En la quietud del páramo, unos pasos lentos, pausados, se internaron bajo el bosque de abedules y abandonaron los arbustos.
La joven avanzaba buscando su hogar. Lo olía. Estaba cerca. Como tan cerca estaba de la humedad de las grutas donde había hecho investigaciones durante la mayor parte de su vida.
Sus heridas estropearon el verde con su sangre. Un pájaro gorjeó y alzó el vuelo, asustado. La rama más alta no podía con su peso. Los pasos se detuvieron detrás de él y, entonces, ella lo agarró para comérselo…