CAPITULO 42

En la actualidad.

LA llamada que tanto tiempo lleva esperando por fin tiene lugar, aunque la información que le transmite Eneko, el rastreador, es totalmente inesperada. Hace un par de minutos que ha colgado el teléfono, pero sigue mirando la pantalla de la Blackberry totalmente absorto. En su rostro aparece una triste sonrisa al recordar ese dicho popular que cuenta que a veces encuentras tu destino en el camino que escoges para evitarlo.

—¿Por fin ha llamado?

La voz de la chica lo saca de sus cavilaciones.

—Sí.

—¿Y te ha dicho algo fuera de lo común?

—¿Por qué lo preguntas?

Sandra hace un ruido de disgusto con la boca. Es evidente. Lo pregunta porque se ha quedado blanco como el papel.

—¿No puedes limitarte a responder? —Le dice, crispada, y Jairo suspira.

—No, no hay nada fuera de lo común. Previsiblemente actuarán mañana, por la noche como acostumbran, en la zona de La Línea de la Concepción.

—¿Y no se supone que tienes suficiente experiencia en estas misiones para no asustarte de nada?

El chico suelta una carcajada.

—¿Me ves asustado?

—No lo sé.

—¿O es que acaso dudas de mi capacidad?

Ella hace un mohín, pero no contesta. Claro que no duda de su capacidad. Pondría su vida en manos de Jairo. Es decir, volvería a ponerla, pero esta vez de forma meditada y no fortuita, como la anterior.

Es más, pese a ser su primera misión no está especialmente nerviosa, y es debido a que va con él. Cuando la encontró y la obligó a acompañarle con la misión como pretexto, Sandra empezó a tener miedo de su destino como receptora. Pero después de tantos días en la carretera esperando y esperando a que el rastreador llamase, está prácticamente inmunizada a la palabra “misión”. Además, según tiene entendido, sólo va a observar, no tiene que participar. En cualquier caso tampoco sería de gran ayuda, ya que ni tiene poderes ni ha querido ser entrenada.

—No te preocupes. Te prometo que no te ocurrirá nada.

—Oh. Qué tranquilizador. —Murmura ella con desgana.

Acaba de entrar una pareja en la cafetería en la que están merendando. La chica parece tan sorprendida como ella de que un lugar tan cutre pueda existir. Siente la tentación de ir a acompañarla en el sentimiento, y dejarle una lista completa de todos los garitos de carretera cochambrosos que hay por la zona, elaborada y contrastada por ella misma.

—¿Entonces vamos a bajar hoy a Cádiz? —Sandra no tiene muy claro dónde están exactamente, puede que cerca de Jaén.

—No. Dormiremos en Granada, y mañana iremos a La Línea. ¿Te parece?

—¿Importa mi opinión?

—Ya sabes que sí. —Dice él con ironía, reprimiendo la risa.

Ella le dedica una mueca, y centra la vista en el donut que ha pedido. Debe de llevar en la cafetería desde el comienzo de los tiempos, ya que el azúcar ha creado una costra blanquecina alrededor. Costra que ahora está desagradablemente cuarteada. Ha pedido un crepe al camarero, pero al igual que en todos los lugares a los que Jairo la lleva, no han oído hablar de esas exquisiteces. Así que tiene que conformarse con esa cosa redonda que no se sabe si es un donut o un polvorón. ¡Puag! El chico ha pedido un café solo, mejor opción sin duda.

—¿El Audi es tuyo? —Le pregunta el recién llegado a Jairo, dando por hecho que un coche así sólo puede pertenecerle a él, pese a haber una decena de clientes más en el local. Él asiente con la cabeza, pero no dice nada—. ¡Vaya pepino! ¡Qué suerte!

Y como Jairo no parece tener ganas de entablar conversación, el chico se da por vencido y se aleja. Sandra retoma la conversación.

—Demuéstramelo pues.

—¿Que te demuestre el qué?

—Que mi opinión importa. —El chico la mira como si no diese crédito a lo que escucha. ¿Es que los roles de secuestrador y secuestrada no han sido bien definidos?— Vamos a dormir hoy en un sitio en condiciones. —Dice Sandra con un hilito de voz, sin poder ocultar el tono de súplica.

El chico relaja la expresión. La petición es tan simple que le ha dado hasta pena.

—¿Qué tiene de malo el motel de esta noche?

Recibe una mirada fulminante como respuesta.

—Está bien. Dormiremos en un sitio de tu agrado. Es más —dice, incorporándose en la silla— también cenaremos en algún lugar en condiciones, que hoy me pillas de buenas.

Ella exhala un suspiro crispado. No se cree ni una palabra que salga de la boca de Jairo, y menos con esa sonrisa de suficiencia que tiene grabada a fuego en la cara.

Terminan de merendar en silencio. Pese a la aparente tranquilidad que muestra Jairo, se está desatando una batalla en su interior, después de la información que le ha dado Eneko. Baraja detenidamente sus posibilidades con una meta clara: cumplir la promesa que acaba de hacerle a Sandra, y evitar que nada malo le suceda a ella. Y lo conseguirá, aunque su vida vaya en ello.