Éxtasis de regalos
Pocas cosas resultan más deprimentes que los momentos posteriores a la Navidad, cuando ya se han abierto los regalos, se han terminado las sobras y se han organizado los tiques de devolución. Papeles rasgados, cintas, cajas y lazos, delicados guardianes de secretos ocultos durante todo un año, yacen esparcidos por nuestros suelos y alfombras, desechados como periódicos del día anterior —daños colaterales de la explosión de alegría navideña—. La Navidad es una época en la que intercambiamos símbolos de amor; sin embargo, el único regalo que perdura, que realmente ilumina nuestros espíritus para siempre, es el que se entrega sin necesidad de envoltorio: el propio amor.