A los jóvenes de ahora parece que les cuesta crecer. No sé por qué. Quizá es que uno no crece más deprisa por más que quiera. A un primo mío lo nombraron agente del orden público cuando tenía dieciocho años. Por entonces ya estaba casado y tenía un hijo. Un amigo con el que me crié era predicador a esa misma edad. Pastor de una pequeña iglesia rural. Se marchó de allí para irse a Lubbock unos tres años después y cuando les dijo a todos que se marchaba se quedaron sentados en la iglesia llorando a lágrima viva. Mujeres y hombres por igual. Él los había casado y bautizado y enterrado. Tenía veintiún años, quizá veintidós. Cuando predicaba la gente solía escucharle de pie en el cercado. Eso me sorprendió. En el colegio siempre era muy callado. Yo entré en el ejército a los veintiún años y en el campamento era uno de los mayores de mi compañía. Seis meses después estaba en Francia pegando tiros con un rifle. En aquel entonces ni siquiera me pareció raro disparar a la gente. Cuatro años más tarde ya era sheriff de este condado. Tampoco dudé de que eso era lo que iba a ser. A la gente de ahora les hablas del bien y del mal y te expones a que se sonrían. Pero yo nunca tuve muchas dudas acerca de cosas así. Cuando pensaba en cosas así. Y espero no tenerlas nunca.
Loretta me dijo que había oído por la radio que no sé qué porcentaje de niños en este país son criados por sus abuelos. No recuerdo qué tanto por ciento. Bastante alto, me pareció. Los padres no querían educarlos. Estuvimos hablando de eso. Lo que pensamos fue que cuando llegue la próxima generación y tampoco quieran educar a sus hijos, ¿quién lo va a hacer? Sus propios padres serán los únicos abuelos a mano y ellos no querrán hacerlo. No se nos ocurrió ninguna respuesta. Cuando tengo un día bueno me parece que hay algo que no sé o que hay algo que no tengo en cuenta. Pero esos momentos son los menos. A veces me despierto de noche y sé como que existe la muerte que no hay nada que pueda detener este tren como no sea el segundo advenimiento de Cristo. No sé qué sentido tiene que me quede en vela pensando estas cosas. Pero lo hago.
No creo que este trabajo se pudiera hacer sin una esposa. Una esposa bonita y poco común, eso sí. Cocinera y carcelera y no sé cuántas cosas más. Esos chicos no saben la suerte que tienen. Bueno, quizá sí. Siempre supe que ella no corría peligro. Tienen productos frescos del huerto durante gran parte del año. Buen pan de maíz. Alubias. Es sabido que ella les prepara hamburguesas y patatas fritas. Algunos de ellos han vuelto al cabo de los años y estaban casados y les iba bien. Trajeron a sus mujeres. Incluso a sus hijos. No vinieron a verme a mí. Los he visto presentar a sus esposas o a sus novias y luego echarse a llorar. Hombres hechos y derechos. Que habían cometido delitos importantes. Ella sabía lo que se hacía. Siempre lo ha sabido. Así que cada mes nos pasamos de presupuesto con la cárcel, pero ¿qué se le va a hacer? No se le va a hacer nada. Eso es lo que se le va a hacer.