Los tres hombres recibieron en silencio la afirmación de Clarissa. Sir Rowland movió la cabeza con gesto serio, Hugo siguió mirándola perplejo y Jeremy se limitó a alzar los hombros, como renunciando a toda esperanza de comprender la situación.
—Esta tarde va a pasar algo muy importante —prosiguió Clarissa—. Henry ha ido a encontrarse con… con una persona a la que va a traer aquí. Es algo importantísimo y confidencial. Un secreto político. No tiene que saberse, no puede haber ninguna publicidad.
—¿Henry ha ido a encontrarse con el señor Jones? —preguntó sir Rowland, dudoso.
—Es un nombre estúpido, estoy de acuerdo, pero así es como le llaman. No puedo revelar su nombre auténtico ni decir nada más. Le prometí a Henry que guardaría el secreto. Pero tengo que demostraros que… —se volvió hacia Hugo— que no estoy haciendo el tonto ni actuando, como Hugo dice —Luego miró a sir Rowland—. ¿Qué consecuencias sufriría la carrera de Henry si entra aquí con esa persona distinguida (además de que otra persona muy distinguida viene desde Londres a esta reunión) y se encuentra con que la policía está investigando un asesinato, y que la víctima es precisamente el hombre que se ha casado con la ex esposa de Henry?
—¡Cielo santo! —exclamó sir Rowland—. No te estarás inventando todo esto, ¿verdad? —preguntó suspicaz, mirándola a los ojos—. ¿No se tratará de otro de tus jueguecitos para dejarnos a todos en ridículo?
Clarissa meneó la cabeza con gesto apesadumbrado.
—Nadie me cree cuando digo la verdad —se quejó.
—Lo siento, querida. Sí, ya veo que se trata de un problema más complejo de lo que pensaba.
—¿Lo ves? —le apremió ella—. Es de vital importancia que saquemos de aquí el cadáver.
—¿Dónde decías que estaba su coche? —quiso saber Jeremy.
—Detrás de los establos.
—Y los criados han salido, supongo.
—Sí.
Jeremy cogió un par de guantes del sofá.
—¡Muy bien! ¿Me llevo el cadáver al coche o traigo el coche al cadáver?
—¡Un momento! —terció sir Rowland—. No debemos apresurarnos.
Jeremy dejó los guantes.
—¡Pero hay que darse prisa! —exclamó Clarissa, desesperada.
—No estoy seguro de que tu plan sea muy bueno. Vamos a ver, si pudiéramos retrasar hasta mañana el hallazgo del cuerpo obtendríamos el mismo resultado, creo, y sería mucho más sencillo. ¿Qué tal si nos limitamos a trasladar el cadáver a otra habitación, por ejemplo? Eso no sería tan grave.
—Es a ti a quien tengo que convencer, ¿verdad? Jeremy está dispuesto, y Hugo gruñirá y protestará pero al final colaborará. Tú, sin embargo…
Clarissa abrió la puerta de la biblioteca.
—¿Nos perdonáis un momento? —preguntó a Jeremy y Hugo—. Quiero hablar con Roly a solas.
—No dejes que te convenza para hacer ninguna payasada, Roly —advirtió Hugo, mientras salía de la habitación.
Jeremy miró sonriendo a Clarissa.
—¡Buena suerte!
Sir Rowland se sentó a la mesa muy serio.
—¡Muy bien! —exclamó ella.
—Querida, sabes que siempre te querré con todo mi corazón, pero antes de que empieces he de decirte que la respuesta en este caso es sencillamente «no».
—El cadáver no puede ser encontrado aquí bajo ningún concepto —comenzó ella—. Si lo encuentran en Marsden Wood, puedo decir que Costello estuvo en casa hoy unos instantes, y también puedo contar a la policía exactamente a qué hora se marchó. Lo cierto es que la señorita Peake salió a despedirlo, lo cual es una suerte. Nadie sabrá nunca que Costello volvió a esta casa —Respiró hondo—. Pero si encuentran aquí su cadáver, nos interrogarán a todos. —Hizo una pausa y añadió—: Y Pippa no lo soportará.
—¿Pippa? —preguntó sir Rowland perplejo.
—Sí, Pippa. Se desmoronará y confesará que lo mató ella.
—¿Pippa? —repitió sir Rowland.
—Así es.
—¡Dios mío!
—Estaba aterrorizada cuando vio a Costello aquí. Yo le dije que no permitiría que se la llevara, pero ella seguramente no me creyó. Ya sabes lo que ha sufrido esa niña, y la crisis de nervios que ha pasado. Bueno, no creo que hubiera sobrevivido de haber tenido que volver con Oliver y Miranda. Pippa estaba aquí cuando encontré el cadáver de Oliver. Me dijo que no había querido hacerlo, y estoy segura de que no mentía. Estaba muerta de miedo. Por lo visto agarró el bastón y golpeó sin mirar.
—¿Qué bastón?
—El que hay en el vestíbulo. Ahora está en la cámara secreta. Yo no lo he tocado.
—¿Dónde está Pippa?
—En la cama. Le he dado una pastilla para dormir y no se despertará en toda la noche. Por la mañana me la llevaré a Londres. Mi vieja niñera cuidará de ella unos días.
Sir Rowland se acercó a mirar el cadáver de Costello detrás del sofá. Al cabo de un momento volvió junto a Clarissa.
—Tu ganas, querida —dijo, dándole un beso—. Te pido disculpas. La niña no debe cargar con las consecuencias. Llama a los otros.
Ella abrió la puerta de la biblioteca.
—Hugo, Jeremy, ¿queréis venir, por favor?
—Tu mayordomo se ha descuidado con las ventanas —dijo Hugo—. La de la biblioteca estaba abierta, pero ya la he cerrado —Se volvió hacia sir Rowland—. ¿Y bien? —preguntó bruscamente.
—Me ha convencido.
—Bien hecho —comentó Jeremy.
—No hay tiempo que perder —prosiguió sir Rowland—. A ver, los guantes.
En cuanto se los pusieron, sir Rowland se acercó al panel.
—¿Cómo se abre esto?
—Así —respondió Jeremy, mientras movía la palanca—. Pippa me lo enseñó.
Sir Rowland se asomó a la cámara y sacó el bastón.
—Sí, pesa bastante —comentó—. Jamás hubiera pensado…
—¿Qué? —quiso saber Hugo.
Sir Rowland meneó la cabeza.
—Yo habría dicho que se trataba de algo más afilado, algo de metal.
—¿Quieres decir un hacha? —aventuró Hugo.
—No sé —terció Jeremy—. A mí ese bastón me parece bastante letal. Con él es fácil romperle la crisma a cualquiera.
—Evidentemente —replicó sir Rowland cortante—. Hugo, ve a quemar esto en el fogón —pidió, tendiendo el bastón—. Warrender, tú y yo llevaremos el cuerpo al coche.
Pero justo cuando se inclinaban para levantar el cadáver, sonó el timbre.
—¿Qué es eso? —preguntó sir Rowland sobresaltado.
—El timbre —contestó Clarissa y se quedaron todos petrificados—. ¿Quién puede ser? Es demasiado temprano para Henry y el señor… Jones. Debe de ser sir John.
—¿Sir John? —preguntó sir Rowland, más sobresaltado que antes—. ¿Me estás diciendo que esperabas al primer ministro?
—Sí.
—Humm. Bueno, tenemos que hacer algo —Un nuevo timbrazo le hizo moverse—. Clarissa, ve a abrir la puerta. Utiliza cualquier técnica que se te ocurra para entretenerlo. Mientras tanto nosotros despejaremos esto.
En cuanto Clarissa se marchó, sir Rowland se volvió hacia Hugo y Jeremy.
—Vamos a hacer lo siguiente: meteremos el cuerpo en la cámara secreta y más tarde, cuando estén todos aquí celebrando su conferencia, lo sacaremos por la biblioteca.
—Buena idea —convino Jeremy.
—¿Os echo una mano para levantarlo?
—No hace falta.
Entre Jeremy y sir Rowland llevaron el cadáver a la cámara, mientras Hugo cogía una linterna. Poco después sir Rowland salía seguido de Jeremy y cerraba el panel, sin advertir que Hugo había entrado rápidamente en la cámara con la linterna y el bastón.
Sir Rowland, después de examinarse la chaqueta por si había rastros de sangre, murmuró:
—Los guantes —Jeremy y él escondieron los guantes debajo de un cojín del sofá—. Bridge.
Se sentaron a la mesa y cogieron sus cartas.
—Vamos, Hugo —apremió sir Rowland—, date prisa.
La respuesta fueron unos golpes dentro de la cámara. Al darse cuenta de pronto de que Hugo no estaba en la habitación, sir Rowland y Jeremy se miraron alarmados. Jeremy se apresuró a abrir el panel.
—Vamos, Hugo —repitió sir Rowland.
—Date prisa —murmuró impaciente Jeremy, cerrando de nuevo el panel.
Sir Rowland escondió los guantes de Hugo debajo del cojín y los tres se sentaron rápidamente a la mesa y cogieron sus cartas justo cuando Clarissa entraba en la sala, seguida de dos hombres de uniforme, y anunciaba con voz inocente:
—Es la policía, tío Roly.