Epílogo

Hubo un tiempo en que te imaginabas tu despedida del instituto con un final de cuento de hadas. Las inocentes bagatelas te seducían con tanta facilidad. Sucumbías tan rápidamente a los agentes de las tinieblas, mientras masticabas tu Juicy Fruit en la creencia de que te encontrabas en la cima del mundo.

Pasaron casi una semana buscando el cuerpo de Natalie Hargrove, y el mismo tiempo dedicó Dotty Perch a rezar por el alma de su hija. Agotó caja tras caja de pañuelos de papel, flanqueada por Darla y Dick, en el sofá de la hacienda de estilo mexicano a la orilla del lago. Dick le peinaba el cabello con los dedos, le preparaba la cuarta taza de café descafeinado con sabor a avellana. Nunca conseguiría borrar lo que le había ocurrido a la única hija de Dotty. El mal estaba hecho. La batalla, ganada y perdida. Pero por fin ella contaba con alguien que la cuidara, y con una casa construida a partir de toda una vida de codicia. Finalmente encontraría la felicidad. A ti te ocurriría lo mismo, en su lugar.

Doble D era otra historia. Trataba la antigua taquilla de Natalie como su muro de las lamentaciones particular. Con sus dedos rechonchos arrancaba el cartel pegado con celo sobre la puerta roja.

El cartel rezaba: «Kate Richards, de dama de compañía a princesa. Descubre a la nueva estrella del Palmetto».

Dado que el hueco que había dejado Natalie Hargrove lo había ocupado con tanta facilidad Kate Richards, se podría haber esperado ver a la nueva estrella del brazo de un príncipe apellidado King. Pero nadie del Palmetto había visto a Mike, o había tenido noticias de él desde el trágico accidente de Natalie. Quizá, después de todo, alguien había utilizado cierto billete de ida a Nueva York…

De vuelta al Palmetto, el agente Parker llevó a cabo un descubrimiento personal. El poli por fin se había decidido a vaciar la taquilla de Justin Balmer. En el interior, encontró un casco de fútbol americano, calcetines, calzoncillos ajustados. Y un estuche de cremallera.

Dentro del estuche, había un montón de fotografías.

De Natalie Hargrove.

Natalie, sirviendo limonada en la fiesta para recaudar fondos de tercero de secundaria.

Natalie, junto al asta de la bandera; se reía y echaba la cabeza hacia atrás, y el sol relucía en su melena larga y oscura.

Natalie y su vestido lila de pedrería, que brillaba bajo la bola de nieve gigante en la fiesta de gala del curso anterior.

Y muchas más fotos de Nat que abarcaban los cuatro años que ambos llevaban en el Palmetto.

Prueba de que J. B. guardaba secretos que nadie sabía; enterraba verdades tras sus ojos verde esmeralda. Prueba de que las cosas no siempre son lo que parecen.

Hubo un tiempo cuando imaginabas que podías ser quien te propusieras. Que podías conseguir que el chico adecuado te amara y te rescatara de tu destino. Que podías engañar a todos y olvidarte de tu pasado.

Cuánto te esforzaste por conseguir todo lo que querías.

Con qué crueldad el destino, al final, te traicionó.