Cole se encontraba en el puente cuando David Copperfield salió del aeroascensor y fue hacia él.
—¿Y bien? —dijo Cole.
—Por ahora tenemos tres propuestas —informó Copperfield—. Y estoy convencido de que nos saldrán ofertas nuevas casi todos los días. No estamos en la República y no tenemos motivo alguno para ocultar la identidad de la nave ni la de su capitán.
—No sé si habrá sido una buena idea —dijo Cole—. Oficialmente aún se me considera un amotinado.
—Para la mayoría de las gentes de esta región, eso es un valor añadido —dijo el sonriente Copperfield.
—¿Qué clase de paga me van a ofrecer?
—Depende, pero la propuesta menos atractiva supera con mucho a lo que habría podido ganar con la piratería.
—Eso sí que es un consuelo —dijo Cole.
—No deje de prestarme su apoyo, mi querido Steerforth —dijo David Copperfield—. Puede que nos adueñemos de esta maldita frontera.
—No creo que tuviera ningún problema con ello —reconoció Cole.