5. Últimos ajustes

«La herramienta más importante para sobrevivir con la que cuenta un hombre es su propia mente.»

Ayn Rand

Dan y Mike ayudaron a Mary a instalar una cama para Rose cerca de la mesa de mando del cuartel. Resultaba el lugar más lógico, ya que a todas horas habría alguien allí para poder controlar su estado. La única desventaja es que todos tendrían que guardar silencio cuando se encontraran en la parte delantera de la casa. Rose durmió de forma casi ininterrumpida durante dos días. Cada cuatro horas, quien se encontrara destacado en el mando del cuartel la despertaba para darle sus dosis de ampicilina y le preguntaba si quería beber o comer algo. Durante las primeras dieciocho horas solo tomó agua, luego empezó a probar un poco de zumo. A las cuatro de la madrugada del tercer día después de la operación, Rose se incorporó, se quedó sentada en la cama y le preguntó a T. K., que estaba destinado al mando del cuartel en ese momento, si podía comer unas tortitas. T. K. se fue a la cocina y le trajo lo que había pedido. Mientras devoraba la cuarta tortita y se acababa de beber el segundo vaso de zumo de naranja, preguntó:

—¿Tú quién eres?

—Me llamo Kennedy, Tom Kennedy. Todo el mundo me llama T. K. Soy el jefazo de personal.

—Ah, ¿tú eres T. K.? Jeff me ha hablado de ti. Me dijo que estudiabas lenguas antiguas y que eras ministro católico.

—Bueno, no es verdad del todo —contestó con una media sonrisa—, solo soy clérigo secular. He ayudado a dar la comunión durante la misa. Aquí me encargaré de dirigir los grupos de debate en torno a la Biblia.

—También me dijo que verte disparar un rifle era todo un espectáculo.

—Bueno, quizá exageraba un poco. No me merezco un calificativo así, al menos entre la fraternidad de tiradores profesionales. Pero comparado con la gente normal, supongo que sí, que soy un buen tirador. Practico de vez en cuando con mi fusil de competición Anshutz de calibre.22, mi AR-15 y mi MI Garand. Me gusta disparar en las competiciones de High Power que se organizan cada tres meses.

—Deberías de empezar a hablar de todo eso en pasado —dijo Rose frunciendo el ceño—. Por lo que vimos cuando salimos de Illinois, la anarquía es total. Todas las casas estaban en llamas o habían ardido ya. Pasamos por barrios donde las viviendas eran de madera, y lo único que quedaba en pie eran las chimeneas. Las calles estaban llenas de cuerpos sin vida. Se veía a gente asaltando los supermercados, era como las imágenes que nos llegaban a veces de Iraq.

Se quedó callada un momento y luego preguntó:

—¿Vais a dejar que Jeff y yo nos quedemos? Por lo que Jeff me ha contado, hace dos años que no pertenece a vuestro grupo, y a mí no me conocéis de nada.

—No lo sé —dijo T. K. acariciándose la barbilla—. Un asunto tan importante tendrá que decidirse a través de una votación de todo el grupo.

Cuando Rose acabó de saciar su apetito con las tortitas y los huevos revueltos, T. K. fue a despertar a Jeff, que estaba dormido en un sofá cama.

—Oye, Trasel —le dijo—, en el cuarto de al lado hay una chica muy mona con un apetito tremendo que creo que te gustará ver.

Esa misma mañana, unas horas más tarde, se fue la luz. Todos los que estaban en la casa se reunieron inmediatamente en el salón en penumbra: todas las persianas estaban bajadas. Ninguno de los presentes confiaba en que se tratara de un apagón provisional.

—Bueno, se acabó —pronunció Todd con tono irrevocable—. Me imagino que los relojes seguirán marcando las diez y diecisiete por quién sabe cuánto tiempo. ¿Meses? ¿Años? Quizá décadas. De ahora en adelante, aunque tengamos algunos medios para recargar las baterías, tendremos que ahorrar al máximo la energía. Contamos con las placas solares, el Winco para cuando haya aire y el generador manual. A partir de ahora, todo el mundo usará tan solo la energía que sea estrictamente necesaria.

Todd fue a la caja del disyuntor, que estaba instalada en el cuarto de servicio, y accionó casi todos los conectores. Los únicos que dejó funcionando fueron los que regulaban la toma de corriente del interior de la casa. Acto seguido, apagó el mando principal y de esa forma desconectó la instalación de la red eléctrica principal. Les explicó que una vez instalado el inversor, si volvía la corriente de forma inesperada, corrían el riesgo de provocar un enorme castillo de fuegos artificiales. A continuación, conectó el inversor Xantrex, un aparato que convertía 12 V de corriente continua en 120 de corriente alterna.

Todd fue después por toda la casa desenchufando aquello que no resultase esencial. En ese grupo de cosas iba incluido el ordenador de su despacho y casi todas las lámparas.

—Menos mal que no me gasté todo ese dinero —dijo Todd en voz alta mientras desenchufaba el ordenador apagado— comprando un cacharro de no sé cuántos megagigahercios.

Las únicas luces que no desconectó fueron las cinco de bajo voltaje que había en la cocina, en los dormitorios y en la mesa del puesto de mando del cuartel del salón. Las cinco funcionaban con bombillas compactas fosforescentes de 15 W de Panasonic. Cuando se acabara el surtido de bombillas que tenían, Todd tenía planeado usar unos adaptadores que había comprado en la tienda Real Goods en Hopland, California, que se colocaban en los portalámparas normales y corrientes. Dentro de cada adaptador iba una toma tipo «bayoneta» que sujetaba unas luces traseras de coche de 12 V de corriente continua. Todd había previsto que podrían conseguir más piezas de recambio de los muchos coches abandonados en las carreteras.

Los otros aparatos electrónicos que no fueron desconectados fueron la radio de frecuencia corta, el escáner de la policía, la emisora de banda ciudadana, un sistema de alarma y el cargador de baterías de pequeño tamaño. Los cuatro funcionaban con 12 V, sin necesidad del inversor.

—Con esto debería bastar —anunció Todd al desenchufar el último de los aparatos innecesarios—. Si vemos que la batería se mantiene a un nivel razonable, volveremos a conectar algunas cosas, de una en una. Mientras tanto, sin embargo, iremos muy poco a poco. Utilizaremos lámparas de queroseno para complementar las luces fluorescentes.

—Ahora ya sé por qué la llaman «la edad oscura» —comentó Mary, con una sonrisa irónica.

Todd convocó una reunión durante la hora de la comida. Envió a Jeff al puesto de observación y escucha.

—Supongo que ya te imaginarás por qué no quiero que estés presente durante la reunión —le dijo antes de que partiera a relevar a Lisa—. Quiero que sepas que cuentas con mi voto, pero de todas maneras no te hagas ilusiones; el proceso para admitir a nuevos miembros sigue siendo el mismo, continuamos funcionando como en una fraternidad: un voto en contra y se acabó la cosa.

—Te aseguro que cumpliré con todos los cometidos que me asignéis —afirmó Jeff tras asentir fríamente—. Y estoy seguro de que Rose hará lo mismo, es muy trabajadora. —Después de decir eso, se dio la vuelta y se marchó.

Kevin preparó hamburguesas a la plancha para todos. Para eso gastó los últimos pedazos de carne que quedaban en el refrigerador y los últimos panes comprados en una tienda. Les añadió cebolla, sal y salsa teriyaki.

—Hay dos razones para convocar esta reunión —dijo Todd, dando inicio formal al encuentro—. La primera es decidir si Jeff y Rose, suponiendo que se recupere, pueden quedarse. La segunda es acabar de ajustar las distintas funciones a llevar a cabo en el refugio. Respecto al primer orden de cosas, tenéis que saber que Jeff me ha prometido que si votamos que se queden, él y Rose cumplirán con todas las funciones que les sean encomendadas. Desde mi punto de vista, las cuestiones clave son: primero de todo, si necesitamos realmente su ayuda; segundo, si podemos confiar en que reaccionen correctamente, sobre todo en condiciones de mucha presión, y tercero, si podemos permitirnos alimentar a dos bocas más.

El debate acerca de si Jeff y Rose podían quedarse se extendió a lo largo de media hora. En el curso del mismo, se le pidió a Dan Fong, que era el único que había mantenido el contacto con Jeff, que pusiese al día al resto acerca de las actividades de Jeff desde que este había abandonado el grupo.

—Jeff sigue en el cuerpo de reserva de los Marines —contó Dan— y sigue corriendo y practicando calistenia tres veces por semana para mantenerse en forma. Justo después de dejar el grupo, consiguió trabajo como inspector de control de calidad con Radian Corporation, dentro de su división de microondas. Durante un año, estuvo trabajando a tiempo completo; luego pasó a trabajar media jornada y volvió a estudiar. Por las últimas noticias que tuve, había superado el primer ciclo y había pasado a la Universidad de Illinois. Dios sabrá cuántos créditos llevará acumulados. Como habéis oído antes en el último informe, Jeff seguía viviendo en casa de sus padres.

Sin dejar un momento de pausa, Dan siguió con el informe, centrándose ahora en Rose.

—Se llama Creveling de apellido. Es joven, tiene solo diecinueve años, quizá veinte. Estaba empezando su segundo curso en la Universidad de Illinois, en el campus de Chicago Circle, cuando toda esta mierda que han provocado políticos como Chuck Schumer dio comienzo. Iba camino de licenciarse en Publicidad, pero todavía le quedaban los últimos años. Jeff la conoció la primavera del año pasado. Desde entonces han estado saliendo juntos. Jeff me contó que se había sentido atraído por ella porque parecía una chica inteligente y porque le gustaban mucho las actividades al aire libre: el esquí, ir de excursión, el kayak, todo ese tipo de cosas. El verano pasado, Trasel empezó a enseñarla a disparar. Es cristiana, creo que luterana. También vegetariana. No come ni carne ni pescado, pero sí huevos, leche y queso. Eso es más o menos lo que sé acerca de ella. Trasel me dijo que procedía de una de las mejores familias de Aurora.

Conforme se desarrollaba el debate, fue patente que con el trabajo que tenían planeado y las guardias en el puesto de observación y escucha y en el mando del cuartel, iban a ir muy justos, incluso si aceptaban a Jeff y a Rose, especialmente durante los meses de verano. También vieron claro que tenían comida en abundancia. La única cuestión que quedaba por dilucidar era su disposición a trabajar, su lealtad al grupo y su capacidad de soportar las situaciones de presión. En esta última cuestión, todos sabían que Jeff podría afrontarlas sin problema, pero no sabían nada respecto a Rose.

—El que sea vegetariana, ¿no se convertirá en un problema? —preguntó T. K.

—Todo lo contrario —respondió tajantemente Mary—, su metabolismo estará mejor preparado que el nuestro, dado que nuestra dieta a partir de ahora se basará en los cereales y las legumbres.

Kennedy asintió dándole la razón.

La cuestión más importante la planteó Lisa Nelson.

—¿Qué pasa con el estado de salud de Rose? ¿Y si no consigue recuperarse satisfactoriamente de la herida?

De nuevo Mary volvió a tomar la palabra.

—Me gustaría decir algo al respecto de eso. Por lo que he leído, es muy poco probable que este tipo de herida la deje inválida. La he examinado tres veces diariamente, y se está curando bien. Le he dado muchos antibióticos y no hay signos de infección. Una vez supere la fase en la que se encuentra ahora, en la que todavía hay riesgos de que la herida se infecte, las posibilidades son muy altas, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una persona joven y con buena salud. Aparte de eso, el mayor riesgo que corre en las próximas semanas es que tenga alguna hemorragia; por lo demás, seguramente podrá hacer algunas tareas más livianas hasta que acaben de curarse las heridas. Probablemente tendrá algunos dolores y algunas molestias a largo plazo, y en el peor de los casos, es posible que pierda parte de la movilidad en el hombro, pero nada que la convierta en una carga para el resto del grupo.

Cuando la discusión empezó a perder fuelle, T. K. sugirió que hicieran una votación secreta. Cuando se recontaron los votos unos minutos después, todos eran a favor de permitir que Jeff y Rose ingresasen en el grupo. Después de que T. K. leyera en voz alta el resultado de la consulta, Todd volvió a tomar la palabra y expuso su perspectiva de cómo debían organizarse las cosas diariamente en el refugio. No hubo sorpresas, casi todo lo que dijo había sido discutido en las reuniones que se habían celebrado antes del colapso, y en algunos casos se había transcrito y pasado a formar parte de la serie de procedimientos operativos estándar.

—Debo recordaros algunas de las normas —comenzó a decir—. En el POE y en el mando del cuartel debe haber alguien destacado en todo momento. Nadie debe abandonar su puesto hasta no ser debidamente relevado. Las personas que sean sorprendidas dormidas durante las guardias estarán obligadas como castigo a hacer algunas tareas realmente desagradables. Una cosa nueva: para generar energía que complemente a las placas solares y al generador eólico, la persona que esté destacada en el mando del cuartel deberá darle vueltas al generador manual al menos una de las horas que dure su guardia. —Este comentario provocó algunas reacciones contrarias. Todd se mordió el labio y añadió—: Pensad en la cantidad de ejercicio que haremos. Cuando llegue la próxima primavera pareceremos cangrejos violinistas.

Todd esperó a que el resto de grupo volviese a prestar atención y después continuó:

—En ningún caso nadie saldrá de la casa si no va debidamente armado; o sea, como mínimo llevará una.45, y preferiblemente un rifle o una escopeta de repetición. Cuando trabajéis en algo en el exterior, se ha de tener siempre un arma larga al alcance de la mano.

»Nadie disparará ningún arma, ni para practicar puntería, ni para probar el arma, ni para ahuyentar a ningún pájaro, sin el permiso del coordinador táctico. Y lo mismo para la motosierra, el generador de 2 kW o cualquier otra cosa que haga un ruido semejante. Cualquier salida fuera de la zona de perímetro será considerada patrulla, con el consiguiente pertrecho de combate, plan operativo, inspección, entrenamiento, puntos predeterminados de encuentro y todo lo demás.

»Siguiente asunto: a partir de ahora debemos mantener una estricta disciplina en todo lo concerniente a luces, ruidos y residuos. Tenemos que evitar parecer una presa apetecible para los saqueadores nocturnos. Eso significa que las mantas para bloquear cualquier luz tienen que estar colocadas cada día antes de que caiga el sol. Será responsabilidad de la persona destacada en el puesto de mando el dar un paseo por los alrededores de la casa y comprobar que no hay ninguna rendija por la que se escape la luz, y en caso de que las hubiera, hacer todas las correcciones necesarias. Y lo mismo con respecto a quien esté en el puesto de guardia: nada de encender linternas si no se les ha puesto previamente un filtro, e incluso en ese caso, solo se puede encender un momento para consultar un mapa o algo parecido, y siempre enfocando hacia abajo. Si estando en el exterior necesitáis usar una linterna para mirar el mapa, siempre se hará debajo del poncho, para bloquear así cualquier emisión de luz. A partir de esta misma tarde no quiero ver a nadie fuera de la casa sin llevar el uniforme puesto, y nada de excepciones.

»Bueno, aparquemos todo este rollo de soldados —dijo Todd, concluyendo para dejar abierto el turno de palabra—. Volviendo a cosas más mundanas, ¿cómo vamos a organizar la comida y los turnos de sueño? —La conversación en torno a esto duró otra media hora. Se decidió que aparte de las comidas que se hicieran en el puesto que había junto a la valla, la comida sería comunal, aunque habría diferentes turnos. En principio, diariamente y de forma rotatoria, cada uno de los miembros aportaría una parte de la comida que tenían almacenada. Como casi todos habían guardado un tipo de comida muy parecida, cuando no idéntica, este sistema podría funcionar muy bien.

Los acuerdos en torno a los turnos de sueño también fueron sencillos de alcanzar, pese a que, tal y como dijo Mike, «correría poco el aire». Los tres solteros del grupo: T. K., Kevin y Dan compartirían una de las habitaciones.

El cuarto solo disponía de dos camas dobles, pero los turnos de seguridad ocupaban las veinticuatro horas del día; podían ir turnándose, tal y como se hacía en los submarinos. Los Gray se quedarían con un cuarto y los Nelson con el otro. Jeff y Rose, como se trataba de la pareja que ocupaba el escalafón más bajo, dormirían en el sótano, en el sofá cama que había en el salón. Por el momento, se dejaba fuera a los Layton, si bien quedó acordado que si aparecían, se volvería a organizar el reparto.

—Una última cosa —dij o Todd, enlazando con el tema de los Layton—. Como se supone que su llegada no va a ser inminente, creo que provisionalmente Lisa debería adoptar las funciones que Terry tenía como coordinadora logística, ¿os parece razonable la propuesta? —Todos los presentes asintieron—. Muy bien, entonces Lisa es la que tiene la última palabra en todo lo que se refiera a «latas, tiros y tiritas». Ah, se me olvidaba —dijo Gray tras bajar un momento la mirada—, pero para que Rose lo tenga claro, y también todos los demás, a partir de ahora tenemos que llevar una forma de vida extremadamente conservadora, es decir, debemos conseguir que todas las cosas duren el mayor tiempo posible. Basta con usar el sentido común: por ejemplo, no malgastéis ni una gota de nada, usad las dos caras de cada folio y cuando ya no sirva, guardadlo para prender fuego. Todos los restos de verduras van al compost, y todos los huesos y restos de carne que no vayan a usarse para hacer caldo se le dan a Shona. Todas las cosas metálicas, papel de aluminio incluido, serán lavadas, seleccionadas y guardadas en cubos de basura. Eso significa que prácticamente no vamos a producir nada de basura. Tenemos que vivir como si cada cosa que tengamos fuera la última, porque sin forma posible de reabastecernos llegará un momento en que nos quedaremos de verdad sin cosas. Y en estas circunstancias eso puede suponer algo más que una simple molestia.

Al día siguiente, a bordo de un convoy armado formado por cuatro vehículos, parte del grupo se trasladó a la casa de Kevin a recoger todo lo que les pudiese ser de utilidad. Seis miembros cargaban las cosas mientras que uno se encargaba de la seguridad; en menos de cinco horas estuvo hecho el traslado. El objeto más aparatoso era un conjunto de placas fotovoltaicas. Metieron toda la instalación de paneles solares, menos el palo que servía de soporte, en la caja de la camioneta de Todd, en medio de un colchón y un somier. La de Todd era la única Power Wagon que no tenía capota. A Todd le hubiese gustado instalar un poste giratorio en el refugio, pero no tenían ninguno de los tubos de acero Schedule 40 de cuatro pulgadas de diámetro que eran necesarios para hacer un nuevo soporte y que eran extremadamente pesados. Trasladar el poste que servía de base a las placas de Kevin era impensable: el último metro estaba insertado en un cilindro de cemento reforzado de noventa centímetros de diámetro.

Una vez en el refugio, añadieron las placas de Kevin a los ocho paneles solares que ya había instalados. Por desgracia, como no contaban con un poste giratorio tuvieron que sujetarlas con tornillos en el espacio que había entre dos ventanas en el lado sur de la casa, con una inclinación de 45°. De esta manera, por lo menos conseguirían aprovechar un setenta y cinco por ciento del potencial total de la instalación, y las placas de Kevin quedarían durante su ausencia, que previsiblemente iba a ser larga, a salvo de ladrones o de vándalos.

La cosa cambió sobremanera cuando la comida que Kevin tenía almacenada se añadió a la que había guardada en el sótano. De hecho, apenas quedó espacio libre para caminar. Al acabar el traslado de los trastos de Kevin, Todd le pidió a Lisa que coordinara un inventario de todos los productos fungibles que los miembros del equipo habían traído, incluyendo comida, munición y combustible. No era necesario que se molestase en incluir los productos que estaban allí, ya que Todd había elaborado inventarios periódicamente. Lisa le pidió al resto del grupo que le dieran los recuentos individuales antes de las ocho de la tarde.

Para cumplir con este plazo, Mike, que estaba destacado junto a la valla, tuvo que dictar su inventario al mando del cuartel a través del teléfono de campaña. Esa noche, Todd y Lisa se sentaron con los impresos de inventario e hicieron algunos cálculos grosso modo. Los resultados les sorprendieron. Todd convocó otra reunión a primera hora del día siguiente.

La reunión se celebró en el salón para que Rose pudiese escuchar sin necesidad de levantarse de la cama. Todd dio comienzo a la reunión leyendo el informe que había preparado junto a su mujer la noche anterior.

—Suponiendo que Ken y Terry consigan llegar sanos y salvos, y que ninguna de nuestras abuelas se decida a hacernos una visita, seremos un total de once personas para proteger el refugio. Suponiendo también que llevemos una dieta más o menos normal, tenemos almacenada comida para alrededor de mil ciento cuarenta días. —Al escuchar eso último, Jeff Trasel dejó escapar un fuerte silbido de sorpresa.

Tras la interrupción, Todd prosiguió:

—Si imponemos una dieta más restrictiva, con menos calorías, las reservas podrían llegar a durar mil setecientos días. Además, en estos cálculos, no están incluidos los alimentos que podamos conseguir de nuestro huerto, ni los tubérculos de Camas ni las flores de Montana que podamos coger de ahí fuera, ni las piezas que podamos cazar con nuestros rifles o por medio de trampas. Además, contamos con agua de sobra como para agrandar el huerto que tenemos actualmente. La única restricción es tener el vallado necesario para evitar que los ciervos arrasen nuestra plantación.

—Me he fijado en que los lugareños —intervino Kevin— vallan sus huertas, pero no las parcelas donde cultivan el maíz. ¿No podríamos hacer nosotros lo mismo? Podríamos preparar otro pedazo de tierra del mismo tamaño que el huerto y tener una buena plantación de maíz.

Todd hizo una señal de aprobación levantando el pulgar de su mano derecha.

—Es una observación muy acertada. Gracias, Kevin. —Luego miró un momento a su alrededor y explicó—: La planificación de las necesidades alimentarias se ha hecho correctamente. Hemos conseguido guardar doscientos kilos de comida de perro para Shona. Cuando se termine, tendrá que apañarse con las sobras de carne. En cuanto a la munición, la cosa está muy bien: en total, tenemos cerca de trescientas mil balas, casi la mitad de ellas de calibre.22 rimfire. No voy a hacer un recuento detallado, bastará con decir que tenemos mucha munición. Teniendo en cuenta que la munición será la primera forma de moneda cuando la sociedad empiece a reconstruirse, sois enormemente ricos. La gente corriente tendrá de media un par de cientos de balas.

—La mayoría de los cálculos que hicimos anoche —le interrumpió Lisa— tuvieron que ver con los combustibles. Actualmente tenemos disponibles unos catorce montones de leña. ¿Qué os puedo decir? Todd se lo pasa bomba cortando y partiendo leña. Cada verano, corta el doble de lo que necesitamos. Si los próximos inviernos no son especialmente fríos, tendremos suficiente leña para tres años. Este verano, por supuesto, y los veranos venideros, podemos cortar más leña. Cuando la gasolina de la motosierra se acabe o se degrade hasta volverse inútil, siempre podemos echar mano de la sierra. Por cierto, eso me recuerda que tenemos que encontrar en Bovill a alguno de los viejos del lugar que nos enseñe cómo se afilan esas sierras. Se trata de un arte casi perdido.

»La categoría que más me preocupa son los combustibles líquidos. Nuestro depósito de reserva de diesel está prácticamente lleno: hay unos tres mil trescientos litros, que han sido ya estabilizados y tratados con un antibacteriano. Esto ya lo sabéis, pero por deferencia hacia Rose, lo volveré a repetir. La regla básica para almacenar combustible es que cuanto más refinado sea el combustible, menos vida útil tiene. Eso significa que el queroseno durará quince años o más, el diesel, de ocho a diez años, y la gasolina, normalmente, un par de años. Una vez pasado ese tiempo, se generan resinas y peróxidos, y los compuestos antidetonantes se descomponen hasta el extremo de que obturan los filtros y los motores no funcionan. Aparte, el butano que se añade a la gasolina tiene tendencia a evaporarse, y cuando esto sucede resulta mucho más difícil poner en marcha un motor; lo que se suele hacer en estos casos es echar un chorrito de éter en el carburador.

»Las altas temperaturas y la exposición al oxígeno aumentan en general el proceso de descomposición. El combustible almacenado tiene tendencia a favorecer la humedad y eso genera muchos problemas. La vida útil de los combustibles líquidos se puede ampliar por medio de un aditivo que retrasa el proceso de descomposición llamado Sta-Bil y del que tenemos más que de sobra. El mejor procedimiento es que el contenedor esté lleno, bien sellado y que se almacene bajo tierra.

—Respecto a nuestro tractor —retomó el hilo Todd—, que es el único vehículo que tiene un motor diesel, podemos contar con diez años de suministro.

Tenía pensado comprarme una camioneta diesel, pero nunca encontré ninguna a un precio razonable. Pensándolo ahora, debería haber puesto esa prioridad por delante de otras. El tractor solo lo usaremos para labrar y para llevar el remolque con heno y leña. Así que a efectos prácticos podemos pensar que tenemos una gran cantidad de diesel, a menos que la situación se complique enormemente.

»Donde sí vamos a tener un problema, y serio, va a ser con la gasolina. Nuestro depósito de súper sin plomo está por un poco menos de la mitad: entre mil quinientos y mil quinientos cincuenta litros. Hay otros trescientos litros en latas y bidones, y unos doscientos veinte litros en los depósitos de los distintos vehículos. La gasolina del depósito bajo tierra ya tiene añadido su estabilizador y está bastante bien aislada para evitar humedades, así que a partir de ahora seguiremos la directriz de usar primero la gasolina que tenemos en las latas. Lo más probable es que casi no cojamos el coche para salir del refugio, aparte de para ir a recoger leña y abono orgánico, así que la mayoría de la gasolina la utilizaremos para la motosierra y la desbrozadora, o para poner en marcha el generador en las ocasiones en que necesitemos aparatos eléctricos que precisen de más potencia, como la taladradora, la radial o la sierra de la mesa de carpintero. El problema que vamos a tener con la gasolina va a ser de vida útil, no de cantidad. Incluso utilizando el estabilizador, solo podemos contar con tener gasolina en los próximos cinco o seis años. Esperemos que para entonces las cosas hayan vuelto a la normalidad.

»Con diferencia, la mayor complicación que se nos presenta es el queroseno. Aunque no presenta tantas dificultades a la hora de ser almacenado, no tenemos suficiente cantidad. Mary y yo solo teníamos quince litros. Del resto del grupo, solo T. K. trajo algo previamente, y solo fueron tres latas de cuatro litros cada una. Los que vinisteis después habéis traído solo ocho litros más y ayer en casa de Kevin encontramos una lata de cuatro litros que estaba por la mitad. Mary y yo teníamos planeado comprar varios bidones de setenta y cinco litros, pero con todo el lío que llevábamos organizando el refugio no llegamos a hacerlo. En fin, como se suele decir, después de visto, todo el mundo es listo. Lo importante ahora es que vamos a tener que ser muy austeros con los quinqués y que no podremos utilizar la estufa de queroseno de Mike y Lisa, a menos que se trate de una emergencia o de alguna ocasión excepcional.

Lisa levantó la mano para intervenir.

—Entonces, suponiendo que encontremos a alguien que quiera hacer trueques, el queroseno es nuestra prioridad principal. Quizá a cambio de gasolina o de munición podamos conseguir algo de queroseno. En caso contrario, y pese a que hagamos un uso muy restringido, probablemente nos quedaremos sin queroseno dentro de tres años.

—Muy bien —dijo Todd tras asentir a las palabras de Lisa—. Si no hay preguntas, queda zanjado el tema de logística. En todas las demás categorías estamos bien surtidos: material sanitario, baterías, papel higiénico, ropa, pintura para camuflaje, agua destilada para las baterías, repelente de insectos, productos de higiene femenina y condones.

Rose soltó un risita al escuchar esto último.

Lisa se quedó mirando a Rose y dijo:

—Aparte del problema técnico con el queroseno, creo que con el tiempo podréis comprobar que lo hemos pensado todo mucho para que tuviésemos todo lo necesario, hasta el último recambio de pañal.

Todd notó entonces que algo frío y húmedo le tocaba el hombro.

—¿Quién ha dejado entrar a Shona? —dijo gritando.

—Me temo que he sido yo —contestó Lisa con tono apocado.

—Una cosa más que ha de quedar clara —dijo Todd, con el ceño fruncido—. Shona tiene trabajo que hacer, igual que todos los demás. Su tarea es vigilar la zona vallada y avisar de cualquier cosa inusual que pueda detectar con sus ojos, orejas u olfato. Su función es la de servir de respaldo al POE, y como tal, es una pieza clave en nuestra seguridad. Así que por favor, no la malcriéis. No debe volver a entrar en la casa. No hay más que hablar. No os preocupéis si hace frío, Shona está acostumbrada. Tiene una caseta cómoda y acogedora que está protegida contra el frío; yo mismo la he construido. Si queréis podéis acariciarla un poco o darle alguna palmadita en la cabeza, pero que no se os olvide que tiene un trabajo que hacer.

Todd rascó a su perra un poco debajo del cuello y le tocó un poco la cabeza, después la llevó fuera. Luego volvió a entrar y continuó con el orden del día.

—El siguiente punto es la organización de los turnos. Mike está mucho mejor capacitado para exponer este asunto.

Todd se sentó y Mike se puso en pie y carraspeó un poco para aclararse la garganta.

—De acuerdo, este es el resumen de la organización de los distintos turnos. Tanto el turno del vallado como el de mando del cuartel tendrán seis horas de duración y se llevarán a cabo siguiendo un sistema de semirrotación: eso significa que una vez se asigne una franja temporal, pongamos de siete de la mañana a una de la tarde, podéis contar con que siempre tendréis la misma franja. Como somos nueve, todos tendremos un turno en el mando de cuartel o en el puesto de observación una vez al día. La seguridad es siempre el factor prioritario, así que todo se organizará en función de los turno de vallado y de mando de cuartel, y no al revés. He intentando ordenar los turnos a partir de las experiencias vividas cuando realizamos los ejercicios sobre el terreno. Kevin y yo, por ejemplo, somos aves nocturnas por naturaleza, así que casi siempre tendremos los turnos vespertino y nocturno. Y tú igual, Jeff. Además de porque te gusta levantarte tarde, porque tu visión nocturna está casi a la misma altura que la de Kevin, y todo el mundo aquí, a excepción de Rose, sabe que la visión de Kevin por la noche es auténticamente fenomenal.

»Muy bien, os daré copias del cuadrante tanto del puesto de observación y vigilancia como del puesto de mando del cuartel. Así nadie podrá alegar ninguna excusa si no se presenta a la hora justa del relevo. Quiero insistir especialmente en la norma de que solo el coordinador táctico tiene la autoridad para hacer algún cambio en el programa. Si puntualmente un día dos personas se ponen de acuerdo en cambiar un turno está bien, pero que no se convierta en una costumbre; y repito, cualquier cambio tiene que ser aprobado previamente por mí, y con cierto tiempo de antelación. Esa es la única forma de conseguir que no acabe todo convirtiéndose en un caos. Además, no puedo dejar de hacer hincapié en que cuando estéis en el puesto de observación o en el mando del cuartel, uno de vuestros principales cometidos es mantener despierto y alerta a vuestro compañero en el otro lado. Llamaos por el teléfono de campaña al menos una vez cada media hora. Bueno, no tengo nada más que decir. ¿Alguien tiene alguna pregunta? Muy bien, pues eso es todo.

Mike se sentó de golpe. Todd volvió a ponerse en pie.

—El último aspecto sobre el que quiero hablar —dijo— también guarda relación en cierta manera con el tema de la seguridad. Se refiere a los vehículos. Supongo que os habréis fijado: eso de ahí fuera parece un puesto de coches de segunda mano. Desde mi punto de vista, los únicos vehículos que quizá utilicemos en el refugio serán las camionetas y el tractor, básicamente para transportar leña y heno. En el garaje caben tres coches puestos uno al lado del otro, así que yo pondría el Bronco de T. K. al fondo, la Power Wagon de Mike en medio y mi Power Wagon delante. Al no tener capota, es el vehículo más práctico para transportar cosas. Tenemos que mantener estos tres vehículos con el depósito lleno en todo momento. En cuanto al tractor, de momento lo aparcaremos al fondo de la leñera. Cuando cortemos más leña y acabemos de llenarla, lo que seguramente será a finales de la próxima primavera, ya pensaremos otras formas.

»Respecto al resto de vehículos, deberíamos llevarlos al bosque y ponerlos bajo los árboles. En esta época del año, el suelo está congelado, es sólido y además está bastante uniforme, con lo que no tendremos ningún problema en meter allí los coches, ni siquiera los remolques de dos ruedas. Deberíamos llevarlos tan dentro del bosque como nos sea posible. Taparemos con plástico las ventanas rotas del Toyota de Dan para impedir que la lluvia se cuele en el interior. El parabrisas habrá que taparlo con contrachapado o con alguna otra cosa, si no la nieve se meterá dentro.

«Asimismo, quiero que tapéis todos los espejos con sacos para evitar cualquier reflejo. Almacenamos muchísimos sacos, por lo que no habrá problema. Igualmente tenemos cinta de color verde oscuro, así que quiero que precintéis todos los reflectantes y todas las piezas de plástico. Las matrículas, o bien podéis taparlas, o bien quitarlas, dado que también reflejan. Hay espráis de pintura negra y rollos de cinta negra para que oscurezcáis cualquier pieza cromada que quede a la vista. En los vehículos cuya parte superior sobresalga y se vea desde el camino, la taparemos con una red de camuflaje que sujetaremos a las ramas de los árboles. Una vez los hayamos aparcado, vaciaremos los depósitos de gasolina, desconectaremos las baterías, secaremos los radiadores y los dejaremos apilados. —La reacción a la última propuesta fue extremadamente fría—. Sabía que esta no iba a ser una decisión popular, pero carecemos de espacio para guardarlos y es un riesgo para nuestra seguridad el tener todos esos coches ahí, a simple vista.

Los presentes hicieron gestos de asentimiento.

—¿Hay algún otro tema nuevo o antiguo? —preguntó Todd.

Lisa levantó la mano.

—Quiero recordar a todo el mundo la importancia de cepillarse los dientes y de pasarse el hilo dental después de cada comida. Mary ha comprado dos de esos rollos gigantescos del ejército de hilo dental. Tenemos bastante sal y bicarbonato de sodio para cuando se termine la pasta de dientes. Hemos de estar muy concienciados con eso. Nadie aquí es dentista; como mucho podemos rellenar algún empaste que se caiga, y para eso solo contamos con un compuesto más flojo que actúa solo de forma temporal. La única opción aparte de esa es arrancar los dientes. Queda dicho.

Cuando vio que había terminado, Dan Fong levantó la mano.

—Jefe, tenemos otro asunto también. Me gustaría que todo el mundo que tenga un AR-15 o un CAR-15 se reúna conmigo en el dormitorio de atrás después de la comida.

Después de la reunión, Jeff se quedó junto a la cama de Rose.

—¿Suelen ser así todas las reuniones? —preguntó Rose.

—Sí, Todd tiene la última palabra en todo, excepto en cuestiones tácticas, que antes solía delegar en mí y ahora delega en Mike. Por suerte, Todd tiene la cabeza bien amueblada y es muy sensato. Además, nunca he visto que fuese rencoroso con nadie.

—¿Cómo se conformó el grupo de esta manera? ¿No es un tanto autocrático?

—Pues verás, Rose, hace unos diez años, o puede que un poco más, cuando comenzaron, intentaron que todas las cosas se votaran, pero se dieron cuenta de que ese sistema estaba bien en tiempos de paz. El problema es que hada que las reuniones fueran a paso de tortuga. Pero en una época como esta, lo que necesitamos son órdenes firmes y rápidas, y no estar yéndonos por las ramas todo el tiempo. En una situación de lucha por la supervivencia, los debates interminables y el voto igualitario no funcionan.

Entretanto, T. K., Mary y Lisa se reunieron con Dan.

—Pasad, sentaos —dijo este, señalando la cama arrugada. Todos tenían expresiones de sorpresa. Dan llevaba en la mano un trozo de metal laminado de un par de centímetros de largo—. Esto es un «fiador automático ajustable», seguro que alguno de vosotros los ha oído nombrar alguna vez. Son ilegales, pero no creo que la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos mande a nadie a investigar porque alguien haya escuchado que algún arma sonara más fuerte de lo normal aquí en el refugio.

T. K. sonrió de oreja a oreja. Mary y Lisa seguían desconcertadas. Dan continuó con su exposición.

—Hay un vacío legal con respecto a esto. Las ametralladoras están muy restringidas por los gobiernos federales de Estados Unidos y sujetas a una tasa de doscientos dólares. Este impuesto está vigente desde que se aprobó la Ley Nacional de Armas de Fuego en 1934. Algunas leyes en algunos estados exigen el registro de todas las armas automáticas y en algunos casos su total prohibición.

»A partir de 1981 se ilegalizaron algunas piezas que servían para convertir las armas en automáticas, como los «fiadores automáticos». Sin embargo, durante unos años un vacío legal permitió que se pudieran vender «tan solo como piezas de recambio o de reparación». De hecho, al menos una tienda vendía «bases para el fiador automático», y otra vendía «muelles y topes del fiador automático» para reparaciones. Daba la casualidad de que los dos negocios estaban situados a tan solo unos kilómetros de distancia. Durante un par de años, estos tipos vendieron muchísimo material. De hecho, estas piezas las compré unos años después de que el vacío legal se terminara. Habían sido fabricadas antes de que se aprobara la Ley McClure-Volkmer, así que eran de la época en que no había legislación al respecto.

»Las conseguí igual que Kevin hizo la otra vez. Para que no me pillaran, me abrí un apartado de correos con un carné de identidad falso. Como sabía que el vacío legal tardaría poco en extinguirse, compré seis. Me costaron ciento setenta y cinco dólares cada uno. —Ahora sus interlocutores sonreían los tres por igual—. Un fiador automático es una pieza fundamental a la hora de convertir un AR-15 o un CAR-15 en un arma en la que se pueda seleccionar la modalidad de disparo. En vez de tener solo dos posiciones, la del seguro puesto y la de disparar, ahora habrá tres: seguro, semiautomática y automática. Solo con los «fiadores automáticos ajustables» no es suficiente, hacen falta también una guía del cerrojo de M16 y un juego de cajas inferiores de M16. En vuestros AR, todos tenéis cajas de cerrojo con cromado duro. Eso formaba parte de los arreglos que acordamos. Como recordaréis, insistí en que consensuáramos las cajas de cerrojo cromadas, las miras de tritio y la bocacha de cinco ranuras de los M16A2.

»Tras los fiadores, compré seis juegos de cajas inferiores de M16 en una feria de armamento. En esa época, el juego completo tenía un precio de cien dólares. En los últimos años los agentes de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos habían sancionado a las personas que habían encontrado con juegos de cajas inferiores. Esos cabrones no dejan pasar ni una.

»Nunca hablé con nadie acerca de las cajas inferiores de M16 o de los fiadores. No quería meterme en grandes debates acerca de cuestiones legales o de si se debe obedecer una ley que es contraria a la Constitución: toda esa historia de Marbury contra Madison y demás. Además, no quería meter a Mikey en uno de esos molestos dilemas morales de agente de policía. Así que los metí todos en un escondite en la pared a la espera de que las cosas se pusieran feas, y no hace falta que os diga que ya se han puesto feas; de hecho, se han puesto realmente espantosas, por lo menos en las grandes ciudades.

»Así que aquí tenéis: tengo un fiador automático y un juego de cajas inferiores para cada uno. Yo ya me lo he instalado en mi AR-15. Una vez os hayáis instalado los vuestros, nos quedarán aún dos juegos: uno lo guardo para cuando llegue Terry Layton, y en cuanto al sexto, será una buena pieza para hacer trueque.

»Tengo que daros algunos consejos acerca de cómo usar estas maravillas de la técnica. Primero de todo: no os creáis que porque podáis disparar todo lo que os dé la gana os habéis convertido en Rambo. Ese error puede resultar fatal. Recordad que el mejor uso para el automático es a corta distancia y contra varios enemigos. Incluso en esa situación, no lo uséis como si fuera una manguera. Si no, malgastaréis una munición preciosa y seguramente fallaréis muchos más disparos que los blancos que hagáis. Disparad ráfagas cortas y controladas, de tres a cinco disparos como mucho. —Dan hizo una breve pausa para asegurarse de que todo quedaba entendido—. Segunda cosa: ni se os ocurra pasar a la modalidad de «terapia de grupo» a menos que vuestros objetivos estén a diez metros o menos de distancia. Más allá de esa cifra, los disparos semiautomáticos bien dirigidos serán mucho más efectivos. Una cosa más: si estáis en medio de un tiroteo a gran escala y empezáis a disparar en automático, ¿sobre quién creéis que van a concentrar los malos su potencia de fuego? —Dan ladeó la cabeza y alzó una ceja para añadirle más énfasis a su última reflexión—. Bueno, básicamente eso es todo. Ya quedaré con cada uno individualmente para cambiar las piezas de las cajas inferiores e instalar los fiadores automáticos

Después de hacer algunas bromas, Lisa, Mary y T. K. salieron del cuarto, con unas bolsas de plástico resellables en la mano y unas sonrisas de complicidad dibujadas en la cara.

Junto a «consensuado por el grupo», la otra expresión recurrente en las reuniones era «lote completo». Antes del colapso, el grupo compró todos los productos que pudo y muy a menudo estas compras se hacían directamente a los productores y fabricantes. Y esto sucedía no solo con la comida que iban almacenando, sino con muchas otras cosas como munición, vendas y baterías recargables de níquel cadmio. A la larga, comprar material en lotes completos en vez de en pequeñas cantidades hizo que el grupo ahorrara miles de dólares. Las compras de armas y de munición corrieron a cargo de Dan Fong, que en cuanto cumplió veintiún años adquirió la Licencia Federal de armas de Fuego (FFL) que le permitía encargar por correo a los distribuidores a precio de fábrica. Esto también hizo que el grupo ahorrara gran cantidad de dinero, ya que no tuvieron que pagar entre el treinta y el sesenta por ciento que los vendedores añadían al precio al llegar a las tiendas.

Terry Layton se encargaba de coordinar las grandes compras. A menudo, el garaje de los Layton parecía más un almacén que un lugar destinado a que aparcasen los coches. En una ocasión, prácticamente la mitad del garaje estaba repleto de raciones de combate del ejército. Terry se preguntaba qué pensarían los vecinos de todo aquel ajetreo, pero nunca ninguno le preguntó nada al respecto.

Como muchos grupos de survivalistas, el de Todd se enfrentó a un dilema que aparentemente no tenía solución: casi todos los miembros querían irse a vivir a un lugar seguro, pero era prácticamente imposible encontrar trabajos como los suyos en una zona apartada y fundamentalmente agrícola como la parte central del norte de Idaho. Solo los Gray y Kevin Lendel consiguieron trabajar en casa con un buen sueldo. El resto del grupo tenía listas las mochilas para «salir de ahí zumbando» y los bidones de gasolina llenos y debidamente cuidados para que no se degradaran. Todos aprovecharon el ofrecimiento de los Gray para que «precolocaran» la mayoría de los suministros en el refugio. Para hacer eso posible, Todd y Mary habían dejado vacía la mayor parte del sótano.

A lo largo de los dos años posteriores a que compraran la casa cerca de Bovill, el sótano fue llenándose poco a poco. Aparte de los objetos más voluminosos, como los cubos de plástico con capacidad para casi veinte litros de agua, que estaban llenos de cereales, arroz, alubias y leche en polvo, la mayoría del material del grupo estaba almacenado en taquillas del ejército que Mike Nelson había encontrado en la tienda de excedentes Ruvel en la avenida West Belmont, en Chicago. Todd les dijo a sus compañeros que si preferían podían poner candados. Al principio del nuevo siglo, todas las paredes del sótano estaban cubiertas de taquillas, y en la parte central había unos grandes palés de madera sobre los que estaban amontonadas las cosas más voluminosas, como los cubos de cereales, las redes de camuflaje y las garrafas de plástico de veinte litros de agua cada una. Cada contenedor llevaba una pegatina con el nombre del propietario, la fecha de compra y la fecha de caducidad prevista.

Tener que recorrer dos mil quinientos kilómetros para llegar hasta el refugio no era la situación ideal, ni mucho menos. Sin embargo, y dadas las circunstancias, se trataba de la mejor opción. Lo único que podían hacer era mantener viva la esperanza y leer atentamente los periódicos.