«Eres tan bueno como crees que eres. Pero hará falta mucho tiempo y trabajo duro para que el resto de la gente lo sepa.» JANE DEACY
Cuando Jimmy y Brackett se bajaron del tren que les había llevado a Chicago, se alojaron en el lujoso Hotel Ambassador. Mientras Rogers asistía a una serie de reuniones de negocios, Jimmy aprovechó para hacer una visita sorpresa a su familia y amigos en Fairmount. Su antigua profesora de drama Adeline Nall le convenció para que diese una charla a los alumnos del instituto, y Jimmy les habló sobre sus experiencias haciendo anuncios de Pepsi-Cola y compartiendo una escena con Jerry Lewis. Después se fue a Indianápolis a ver a su viejo amigo el Reverendo James DeWeerd, que le dio doscientos dólares para sus gastos.
De vuelta en Chicago, Jimmy se sentía cada vez más frustrado por la demora en los negocios de Brackett. Sintiendo la impaciencia de su protegido, Rogers le dio algo de dinero y le compró un billete para el «20th Century Limited», el lujoso autobús expreso que hacía el trayecto Chicago-Nueva York en sólo dieciséis horas. También llamó a su amigo Alee Wilder, un compositor que tenía una suite permanente en el legendario Hotel Algonquin en la Calle 44 Oeste, con su «mesa redonda» de artistas e intelectuales, para que ayudase a Jimmy cuando llegase. Brackett tenía intención de ir a Nueva York tan pronto como pudiese.
Wilder fue a esperar a Jimmy a la estación Grand Central y le invitó a desayunar en el Algonquin. Después le sugirió que alquilase una habitación en el más modesto Hotel Iroquois, a un par de puertas de distancia.
«Nueva York me abrumaba», recordaba Jimmy. «Durante las primeras semanas sólo me alejé un par de bloques de mi hotel en Times Square. Veía tres películas diarias para intentar escapar de mi soledad y depresión. Gasté ciento cincuenta dólares de mis limitados fondos sólo viendo películas.»
Finalmente, se decidió a aventurarse más allá de Times Square, y empezó a vagar por la ciudad. Se convirtió en insomne, y consumía enormes cantidades de café, tabaco y alcohol. Era una nueva dimensión de la soledad para Jimmy. Tras la muerte de su madre había conocido la soledad en compañía de otros, pero nunca había experimentado un aislamiento físico tan completo. El efecto inicial que esto tuvo sobre él fue desmoralizante y debilitador, y pasó algún tiempo hasta que reunió la energía o el coraje suficiente para usar los contactos profesionales que Brackett le había proporcionado. Sólo cuando se quedó sin dinero y se vio obligado a aceptar empleos de media jornada, empezó a tomar contacto de verdad con la ciudad, trabajando como conductor de autobús o camarero en los restaurantes de Manhattan.
La única oportunidad de cierta relevancia que se cruzó en el camino de la futura estrella en esa época llegó en noviembre de 1951, cuando consiguió un trabajo fuera de las cámaras en el programa de televisión Beat the Clock, un concurso cómico presentado por Bud Collier, en el que los participantes tenían que realizar extravagantes proezas frente al público en directo.
El principal atractivo del programa era simplemente ver a los concursantes poniéndose en ridículo ante todo el mundo. Sin embargo, las reglas del show estipulaban que todos los números de riesgo tenían que ser físicamente posibles, y Jimmy fue uno de los actores empleados para probarlos antes de la emisión de los programas, con un sueldo de cinco dólares la hora. Su aptitud natural para hacer payasadas superó cualquier reticencia que pudiese tener sobre su capacidad para servir como diana para toneles dé agua y pasteles de nata, y trabajaba durante horas en las pruebas más difíciles para demostrar que eran posibles. Pero al final su propia destreza física le hizo perder el empleo. Era demasiado bueno en los números de riesgo y hacía que pareciesen demasiado sencillos.
«Lo que más recuerdo sobre Jimmy era su determinación a no permitir nunca que nada le derrotase en el show», decía Frank Wayne, uno de los guionistas de Beat the Clock. «Si no lograba hacer una prueba en los ensayos, se quedaba durante su tiempo libre repitiéndola una y otra vez hasta que finalmente lo conseguía, y después venía con una gran sonrisa en la cara y decía: “Frank, lo tengo”.»
En enero de 1952, cuando el dinero que había ganado en Beat the Clock se agotó, Jimmy se vio obligado a marcharse del Iroquois y encontró una litera en la Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes (YMCA) en la calle 63 Oeste, cerca de Central Park. Para pagar su modesto alquiler, se puso a lavar platos en un bar.
Jimmy siempre elegía los establecimientos más baratos para comer. Un día descubrió el «Jerry’s Bar» en la esquina de la Sexta Avenida con la Calle 54, y se hizo amigo del propietario, Jerry Lucci, quien a menudo le daba de comer gratis. Se convirtió en su local favorito en la ciudad, y cuando estaba lleno, Jerry le dejaba comer en la cocina.
Con un estoicismo procedente de sus raíces cuáqueras, Jimmy nunca dio muchos detalles sobre sus días de penuria en Nueva York. Fueron otras personas quienes contarían estas historias.
«Teníamos un patrocinador que fabricaba pudding de tapioca», recordaba Frank Wayne, «y siempre teníamos kilos de esa pasta por allí, porque los anuncios se hacían en directo en aquellos días. Y después del show lo tirábamos. Así que un día Jimmy se me acercó y me dijo: “Eh, Frank, si vais a tirar ese pudding, ¿puedo comérmelo?” Yo le pregunté si de verdad quería comer un montón de tapioca. Y él respondió: “Tío, cualquier cosa estaría buena ahora. No he comido nada desde hace dos días”. Así que le di el pudding y también me lo llevé a cenar».
Poco a poco, Jimmy iba ampliando su círculo de amistades en Nueva York. Mientras estaba en Chicago con Brackett, había conocido al guionista de televisión David Swift y a la actriz Maggie McNamara. Ahora ambos habían regresado a la ciudad, y con ellos y sus amigos, en particular el letrista Bill Envig y Alee Wilder, estaba encontrando el ambiente intelectual que siempre había anhelado. Como De Weerd, Whitmore y Brackett antes, ellos asumieron el rol de sus «profesores», y con ellos superó la soledad y depresión de las anteriores semanas en Nueva York.
Fueron tiempos duros para Jimmy, pero entonces Brackett, que aún seguía en Chicago, acudió al rescate. Hizo una llamada telefónica que puso a Jimmy en contacto con James Sheldon, un ejecutivo de la agencia de publicidad Young & Rubicam, que reconoció inmediatamente el gran talento del joven actor. En aquella época, Dick Van Patten estaba a punto de ser llamado a filas, y se buscaba un recambio para su papel en la sitcom televisiva Mama. Jimmy hizo una audición y consiguió el puesto de inmediato. Era una extraordinaria oportunidad, que se esfumó con igual velocidad cuando Van Patten fue declarado inútil para el servicio y volvió a la serie.
Durante uno de sus largos paseos por las calles de Nueva York, Jimmy descubrió el «Rehearsal Club», en la Calle 53 Oeste entre la Sexta y la Séptima Avenida. Era una residencia para jóvenes actrices, cantantes y bailarinas, que ofrecía alojamiento a precios razonables. Su enorme vestíbulo era el lugar de reunión para intercambiar cotilleos y contactos, y para reunirse con amigos del sexo masculino, aunque los chicos tenían prohibido subir a las habitaciones. A Jimmy le gustó tanto el ambiente que se hizo un habitual del lugar. Allí conoció a Elizabeth «Dizzy» Sheridan, una joven estudiante de danza, hija del conocido pianista Frank Sheridan.
Aquel fue el inicio de una relación muy íntima. Jimmy fue a ver bailar a Dizzy a un club de Harlem y quedó fascinado. Ella a su vez se enamoró de la conversación y la ambición del joven actor. Decidieron alquilar juntos una habitación en el Hotel Hargrave en la Calle 71 Oeste. Dizzy iba de empleo en empleo, trabajando como retocadora de fotos a media jornada cuando no estaba bailando.
Entretanto, la vida de Jimmy giraba en torno a las sesiones de casting, y la interminable espera por ofertas de trabajo que tardaban en materializarse. En aquella época, la mayor parte de la programación televisiva se originaba en Nueva York, y casi cualquier actor prometedor podía conseguir un papel en algo. Aunque el nuevo medio estaba robándole el público al cine, a cambio proporcionó a la industria una nueva hornada de jóvenes actores: Rod Steiger, Grace Kelly, Anne Bancroft, Paul Newman, Eva Marie Saint… Todos ellos tenían el estilo de los estudios de Nueva York. La televisión ofrecía más papeles a los actores y encargaba más guiones a los guionistas —unos quinientos dramas en directo se emitieron sólo en 1952— que en varios años de producciones teatrales en Broadway, y creó por primera vez en América una especie de teatro nacional en el que un repertorio de nuevos talentos podían experimentar. Los productores de televisión corrían menos riesgos: los costes eran mínimos y tenían la ventaja de ser un medio recién nacido, y esa excitación atrajo a mucha gente a la pequeña pantalla.
Tras perder el trabajo en Beat the Clock, Jimmy apareció en un episodio de la serie de la CBS The Web titulado «Sleeping Dogs», interpretando a un botones que ayuda a capturar al asesino de su hermano. Aunque su papel era pequeño, tuvo tiempo de enfrentarse con el productor Franklin Heller, hasta el punto en que sólo la intervención de la directora del episodio, Lela Swift, le salvó del despido. Cuando «Sleeping Dogs» se emitió en directo el 20 de febrero de 1952, fue contratado por los productores de la serie Martin Kane, Private Eye, que le echaron casi de inmediato al considerarle demasiado difícil. Después intervino en un episodio del programa de la CBS Studio One llamado «Ten Thousand Horses Singing», un rol poco exigente interpretando a otro botones y en el que aparecía menos de un minuto en pantalla. Más suerte tuvo en «The Foggy, Foggy Dew», un segmento de media hora para el Lux Video Theater, que coprotagonizaba junto a James Barton. No quedan registros filmados de sus apariciones en estos dramas, y sólo podemos suponer que eran demasiado pequeñas para llamar la atención en aquella época.
Jimmy veía estas producciones televisivas con creciente desencanto, y su reputación de actor problemático parece remontarse a este primer año en los estudios de Nueva York. Es difícil saber hasta qué punto esta fama estaba justificada, y qué parte de ella fue exagerada por su leyenda posterior. Al parecer, los directores y los productores perdían la paciencia con sus interminables exigencias mientras trataba de encontrar dimensiones a lo que eran poco más que papeles de visto y no visto. Ellos sólo estaban interesados en una interpretación profesional que no crease complicaciones en los cortos períodos de ensayos de que disponían.
Jimmy tenía la costumbre de interrogar constantemente al director sobre su papel, buscando una forma de relacionarlo con algo dentro de sí mismo que le diese una profundidad especial. A menudo el personaje se convertía en parte de él de un modo que su interpretación podía variar, dependiendo de su humor y de los otros actores que hubiese en el reparto.
Mort Abrahams, productor del episodio «I Am a Fool» para el General Electric Theater, reveló que «Un actor muy conocido estaba actuando una vez junto a Jimmy, que salía con un personaje diferente cada vez que hacían la escena. Finalmente el otro actor le agarró por la corbata y le dijo: “Escucha, hijo de puta, si vuelves a darme otra interpretación la próxima vez, voy a barrer el suelo contigo”».
Los productores tampoco estaban acostumbrados a la extraordinaria informalidad de Jimmy en su forma de vestir y de comportarse. La imagen de un actor en los años 50 aún estaba asociada con las chaquetas de sport de buen corte, los pantalones bien planchados y la sonrisa impecable. Jimmy causó una pequeña —¿y calculada?— impresión al aparecer en los ensayos desaliñado y sin afeitar, con su gabardina, sus tejanos sucios y una camiseta; e incluso una vez, cuando se le empaparon los zapatos en una tormenta, descalzo.
En la primavera de 1952, la relación entre Jimmy y Dizzy sufrió un serio revés. Brackett llegó por fin a Nueva York procedente de Chicago, y estaba viviendo en su estudio de la Calle 38 Oeste. Jimmy le confesó a su novia que en el tren de Los Ángeles a Chicago, habían compartido un compartimento privado y Brackett le había hecho proposiciones sexuales. «No me amenazó ni nada», explicó Jimmy, «pero me dio la impresión de que nuestra relación dependía de aquel momento. Así que decidí rendirme. Después me sentí realmente mal, como una puta. Me sentía mal por venderme de esa forma, así que le dejé en Chicago y me vine solo a Nueva York».
Dizzy se sentía angustiada y confusa. Para empeorar las cosas, les echaron de su habitación en el Hotel Hargrave por no pagar el alquiler, y Dizzy se fue sola a una modesta habitación cerca de Hell’s Kitchen, el sórdido distrito del West Side entre el río Hudson y la Novena Avenida. Un par de días después encontró a Jimmy en un estado lamentable en el «Jerry’s Bar» y le perdonó, llevándole con ella a su habitación. Aunque era una situación muy incómoda, la chica accedió a acompañar a Jimmy al apartamento de Brackett para conocerle y demostrarle que eran una pareja estable.
Aunque Brackett se sintió muy disgustado por la «traición» de Jimmy, siguió ayudándole en su búsqueda de trabajos en televisión. Los efectos fueron inmediatos y las apariciones de Jimmy en la pequeña pantalla fueron creciendo gradualmente. En mayo apareció en una obra del Theater Guild on the Air titulada «Prologue to Glory» y en un episodio de Studio One sobre Lincoln; y en junio intervino en un capítulo del Hallmark Hall of Fame llamado «The Forgotten Children».
Por mediación de Brackett, James Sheldon recomendó a Jimmy a un agente de talentos, Louis Schurr, que podía ponerle en contacto con innumerables productores y directores si le gustaba y quería aceptarle como cliente. Pero Schurr no quedó muy impresionado. El chico de Indiana no encajaba en ninguno de sus perfiles: era demasiado bajo, llevaba gafas, no hablaba o actuaba como un actor «juvenil» y no estaba preparado para un papel «maduro». Sin embargo, la ayudante de Schurr, Jane Deacy, reconoció inmediatamente su potencial y ahí comenzó una relación profesional que duraría hasta el final de la vida de Jimmy. Contra el consejo de sus colegas en la oficina, ella le aceptó como cliente.
Poco después, Deacy abandonó la Agencia Schurr para establecer su propia oficina en la Calle 42, llevándose con ella a Jimmy y a otros jóvenes actores de talento, como George C. Scott y Martin Landau, que se convertiría en uno de los mejores amigos de Jimmy en Nueva York.
Se conocen pocos detalles precisos de la influencia que Jane Deacy tuvo sobre Jimmy Dean. Tras la muerte del actor, se negó rotundamente a conceder entrevistas o a dar información de ningún tipo sobre él. Pero puede afirmarse que ella fue la mano que guio su carrera en el cine y la televisión, examinando sus ofertas, y a veces haciéndole esperar hasta conseguir el papel adecuado y la mejor oportunidad. Jimmy parecía aceptar sus consejos y decisiones sin rechistar, y hasta el mismo día de su muerte fue «Mamá» Deacy quien aún organizaba su agenda de trabajo, la estrategia de su carrera y sus contratos.
Hubo muchas ocasiones durante estos primeros meses en Nueva York en que Jimmy perdió la paciencia, debido a las interminables audiciones y los lentos progresos que estaba haciendo. Un día, Deacy le dijo claramente: «Eres tan bueno como crees que eres. Pero nos va costar mucho tiempo y trabajo duro hacer que el resto de la gente lo entienda».
Deacy había intentado estimular la ambición original de Jimmy de ingresar en el Actors Studio, pero el joven actor se mostraba muy reticente a someterse al suplicio de una audición, la prueba definitiva para cualquier aspirante a entrar en el centro. El índice de fracasos en el Studio era muy alto, y Jimmy tenía miedo de arriesgar su frágil confianza.
Un día en la primavera de 1952 conoció a una joven y atractiva actriz en la oficina de Jane Deacy, y descubrió que estaba escribiendo una escena para una audición en el Actors Studio.
«Yo estaba escribiendo a máquina en la oficina y un chico raro con gafas estaba apoyado en la puerta», recordaba la chica. «Realmente me estaba molestando porque yo quería seguir con lo que estaba haciendo. Se acercó y miró por encima de mi hombro, y preguntó qué era, y dije, “Estoy escribiendo una obra.” Y él dijo: “¿Puedo leer una escena?” Le dije que no, así que se puso hostil. Le pregunté si era actor. Dijo: “Eso espero”, y yo dije: “Bueno, no pareces un actor”. Entonces se marchó. Cuando salí más tarde, estaba sentado en el recibidor. Así que le dije: “No pretendía ser grosera. Me llamo Christine White”. Y él me miró y dijo, “Me llamo Jim. ¿Quieres tomar un café?”»
Christine White también era cliente de Jane Deacy, y es posible que su encuentro fuese deliberadamente preparado por la agente, porque resultó ser el estímulo que Jimmy necesitaba. Se ofreció a ayudar a Christine a trabajar en su escena, y mientras la comentaban se convirtió en un sketch para ambos: un breve encuentro entre un chico y una chica en una playa desierta, evocando una atmósfera de miedo y desesperación. Lo llamaron «Raíces».
Los dos jóvenes revisaron la escena muchas veces y la ensayaron durante cinco semanas, delante de amigos, en bares y en la calle, hasta que consiguieron un grado de realismo lo bastante fuerte para provocar la reacción e incluso la participación de los transeúntes. Pero cuando se presentaron a su audición en mayo, Jimmy se mostraba tan aprensivo que intentó posponer la prueba, insistiendo en que no estaban lo bastante preparados. Afortunadamente, Chris White era testaruda y no le permitió echarse atrás. Ante su insistencia y con la ayuda de dos cervezas (convenientemente añadidas como atrezzo), Jimmy subió al escenario frente a la santísima trinidad de la actuación americana, Lee Strasberg, su esposa Molly y el director de cine y teatro Elia Kazan.
«Jimmy era tan ciego como un murciélago sin sus gafas, pero no se las ponía cuando actuaba», explicaba Chris. «En nuestra escena se suponía que él tenía que estar en el centro del escenario y yo tenía que entrar y tropezar con él. Jimmy no podía encontrar el centro y llegó hasta el extremo opuesto. Si yo hubiese tropezado con él me habría salido del escenario, así que tuvimos que improvisar.»
Jimmy y Chris fueron dos de los doce finalistas elegidos entre los ciento cincuenta aspirantes, y de esa docena, sólo ellos dos resultaron aceptados. Lee Strasberg recordaba después que «Dean causó una excelente impresión en la audición. Nunca volvió a actuar tan bien para nosotros como en esa prueba».
Muy pocos candidatos lo conseguían al primer intento. Geraldine Page hizo nueve audiciones, y mucho más tarde, Dustin Hoffman se presentó siete veces. A sus 21 años, Jimmy Dean se convertía en el miembro más joven del Actors Studio, y escribió una esperanzada carta a sus tíos en Fairmount:
«He hecho grandes progresos en mi carrera. Después de meses de audiciones tengo el orgullo de anunciar que soy miembro del Actors Studio. La mayor escuela de teatro. Es el hogar de grandes como Elia Kazan, Marlon Brando, Julie Harris, Arthur Kennedy, Kevin McCarthy, Monty Clift, etcétera, etcétera. Muy pocos logran entrar, y es totalmente gratuita. Es lo mejor que le puede ocurrir a un actor. Soy uno de los más jóvenes que han entrado… Si puedo mantener esto y nada interfiere con mis progresos, uno de estos días podré contribuir con algo al mundo…»
El Actors Studio era la más prestigiosa escuela de interpretación y escaparate artístico de los 50. Elia Kazan, Arthur Miller, Marlon Brando y Marilyn Monroe estuvieron asociados con él en esta época, y se convirtió en un barómetro intelectual y político del teatro de Nueva York, un centro para todo el que buscaba nuevas estrellas, o quería ser una nueva estrella.
Jimmy pensaba, en su día y después, que su asociación con el Actors Studio había sido un acontecimiento muy importante en su vida. Pero no es menos cierto que su relación con el centro fue cuando menos ambigua.
No podemos estar seguros de cuánto tiempo y con qué frecuencia asistió Jimmy a las clases. Tras su muerte, cuando los actores del «Método» sufrían el oprobio generalizado, Kazan pareció sugerir que la conexión del joven Dean con el Studio había sido más bien tenue:
«Todo el mundo tenía la idea de que los alumnos del Actors Studio eran una especie de grupo de pasotas desaseados», protestaba el cineasta. «Esto no es cierto. Para empezar, Dean apenas estuvo en el Studio. Vino unas cuantas veces y se sentó en las primeras filas, pero nunca participó en nada.»
Lee Strasberg, por el contrario, sí recordaba a un Jimmy muy implicado con las clases, y pensaba que su irregular asistencia se debía a las dificultades prácticas que le planteaba tener que aceptar trabajos temporales para pagarse la manutención.
Curiosamente, cuando Strasberg inauguró años más tarde una sucursal del Actors Studio en Hollywood, un enorme póster de James Dean se convirtió en parte destacada de la decoración y, junto a Marilyn Monroe, Marlon Brando y Montgomery Clift, el suyo es el nombre que más inmediatamente se conecta con la escuela. La ironía es que, en realidad, todas estas estrellas estuvieron muy poco tiempo en el Studio. Una vez adquirieron la filosofía de Stanislavski, poseían el talento natural para desarrollarla a su manera, sin necesidad de recibir lección alguna.
«Quizás no lo necesitaban; quizás su talento era suficiente», admitía Strasberg. «Pero Jimmy se sentaba y observaba. No trabajaba mucho. Creo que le daba un poco de miedo el trabajo. Pero le veías sentado ahí, observándolo todo.»
Jimmy ya estaba familiarizado con la mayoría de técnicas y ejercicios que se utilizaban en el Studio, al haberlas practicado en las clases de James Whitmore en Los Ángeles. El único elemento nuevo que no había experimentado aún era la concentración de crítica y análisis aplicada por Lee Strasberg.
Strasberg es más conocido para el gran público por su papel del despiadado jefe mafioso Hyman Roth en El Padrino Parte II, por el cual fue nominado al Oscar. Era un rol que le venía como anillo al dedo. Bajito, de aspecto desaliñado y poco atractivo, Strasberg en su época había crucificado a muchos de los grandes: Marlon Brando, Rod Steiger, Eli Wallach, Geraldine Page, Shelley Winters, Tony Franciosa, Paul Newman… Todos ellos, incluso en su éxito posterior, tenían miedo de actuar frente a él. Strasberg podía ver fallos en la interpretación más soberbia.
La primera vez que Jimmy sufrió el acerado escrutinio de Strasberg estaba interpretando un monólogo extraído de «Matador», una novela de Barnaby Conrad sobre un torero que prepara su última corrida. Dado su gran amor por la tauromaquia, este era un terreno abonado para la autoindulgencia de Jimmy, y Strasberg arremetió contra él. Furioso, el joven actor se echó su capote al hombro y salió de la clase, aparentemente para no volver a participar nunca más en lecturas o representaciones. Nadie recuerda a ciencia cierta cuándo tuvo lugar este incidente, probablemente en algún momento durante el verano y el otoño de 1952.
Jimmy explicaba más tarde su airada reacción: «No sé qué hay dentro de mí. No sé qué sucede cuando actúo. Pero si permito que me diseccionen, como a un conejo en un laboratorio de investigación, no podría hacerlo de nuevo. Podrían esterilizarme. Ese hombre no tiene derecho a destrozarme así. Echas abajo a un tipo y le quitas su instinto. ¿Y qué es un actor sin instinto?»
En esa misma época, un viejo amigo llegó desde California. Jimmy había escrito a Bill Bast a comienzos del año 1952 diciéndole que un mundo resplandeciente le aguardaba si iba a Nueva York. Pero él tenía sus propias razones para querer que Bill fuese al este. Su antiguo compadre aliviaría la soledad de su vida en la Gran Manzana y podría rescatarle de una situación personal de la que no sabía cómo salir por sus propios medios.
Bast quería ir a Nueva York de todos modos para tratar de triunfar como guionista de televisión, pero cuando llegó a la ciudad encontró que las cosas eran muy diferentes a como Jimmy se las había descrito en sus cartas.
«Cuando llegué a Nueva York, Jim estaba viviendo en unas condiciones muy desagradables, y yo le rescaté de eso», decía Bill. «Bueno, no le rescaté; él me utilizó como una excusa para salir de allí.»
Jimmy y Bill alquilaron una habitación en el Hotel Iroquois, en la Calle 44 entre la Quinta y la Sexta Avenida. El alojamiento les costaba noventa dólares al mes. La decoración era absolutamente espartana, sin televisor y con muy pocos muebles.
Las clases de Jimmy en el Actors Studio coincidieron con un período de sequía en sus trabajos para televisión. Finalmente, Bill (que había encontrado un empleo como guionista en la CBS) y él se vieron obligados a abandonar su habitación en el Iroquois y a unir sus escasos recursos económicos con los de Dizzy Sheridan para mudarse a un escuetamente amueblado apartamento a la vuelta de la esquina, en la calle 45 Oeste.
«La noche en que nos mudamos estábamos particularmente arruinados porque habíamos pagado un anticipo del alquiler», recordaba Bill Bast. «Teníamos entre los tres menos de un dólar para comer. Así que, como aves carroñeras, cogimos todas las sobras del frigorífico e hicimos un guiso. Nuestros estómagos rugían de hambre, y ninguno de nosotros pareció percatarse de la presencia de los pequeños bichos que flotaban en el caldo. Apartábamos a los pequeños intrusos y continuábamos comiendo en silencio.»
Cuando Jimmy, Bill y Dizzy se mudaron al nuevo apartamento, apenas tenían muebles. Sus amigos les dieron un par de colchones, algunos platos y cazuelas y unas cuantas toallas. Sin radio ni televisión ni dinero para salir, inventaban modos de entretenerse; y, ¿qué mejor combinación podía haber que un guionista, una bailarina y un actor?
Si no estaban ensayando algo o imitando a alguien, Jimmy solía coger su capote y sus pitones de prácticas, y utilizaba a sus compañeros como toros, enseñándoles a embestir mientras él realizaba sus verónicas y reboleras. Era un juego al que también solía jugar, con mayor riesgo, en las calles de la ciudad, usando su chaqueta como capote, y los taxis de Nueva York como toros.
Ante la falta de ofertas televisivas, Jimmy tuvo que aceptar diversos empleos manuales, como cargar hielo en un camión refrigerador o trabajar en un remolcador en el río Hudson. La poca experiencia que acumuló como marinero de cubierta tuvo un buen uso ese mismo verano, cuando fue invitado a unirse a la tripulación de un velero perteneciente al productor de Broadway Lemuel Ayers.
Ayers era otro amigo de Rogers Brackett, cuya red de contactos (mayoritariamente gays) seguía mostrándose muy útil para Jimmy. Una tarde del verano de 1952, Brackett llevó a su protegido a una reunión social en la casa de campo de los Ayers. Jimmy estaba enterado de que el productor planeaba llevar la obra de N. Richard Nash «See the Jaguar» a Broadway a finales de año, y Jane Deacy le había dicho que había un excitante papel para un actor joven.
Jimmy llevó a cabo una campaña a largo plazo en sus esfuerzos por conseguir una audición para la obra. Sabía que el casting no comenzaría hasta el otoño, así que en su primera visita a los Ayers se mostró ingenioso, encantador y divertido, una cara que sacaba a la luz cuando las condiciones eran favorables.
Brackett seguramente participaba del juego de Jimmy, quizás incluso fuese su instigador, porque en esa ocasión no se hizo ninguna mención de que el apuesto joven era un prometedor actor. A Lemuel y a su esposa Shirley les gustó mucho el chico, y le invitaron a volver otro fin de semana. En su segunda visita a la casa, Jimmy hizo saber que tenía experiencia navegando y los Ayers le ofrecieron, tal como él pretendía, un pasaje en su velero como miembro informal de la tripulación.
Fue sólo en el barco, durante un crucero de diez días por Cape Cod, cuando Jimmy dejó caer que era actor, una «sorpresa» para Ayers. De un amigo a otro, Lemuel le prometió que tendría la oportunidad de hacer una audición para «See the Jaguar». Algunos biógrafos de Dean han insinuado que Jimmy y el bisexual Ayers pudieron tener una breve relación física, aunque más allá de las meras especulaciones no hay ningún motivo para creer que esto sucediese nunca.
A comienzos de octubre, mientras esperaba noticias sobre la posible prueba para «See the Jaguar», Jimmy convenció a sus compañeros de piso para que le acompañasen a Fairmount a ver a su familia. Con sólo diez dólares entre los tres, el único modo de llegar a Indiana era haciendo autostop. Los tres amigos hicieron casi todo el viaje con la estrella del béisbol Clyde McCullough, de los Pittsburgh Pirates, que iba de camino a un partido en Des Moines.
Cuando Jimmy anunció que iría a verles, Marcus Winslow telefoneó a Winton Dean a California, quien aceptó hacer una de sus poco frecuentes visitas a Fairmount para reunirse con su hijo.
«Padre e hijo se abrazaron de forma extraña, y me impresionó lo reservado que parecía Winton», recordaba Dizzy Sheridan. «Sus gestos eran sencillos y controlados. No recuerdo haberle visto reír en todo el tiempo que estuvimos allí.»
Durante los siguientes días, los tres jóvenes durmieron en camas blandas y se dieron grandes banquetes, abandonándose a la generosa hospitalidad de los Winslow. Jimmy desempolvó su vieja motocicleta C/Z y realizó peligrosas acrobacias para sus amigos; presumió del ganado de su tío y de los novillos que él había ayudado a criar; les llevó a visitar al reverendo DeWeerd y a Adeline Nall, que les invitó a dirigirse a los alumnos de la clase de drama en el instituto. Bill ofreció una brillante exposición del arte de la escritura, Dizzy demostró que la danza era otra forma de comunicación y Jimmy recitó una frase: «Mi nombre es James Dean y soy actor» de diversas formas, y acabó describiendo a Nall como la mejor profesora que había tenido.
Aquella fue la primera y última vez que Bill Bast vio a su amigo volver al hogar de su infancia, identificado de nuevo con ese lugar de recuerdos felices y tristes. Sin embargo, la realidad pronto volvió a ellos en forma de un telegrama de Jane Deacy. Lemuel Ayers quería que Jimmy hiciese una audición para «See the Jaguar», y los tres amigos volvieron a toda prisa a Nueva York.