APÉNDICE I
LOS «AMIGOS» DE JIMMY

Como todo el mundo sabe, Marlon Brando y Monty Clift eran los grandes ídolos cinematográficos de Jimmy Dean. Con el tiempo, los tres han llegado a ser considerados como una especie de Santísima Trinidad de la interpretación, los líderes visibles de los actores del «Método», a pesar de que ni Brando ni Clift sentían un especial aprecio por su joven y aventajado discípulo. Pero por otra parte, y esto no es tan comúnmente conocido, Jimmy también tuvo una influencia decisiva sobre las carreras en Hollywood de otros dos coetáneos que con el tiempo acabarían convirtiéndose en leyendas por derecho propio: nada menos que Paul Newman y Elvis Presley.

Las páginas que siguen son un pequeño compendio de las admiraciones, odios, alabanzas, insultos, envidias, casualidades, éxitos, fracasos y tragedias que, en el breve espacio de cinco años, conectaron a James Dean con cuatro de los colosos del entertainment americano del siglo XX. Pasen y vean.

ADORANDO AL DIOS BRANDO

Una de las leyendas recurrentes en la biografía de Dean es su supuesta rivalidad con Marlon Brando, para muchos el actor más grande de todos los tiempos. En realidad, esto fue en gran medida un invento de los periodistas de la época, que se empeñaron en fabricar un enfrentamiento donde no había más que admiración. Es bien sabido que Jimmy idolatraba a Brando y lo consideraba un modelo a seguir; y Marlon, aunque inicialmente desdeñó a su indeseado discípulo, acabó reconociendo a Dean como uno de los mejores actores de su generación.

El rebelde chico de Omaha había entrado como un tornado en la anquilosada escena de Broadway a mediados de los años 40. Estudiante de arte dramático con Stella Adler, la veterana actriz vio en él a un genio de la interpretación en bruto y le hizo trabajar y trabajar hasta convertirlo en un verdadero actor. En 1947 conoció a Elia Kazan, que le confió el papel de Stanley Kowalski en la obra de Tennessee Williams «Un tranvía llamado deseo» (rol que repetiría en la versión cinematográfica, también dirigida por Kazan, en 1951). Brando representó la obra durante casi dos años, hasta que aceptó la oferta del productor y director de cine Stanley Kramer para ponerse a las órdenes de Fred Zinnemann en Hombres (1950), un drama intimista sobre los veteranos de guerra minusválidos. Al igual que había hecho en Broadway, su intensidad sin pulir, su talento para la improvisación y su habilidad para sumergirse dentro del personaje que interpretaba, incendiaron la pantalla. Brando, aleccionado en el «Método» de Stanislavski, era el nuevo rostro de la interpretación americana, y los críticos de Hollywood quedaron tan impresionados como lo habían estado sus colegas de Nueva York.

En julio de ese mismo año, Jimmy Dean estaba pasando unas semanas de vacaciones con su familia en la granja de Fairmount, antes de matricularse en la UCLA. En la víspera de su vuelta a California, fue al cine de su Marión natal para ver Hombres, y quedó paralizado. A un nivel adolescente, simplemente se identificó con Marlon Brando, el rebelde príncipe de Broadway, el obsceno inconformista que se negaba a ser absorbido por el sistema de Hollywood. Pero por encima de eso, Brando le descubrió una nueva dimensión de la interpretación: la exploración de la vida real dentro de un personaje, la comprensión del comportamiento humano. Jimmy se sintió abrumado por la intensidad de la actuación de Marlon. Su preparación para el papel había incluido vivir durante cuatro semanas en el pabellón de parapléjicos de un hospital militar, pasando todo el día en una silla de ruedas para experimentar lo que se sentía. Era una meticulosidad y una disciplina que atraían a Dean, más allá de la mera excitación de la interpretación. Cuando regresó a California, estaba completamente comprometido con la ambición de convertirse en un gran actor.

Jimmy había encontrado su modelo a imitar. Después supo que Brando y él tenían muchas cosas en común: Marlon también procedía del Medio Oeste —en su caso, Omaha, Nebraska—; su padre también se había opuesto a su ambición de ser actor; como él, Marlon amaba las motocicletas, las cazadoras de cuero, los jeans, tocar los bongos y burlarse de las convenciones sociales. Los dos tenían un andar desgarbado, rasgos faciales andróginos y una mirada hipnótica. Brando representaba el peligro, el misterio y el poder, y pronto tendría una cohorte de discípulos, entre ellos Paul Newman y el propio Jimmy.

Las comparaciones entre Brando y Dean ya eran constantes incluso antes de que este llegase a Hollywood en 1954 para comenzar a trabajar en Al este del edén. Los dos actores representaban un nuevo estilo realista en el cine. El público aún no estaba acostumbrado a las convenciones de esta nueva forma de interpretación. Hasta la aparición de Brando en Un tranvía llamado deseo o de Montgomery Clift en De aquí a la eternidad (1953), los antihéroes de Hollywood siempre habían estado representados por la extroversión de James Cagney, Paul Muni o Humphrey Bogart. Ahora, por primera vez, el antihéroe estaba prescindiendo del gesto y la vocalización pulida, para comportarse como un verdadero marginado de la calle.

Al mismo tiempo que Al este del edén se rodaba en los platos de Warner Brothers, Brando empezaba a trabajar en su papel de Napoleón en la producción de la 20th Century Fox Desirée (1954). Dean reverenciaba el talento y el estilo de vida liberal de Marlon, e intentó, sin mucho éxito, trabar amistad con su ídolo. A menudo se le podía encontrar en los estudios de la Fox viendo a Brando en acción. Los columnistas, que ya habían etiquetado a Jimmy como «el Brando de los pobres», se apresuraron a acentuar la rivalidad entre los dos actores, destacando en grandes titulares los ocasionales comentarios despectivos de Brando hacia su joven discípulo (como cuando le dijo a un reportero que el chico nuevo en la ciudad simplemente le había cogido prestada su vieja motocicleta y sus bongos), y arrastrándoles finalmente a una disputa tan innecesaria como fútil. Una de las grandes fantasías de Dean era que algún día desafiaría a Brando a un duelo interpretativo para demostrar definitivamente quién era el mejor.

La relación entre Jimmy y Elia Kazan, nunca cordial pero inicialmente basada en un cierto grado de respeto mutuo, fue empeorando a medida que el rodaje de Al este del edén avanzaba. Kazan sabía que Brando era casi un semidiós para Jimmy, y se había dado cuenta de que la voz del joven quedaba reducida a «un susurro de iglesia» cuando hablaba sobre él, así que decidió invitar a Marlon a visitar el plato de su película, como un estímulo para Dean. A Brando le habían dicho que Jimmy estaba obsesionado con él, pero trató de mostrarse amable sin ser condescendiente. Una fotografía del histórico acontecimiento muestra a un relajado Marlon, flanqueado por Kazan, con el brazo apoyado sobre su hombro, y Julie Harris, que contempla al visitante como si fuese el hombre más importante sobre la faz de la Tierra; Jimmy, entretanto, mira en otra dirección, y parece sentirse incómodo y rechazado. Kazan observó que Dean estaba «tan lleno de adoración que parecía hundido en la miseria».

Lo cierto es que Kazan nunca había sentido demasiado aprecio por Jimmy desde los días en que se había cruzado con él en los pasillos del Actors Studio, y siempre le había comparado desfavorablemente con Brando. En su autobiografía dijo que Marlon, bien preparado por Stella Adler, tenía una técnica excelente. «Dean no tiene ninguna técnica de la que se pueda hablar», añadía mordazmente. «Marlon era el héroe de Dean, quien trató de superarle en el juego del inconformismo. La diferencia en sus respectivos comportamientos es que Brando a menudo hacía cosas extravagantes sólo para divertirse. Pero Dean era autodestructivo, masoquista. Estaba enfermo.»

Brando y Dean volvieron a encontrarse poco después en una fiesta en Beverly Hills. Ante la insistencia de sus anfitriones, Marlon se llevó a Jimmy aparte para darle una charla «paternal».

«Jimmy estaba haciendo el loco, así que hablé con él», recordaba la estrella de La ley del silencio. «Le llevé a un lado y le pregunté si no sabía que estaba enfermo. Que necesitaba ayuda… Me escuchó. Él sabía que estaba enfermo. Le di el nombre de un psicólogo y fue a verle. Y al menos su trabajo mejoró. Hacia el final creo que estaba empezando a encontrar su propio camino como actor.»

El compositor Leonard Rosenman describía la juguetona réplica de Dean:

«Había un disco que Jimmy adoraba, Elvis Presley cantando “Hound Dog”. En mitad de la noche llamaba a alguien y pegaba el teléfono al altavoz, y cuando contestaban y decían: “¿Hola?”, él ponía en marcha el tocadiscos y Elvis empezaba a cantar “You ain’t nothin’ but a hound dog…” Se lo hizo a Brando una vez.»

En una entrevista posterior a la muerte de Dean, el escritor Truman Capote le preguntó a Brando si alguna vez había intimado con Jimmy.

«No, Dean nunca fue amigo mío», respondió Marlon, concluyente. «Pero tenía una idea fija sobre mí. Cualquier cosa que yo hiciera, él la hacía. Siempre estaba tratando de acercarse a mí. Solía llamarme por teléfono. Yo escuchaba cómo le hablaba al contestador, preguntando por mí, dejando mensajes. Pero nunca le cogí el teléfono. Nunca le devolví las llamadas.»

Cuando Al este del edén se estrenó, las comparaciones entre los dos actores fueron especialmente hirientes para Jimmy. Bosley Crowther, crítico del «New York Times» y declarado anti-Deaneano, escribía sobre su interpretación en esta película:

«James Dean arrastra los pies, hace pucheros, farfulla, se apoya contra las paredes, pone los ojos en blanco, se traga las palabras… todo lo que Marlon Brando solía hacer. Nunca hemos visto a un actor seguir tan claramente el estilo de otro. Mr. Kazan debería ser abofeteado por permitirle hacer una cosa tan amateur. Lo que pudiese haber de razonable tormento en este joven está enterrado debajo de su torpe interpretación.»

El columnista Sidney Skolsky era aún más concluyente en sus apreciaciones: «El mejor modo de describir a Jimmy Dean en pocas palabras es decir que es Marlon Brando hace siete años».

Cuando un reportero le preguntó qué pensaba de ser continuamente comparado con Brando, Jimmy trató de dar carpetazo al tema de una vez por todas:

«La gente me decía que me comportaba como Brando antes de que yo supiese quién era Brando», explicaba. «No me molesta la comparación, y tampoco me halaga. Yo tengo mis propias rebeliones personales y no tengo que utilizar las de Brando. Sin embargo, es cierto que a la gente le recuerdo a él: los dos crecimos en granjas, vestimos como nos apetece, montamos en moto y trabajamos para Elia Kazan. Como actor, no tengo ningún deseo de comportarme como Brando. Es muy difícil no sentirse impresionado, no llevar contigo la imagen de un actor de gran éxito. Pero eso es todo. Siento que dentro de mí hay expresiones igual de válidas y tengo unos cuantos años para desarrollar mi propio estilo.»

Lee Strasberg, que había trabajado con Brando y con Jimmy a su paso por el Actors Studio, era categórico respecto a las comparaciones entre ambos:

«¡Nunca!», exclamaba. «Son dos tipos de personalidades totalmente diferentes. Lo que era común en la época eran los personajes que interpretaban. No me importa lo que los autores puedan haber pretendido, ellos llevaron al escenario lo que hoy llamamos un antihéroe, la persona que no puede expresarse, la persona que no es un héroe en el sentido ordinario de la palabra.»

Natalie Wood, que trabajó con Dean en Rebelde sin causa y después con Kazan en Esplendor en la hierba (1961), creía que la semejanza tenía más que ver con el director que con cualquiera de los dos actores: «Jimmy fue a menudo acusado de imitar a Marlon Brando», reflexionaba la actriz. «La persona que creo que influenció a ambos era Elia Kazan. Cualquier manierismo común era obra suya.»

La histórica fotografía de la visita de Marlon Brando al plato de Al este del edén. Nótese la expresión de incomodidad y confusión de Jimmy, que parece querer estar en cualquier otra parte, en contraposición con el rostro extático de Julie Harris. En la imagen también aparece Elia Kazan.

«La gente tenía tendencia a ver a Jimmy», decía el actor Bill Gunn, amigo de Dean, «observar sus manierismos y decir: “Oh, otro Brando”. Pero lo que querían decir en realidad era, “Oh, otro virtuoso”».

Estas comparaciones desaparecieron por fin tras el estreno de Rebelde sin causa. Aunque fuese de forma póstuma, Dean consiguió ser definitivamente reconocido como un talento personal e independiente, no como un mero imitador del astro más resplandeciente de la década.

«Han desaparecido los manierismos de Brando, el demasiado obvio toque de Kazan. Se confirma como un talento destacable», dijo en su crítica de la película el «Saturday Review.»

La actitud de Brando hacia su rival también pareció relajarse en cierta medida mientras Jimmy trabajaba en su tercera y última película, Gigante. La presentadora de televisión Maila Nurmi, más conocida como «Vampira», solía encontrarse a ambos actores por Hollywood en esa época, y Marlon le dijo en una ocasión: «Dile a tu amigo —ese chico con el que sales— que pienso que los mejores actores del mundo son Paul Muni, Laurence Olivier y James Dean».

Encantado con el cumplido, Jimmy le devolvió el mensaje, de nuevo a través de Vampira: «Sabes que yo pienso que los mejores actores del mundo son Muni, Olivier y Brando».

En 1956, cuando Warner Brothers comenzó a preparar la película biográfica The James Dean Story, le pidieron a Brando que actuase como narrador. Durante un breve tiempo, el actor consideró seriamente la idea.

«A veces me excito por algo, pero nunca dura más de siete minutos. Siete minutos exactamente», decía Marlon. «Pero realmente estoy considerando esto de Dean. Podría ser importante… Esta glorificación de Dean es errónea. Por eso creo que el documental podría ser importante. Para demostrar que no era un héroe; mostrar lo que era realmente: tan sólo un chico perdido tratando de encontrarse a sí mismo. Eso tiene que hacerse, y me gustaría hacerlo. Quizá como una especie de expiación por algunos de mis propios pecados. Como hacer Salvaje

Finalmente, sin embargo, Brando declinó participar en el proyecto y el trabajo fue para Martin Gabel.

Años más tarde, Marlon le diría a uno de sus biógrafos: «Sólo hay un par de buenos actores por generación. La mía estuvo cubierta por Brando y por Dean. Antes de que nazca otro Brando u otro Dean ha de llover bastante».

MONTY, EL ÍDOLO RETICENTE

Durante sus primeros meses en Nueva York en el invierno de 1951, Jimmy Dean combatió su soledad haciendo de los cines de Times Square su segundo hogar. El joven forastero solía ver hasta tres películas diarias, agotando así sus escasos ingresos. En esos días admiró la interpretación de su héroe Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo (1951), pero también quedó profundamente impresionado por Un lugar en el sol (1951), la adaptación de la novela de Theodore Dreiser «An American Tragedy», que había dirigido George Stevens con Montgomery Clift y Elizabeth Taylor en los papeles protagonistas. En 1951, Brando y Clift representaban el emergente nuevo rostro de la interpretación americana, y ambos eran los principales exponentes del famoso «Método». Clift, nativo de Omaha al igual que Brando, y cuatro años mayor que este, había hecho su primera aparición en Broadway en 1935 con sólo trece años, y desde entonces había pasado más de una década en el teatro de Nueva York antes de convertirse en una estrella de cine dando la réplica a John Wayne en el clásico western de Howard Hawks Río Rojo (1948) y recibiendo dos nominaciones al Oscar por su trabajo en Los ángeles perdidos (1948) y en la mencionada Un lugar en el sol.

Mientras estaban trabajando juntos en Gigante, Jimmy le dijo a su amigo Dennis Hopper: «Sabes, creo que tengo una oportunidad para triunfar, porque en esta mano tengo a Marlon Brando diciendo “¡Que te jodan!” y en la otra mano tengo a Montgomery Clift diciendo, “Por favor, perdóname”. “¡Qué te jodan!” “Perdóname.” “¡Qué te jodan!” Y en algún lugar entre medias, está James Dean».

Con esta frase, Jimmy se acercó más que nadie a definir exactamente la relación que existía entre ellos tres. Él era una síntesis de la jactanciosa arrogancia de Brando y la atormentada sensibilidad de Clift, oscilando casi esquizofrénicamente entre los dos.

De hecho, Bill Gunn afirmaba que Dean valoraba a Monty por encima de Marlon: «Jimmy estaba afectado por Brando, pero estaba más conmovido por Monty. Admiraba su personalidad fracturada. Brando era demasiado obvio. Monty tenía clase».

Clift sabía que era uno de los héroes de Dean, pero siempre se negó a entablar contacto con él. Según Dennis Hopper, «Jimmy solía llamar a Monty Clift cuando estaba en Nueva York y le dejaba mensajes en el contestador: “Soy un gran actor y tú eres mi ídolo y necesito verte porque tengo que hablar contigo”. Y Clift cambiaba su número de teléfono».

Cuando Dean murió, Clift vio sus tres películas seguidas, y cada vez que se emborrachaba, se lamentaba del hecho de haberle negado la oportunidad de verle y hablar con él.

«La muerte de James Dean tuvo un profundo efecto sobre mí», confesaba. «En el instante en que me enteré, vomité. No sé por qué.»

EL HOMBRE QUE LE DEBIA SU CARRERA A DEAN

A comienzos de los años 50, Nueva York era un hervidero de jóvenes actores entrenados en el «Método», haciendo sus primeras armas en el teatro y en las producciones en directo que proliferaban en la recién nacida televisión. En este grupo estaban Martin Landau, Rod Steiger, Eva Marie Saint, Anne Bancroft y un chico de Cleveland cuya carrera iba a entrecruzarse de varios curiosos y trágicos modos con la de Jimmy Dean.

Paul Newman era seis años mayor que Jimmy; había estudiado Economía en el Kenyon College de Ohio y Arte Dramático en la Escuela de Drama de Yale, antes de llegar al Actors Studio en 1952. Al año siguiente obtuvo el segundo papel protagonista en el montaje de «Picnic» en Broadway y comenzaba a perfilarse como una de las grandes promesas de la escena teatral.

Dean y Newman coincidían a menudo en las audiciones, en los días en que ambos luchaban por abrirse camino en la televisión y el cine. Una de estas ocasiones fue en Al este del edén, donde Jimmy aspiraba al papel de Cal Trask y Paul al de su hermano mayor, Aron. Los dos actores hicieron una histórica prueba de pantalla juntos, pero Newman acabó perdiendo el papel ante Richard Davalos.

El mismo año que Jimmy protagonizó Al este del edén, rechazó el papel principal en una chapucera épica romana titulada El cáliz de plata. Ocupando su lugar, Newman hizo aquí su debut cinematográfico. Pero mientras las adolescentes chillaban histéricamente cuando Dean aparecía en pantalla en Al este del edén, el público se reía de Paul, ridículamente vestido de romano, en El cáliz de plata. Fue uno de los debuts más desastrosos en la historia del cine. La carrera de Newman estaba en el filo incluso antes de haber comenzado, y tuvo que suceder una tragedia para que la situación diese un giro de 180 grados.

Cuando Robert Wise aceptó dirigir Marcado por el odio, James Dean ya estaba comprometido con la película. Había leído la biografía del boxeador Rocky Graziano sobre su difícil ascenso desde las calles de Nueva York a la fama como campeón de los pesos medios, y le había dicho al productor de MGM, Charles Schnee, que quería hacerla. «Jimmy estaba determinado a hacerla», recordaba su agente Dick Clayton. «Nos reunimos con los productores e hicimos algunos ajustes.»

Tras la trágica muerte de Dean, Wise tuvo que admitir el hecho de que, repentinamente, no tenía protagonista para Marcado por el odio. «Nos habíamos quedado colgados», recordaba, «y empezamos a buscar, y comí con John Cassavetes.» El actor neoyorquino era entonces un veinteañero y comenzaba a abrirse camino en el cine; pero Wise no pensó que tuviese la constitución física adecuada para el papel.

Buscando a otro actor que pudiese interpretar a Graziano, Wise vio a Newman en un pequeño drama bélico pendiente de estreno llamado Traidor a su patria (la película no sería estrenada hasta después de Marcado por el odio), y supo que tenía a su Rocky. «Parecía un candidato mucho más probable que cualquier otro», explicaba el director. Esa simple afirmación —la intuitiva seguridad de que alguien es adecuado para un papel— salvó la carrera de Paul Newman.

«No sé si podría decirse que eso salvó su carrera», decía Wise. «Pero ciertamente la hizo despegar.» Dick Clayton disiente: «El cáliz de plata había dejado K.O. a Paul, la experiencia fue horrible para él. En ese punto, estaba harto de Hollywood».

Aún así, tener que contratar a un virtual desconocido en el papel protagonista después de haber tenido a la joven estrella más prometedora de Hollywood era una especie de pérdida de estatus. «Newman apenas estaba estableciéndose como actor de cine, y en realidad no tenía ningún nombre en absoluto», decía Wise.

Años después, sin embargo, el director estaba convencido de que Newman fue la mejor elección posible, y dudaba de que hubiese podido obtener la misma interpretación de Dean. «Paul hizo una caracterización fuerte y creíble», afirmaba Wise. «Realmente trabajó duro para llevar a Rocky a la pantalla.»

Marcado por el odio lanzó a Paul Newman al estréllate Dos años después protagonizó El zurdo, un biopic sobre el mítico forajido Billy el Niño que adaptaba la obra de Gore Vidal «The Death of Billy the Kid» y que supuso el debut cinematográfico del director Arthur Penn. Como la película de Robert Wise, El zurdo había sido concebida con James Dean en el papel protagonista. Ese mismo año, Newman obtuvo su primera nominación al Oscar por La gata sobre el tejado de zinc e inició la senda que le ha convertido en una de las últimas leyendas vivas de Hollywood. Pero de no ser por la trágica desaparición de su mayor rival, la historia podría haber sido muy diferente.

CUANDO EL REY QUISO SER REBELDE

James Dean y Elvis Presley, el Rey adolescente de Hollywood y el Rey del rock, se admiraban mutuamente en la distancia. Aunque las aficiones musicales de Jimmy estaban más orientadas hacia las percusiones africanas, las sinfonías clásicas y Bartok, también le gustaban Elvis y otros cantantes del pujante rock’n’roll. En sus últimos meses de vida, escuchaba continuamente «Hound Dog», uno de los primeros singles de éxito de Presley, y una de sus bromas preferidas consistía en llamar por teléfono a sus amigos a altas horas de la noche para ponerles la canción a todo volumen.

Elvis, cuatro años más joven que Dean, llegó a Hollywood poco después de la muerte de Jimmy para hacer su debut en el cine con Ámame tiernamente (1956). En aquellos primeros tiempos, Elvis confesaba abiertamente su adoración por Dean. El Rey aspiraba a ser un buen actor, pero sabía que en el cine no era más que un aprendiz y veía a Jimmy como un maestro intocable. De hecho, existe una filmación en la que Elvis comentaba que él jamás se compararía con Dean, porque Jimmy era un genio.

Elvis literalmente tomó a Dean como su modelo interpretativo, y llegó a rendir un sentido homenaje, rodilla en tierra, a Nick Ray, el director de Rebelde sin causa, cuando se lo encontró en la cantina de Warner Brothers.

«Yo estaba sentado en la cafetería de la Warner un día, y Elvis se acercó», recordaba Ray. «Él sabía que yo era amigo de Jimmy y que había dirigido Rebelde, así que se puso de rodillas delante de mí y empezó a recitar diálogos enteros de la película. Elvis debía haber visto Rebelde una docena de veces por entonces, y recordaba cada una de las frases de Jimmy.»

EIvis Presley en El rock de la cárcel, la mejor película —junto a El barrio contra mi— de su irregular carrera cinematográfica, y nueva vuelta de tuerca sobre el tema del delincuente juvenil con buen corazón que Jimmy Dean había popularizado en Rebelde sin causa.

A Elvis le gustaba ser llamado «el James Dean del rock’n’roll», aunque David Weisbart (productor de Rebelde sin causa y también de Ámame tiernamente), negaba ninguna similitud real entre las dos estrellas:

«En lo que respecta a los adolescentes, Elvis Presley es lo que yo llamo una válvula de seguridad», decía Weisbart. «Lo que quiero decir es que los chicos gritan y gesticulan y dejan salir sus emociones cuando le ven actuar. Pero cuando veían interpretar a Jimmy embotellaban sus emociones y se volvían huraños y melancólicos. Elvis es totalmente extrovertido, mientras que Jimmy era el polo completamente opuesto. Básicamente, Jimmy era un solitario, mientras que Elvis es sociable.»

En otra de sus primeras (y mejores) películas, El barrio contra mí (1958), Elvis no tuvo reparos en tratar de copiar la famosa escena de Rebelde sin causa en la que Dean se enfrentaba a su padre. A decir verdad, los guionistas, Herbert Baker y Michael Vincente Gazzo, habían sido específicamente aleccionados por el productor, Hal Wallis, para que hiciesen esta adaptación de la novela de Harold Robbins «A Stone for Danny Fisher» lo más parecida posible a Rebelde, para que el paralelismo entre Elvis y Dean resultase inconfundible para el público juvenil. Tras la muerte de Jimmy, Hollywood buscaba desesperadamente un nuevo ídolo juvenil, y Presley, con su atractivo físico, sus canciones de éxito y su rebeldía de andar por casa parecía el candidato perfecto. Sin embargo, tras el fracaso de Estrella de fuego (1960) su carrera cinematográfica se dirigiría hacia una decadencia total que culminó en 1969 con las desastrosas Charro y Change of Habit. Años más tarde, Barbra Streisand le ofrecería el papel de Norman Maine, su marido en la ficción, en el remake de Ha nacido una estrella (1976), pero el Coronel Tom Parker, representante y gurú profesional del Rey, se negó a que su pupilo participase en la película, y el personaje fue a parar a manos de Kris Kristofferson.