XI

Hice que Molly localizara a sus parientes y finalmente dimos con su padre en San Saba. Me puse en camino un viernes por la noche y recuerdo que al partir pensé que estaba a punto de hacer otra tontería pero fui igual. Había hablado con él por teléfono. No me pareció que tuviera ganas de verme ni que no las tuviera pero me dijo que podía ir y yo fui. Tomé una habitación en un motel cuando llegué allí y al día siguiente me presenté en su casa.

Su mujer había muerto hacía años. Nos sentamos en el porche y bebimos té con hielo y creo que aún estaríamos allí sentados si yo no hubiera abierto la boca. Era un poco mayor que yo. Unos diez años. Le dije lo que había ido a decirle. Lo de su hijo. Le conté los hechos. Él se quedó allí sentado, asintiendo. Estaba en una mecedora y se meció un poco con el vaso de té en el regazo. Yo no sabía qué más decir de modo que me callé y nos quedamos sentados un rato más. Y entonces dijo, sin mirarme, con la vista fija en el patio, dijo: Era el mejor tirador con rifle que he conocido. Sin excepción. Yo no supe qué decir. Dije: Sí, señor.

En Vietnam fue francotirador, sabe usted.

Le dije que no lo sabía.

No estaba metido en cosas de drogas.

No. Ya lo sé.

Asintió con la cabeza. No lo educamos así, dijo.

No, señor.

¿Estuvo usted en la guerra?

Sí. En Europa.

Asintió. Cuando vino a casa Llewelyn fue a visitar a varias familias de compañeros suyos que no habían vuelto. Luego lo dejó. No sabía qué decirles. Dijo que los veía allí sentados mirándolo y deseando que estuviera muerto. Que se lo notaba en la cara. Era él y no sus hijos, entiende.

Sí, señor. Puedo entenderlo.

Yo también. Pero aparte de eso todos ellos habían hecho cosas allí que hubieran preferido olvidar enseguida. En nuestra guerra no pasaban esas cosas. O muy poco. Les cantó las cuarenta a un par de hippies de esos. Que le escupían. Le llamaban asesino de niños. Muchos de los chicos que volvieron todavía tienen problemas. Yo creo que era porque el país no les respaldaba. Pero creo que hubiera podido ser mucho peor. El país que tenían entonces estaba destrozado. Lo está todavía. No era culpa de los hippies. Tampoco era culpa de los muchachos que fueron enviados allí. Con dieciocho o diecinueve años.

Volvió la cabeza y me miró. Y entonces me pareció un poco más viejo. Sus ojos parecían viejos. La gente le dirá que fue Vietnam lo que hizo humillarse a este país, dijo. Pero yo nunca lo he creído. Ya estaba bastante mal entonces. Vietnam fue solo la guinda. No teníamos nada que ofrecer a nuestros muchachos. Si los hubiéramos enviado sin rifles dudo que la cosa hubiera sido peor. No se puede ir así a la guerra. No se puede ir a la guerra sin Dios. No sé lo que va a pasar cuando llegue la próxima guerra. La verdad es que no.

Y eso fue prácticamente todo. Le di las gracias. El día siguiente iba a ser mi último en el cargo y tenía muchas cosas en que pensar. Volví a la I-10 por carreteras comarcales. Fui hasta Cherokee y tomé la 501. Traté de ver las cosas con perspectiva pero a veces estás demasiado cerca. Es toda una vida de trabajo para verte como lo que realmente eres e incluso entonces puede que te equivoques. Y eso es algo en lo que no quisiera equivocarme. He meditado sobre lo que me impulsó a ser agente de la ley. Siempre hubo una parte de mí que quería tener el mando. Con insistencia. Quería que la gente escuchara lo que yo tenía que decir. Pero también había otra parte que solo quería que nadie se descarriara. Si algo he intentado cultivar es eso. Pienso que estamos mal preparados para lo que va a venir y no importa en qué forma venga. Y venga lo que venga mi opinión es que tendrá poca fuerza para sostenernos. Esa gente mayor con la que hablo, si les hubieras dicho que en las calles de nuestras ciudades habría gente con el pelo verde y huesos en la nariz hablando un lenguaje que apenas podrías entender, bueno, simplemente no te habrían hecho caso. Pero ¿y si les hubieras dicho que serían sus propios nietos? Bien, todo eso son meros signos de los tiempos pero no aclaran cómo se produjo el cambio. Y tampoco ayudan a saber qué va a pasar después. En parte yo siempre pensé que podía enderezar las cosas de alguna manera y supongo que ya no siento lo mismo. En realidad no sé lo que siento. Me siento como esos viejos de los que hablaba antes. Lo cual tampoco va a mejorar. Se me pide que simbolice algo en lo que no creo como creía en otro tiempo. Que crea en algo que quizá ya no aprobaría como hacía antes. Ese es el problema. Fallé ya desde el primer momento. Ahora lo he visto todo a plena luz. He visto caer a muchos creyentes. Me he visto obligado a mirarlo otra vez y me he visto obligado a mirarme a mí mismo. Para bien o para mal eso no lo sé. Ni siquiera sé si os aconsejaría compartir mi suerte, y yo nunca había tenido esa clase de dudas. Si soy más sabio en lo que al mundo respecta ha sido pagando un precio. Un precio elevado. Cuando le dije a ella que dejaba el cargo al principio pensó que no lo decía literalmente pero yo le aseguré que así era. Le dije que esperaba que la gente de aquí tendría el suficiente sentido común para no votarme más. Le dije que no me sentía bien aceptando el dinero del contribuyente. Ella me dijo no estás hablando en serio y yo le dije que sí, que muy en serio. Tenemos unas deudas de seis mil dólares por este trabajo y no sé cómo voy a solucionar eso tampoco. Nos quedamos allí sentados un rato. Yo no pensaba que la afectaría tanto. Al final dije: Loretta, no puedo continuar. Ella sonrió y me dijo: ¿Quieres dejarlo antes de que te pille el toro? Y yo le dije no, quiero dejarlo sin más. El toro hace tiempo que me pilló.

Una cosa más y luego me callo. Yo hubiera preferido que no se supiera pero salió en los periódicos. Fui a Ozona y hablé con el fiscal del distrito de allí y me dijeron que si quería podía hablar con el abogado del mexicano y quizá testificar en el juicio pero que eso era todo lo que pensaban hacer. O sea que no pensaban hacer nada. De modo que hablé con el abogado y naturalmente no sirvió de nada y al tipo le cayó pena de muerte. Por eso fui a verle a Huntsville y esto es lo que pasó. Entré allí y me senté y él claro está sabía quién era porque me había visto en el juicio y tal y me dijo: ¿Qué me ha traído? Yo dije que nada y él dijo que pensaba que le llevaría alguna cosa. Caramelos o algo. Que creía que estaba un poco enamorado de él. Miré al guardián y el guardián apartó la vista. Miré al reo. Mexicano, unos treinta y cinco o cuarenta años. Hablaba bien el inglés. Le dije que no había ido para que me insultaran pero que quería que supiese que había hecho todo cuanto estaba en mi mano por ayudarle y que lo sentía porque no creía que fuera culpable y él soltó una risotada y dijo: ¿De dónde sacan a los tipos como tú? ¿Cómo se puede ser tan cándido? A ese hijoputa le disparé entre los ojos y lo arrastré hasta su coche tirándole del cabello y luego prendí fuego al coche y lo dejé que se achicharrara dentro.

Bueno. Esta gente te cala de una manera… Si le hubiera dado un puñetazo en la boca, aquel guardia no habría dicho una sola palabra. Y el tipo lo sabía. Eso lo sabía.

Vi salir de allí al procurador del condado y como le conocía un poquito nos paramos a charlar un rato. No le dije lo que había pasado pero él sabía de mis intentos por ayudar a aquel hombre y supongo que había atado cabos. No lo sé. No me preguntó nada sobre él. No me preguntó qué estaba haciendo allí ni nada. Hay dos clases de personas que no hacen muchas preguntas. Unos son demasiado tontos y los otros no necesitan hacerlas. Os dejo que adivinéis en qué categoría le puse a él. Estaba allí en el pasillo con su maletín en la mano. Como si tuviera todo el tiempo del mundo. Me explicó que al salir de la facultad de derecho había trabajado un tiempo como abogado defensor. Dijo que la vida se le había complicado mucho. No quería pasarse el resto de su vida oyendo mentiras a todas horas. Yo le expliqué que una vez un abogado me dijo que en la facultad procuran enseñarte a no preocuparte del bien y del mal sino solo a observar la ley y le dije que eso no lo veía muy claro. Él lo pensó un poco y luego dijo que estaba bastante de acuerdo con ese abogado. Dijo que si no observas la ley eso del bien y el mal no te va a salvar. Bien, supongo que entiendo el sentido. Pero eso no cambia mi manera de pensar. Al final le pregunté si sabía quién era Mammón. Y él dijo: ¿Mammón?

Sí.

¿Se refiere al Mammón de la Biblia?

Sí, señor.

Bueno, no puedo decir que sí. Sé que sale en el Nuevo Testamento pero nada más. ¿Es el diablo?

Eso no lo sé. Tendré que mirarlo. Tengo la impresión de que yo debería saber quién es.

Sonrió y dijo: Lo dice como si el aludido estuviera a punto de instalarse en el cuarto de invitados.

Bueno, dije, eso ya sería motivo de preocupación. En cualquier caso creo que necesito familiarizarme con sus costumbres.

Asintió con la cabeza. Sonrió a medias. Luego me hizo una pregunta. Dijo: Ese hombre misterioso que según usted mató al policía y lo quemó en su coche, ¿qué sabe de él?

No sé nada. Ojalá supiera. O creo que me gustaría saber.

Ya.

Es casi un fantasma.

¿Casi o fantasma?

Está ahí en alguna parte. Ojalá no estuviera. Pero está.

Entiendo. Imagino que si fuera un fantasma no tendría que preocuparse por él.

Le dije que así era, pero lo he pensado después y creo que la respuesta a su pregunta es que cuando te topas con determinadas cosas, con la prueba de que existen, te das cuenta de que has dado con algo para lo cual podrías muy bien no estar preparado y creo que esta es una de esas cosas. Cuando has dicho que es real, y no solo producto de tu imaginación, no estoy nada seguro de qué es lo que has dicho.

Loretta sí dijo una cosa. Dijo algo en el sentido de que no era culpa mía y yo contesté que sí lo era. Y también había pensado en eso. Le dije que si tienes un perro fiero en tu jardín nadie se atreve a acercarse. Y sí se acercaron.