoniales y las floridas declaraciones de amor le hubieran cansado?

Bueno, fue él quien insistió en casarse, me recordé a mí misma. Jamás le había exigido un anillo. Fue Ethan quien había dicho aquella ridiculez de «quiero hacer lo correcto». Si tenía dudas sobre las nuevas ataduras, entonces era un maldito retrasado por resolverlo así.

¿A qué estaba jugando Ethan en este momento? Estaba comportándose como un gilipollas. Y provocando una amarga sensación en su embarazada e irritable esposa.

Besé a los novios y me disculpé con Gaby y Ben con el dolor de cabeza, asegurándoles que les vería por la mañana para el brunch. Ahora mismo solo quería dormir. Crear a un pequeño ser humano requería muchas más horas de sueño de lo habitual. Mientras me dirigía a las escaleras, me permití el placer de tener una pequeña rabieta —mental, por supuesto— por lo poco romántica que había sido esa velada para mí. Estaba enfadada; muy, muy enfadada.

Elegí irme a dormir en vez de ir a buscar a Ethan dondequiera que se hubiera metido para ocultarse de mí. Había tenido la misma impresión durante toda la noche. Cuando llegué a nuestra habitación me puse un cómodo camisón y me acomodé en la solitaria cama. Me sentía desolada y me pregunté cuándo se dignaría a venir. Sabía que tarde o temprano lo haría.

Así eran las cosas entre nosotros. Confiaba en él aunque se comportara como un imbécil. Sabía a lo que se enfrentaba conmigo. La honradez y la confianza lo eran todo, o lo que nos mantenía unidos desaparecería.

El sexo, por muy bueno que fuera, no era amor.

Para mí amarse suponía devoción sincera y lealtad.

Si Ethan llegaba a engañarme alguna vez, le echaría de mi vida y no miraría atrás. Yo lo sabía y él también.