Agradecimientos

Quiero dar las gracias a todas las personas que, ofreciéndome generosamente su pericia, han hecho posible este libro. En primer lugar, a Neville Quie, de Citi, que me hizo muchas sugerencias y me presentó a personas muy interesantes, y a Cameron Small, que me ayudó con extrema paciencia a moverme por el laberinto de ventas en corto y puts out-of-the-money; a Charles Scott, ex empleado de Morgan Stanley, que leyó el manuscrito y me presentó a Andre Stern de Oxford Asset Management, Eli Lederman, ex director ejecutivo de Turquoise, y a David Keetly y John Mansell de Polar Capital Alva Fund, quienes me transmitieron información muy útil; a Leda Braga, Mike Platt, Pawel Lewicki y al equipo algorítmico de Blue-Crest por su hospitalidad y por dejarme pasar un día viéndolos trabajar; a Christian Holzer por sus consejos acerca del VIX; a Lucie Chaumeton por comprobar los datos; a Philippe Jabre, de Jabre Capital Partners SA, por compartir conmigo su conocimiento de los mercados financieros; al doctor Ian Bird, director del Large Hadron Collider Computing Grid Project, por las dos visitas guiadas por el CERN en los años noventa; a Ariane Koek, James Gillies, Christine Sutton y Barbara Warmbein de la oficina de prensa del CERN; al doctor Bryan Lynn, un físico que trabajó en Merrill Lynch y en el CERN y que me describió sus experiencias en esos dos mundos tan diferentes; a Jean-Philippe Brandt de la jefatura de policía de Ginebra por llevarme por la ciudad y contestar mis preguntas sobre los procedimientos policiales; al doctor Stephen Golding, radiólogo del hospital John Radcliffe de Oxford, por aconsejarme sobre escáneres cerebrales y ponerme en contacto con el profesor Christoph Becker y la doctora Minerva Becker, que a su vez me hicieron una visita guiada por el departamento de radiología del Hospital Universitario de Ginebra. Ninguno de ellos, por supuesto, es responsable de los errores, las opiniones descabelladas y las fantasías góticas que pueda contener esta novela.

Por último, mi especial agradecimiento a Angela Palmer, quien me prestó desinteresadamente el concepto de sus asombrosas obras de arte y me permitió atribuírselas a Gabrielle Hoffmann (los originales pueden verse en angelaspalmer.com), y también a Paul Greengrass, por sus sabios consejos, su amistad y por compartir conmigo tantos «puntos de reprovisión de liquidez».

ROBERT HARRIS,

11 de julio de 2011