CAPÍTULO 7
MARGINADO EN TEXAS

«Su interpretación era una mezcla de técnica, inteligencia y trabajo duro. Daba la impresión de ser completamente natural e improvisar sobre la marcha. Pero ni un solo detalle era nunca espontáneo. Lo tenía todo pensado. Un actor que sólo trabajase con la inspiración no podría hacer esto. Él tenía su propio concepto de la interpretación.» GEORCE STEVENS SOBRE JAMES DEAN

Dean apenas tuvo tiempo para relajarse después de terminar el rodaje de Rebelde sin causa. Le esperaba Gigante, una epopeya texana basada en el best seller de Edna Ferber.

George Stevens iba a ser el productor y director de Gigante, y esta era una de las principales razones por las que Jimmy quería estar en la película. Stevens era una de las auténticas leyendas del viejo Hollywood, uno de los pocos cineastas en activo que llevaban haciendo películas desde los años 20. Ganador del Oscar en 1951 por Un lugar en el sol, también había sido nominado por El amor llamó dos veces (1943) y por su más reciente, y quizás más distinguida película, Raíces profundas (1953).

«Gigante» apareció primero en forma de serial en la revista «Ladies’ Home Journal» antes de que la editorial Doubleday la publicase en 1952. La novela capturó la imaginación de millones de lectores, dado su amplio atractivo: era una historia de amor que narraba las vidas de tres generaciones de una dinastía texana, en el contexto de las tensiones raciales en el Profundo Sur.

Edna Ferber había tenido una larga y fructífera relación con el cine, ya que diez de sus libros habían sido llevados a la pantalla, incluyendo «Tulsa», «So Big» y «Showboat». Era natural, por tanto, que la autora esperase una respuesta entusiasta por parte de Hollywood hacia su última, popular y controvertida obra. «Gigante» había despertado las iras de algunos texanos que creían que Ferber daba una mala imagen de ellos, presentándoles como racistas y, peor aún, como unos nuevos ricos arribistas.

El 20 de mayo de 1952, «Daily Variety» publicó la noticia de que Ferber se negaba a permitir que los estudios de Hollywood echasen un vistazo por adelantado a su nueva novela. Durante un corto período, esta política de «manos fuera» funcionó: el libro era una fruta prohibida por la que los estudios tendrían que luchar entre sí, y «Gigante» ocupó brevemente el lugar más alto en la lista de propiedades más codiciadas por los productores.

Sin embargo, el gran interés por «Gigante» fue efímero y finalmente Ferber se vio incapaz de encontrar un comprador para su obra. Pero la controversia que rodeaba al libro interesó a Stevens y a su socio, el productor Henry Ginsberg. El cineasta también veía la historia como una especie de western a gran escala.

Para hacerse con el libro de Ferber, Stevens y Ginsberg formaron la compañía independiente Giant Productions, y en diciembre de 1952 hicieron a la autora una oferta por los derechos cinematográficos de «Gigante». Después, a Ginsberg se le ocurrió la idea de que los tres formasen una compañía de producción con el propósito de «producir, distribuir y explotar películas empezando con Gigante y también fotonovelas basadas en otras propiedades literarias de Ferber». Ella escribiría, Ginsberg produciría y Stevens dirigiría, los tres sin cobrar ninguna compensación. Giant Productions se formó el 4 de mayo de 1953, y el 16 de noviembre la nueva compañía adquirió formalmente la novela y sus derechos durante diez años.

Encontrar un estudio que respaldase a Giant Productions, sin embargo, no fue fácil. Pero cuando Raíces profundas se estrenó en el verano de 1953 y se convirtió en un gran éxito de crítica y público, allanó el camino para que Warner Bros, aceptase Gigante.

«Después de tres o cuatro meses de trabajar en el guión, se lo llevé a Jack Warner para preguntarle si lo apoyaba», recordaba Stevens posteriormente. «No tenían absolutamente nada en marcha en el estudio. Jack lo leyó y dijo: “Pondré un millón”. Gastamos tres millones y después tuvimos una reunión con Jack, y él preguntó: “¿Cuánto más?” Yo respondí: “Dos millones y medio”. Él me preguntó si podía ajustarme a mi presupuesto y dije: “Claro”. Entonces se metió la mano en el bolsillo y sacó un cheque por dos millones y medio y dijo: “Pensé que era justo lo que necesitabas”.»

Para tener una carrera tan corta como piloto de carreras, Jimmy amasó una importante cantidad de trofeos. Aquí posa con algunos de ellos durante una pausa en el rodaje de Rebelde sin causa.

Un contrato firmado por el estudio y por Giant Productions en diciembre de 1953 estipulaba que Warner Bros, se haría cargo de la financiación, distribución y promoción de la película; ni Ferber ni Stevens ni Ginsberg recibirían un salario, pero compartirían el 50% de los beneficios cuando el estudio hubiese recuperado su inversión; cualquier incremento en el presupuesto tendría que ser aprobado por Jack Warner; Stevens tenía que entregar un guión definitivo treinta días antes de empezar el rodaje y una película terminada cuatro meses después de completar la fotografía principal.

Stevens contó con sus habituales Ivan Moff at y Fred Guiol como «asesores de la historia» y, después de varios tratamientos, los tres finalizaron un guión definitivo. Cada borrador era enviado al departamento de investigación de la Warner, que se ocupaba de las posibles consecuencias legales. Aparentemente, Ferber había modelado a sus personajes a partir de texanos reales y vivos. La familia Benedict estaba basada en una familia llamada Kleberg y en su King Ranch, y, entre otros préstamos obvios, Jett Rink se parecía mucho al famoso millonario texano Glenn McCarthy. Los personajes y los acontecimientos de sus vidas ficticias tenían demasiadas similitudes con sus homólogos reales para que la Warner se sintiese cómoda. Stevens prometió que los caracteres de su película no se parecerían en nada a los Kleberg y a los demás.

El guión original de Stevens, Moffat y Guiol tenía trescientas setenta páginas, reducido después a doscientas cuarenta. Pero Ferber opinó que las sucesivas versiones tenían muchos fallos en los diálogos, las caracterizaciones e incluso en algunas escenas.

Finalmente, Ferber decidió escribir su propia versión del guión y se prestó voluntaria para pasar tres semanas en Los Ángeles. La novelista voló a California en junio de 1954 y trabajó seis días a la semana con Stevens, Moffat y Guiol, aunque el grueso del guión fue obra suya. El 8 de agosto entregó a Stevens una versión final no mucho más larga que un tratamiento, que el director encontró visualmente pobre. Ferber tenía un don para los diálogos, pero no conocía la gramática visual del cine. Por tanto, Stevens, Moffat y Guiol decidieron seguir adelante con su propio guión.

Para Stevens, elegir a los tres protagonistas de su película debió parecerse a ser un niño en una pastelería, con tantas estrellas disputándose los papeles. Al principio pensó en William Holden y Audrey Hepburn, pero ambos rehusaron. El camino del casting de los tres personajes principales tomó a partir de entonces tantos giros que mantuvo al realizador ocupado desde finales de 1953 hasta bien entrado 1955.

Clark Gable fue uno de los primeros actores en perseguir el personaje de Bick Benedict, pero Stevens quería a alguien más joven, que pudiese envejecer a lo largo de la historia. También consideró a Charlton Heston, Henry Fonda, Sterling Hayden, Gregory Peck, Burt Lancaster (el favorito de Edna Farber), Kirk Douglas, James Stewart y Tyrone Power.

Entonces, Ross Hunter, productor de Obsesión para la Universal, insistió a Stevens para que viese la interpretación del prometedor Rock Hudson en esa película. Stevens comprendió inmediatamente que las escenas de Hudson con Jane Wyman iban a convertirle en el mayor galán romántico de Hollywood desde Gable. Después vio una película anterior de Rock, Historia de un condenado, en la que interpretaba a un pistolero que envejecía varias décadas, igual que Bick pasaba de la juventud a la madurez en Gigante.

Stevens advirtió a la Warner que iniciase las negociaciones para pedir prestado a Hudson a la Universal. Pero el estudio se resistía a perder los servicios de su nueva estrella y decidieron ponerle en otro melodrama con Jane Wyman, Sólo el cielo lo sabe. Aunque ansioso por conseguir el papel principal en Gigante, Hudson estaba convencido de que la Universal nunca le cedería. Sin embargo, el 4 de noviembre de 1954, Louella Parsons escribía en el «L.A. Examiner»: «Rock suplicó tanto que finalmente se llevó el gato al agua». Ese mismo día, el actor envió a Stevens un telegrama desde Evanston, Illinois, diciendo que estaba «caminando sobre las nubes». La Universal notificó a la Warner que Hudson estaría disponible a partir del 17 de mayo de 1955, y se llegó a un acuerdo con su agente, Henry Wilson.

Elizabeth Taylor, por su parte, estuvo muy lejos de ser la primera elección de Stevens para interpretar a Leslie Lynnton. Aunque la había dirigido cuatro años antes en Un lugar en el sol, el realizador pensaba que, a sus 23 primaveras, la actriz era demasiado joven para convertirse en una mujer que envejece tres décadas como la matriarca de la familia Benedict.

Taylor estaba tan decidida a conseguir el papel que telefoneó personalmente a Stevens, pero el realizador la rechazó. A comienzos de julio de 1954, volvió a probar suerte con Audrey Hepburn y viajó a Nueva York para discutir el papel con ella. En esos momentos, la actriz estaba representando «Ondine» en Broadway. El 9 de julio, cuando la obra terminó sus representaciones, Stevens se reunió con Hepburn, pero no se pusieron de acuerdo sobre la interpretación de la historia de Edna Ferber.

Una de las imágenes clásicas de Gigante: Jett Rink repantingado en el asiento trasero del enorme coche que conduce para los Benedict, con la ostentosa mansión Reata recortándose contra el horizonte.

Con Audrey fuera de la competición, el director consideró brevemente a Irene Dunne, Arme Baxter, Grace Kelly, Jane Wyman, Jennifer Jones, Jean Simmons, Rita Hayworth y Olivia de Havilland, entre muchas otras. Finalmente, se decidió por Eva Marie Saint, pero un memorándum de la Warner con fecha del 25 de enero de 1955 advirtió a Stevens de que Saint estaba embarazada, y no estaba previsto que diese a luz hasta finales de abril.

El 28 de enero, Henry Ginsberg fue informado por carta de que Grace Kelly estaba «muy interesada» en el papel de Leslie, pero la MGM ya la había destinado a una película con Spencer Tracy, que ella no quería hacer. A Stevens le gustaba la opción de Kelly, a quien consideraba «la estrella femenina más importante» de la época. Pero por mucho que Grace declaró que deseaba el trabajo, la MGM se negó a prestársela a Stevens.

Enterada de los problemas que los productores de Gigante estaban teniendo para encontrar a su protagonista femenina, Elizabeth Taylor volvió a llamar a Stevens. En esos momentos estaba embarazada, pero prometió estar lista para empezar a trabajar inmediatamente después del parto. Finalmente, Stevens le preguntó a Rock Hudson a quién prefería como coprotagonista femenina, «¿Grace Kelly o Elizabeth Taylor?» Hudson había conocido a Elizabeth a través de Montgomery Clift, y sabía que la actriz simpatizaba con los gays.

«Elizabeth Taylor», respondió Rock.

«Bien. Contrataremos a Elizabeth», dijo George Stevens.

Más tarde, Hudson recordaría con una sonrisa que, «Si yo hubiese dicho “Grace Kelly”, él habría encontrado un modo de hacerme pensar que Elizabeth sería mejor. Eso era lo maravilloso de su dirección, hacerme creer que todo era idea mía».

Fotografiado por Dennis Stock en su entorno favorito: rodeado de motores y ruedas durante su visita a Fairmount.

Había otro problema, sin embargo. Al igual que Grace Kelly, Liz Taylor tenía contrato con la Metro, y, por segunda vez, el estudio se negó a ceder a una de sus estrellas a la Warner. «Casi tuve que hacer una sentada», recordaba la actriz. «La MGM me quería para otra película, algo como una secuela de Lassie.» Finalmente, el 4 de mayo de 1955, la Metro consintió en prestársela a Stevens hasta el 21 de agosto, a cambio de una sustanciosa compensación.

«Esos bastardos de MGM me obligaban a hacer cinco películas al año por mis cien mil dólares», se quejaba Elizabeth, «y por este préstamo para Gigante iban a sacarle a la Warner 250.000».

El 28 de abril, unos días antes de que su cesión se hiciese efectiva, Taylor se presentó en los estudios de la Warner en Burbank para las pruebas de vestuario. Casi inmediatamente, tuvo su primera discusión con Stevens. El director la vistió con unos gruesos zapatos de cuero, una falda larga y un sombrero de hombre, una vestimenta apropiada para las llanuras de Texas, pero ella se quejó de que se sentía como «una lesbiana travestida». El director la ridiculizó frente a todo el equipo, acusándola de ser sólo otra cara bonita que nunca sería una actriz de verdad. Aunque al final se libró del sombrero, Liz aparece con el resto de su vestuario en varias escenas en el rancho Reata, lo que contribuyó a la credibilidad de su personaje y mejoró su interpretación global.

En cuanto al papel de Jett Rink, el tercer vértice del triángulo protagonista de Gigante, Stevens reconsideró a algunos de los actores en los que había pensado originalmente para el personaje de Bick, como William Holden y Robert Mitchum, a quien hizo serios intentos de contratar. Pero cuando los problemas de fechas con otra producción dejaron a Mitchum fuera de juego, el realizador sopesó, entre muchos otros, a Alan Ladd, Anthony Quinn, Rod Steiger, Nick Adams, Van Heflin, Montgomery Clift y Richard Burton.

Cuando James Dean llegó a Hollywood para comenzar a rodar AI este del edén en abril de 1954, Stevens y Henry Ginsberg ya estaban instalados en una oficina en los estudios de la Warner, trabajando en el guión de Gigante con Fred Guiol e Ivan Moffat. Que esta oficina estuviese situada en el trayecto que Jimmy recorría a diario desde su camerino al plato de Al este del edén fue una pura coincidencia. Pero no había nada de fortuito en su hábito de dejarse caer por allí para charlar con la gente de Stevens. Jimmy sabía que el director estaba preparando Gigante, y que estaba destinada a ser una producción «monstruosa». Aunque no había hecho campaña abiertamente por el papel de Jett Rink, se hizo amigo del coguionista Fred Guiol.

«Cuando Jimmy estaba trabajando con Kazan, pasaba por delante de nuestra oficina todos los días», recordaba Stevens, «y pronto empezó a dejarse caer para charlar con Freddy Guiol. Hablaban sobre coches y pesca y cosas así. No era una conversación muy fluida. Cada cinco minutos, alguien decía una palabra».

Jimmy había aprendido las tácticas de las largas campañas de casting durante sus días en Nueva York. Se había convertido en un experto en ablandar a secretarias, recepcionistas y asistentes, insistiendo o no según la situación lo exigiese. Su labor de zapa dio resultado. Para cuando terminó de trabajar en Al este del edén, su nombre ya había superado a los de Alan Ladd y Richard Burton en la lista de candidatos para el papel de Jett Rink. Stevens estaba examinando los cambios que la elección de Dean implicaría en la caracterización y la función del personaje en la historia.

«Cuando Al este del edén estuvo terminada fuimos a verla», confirmó Stevens, «y el chico era increíble. Así que cuando adjudicamos el personaje de Jett Rink —que realmente pedía un tipo robusto y duro— le dije a Freddy: “Agárrate el cinturón, Fred. ¿Qué te parece Jimmy Dean para el papel?” Así que al día siguiente fui a ver a Jim y le dije: “Quiero que le eches un vistazo a este guión y me digas qué piensas. Mira si es demasiado raro para ti”. Sin prisa alguna, lo leyó, volvió a mi oficina y simplemente dijo: “Estaría bien”. Hablamos un poco más y decidió hacer la película.»

El orden original de los créditos de Gigante en los papeles privados de Stevens era Rock Hudson — James Dean — Elizabeth Taylor — Jane Withers — Chill Wills. No sería hasta el año siguiente, 1956, mientras el director montaba los miles de metros de película, cuando la MGM cerró el orden exacto de los créditos en negociaciones con la Warner, especificando que Elizabeth Taylor tenía que ser «la primera entre los miembros del reparto». Después iría Hudson, y Dean ocuparía el tercer lugar, en consonancia con sus respectivos salarios. Liz cobró 175.000 dólares por trabajar en Gigante, y Hudson 100.000. En contraste, el sueldo de Jimmy era el mínimo garantizado de 15.000 dólares.

La escena más reconocible de Gigante; Jett adopta una postura de crucifixión cuando Leslie le visita en su parcela de «Pequeña Reata».

Tal como Edna Ferber lo había representado en su libro, el personaje de Jett Rink —basado, como se ha señalado anteriormente, en el terrateniente texano Glenn McCarthy— era un hombre enorme, entrado en carnes y presuntuoso. Física y temperamentalmente, Jimmy no podría haber sido más distinto. Pero Stevens había visto en él la oportunidad de enfatizar el elemento de «marginado» en Jett: el jornalero adoptado, siempre excluido de la vida personal de la familia Benedict. Dean tenía las cualidades para expresar tanto ese estado de exclusión como la resultante amargura que acaba envenenando toda su vida.

Jimmy afrontó la caracterización con su habitual intensidad, estudiando a auténticos tipos de Texas sobre los cuales modelar a su personaje. Tan pronto como llegó a las localizaciones de Marfa, se puso su uniforme de cowboy: botas, Levi’s, camisa vaquera y un enorme sombrero. Nunca se cambió de ropa, ni delante ni detrás de la cámara, hasta las dos últimas semanas de rodaje, cuando empezó a transformarse en el envejecido Jett Rink. También adoptó un acento sureño, aprendió a usar el lazo, a tocar canciones country con la guitarra y a cazar conejos con su profesor de diálogo, Bob Hinkle.

Su interpretación del envejecido Jett Rink, sin embargo, siempre ha sido objeto de controversia entre aquellos que opinan que demostraba sus limitaciones como actor y aquellos que aseguran que le confirmó como un intérprete maduro capaz de asumir roles fuera de su propia realidad. Lo cierto es que aunque el rodaje de Rebelde sin causa le dejó muy poco tiempo para hacer pruebas de maquillaje, Jimmy envejece de un modo más convincente que Rock Hudson o Liz Taylor, quienes apenas muestran signos de cambio en los treinta años que abarca la película, excepto por sus cabellos, que toman un tono gris-azulado. En contrapartida, Dean resulta mucho más efectivo como el maduro Jett, con sus arrugas y su mostacho.

Jimmy llegó a dominar tan completamente la presencia física de un hombre mayor, que cuando se encontró un día con su amigo Sal Mineo en los estudios durante las pruebas de vestuario y maquillaje, este no le reconoció. Dean quedó tan complacido que se llevó a Mineo a comer a la cantina y se lo presentó a Stevens. Como resultado de este encuentro, Stevens le dio a Sal el papel de Ángel Obregón II, uno de los chicos mexicanos del rancho Reata, cuyo funeral castrense tras su muerte en la guerra es una de las escenas fundamentales al final de la película.

Jett invita a Leslie a tomar el té en su cabaña, una escena de sutil tensión erótica entre los dos personajes.

El 18 de mayo, Warner Bros, organizó una conferencia de prensa en sus oficinas de Burbank para anunciar el comienzo de la fotografía principal de Gigante. George Stevens, Elizabeth Taylor, Rock Hudson, Mercedes McCambridge y Chill Wills atendieron a los reporteros y a los fotógrafos esbozando la mejor de sus sonrisas. Jimmy Dean, por el contrario, llegó tarde, vestido con unos jeans y una vieja camisa de franela roja, sombrero y botas de cowboy, y sin afeitar. Se sentó en un rincón, con el sombrero sobre los ojos y un cigarro colgando de los labios, y cuando Stevens le presentó, no sonrió ni se levantó. Simplemente se quedó allí sentado.

»Se limitó a contemplar sus botas», recordaba un reportero que estaba en el evento. «Cuando un fotógrafo se acercó para sacarle una instantánea, se puso rápidamente sus gafas de sol.»

«¿Sería tan amable de quitarse las gafas, Mr. Dean?,» preguntó el atribulado fotógrafo.

Jimmy negó con la cabeza. «No pretendo ser grosero», se excusó. «Es sólo que tengo bolsas bajo los ojos, y necesito un afeitado.» En otro rincón de la sala, un representante del estudio murmuraba para sí mismo: «Eso es típico del chico. Espero que el ejército le reclute y le enseñen un poco de cooperación».

Este incidente se convirtió en otra famosa pieza del folklore sobre James Dean, agriando sus relaciones con la producción incluso antes de que el rodaje hubiese empezado. Pero había una razón para su hosco comportamiento, que ningún periodista se molestó en explicar: cuando se celebró la conferencia de prensa, Jimmy estaba en mitad de una semana de filmación nocturna en Rebelde sin causa. El agotado actor había llegado a las oficinas de la Warner directamente después de quince horas de trabajo en exteriores nocturnos en Griffith Park.

Una imagen publicitaria de Gigante, con Rock Hudson y Elizabeth Taylor caracterizados como Bick y Leslie Benedict.

El rodaje de Gigante comenzó al día siguiente, 19 de mayo de 1955, en los platos de Warner Bros, en Burbank, con un calendario de setenta y dos días de fotografía principal. Pero pronto quedó claro que el presupuesto estimado de 1,5 millones de dólares iba a estar muy lejos de ser suficiente. Un cálculo revisado de 2,5 millones no tenía mucho mejor aspecto, ni tampoco el calendario de rodaje, que el jefe de producción, Mel Dellar, pensaba que se quedaba corto en unos treinta y cinco días. Las previsiones del estudio eran que Gigante acabaría costando alrededor de 5 millones de dólares. Jack Warner quería que Stevens mantuviese el metraje de la película por debajo de las dos horas, pero el director no tenía ninguna intención de cumplir esa condición (el montaje final de Gigante duraba 201 minutos). Tampoco aceptó rodar en Cinemascope, a pesar de la insistencia de Warner.

Después de trabajar en Los Ángeles en las escenas de interiores, el 31 de mayo la producción se trasladó a Virginia para rodar algunos exteriores en Keswick, siete millas al este de Charlottesville. Y por fin, el 4 de junio llegaron a Marfa, Texas, donde permanecerían durante una larga —y muy calurosa— parte del rodaje.

Marfa era un remoto pueblo de unos 2500 habitantes, situado en la parte occidental del enorme estado texano, a unos noventa kilómetros de la frontera con México. Mercedes McCambridge describía el lugar como «el paisaje más horrible sobre la faz de la tierra. No había absolutamente nada. Ni colinas, ni agua, ni árboles y los demás pueblos estaban a miles de kilómetros de distancia».

Como resulta fácil deducir, Marfa no era una localización que pudiese acomodar a una gran producción de Hollywood, con su equipo de doscientas cincuenta personas. El único hotel aceptable, «El Paisano», se llenó inmediatamente, dejando que todos los demás se alojasen en casas alquiladas después de cuidadosas negociaciones acorde a su status. La única sala de cine del pueblo fue requisada para la proyección de las escenas diarias. La temperatura por el día era insoportablemente calurosa. El termómetro superaba habitualmente los 40º C y no había llovido en los últimos cinco años. La vida en Marfa era dura, pero los lugareños estaban acostumbrados y consideraban a sus visitantes como gente consentida de la ciudad.

«Nos levantábamos con la salida del sol, a eso de las 5 de la mañana», se defendía el director de producción, Tom Andre, «y trabajábamos todo el día hasta que se hacía de noche. Hacía más calor que en el infierno. Después nos íbamos al hotel, nos dábamos una ducha, cenábamos, veíamos las secuencias del día y nos íbamos a dormir. La temperatura bajaba por la noche, pero había mucha humedad y no teníamos aire acondicionado».

George Stevens era conocido por sus elaboradas producciones, y Gigante no fue una excepción. Gastó 200.000 dólares en la construcción de Reata, la mansión de estilo gótico que se eleva de forma surrealista sobre la planicie desértica (un extravagante decorado que se utilizó solamente para las tomas exteriores y fue abandonado como un bizarro monumento hasta que se derrumbó a comienzos de los años 80). Un árbol de Navidad fue adquirido en mitad de agosto en el Parque Nacional de Sequoia, y solamente el transporte costó quinientos dólares. Dos serpientes (nunca utilizadas) fueron capturadas en un safari de tres días, y unas 4000 cabezas de ganado se emplearon como extras.

Retrasado por el final del rodaje de Rebelde sin causa, Jimmy Dean no pudo unirse al equipo de Gigante hasta el 6 de junio. Como el alojamiento en Marfa era limitado, se vio obligado a compartir una casa con Rock Hudson, un emparejamiento quizá organizado deliberadamente por Stevens para crear la corriente de hostil familiaridad que los dos hombres tendrían que mostrar en la película. Pero el conservador Stevens difícilmente podría haber anticipado la potencial tensión sexual entre los dos actores: Hudson era la gran «reina» de la escena gay de Hollywood; Jimmy, el andrógino bisexual que se movía en los márgenes de esa escena. (Como todo el mundo sabe, Rock Hudson sería una de las primeras celebridades víctimas del SIDA en 1985, una muerte que conmocionó a los Estados Unidos y a Europa y decidió a los gobiernos a tomar una actitud más comprometida hacia la enfermedad.)

Con todo, la presumible estratagema del director funcionó a la perfección. El mutuo desprecio que Dean y Hudson sentían el uno por el otro no estaba lejos de la hostilidad que Jett y Bick exhibían ante las cámaras. Rock encontraba la hosquedad de Jimmy difícil de tolerar, y sus técnicas de actor del Método le parecían una ridícula pérdida de tiempo.

«Antes de llegar al plato solía calentar como un boxeador antes de un combate», se lamentaba Hudson. «Nunca entraba en el campo de cámara sin antes saltar en el aire con las rodillas elevadas hasta debajo de su barbilla, o corriendo a toda velocidad alrededor del plato chillando como un ave de presa.»

Como la mayoría de los profesionales que trabajaron con Dean, Hudson estaba convencido de que la impredecibilidad de su coprotagonista en los ensayos y en el rodaje era un intento deliberado por robarle sus escenas. Aunque puede que hubiese una cierta malicia en la negativa de Jimmy a hacer una escena exactamente del modo en que se ensayaba, también era algo esencial para su técnica interpretativa: tenía que haber un nivel de espontaneidad en todo lo que hacía, en parte para mantener su propia adrenalina, en parte para provocar la reacción de cualquiera que actuase con él.

La escena del club nocturno con la joven Luz Benedict (interpretada por Carroll Baker), por ejemplo, fue ensayada y rodada casi treinta veces durante los tres días que tardó en completarse. «Él siempre añadía algo nuevo», decía Baker. «Nunca era exactamente lo mismo dos veces, y yo tenía que escucharle y observarle igual que Luz, un poco tensa y aprensiva.»

La impredecibilidad de Jimmy también molestaba a George Stevens, que nunca podía estar seguro de lo que había obtenido en una toma, y se veía obligado a escrutar minuciosamente cada una de ellas buscando cualquier matiz o gesto que su actor pudiese haber cambiado, o cualquier detalle o diálogo o movimiento que pudiese estropear la continuidad. La gran cantidad de tiempo que Dean necesitaba para prepararse antes de cada toma ponía aún más presión sobre Stevens cada vez que dudaba si dar la toma por buena o volver a rodarla.

Inmediatamente después de incorporarse al rodaje de Gigante, Jimmy se dio cuenta de las enormes diferencias que existían entre Stevens y los otros dos grandes directores con los que había trabajado, Elia Kazan y Nick Ray. Stevens no era un director de actores, y no construía sus películas alrededor de las interpretaciones. Para él, los actores eran simples hilos en un complejo entretejido de elementos, piezas dentro de un gran mecanismo.

Stevens no sólo dominaba por completo la película, eliminando cualquier contribución artística que Jimmy pudiese hacer, sino que su voluntad de hierro también interfirió en la vida personal de su estrella.

«Tres días antes de partir hacia las localizaciones de Gigante», recordaba el cineasta, «Jimmy se había inscrito en una carrera en Palm Springs. Fred Guiol y yo tuvimos una conversación al respecto y estábamos francamente preocupados de que pudiese pasarle algo. Así que tuve una charla con Jimmy y le dije: “He oído que te has inscrito en una carrera. Pero ¿qué pasa si te rompes un brazo? No puedes hacer la película con un brazo escayolado”. Le convencí de que había mucho en juego, así que no participó en esa carrera».

La tensión entre Stevens y Dean se fue acumulando a medida que la película avanzaba, dificultando su comunicación a nivel creativo. El director empezó a reaccionar furiosamente contra el elaborado análisis de escenas y personajes de su estrella.

«A veces descomponía una escena en tantos pedacitos que los árboles no le dejaban ver la escena, por así decirlo», reflexionaba Stevens. «Debo admitir que a veces le subestimé; y a veces él sobreestimaba los efectos que pensaba que estaba consiguiendo. En conjunto fue un infierno trabajar con él. Siempre estaba tirando y aflojando, y había desarrollado una diseñada irresponsabilidad. “Es duro para ti”, parecía querer decir, “pero tengo que hacerlo de este modo”. Desde el ángulo del director no es la mejor clase de tipo con el que trabajar.»

Rock Hudson y Elizabeth Taylor se hicieron muy amigos durante el rodaje de la película de Ceorge Stevens. Tras la muerte del actor en 1985, Elizabeth se embarcó en una cruzada para combatir el SIDA en el mundo.

Para Elizabeth Taylor, Stevens parecía a veces un padre severo, sintiéndose obligado a castigar o restringir a su «hijo» respondón. «Sentía una especie de cariño por Jimmy Dean», revelaba la actriz. «Era curioso observarle. Chocaban frontalmente y había una pelea terrible. Después, cuando yo no estaba en cámara, veía a George observando a Jimmy. George sonreía, pero nunca hizo saber a Jimmy que estaba orgulloso de él.»

De hecho, tras la muerte de Dean, Stevens pasó seis meses «encerrado con él» en la sala de montaje, y revisó muchas de sus anteriores críticas hacia el actor.

«Su interpretación era una mezcla de técnica, inteligencia y trabajo duro», diría varios años después de hacer Gigante. «Daba la impresión de ser completamente natural e improvisar sobre la marcha. Pero ni un solo detalle era nunca espontáneo. Lo tenía todo pensado… Un actor que sólo trabajase con la inspiración no podría hacer eso… Tenía su propio concepto de la actuación, era algo escurridizo.»

La alta opinión que Dean tenía de Stevens como director, por el contrario, no sobrevivió a la película. Jimmy estaba acostumbrado a la arrogancia conceptual de Elia Kazan y a los juicios instintivos de Nick Ray.

Kazan y Ray eran directores que creaban la estructura de sus escenas mientras rodaban, eligiendo sus ángulos y sus tomas antes de entrar en la sala de montaje. Stevens, en cambio, construía sus películas rodando cada escena desde todos los ángulos posibles, y después montaba las mejores tomas entre kilómetros de película. Este no era un sistema que Jimmy admirase demasiado.

«Stevens tiene un método que yo llamo el sistema “alrededor del reloj”», explicaba Jimmy. «Coge toda esa película y rueda cada escena desde todos los ángulos posibles —arriba, abajo, aquí, allá— y cuando ha terminado, consigue al mejor montador de la ciudad. Entonces se pasan un año seleccionando entre kilómetros y kilómetros de celuloide las mejores tomas y las mejores escenas. Resuelven todo el tinglado como si fuese un rompecabezas. Y cuando han terminado, ¡sorpresa!, otra obra maestra. ¿Cómo va a hacerlo mal?»

Después de trabajar juntos en Rebelde sin causa, Jimmy había hablado con Nicholas Ray sobre la posibilidad de formar su propia compañía de producción, esperando que aprendería a dirigir y finalmente se dedicaría a escribir.

«Actuar es maravilloso y realmente satisfactorio», le contó a Hedda Hopper, «pero mi talento apunta hacia la dirección y, más allá de eso, mi gran miedo es escribir. Soy demasiado joven y estúpido. Debo tener cierta edad. Me da mucho miedo escribir… pero algún día…»

Descontento con los directores manipuladores como George Stevens, Jimmy pensaba que dirigiendo sus propias producciones podría volcar toda su capacidad en fantásticas y visionarias creaciones. Con los años, se haría muy normal que un actor con talento se pasase a la dirección; pero en el Hollywood de mediados de los cincuenta, era inaudito que un joven inexperto proclamase tales ambiciones. Pero había alguien que se tomó las aspiraciones de Dean muy en serio: su amigo Dennis Hopper.

«Lo que teníamos realmente era una relación profesor-alumno», explica Hopper. «Cuando estábamos haciendo Rebelde sin causa le agarré un día y le dije: “Quiero saber cómo actúas, porque eres el más grande”. Así que él me preguntó por qué actuaba, y yo le dije que la vida en mi casa había sido una pesadilla, todos gritándome cuando yo quería ser creativo, porque la gente creativa “acaba entre rejas”… Jimmy y yo descubrimos que ambos éramos neuróticos y teníamos que justificar nuestras neurosis creando, sacando fuera el dolor y compartiéndolo. Empezó a observar mis escenas después de eso. Yo ni siquiera sabía que él estaba allí. Se acercaba y murmuraba: “¿Por qué no lo intentas de este modo?” Y siempre tenía razón.»

Esta relación maestro-alumno continuó con mayor efecto en Gigante, donde Hopper tenía un papel mucho más importante, el del hijo de Bick, Jordan Benedict III. Hopper hablaba con Jimmy sobre las realidades psicológicas de su personaje y sobre los detalles de la interpretación y, al hacerlo, comprendió el potencial de la visión creativa de su amigo.

«Lo que está mal en la mayoría de los directores», continúa Hopper, «es que entienden un aspecto de la película, como la fotografía, el montaje o la interpretación; pero no todos los aspectos juntos. Jimmy sí lo hacía. Empezó a negarse a aceptar las direcciones de Stevens porque todo lo que obtenía eran malas indicaciones».

Aparte de Hopper, Dean tuvo pocos amigos íntimos en el plató de Gigante. En Marfa pasaba la mayor parte de su tiempo libre con Bob Hinkle, perfeccionando los trucos de lazo y caballo que había aprendido con Ted Avery años atrás. Por la noche, los dos se iban a dar largos paseos por la pradera cazando conejos y, a menudo, Jimmy se dormía en el plató al día siguiente debido a los efectos de sus excursiones nocturnas. Estos hábitos no ayudaban a que Stevens superase su impaciencia hacia la joven estrella.

Usualmente, Jimmy prefería la compañía de los lugareños a la de sus compañeros de reparto. Era muy popular entre la gente local porque siempre tenía tiempo para hablar con ellos y firmar autógrafos. Sin embargo, se mostraba muy irritado cuando los reporteros y los fotógrafos de las revistas se abalanzaban sobre él. A diferencia de Al este del edén y Rebelde sin causa, Gigante se rodó con una política de puertas abiertas, y a veces había más de mil personas observando cómo se filmaba una escena.

La prensa se movía libremente por el plató, pero Dean sólo hablaba con ellos si no se estaba concentrando en su trabajo. Una reportera que le abordó en un mal momento imploró: «Pero Mr. Dean, he venido desde Nueva York sólo para hablar con usted.»

«Y yo, señora», replicó Jimmy, «he hecho todo este camino sólo para actuar».

Pero a pesar de todos los numeritos que Jimmy pudiese montar, Elizabeth Taylor era el indiscutible centro de atracción en el rodaje. A sus 23 años, era la reina de Hollywood, la feliz esposa del actor inglés Michael Wilding, adorada por todos. Y todo el mundo sentía curiosidad por ver cómo conectarían el joven rebelde y la estrella de la MGM. Bill Bast describe la irregular progresión de su relación:

«El día en que los presentaron, poco antes de empezar la película, Jimmy estuvo encantador, hasta el punto de llevarla a dar una vuelta en su nuevo Porsche. Su comportamiento fue todo lo contrario a lo que a Liz le habían advertido que podía esperar de él. Liz salió de ese primer encuentro convencida de que la gente se equivocaba al referirse a él como un lunático antisocial. La siguiente vez que ella le vio fue durante las pruebas de maquillaje y vestuario. Se acercó con su aire más cordial, esperando la misma cálida recepción que había tenido el primer día. En vez de eso, se quedó alucinada cuando Jimmy la miró por encima de sus gafas, murmuró algo para sí mismo, y se marchó como si no la hubiese visto. Liz se sintió terriblemente ofendida».

Jimmy se relaja tras rodar la escena del millonario baño en petróleo de Jett Rink.

Pero el principal motivo detrás del extraño comportamiento de Jimmy es que estaba terriblemente nervioso. Por primera vez, era «el benjamín en una carnada de profesionales», como le definió Mercedes McCambridge. Este nerviosismo se hizo patente durante la filmación de la escena en que Jett y Leslie toman el té en la cabaña del primero. Dean estaba tan impresionado por el status estelar de Liz que no podía relajarse y hacer la escena adecuadamente.

«Jimmy estaba haciendo su primera escena con Elizabeth Taylor y fue la primera y última vez en que le vi nervioso en el plato», recuerda Dennis Hopper. «Estaba tan tenso que apenas le salían las palabras. Había unas cuatro mil personas viendo la escena a unas cien yardas de distancia, gente local y visitantes; y de repente Jimmy se giró y caminó hacia ellos. Llegó a mitad de camino, se bajó la bragueta, se sacó la polla, meó, se la guardó, volvió a la escena y dijo; “Okey, rodemos.” E hicieron la escena en una sola toma.

»Yo le había visto hacer algunas locuras, pero esta se llevaba la palma. Y cuando le pregunté por qué, me dijo: “Estaba nervioso. Soy un actor de Método. Trabajo con mis sentidos. Si estás nervioso, tus sentidos no pueden llegar a tu subconsciente, y no puedes trabajar. Así que imaginé que si podía mear frente a cuatro mil personas, podía hacer cualquier cosa frente a Elizabeth Taylor delante de una cámara”».

A pesar de lo desconcertante que este incidente pudiese ser para ella, Elizabeth y Jimmy se hicieron íntimos amigos durante las semanas de localizaciones en Marfa. Ella se convirtió en una especie de hermana mayor para él, y en una aliada frente a George Stevens.

«Teníamos la misma edad, como un hermano y una hermana», recuerda Taylor con cariño, «bromeando todo el tiempo, fuese lo que fuese de lo estábamos hablando. Yo sentía que era un chico del que tenía que cuidar, pero incluso eso era probablemente un truco. No creo que Jim necesitara a nada ni a nadie… excepto su interpretación».

Las columnas de cotilleos se apresuraron a hablar de romance entre los dos jóvenes, pero su amistad era muy similar a la que Elizabeth había tenido con otro actor sexualmente ambiguo, Montgomery Clift, en Un lugar en el sol. Más tarde, Taylor revelaría que Dean tenía inclinaciones homoeróticas, algo que se había rumoreado durante años pero nunca confirmado. «Los hombres a los que conocí —Monty, Jimmy y Rock—, yo les ayudé a salir del armario», decía.

Otro aliado de Jimmy en el plató de Gigante fue el fotógrafo Sanford Roth, que había sido enviado a Texas para hacer un reportaje fotográfico sobre el actor para la revista «Collier’s». Roth se ganó inmediatamente la estima de Jimmy porque había vivido en Europa y fotografiado a figuras tan ilustres como Picasso, Chagall, Einstein, Cocteau y Stravinski. Al regresar a Hollywood, el fotógrafo de 49 años y su esposa Beulah se convirtieron en algo imposible para Jimmy: unos padres con credibilidad intelectual. Los Roth le «adoptaron» y estimularon sus apetitos intelectuales y artísticos. «Quería estudiar escultura en París y conocer a Cocteau y Miró», recordaba Sanford Roth. Sentado en casa de los Roth, Jimmy leía a Malaparte y a Genet y hablaba de ir a Europa antes de que acabase el año.

Elizabeth Taylor, considerada en su época como una de las mujeres más bellas del mundo, posa sensualmente en ropa interior en un descanso entre tomas.

Las tensas relaciones entre Stevens y Dean se rompieron definitivamente cuando la producción de Gigante regresó a Hollywood el 11 de julio para finalizar el rodaje. En Marfa habían existido pocas distracciones fuera del plató y, aparte de sus cacerías nocturnas, Jimmy no había tenido ningún problema de puntualidad o disciplina. Comparado con las escenas de interiores que quedaban por filmar, su porcentaje de participación en las secuencias en localizaciones había sido muy alto, y sólo hubo unos pocos días en que no se puso ante las cámaras. Al volver al estudio, sin embargo, hubo demasiadas ocasiones en que Jimmy, vestido y preparado psicológicamente para una escena, se pasaba todo el día sentado sin hacer nada. En Al este del edén y Rebelde sin causa, su presencia en pantalla había sido aproximadamente del 90% del metraje total, mientras que en Gigante la proporción había descendido a un 10%. La frustración y el aburrimiento empezaron a apoderarse de él, e ideó un sistema con un miembro de la producción por el cual le comunicaban, de forma no oficial, si sería requerido o no para el trabajo del día. Stevens descubrió este truco y le echó una reprimenda.

A su vez, Jimmy exigió que le diesen un planillo especificando sus días de trabajo y sus días libres, y durante unas semanas la paz se restableció. Pero, inevitablemente, el programa sufrió presiones y hubo que hacer alteraciones de última hora. Dean se encontró otra vez dando vueltas por el plató sin nada que hacer.

«He estado ahí sentado durante tres días, vestido y listo para trabajar a las 9 en punto cada mañana», se quejó a Hedda Hopper. «A las 6 no había hecho ni una escena o ensayo. Me sentaba ahí viendo a ese zoquete de Rock Hudson haciendo el amor a Liz Taylor. No voy a soportarlo más.»

Jimmy regresó a su sistema privado con otro espía en la oficina de producción, apareciendo en el estudio sólo cuando estaba seguro de que haría falta en el plato. Pero esta vez su picaresca sufrió un serio revés: McCambridge se cayó una mañana y se hizo un corte en la cara. El programa tuvo que alterarse, y Dean no aparecía por ninguna parte. Stevens pasó el resto de la mañana ensayando, y en la hora de la comida Liz Taylor salió con su coche a buscar al actor desaparecido.

Elizabeth sabía que Jimmy había decidido pasar el día mudándose a su nuevo apartamento, en el 14.611 de Sutton Street, en Sherman Oaks; localizándole allí, regresó con él a tiempo para el trabajo de la tarde. Cuando Dean entró en el plató, Stevens estaba hecho una furia y le llevó a la oficina de Jack Warner, amenazando con echarle de Hollywood cuando terminase la película. Después de aguantar las críticas del director durante más de una hora, Jimmy dijo: «¿Has terminado? Bien, déjame decirte algo. No soy una máquina. Puede que esté trabajando en una fábrica, pero no soy una máquina. Estuve despierto toda la noche del viernes para hacer esa escena. Llego listo para trabajar y tú me tienes sentado todo el día. ¿Puedo decirte que por cada día que me tengas sentado, serán dos días la próxima vez? Después tres, luego cuatro. Lo pagarás. Y tú no vas a evitar que siga trabajando. Ahora volvamos al plató».

Jimmy pareció no dar mayor importancia al incidente, y resolvió el día de forma bastante cooperadora. Pero su comportamiento le había enfrentado a muchos técnicos de la unidad. Cuando se disculpó por la ausencia que había provocado el retraso de la mañana, no hubo el menor atisbo de comprensión en ninguno de ellos. El joven esperó en silencio y finalmente dijo: «Quizá sería mejor que me fuese a la Luna».

«Te ayudaremos a hacer las maletas», replicó uno de ellos; y durante el restante mes de trabajo fue condenado al ostracismo por todos ellos. A veces aplaudían su actuación, pero nunca le hablaban fuera del plató. Esta reacción le dolió más de lo que era capaz de admitir, y llegó a contemplar la posibilidad de seguir al pie de la letra las palabras de Stevens. No está claro lo cerca que Jimmy estuvo de abandonar la película, pero durante las restantes semanas de rodaje, se mantuvo fiel a su hoja de llamadas; aunque hay que destacar que, en los días en que iba al plató, el director nunca volvió a hacerle esperar.

El comportamiento rebelde y caprichoso de Jimmy Dean no fue el único quebradero de cabeza que Stevens tuvo que afrontar durante la larga y tortuosa producción de Gigante. Los constantes problemas de salud de Liz Taylor retrasaron el rodaje de un modo mucho más notable, disparando el calendario y, por ende, el presupuesto.

Elizabeth cayó enferma durante el rodaje de exteriores en Texas, y las alarmas se dispararon en el estudio. Los ejecutivos de la Warner empezaron a intercambiarse frenéticos memorándums sobre la sucesión de dolencias de la estrella, incluyendo una infección de garganta que pasó a su vejiga, tromboflebitis y un coágulo de sangre en una pierna.

Cuando regresaron a Los Ángeles, los problemas médicos de Taylor siguieron persiguiendo al equipo de producción. Mientras los costes aumentaban, la paciencia de la Warner se agotaba. Debido a una infección en su pierna izquierda, fue ingresada en el Hospital St. John’s de Santa Mónica el 31 de julio. Los directores de la primera y la segunda unidad hicieron planes para rodar sin ella, pero el 6 de agosto la compañía se vio obligada a cancelar la producción.

Aunque regresó al plató el 10 de agosto, Elizabeth seguía quejándose de fuertes dolores en la pierna. Se celebró una conferencia médica en la cumbre, y llegaron a la conclusión de que Liz tenía ciática. Los doctores de la Warner se reunieron para decidir si ponerla en tratamiento durante varios días en el hospital. Cuando Stevens se enteró, se subió por las paredes. Estaba convencido de que los achaques de la actriz eran puramente psicosomáticos.

Para una gran escena que se iba a filmar en la terminal aérea de Lockheed, Stevens consideró usar a la doble de Elizabeth, pero el 12 de agosto la estrella llegó al plató con muletas, diciendo que estaba lista para trabajar.

Debido a los retrasos, fue necesario que Henry Ginsberg escribiese al departamento legal de MGM pidiendo permiso para utilizar a Taylor durante cuatro semanas más allá del 21 de agosto, cuando expiraba su período de préstamo. Predeciblemente, el productor tendría que volver a pedir a la Metro otra extensión de la cesión de la estrella, esta vez hasta el 30 de septiembre. Además, la Warner también tuvo que persuadir a la Universal para que ampliase la fecha de finalización del préstamo de Rock Hudson, del 23 de agosto al 30 de septiembre.

A principios de septiembre, los ejecutivos de la Warner estaban seriamente preocupados. El hábito de Stevens por rodar demasiado metraje, agravado por las frecuentes enfermedades de Liz Taylor, habían provocado serios retrasos en la producción. Jack Warner y su mano derecha, Steve Trilling, estaban dispuestos a dar un golpe de mano y arrebatarle a Stevens el control de la producción. Pero la radical medida nunca llegó a aplicarse, y el rodaje de Gigante finalmente se completaría el 13 de octubre.

Entretanto, Jimmy pasó las que iban a ser las últimas semanas de su vida trabajando. Aunque todavía estaba bajo la prohibición de pilotar coches de carreras impuesta por Stevens, el 4 de septiembre se fue al circuito de Santa Bárbara a ver competir a su buen amigo Lew Bracker. Dean estaba deseando volver a ponerse detrás del volante para correr, y contemplaba la posibilidad de cambiar su Porsche Speedster por un modelo aún más potente.

Jimmy dio por finalizada su participación en Gigante el 17 de septiembre. Esa misma noche, asistió junto a su última novia, la actriz suiza Ursula Andress, a un preestreno de Rebelde sin causa en el Village Theater de Westwood, en Los Ángeles. Después del arrasador triunfo de Al este del edén, Rebelde se había convertido en una de las películas más esperadas de la temporada, y la respuesta del público fue muy favorable.

Unos días más tarde, Jimmy fue llamado a la Warner para ver los copiones de la última escena que había rodado en Gigante, la de la fiesta en homenaje a Jett Rink. Stevens presentó la secuencia al público, formado por miembros del reparto, ejecutivos del estudio y unos cuantos invitados, describiéndola como una de las escenas más difíciles nunca acometidas por un actor.

Como de costumbre, Dean llegó tarde a la proyección, entrando en la sala justo cuando las luces se encendían al final. Al día siguiente le dijo a Nick Adams: «Todos tenían los ojos húmedos así que ha debido salir bien». (Técnicamente, sin embargo, la escena estaba lejos de ser perfecta: Jimmy mascullaba tanto en sus tomas que tuvieron que doblarle tras su muerte, con Adams imitando su voz.)

Al salir de la sala de proyección, Jimmy se despidió de Stevens, sin rencores. «Ahora todo se ha acabado», le dijo. «Ya no tenemos que fastidiarnos más el uno al otro. Y yo puedo volver a mis carreras.»

Esas escenas de la «última cena» se proyectaron el martes 27 de septiembre. Fue en mitad del visionado de los copiones del viernes 30 cuando George Stevens recibió una llamada telefónica en la sala de proyección de la Warner, informándole de que James Dean había muerto en un accidente de coche.