Brotó del ruido, repentinamente. En un momento determinado el osciloscopio no mostraba más que estática y Gordon estaba trasteando con un nuevo filtro de banda, un reciente circuito que había incluido al equipo para eliminar el ruido. Entonces, bruscamente, las curvas de resonancia nuclear empezaron a retorcerse y cambiar. Se quedó contemplando el osciloscopio, sin moverse. Eran las once de la noche.
Se llevó una mano a los labios, como para ahogar un grito. Las oscilantes líneas prosiguieron. Gordon pensó que podía tratarse de una alucinación. Se mordió un dedo. No, las líneas irregulares proseguían. Rápidamente, enterrando su excitación bajo la urgencia de ser metódico, empezó a tomar datos.
ACCIÓN DE LOS ULTRAVIOAMSLDUZ SUNEYDUFK OM CADENAS PARECEN RETRASAR DIFUSIÓN EN CAPAS SUPERFICIE DE AMSUWLDOP PERO CRECIMIENTO
AR 18 5 36 DEC 30 29.2
AR 18 5 FGDUEL 30 29.2
AR 18 5 36 DEC 30 29.2
EFECTOS ENZIMA DIATOMEAS INHIBIDO RED CADENA B REPRO INTENTAMOS CONTACTARLE POR HAZ QUIÓNICO T WREDOPRL FUENTE PUNTO AL PUEDE VERIFICAR AR 18 5 3MCDU DEC 30 29.2 RTDUTFKIGLP ASLDURMFU CAMBRIDOLR
CAMBRIDG FLORA CIÓN DIATOMEAS GHTUPDM ASANATH DEC 30 29.2 ESTO NO VIOLA POSTULADO CAUSAL BAJO FORMULACIONES WHEELER-FEYMAN MIENTRAS REALIMENTACIÓN EN LAZO CAUSAL PERMITA EXPERIMENTO CONTINUAR IMPERATIVO REALICE USTED EXPRTS PARA COMPROBAR CADENA MOLECULAR XCDEURDL 18 5 36 DEC 30 29.2 TIEMPO DIFERENCIAL AUSMP.
—¿Claudia? ¿Es usted? —Era la primera vez que la llamaba por su nombre de pila.
—Sí, sí, ¿es usted, Gordon?
—Soy yo. He estado trabajando en paralelo con usted. ¿Estaba usted ahí ayer por la noche?
—¿Qué?
—¿Estaba en el laboratorio ayer por la noche?
—Yo… no, no estaba… mi estudiante estaba efectuando algunas mediciones. Creo que terminó hacia las seis.
—Mierda.
—¿Qué? Lo siento, no creo haberte oído correctamente.
—Lo siento, no importa. Yo, esto, estaba en el laboratorio ayer por la noche alrededor de las once, y conseguí algunos efectos de resonancia anómalos.
—Entiendo. Bien, eso deberían ser las dos de la madrugada aquí.
—Oh, sí. Por supuesto.
—¿Cuánto tiempo duró el efecto?
—Más de dos horas.
—Bien, déjeme ver, el estudiante tiene que llegar pronto aquí; son un poco más de las ocho. Gordon, está usted levantado a las cinco de la madrugada.
—Oh, sí. Estaba intentando entrar en contacto con usted.
—¿Ha dormido?
—No, yo… Estaba viendo si había algo más del… del efecto.
—Gordon, váyase a dormir. Hablaré con el estudiante. Vamos a realizar algunos experimentos hoy. Pero necesita dormir un poco.
—Sí, claro.
—Le prometo que efectuaré las mediciones. Pero duerma, ¿eh?
—Está bien. Está bien. Eso es todo lo que deseo.
—Gordon, la señora Evelstein me trajo ese ejemplar del Life ¿Por qué no me lo dijiste? Ahí estaba el nombre de mi hijo, grande, en letras de imprenta… ¡y en el Life!… y tú no me dices nada. Hace ya semanas de ello, y…
—Mira, mamá, lamento no habértelo dicho. Yo…
—Y eso en el National Enquirer, la señora Evelstein también lo tenía. Aunque no le gustó tanto como el otro.
Gordon respiraba penosamente en el auricular del teléfono. ¿Qué hora era? Cristo, las cinco de la tarde. ¿Qué estaba haciendo el grupo de Zinnes?
—Mira, mamá, estaba durmiendo, yo…
—¿Durmiendo? ¿A esta hora?
—Estuve trabajando toda la noche en el laboratorio.
—No deberías, arruinarás tu salud.
—Estoy bien.
—Pero quería decirte eso del Life, ha sido una sorpresa tan grande…
—Mamá, tengo que volver a la cama. Estoy agotado.
—Está bien, de acuerdo. Deseaba oír de nuevo tu voz, Gordon. Últimamente casi no la oigo nunca.
—Lo sé, mamá. Mira, te llamaré dentro de unos días.
—De acuerdo, Gordon.
Colgó, y regresó inmediatamente a la cama.
El grupo de Zinnes no encontró nada. Gordon no pudo captar la señal de nuevo. Siguió efectuando comprobaciones durante toda la semana. El viernes había el coloquio del departamento sobre física de plasmas, conducido por Norman Rostoker. Gordon asistió y se sentó muy atrás. La primera diapositiva de Rostoker era:
Siete fases del Programa de Fusión Termonuclear:
I Exaltación.
II Confusión.
III Desencanto.
IV Búsqueda del culpable.
V Castigo del inocente.
VI Recompensa para los no implicados.
VII Entierro de los cuerpos / Dispersión de las cenizas.
La audiencia se echó a reír. Gordon también. Se preguntó en qué estadio se hallaba él. Pero no, el asunto del mensaje no era un proyecto de investigación dirigido, era un descubrimiento. El hecho de que él fuera la única persona en el mundo que creyera en él no representaba ninguna diferencia. «Búsqueda del culpable», pensó, parecía encajar. Durante un momento meditó en ello y luego, en mitad de la charla de Rostoker, se durmió.
Respondió a la llamada de la oficina de Ramsey, acudió y encontró a Ramsey en el laboratorio. El químico había descompuesto la cadena interconectada en una configuración plausible. Fósforo, hidrógeno, oxígeno, carbono.
Tenía sentido. Más todavía, encajaba en una clase parecida a los pesticidas. Más compleja, sí… pero un claro descendiente lineal. Gordon sonrió, aún soñoliento del coloquio.
—Buen trabajo —murmuró. Ramsey estaba radiante. En su camino al exterior, Gordon cruzó el bosque de cristal del laboratorio. Había empezado a gozar con sus ritmos. Los biólogos al extremo del vestíbulo tenían jaulas de animales para sus pruebas, y Gordon se dirigió hacia allá, sintiéndose oscuramente feliz. En un carrito en el corredor había varias bandejas. En ellas había hileras de hamsters marrones eviscerados, como patatas reventadas. La vida al servicio de la vida. Se alejó rápidamente.
Su teléfono sonó a las seis de la tarde, mientras estaba colocando papeles y libros en su maletín para el fin de semana. El edificio de física estaba casi completamente desierto, y el timbre resonó más fuerte de lo habitual.
—Gordon, aquí Claudia Zinnes.
—Oh, hola. ¿Ha conseguido…?
—Tenemos algo. Interrupciones. —Empezó a describirlas.
—Mire, esto, ¿me hará un favor? Intente descomponerlas en esquemas. Quiero decir, sé que es tarde, las, esto, las nueve de la noche ahí, pero si usted…
—Creo que le entiendo.
Suspirando, John contestó:
—Vea si encajan con el código Morse.
Una suave risa.
—Lo miraré, Gordon.
Gordon le pidió que le llamara a su casa, y le dio el número.
—Te lo dije la semana pasada —dijo Penny—. Íbamos a tomar el Air Cal a Oakland el sábado en el aeropuerto Lindbergh.
—No lo recuerdo.
—Oh, mierda, te lo dije.
—Penny, tengo un montón de trabajo este fin de semana. Un montón de cosas en las que pensar.
—Piensa en ellas en Oakland.
—No puedo. Por favor, llama a tus padres y diles que nosotros…
Sonó el teléfono.
—¿Claudia?
—¿Gordon? Lo comprobé y, sí, tenía usted razón.
Se sintió invadido por un repentino aturdimiento.
—¿Qué es lo que dice?
—Esas coordenadas astronómicas de las que me habló usted. Es todo lo que tengo. Llenan páginas y páginas.
—Estupendo. Es sencillamente estupendo.
—¿Qué significa, Gordon?
—No lo sé.
Hablaron unos momentos más. Claudia iba a mantener su experimento funcionando constantemente. La fuerza de la señal parecía llegar e irse de forma irregular. Gordon escuchaba, asentía, daba su conformidad. Pero su mente no estaba en los detalles. En vez de ello, una extraña sensación había empezado a trepar por sus piernas hasta alcanzar su pecho. Colgó el teléfono después de decir buenas noches, y sintió que el pelo de su nuca se erizaba. Era real. Durante todo el tiempo había albergado un cierto temor ante la posibilidad de que él fuera un potzer, que el experimento estuviera equivocado, que estuviera haciendo montañas de granos de arena, como le había dicho una vez Penny, bromeando. Pero ahora estaba seguro: alguien estaba intentando ponerse en contacto con él.
—¿Gordon? Gordon, ¿quién era?
—Zinnes, de Nueva York. —Alzó la vista, todavía aturdido—. Lo han encontrado.
Ella le besó, y juntos dieron unos cuantos pasos de baile. No, no era un potzer. Gordon se puso a pasear arriba y abajo por la sala de estar, murmurando jubiloso ¡Ja! y ¡Correcto! Al cabo de un momento, se sintió un poco mareado y se sentó. De pronto se sintió terriblemente cansado. Araña una hipótesis, apunta un hecho. ¿Pero qué debía hacer a continuación?
—Penny, tienes razón… nos vamos a Oakland.