LE he pedido a Riccardo que me deje usar su ordenador portátil para conectarme a Internet. Es de noche y aquí no hay mucho más que hacer, de manera que, mientras él y Cordelia beben unas copas en la terraza con dos ingleses que Riccardo ha conocido durante su estancia en el hotel, yo navego por los sitios de los diarios buscando detalles sobre el asunto Valenti. De esta forma me entero de que Jacopo de Andreis pasó la noche en que murió Giulia en casa con su madre, y que en esto consiste su frágil coartada, sobre la que están indagando los investigadores; por otra parte, la coartada de Doriana se ha conformado, pese a lo cual debe responder a una serie de acusaciones. Jacopo y Doriana se defienden el uno al otro, forman un frente común. Temo seriamente que la verdad nunca llegará a saberse y que los dos tengan que pagar por algo de lo que no son culpables.
Echo también un vistazo al correo electrónico, que contiene dos mensajes interesantes.
El primero.
¿De qué se habla en las faldas del Kilimanjaro? ¿Cómo está el vagabundo? Ha llegado la comunicación oficial del Colegio de Médicos. Tal y como preveíamos, has salido bien parada, pero que sea la última vez. El hecho de que Jacopo de Andreis esté con el agua al cuello te ha salvado. Como era de esperar, han interrogado también a Bianca Valenti, que ha retirado todas las acusaciones asegurando que entre Jacopo y ella se produjo una confusión. ¡Bah! Menuda gente.
Escribe.
Silvia
Bien está lo que bien acaba. He caminado por el borde de un precipicio y no he caído en él. No tengo la menor intención de repetir la experiencia, no te preocupes. Ninguna novedad en relación con Arthur, aparte del hecho de que parece alegrarse de que esté aquí. Y, la verdad, yo también, mucho.
Au revoir
A.
El segundo:
Estoy en Nueva York, lejos de un asunto demasiado doloroso que ya no puedo soportar. En cuanto a la historia que me contaste… Atribuyes poco valor al azar, Alice. Demasiado poco. Ciertas cosas suceden por pura casualidad. No obstante, me has acusado de haber tenido suerte. Quizá yo también lo creí, pero mírame ahora: ¿de verdad me consideras tan afortunada? Olvidemos todo, Alice. El tiempo cumplirá con su deber.
Bianca
Opto por no responderle, su mensaje me produce una náusea que tarda en desaparecer.
A la mañana siguiente le cuento mi verdad a Arthur. He echado mucho de menos el contraste con su manera de percibir la realidad, la necesito urgentemente.
—¿De manera que no dejó ninguna prueba? —pregunta mientras paseamos por el pasillo de la sección.
No veo la hora de que salga de este espantoso lugar.
Niego con la cabeza.
—Las mías son simples intuiciones que, a su manera, y sin que yo sepa si lo ha hecho de manera consciente o inconsciente, Bianca ha confirmado.
Arthur no parece turbado por mi relato. A veces me siento un tanto anómala, y no siempre es una sensación agradable. Esto, sin embargo, jamás me sucede con Arthur, dado que tiene la reseñable virtud de dar un gran valor a la diversidad.
—Creo que, en cualquier caso, debes hablar con Calligaris. Te conoce ya, verás como no te cierra la puerta en las narices. Tienes que hacerlo, es inevitable. Aun en el caso de que Bianca nunca llegue a pagar por la muerte de su hermana, tú no debes tener nada que reprocharte a ti misma.
—Tienes razón. Será también una manera de dar sentido a todo lo que he hecho.
—Que no es poco —añade él rozándome la punta de la nariz—. A tu manera, eres una pequeña heroína.
Sonrío y, con toda probabilidad, me ruborizo también. No sé. Siento la necesidad de abrazarlo y no me la niego.
Él responde a mi abrazo y este momento vale por sí solo la locura que ha supuesto realizar este viaje insensato.