«Imagino que no hay nada que no puedas hacer si lo das todo. La única cosa que evita que la gente consiga lo que quiere son ellos mismos. Se ponen demasiadas barreras. Es como si tuviesen miedo de triunfar. En cierto modo creo que sé por qué. El éxito supone una gran responsabilidad, y la gente no quiere esa responsabilidad.» JAMES DEAN
Después de cuatro días atravesando medio país en un autobús Greyhound, Jimmy por fin llegó a Los Ángeles en una tórrida mañana de principios de junio, y esperó a que Winton fuese a buscarle a la estación. Resulta fácil imaginar su aprensión ante esta reunión: regresaba a la ciudad donde había muerto su madre, para vivir con un padre al que apenas había visto en los últimos diez años y con una madrastra desconocida. Sus tíos, sus abuelos y el reverendo De Weerd, cada uno a su modo, habían intentado prepararle para las dificultades que tendría en ajustarse a la nueva situación.
Winton Dean había vuelto a casarse cuatro años después de la muerte de Mildred, manteniendo su trabajo en Los Ángeles y mudándose a una pequeña casa de piedra en el 814 de la Calle Sexta en Venice con su nueva esposa, Ethel Case. Winton era consciente de la crisis emocional que su hijo había sufrido tras la desaparición de su madre, y estaba ansioso por restablecer la unidad familiar. Pero, aunque Jimmy siempre se mostró educado con su madrastra, nunca llegó a sentirse cercano a ella. Ambos ocuparon siempre rincones mutuamente recelosos.
Winton hizo un gran esfuerzo por mejorar su relación con su hijo, pero el joven se encerraba en sí mismo, silencioso y poco comunicativo. En un intento de superar sus diferencias, le regaló un coche, un Chevrolet del’39 al que Jimmy llamaba cariñosamente «Lena». Sin embargo, la comunicación entre padre e hijo siguió siendo sutil, pero, obviamente, tensa.
«No creo que hubiese dificultades específicas entre Jimmy y su padre», recordaba Bill Bast, que sería su compañero de habitación un año después, «pero siempre me pregunté por qué no hablaban más entre ellos. Íbamos a su casa a hacer algo y nadie decía nada. Estábamos allí una hora e intercambiaban cinco palabras. Tenían su propio lenguaje».
Como el próximo paso en la educación de su hijo, Winton había escogido la Escuela Universitaria de Santa Mónica. Estaba cerca de casa y ofrecía cursos de dos años en varias áreas —negocios, enseñanza, educación física— con buenas salidas profesionales. Pensaba que el éxito de Jimmy en unas cuantas obras escolares de teatro no valían para mucho en el mundo real, y que podría encontrar una vocación estable sin las incertidumbres de una carrera artística.
Sin embargo, Winton no se dio cuenta de que una de las razones por las que su hijo se había mudado a Los Ángeles era porque la Universidad de Earlham en Indiana no tenía una asignatura de artes dramáticas. Cuando Jimmy anunció su deseo de estudiar interpretación, Winton se opuso tajantemente. Los nueve años de separación habían creado una barrera de comunicación entre ellos. Jimmy no deseaba pelear con su padre ahora que finalmente había vuelto otra vez a vivir con él, pero tampoco estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
Así, al poco de llegar a Los Ángeles, Jimmy descubrió la Miller Playhouse Theater Guild, una compañía de teatro aficionado, y se presentó voluntario para ayudarles, rondando por allí en los ensayos e incluso pintando decorados. Aunque la compañía era, según sus propias palabras, «el más malicioso y narcisista puñado de personas que nunca he visto, siempre tirándose al cuello los unos de los otros», al menos le proporcionó una educación gratuita en la dirección de escena y un papel de figurante en «The Romance of Scarlett Gulch», un melodrama de un solo acto sobre la fiebre del oro en California. Para su debut en el teatro californiano, se acreditó como «Byron James», la única vez en su vida que adoptó un nombre artístico.
Al final de las vacaciones de verano, sin embargo, Jimmy terminó por ceder a los deseos de su padre y, a regañadientes, se matriculó en la Escuela Universitaria de Santa Mónica como estudiante de Educación Física y Derecho. Para compensar, se apuntó a dos cursos de teatro e historia de la interpretación, impartidos por Gene Nielson Owen, que también estaba involucrada en el club universitario de drama. En ella, el joven aspirante a actor encontraría un espíritu afín.
La señora Owen tomó a Jimmy bajo su protección y le dio ánimos. Años después, recordaba al James Dean que conoció en esta época:
«Nunca me pareció una persona compleja y difícil», decía. «Jimmy no era malhumorado, temperamental, imprevisible o grosero. Esos términos no describen al chico que yo conocí. Siempre se mostraba educado y atento; su entusiasmo por todo lo que tenía que ver con el teatro era infinito… Un día en clase, Jimmy leyó algunas escenas de “El corazón delator”, de Poe. Era magnífico. Siempre ponía una espectacular emoción en cada escena que interpretaba. Más tarde, durante esa misma clase, le pedí que leyese algunas escenas de “Hamlet”. Cuando regresé a casa esa noche, le dije a mi marido que finalmente había encontrado al estudiante adecuado para interpretar a Hamlet como yo pensaba que debía hacerse.»
Durante un tiempo Jimmy se dio por contento, trabajando, sin demasiada energía, en sus cursos de primer año y disfrutando de la nueva independencia de la vida de un estudiante. En conexión con las clases de drama, en febrero de 1950 consiguió un trabajo de media jornada como locutor en la emisora de radio de la universidad. Poco después, Gene Owen organizó una representación de un anticuado melodrama llamado «She Was Only a Farmer’s Daughter», con motivo de las festividades de mayo en la Escuela Universitaria de Santa Mónica. En la obra, Jimmy tenía un papel poco lucido como el padre de uno de los protagonistas.
Jimmy no era lo que se dice un estudiante concienzudo, excepto cuando se trataba del teatro. Al término de su primer curso en Santa Mónica, volvió a casa con sobresalientes en educación física y drama y un aprobado raspado en derecho. Estaba claro para cualquiera que quisiese darse cuenta que las leyes y la gimnasia no iban a retener su interés exclusivo durante mucho tiempo más. Él había decidido que sería actor o no sería nada. «No sólo quiero ser el mejor», le dijo después a su amigo Bill Bast. «Quiero subir tan alto que nadie pueda alcanzarme. No para demostrar nada, sino para ir donde tienes que ir cuando dedicas toda tu vida y todo lo que eres a una sola cosa.»
Finalmente, Jimmy optó por abandonar Santa Mónica y matricularse en la Universidad de UCLA en septiembre. Cuando se enteró de la decisión de su hijo, Winton se puso furioso, pero sabiendo que no podría convencerle para que siguiese el camino que él le había trazado, aceptó que Jimmy se marcharía de casa.
A comienzos de julio, padre e hijo emprendieron viaje hacia Fairmount para pasar un par de semanas con sus familiares. Unos días más tarde se les unió Ethel, que estaba en Iowa visitando a unos parientes.
De vuelta a California, y para ayudar a pagar su matrícula en UCLA, Jimmy consiguió un trabajo como instructor de atletismo en una academia militar en Glendora, al este de Los Ángeles, gracias a la recomendación de su entrenador en el equipo de baloncesto de Santa Mónica. Fue la única ocasión en su vida en que se sometió a la rígida disciplina de la vida militar.
Mientras trabajaba en Glendora, Jimmy conoció a Bill Harding, hijo del director de la academia y estudiante de segundo año en UCLA. Harding también era miembro de «Sigma Nu», una de las fraternidades más prestigiosas de la universidad, y le ofreció unirse a ellos. Entrar en una fraternidad era una opción más barata que buscarse un dormitorio en el campus o un alojamiento fuera de la universidad, pero a Jimmy no le gustaban las convenciones de la hermandad y pronto se convirtió en una especie de inadaptado social, tratado con desdén por sus jeans, su acento de Indiana y su actitud reclusiva. Por lo que a sus compañeros de «Sigma Nu» respectaba, Dean era un estudiante de derecho y un deportista. Se cuidó muy mucho de mantener sus ambiciones interpretativas en secreto.
En septiembre de 1950, Jimmy comenzó sus clases en UCLA. Su elección de Derecho como asignatura principal sólo había sido una concesión a Winton, quien inicialmente le había dado algo de dinero. Una vez que Jimmy se marchó de casa, dejó de recibir su asignación, así que se vio obligado a buscar trabajos de media jornada. Acudió a la Oficina de Empleo del Campus y le nombraron encargado de los proyectores de 16 mm en las facultades que tenían clases visuales. Con sus clases de derecho, su trabajo, la vida en la fraternidad y el teatro, tenía más actividad de la que podía manejar adecuadamente. Pero ahora no tenía dudas sobre sus auténticas prioridades.
Jimmy se matriculó en Arte Dramático como asignatura secundaria porque le permitía presentarse a las audiciones para las cuatro obras de teatro que se representaban a lo largo del semestre. La facultad de Arte Dramático en UCLA tenía considerables ventajas sobre los habituales departamentos de drama de otras universidades, escasos de fondos y mal equipados. Gracias a unas relaciones cuidadosamente fomentadas con la vecina Hollywood, tenían acceso a los departamentos de vestuario y atrezzo de los grandes estudios de cine y, en consecuencia, sus presentaciones eran tan lujosas como cualquier show de Broadway. Inevitablemente, había una gran competencia y muchas luchas internas durante los castings de sus grandes producciones, y después de la Segunda Guerra Mundial la disponibilidad de excombatientes en la universidad hacía mucho más difícil para los jóvenes estudiantes acceder a los roles más adultos. Aún así, tan sólo un mes después de matricularse, Jimmy superó una agotadora audición junto a otros trescientos sesenta y siete actores y actrices y consiguió el papel de Malcolm, hijo mayor de Duncan, en «Macbeth», una producción programada del 29 de noviembre al 2 de diciembre en el Auditorio Royce Hall, con capacidad para 1600 espectadores.
Alabada por algunos, la interpretación de Jimmy en «Macbeth» no fue un éxito total. Su inexperiencia era evidente, tanto en su interacción con los otros actores como en su recitado, lastrado por el aún discernible acento de Indiana. El periódico de la facultad, «Spotlight», le despachó con once palabras poco amables: «Malcolm no muestra ningún crecimiento, y hubiese sido un rey vacío.»
Durante los ensayos de «Macbeth», conoció a Bill Bast, que también estudiaba interpretación en UCLA y pronto se convertiría en uno de sus mejores amigos. Bast había visto a la extraña figura que distorsionaba los versos de Shakespeare con su acento de Indiana, y cuando alguien le dijo: «Ese es James Dean», pensó: «James Dean. Un nombre a olvidar».
Después, en una cafetería, le presentaron al joven actor y Bast descubrió que tenían algunas cosas en común. En aquella época, Jimmy estaba saliendo con Jeanetta Lewis, una estudiante texana, mientras Bill salía con Joanne Mock, que participaba en «Macbeth» en el papel de Lady Macduff. Resultó que Jeanetta y Joanne eran íntimas amigas, y las dos parejas comenzaron a salir juntas. Bill y Jimmy eran «extraños» en California, dos chicos del medio oeste, y aunque Bast posteriormente cambió la interpretación por la literatura, siguieron siendo como hermanos. Cinco años después, escribiría la primera biografía autorizada de Dean tras su muerte.
Otro estudiante de arte dramático en UCLA, James Bellah, fue el trampolín de Jimmy para su primer trabajo profesional como actor. Hijo del novelista James Warner Bellah, gozaba de más acceso que la mayoría de los estudiantes al mundo del show business e incluso tenía una agente, Isabel Draesemer. Instigado por Bellah, Jimmy fue a verla a su oficina y se convirtió en uno de sus clientes.
En enero de 1951, el productor Jerry Fairbanks contactó con Draesemer con motivo de un anuncio de Pepsi-Cola para el que necesitaba a varios adolescentes, preferiblemente mayores de lo que parecían, para cumplir con las leyes laborales del estado de California, que restringían las jornadas de trabajo de los menores de dieciocho años a cuatro horas diarias. Draesemer vio inmediatamente la oportunidad de que su nuevo cliente consiguiese el codiciado carnet del Sindicato de Actores, y le introdujo entre los doce seleccionados para aparecer en el spot, con un sueldo de diez dólares más comidas.
La secuencia del primer día se filmó en un tiovivo en Griffith Park (la localización utilizada cuatro años más tarde para las escenas del planetario en Rebelde sin causa). Los mejores entre los participantes del primer día fueron seleccionados después para una segunda jornada de trabajo en interiores, entre ellos Jimmy y un actor y una actriz que después aparecerían con él en Rebelde sin causa, Nick Adams y Beverley Long.
Mientras tanto, las cosas se habían ido deteriorando gradualmente en «Sigma Nu». La participación de Jimmy en «Macbeth» le había llevado a llamar desfavorablemente la atención de los otros residentes. Los actores e intelectuales no eran bien vistos en la fraternidad, donde el deporte predominaba sobre todas las demás actividades. A sus «hermanos» les molestaba que Jimmy no participase nunca en sus rituales y encontraban su obsesión con el teatro un poco sospechosa. ¿Por qué pasaba tanto tiempo en esas clases?, se preguntaban. ¿No sabía que todos esos tipos eran maricas? No querían a ninguna «bailarina» rondando por su casa. Una noche, durante una «Fiesta de la cerveza», sus compañeros llevaron sus insinuaciones demasiado lejos y Jimmy perdió la paciencia, tumbando a dos de los héroes deportivos de la fraternidad. «Sigma Nu» le expulsó sumarialmente, y tuvo que buscarse otro sitio donde vivir.
Bill Bast también había estado pensando en unirse a «Sigma Nu», pero no fue admitido. Se alegró de que su amigo ya no formase parte de la fraternidad, y decidieron unir sus escasos recursos para compartir un apartamento barato. Durante casi todo enero de 1951, los dos amigos peinaron Santa Mónica, un territorio que Jimmy conocía bien, buscando un alojamiento apropiado. Casi desesperados, al final encontraron un apartamento de tres habitaciones en el último piso de un edificio de la Calle Cuarta. El alquiler de setenta dólares al mes era más de lo que podían permitirse, pero el lugar era demasiado perfecto para rechazarlo. Según Bast, fue Jimmy quien tomó la decisión, brincando por las habitaciones y probando todos los muebles, la ducha, el retrete, el frigorífico, el horno y todos los armarios. Después se sentó en el suelo y anunció su intención de vivir allí. El pago por adelantado del primer mes de alquiler les dejó sin blanca, y desde el primer día la lucha por la supervivencia se vio definida en términos de dinero y trabajos de media jornada. Bast había encontrado un empleo como guarda uniformado en el edificio de la CBS, y pronto consiguió un pequeño papel en una de sus producciones radiofónicas.
Entretanto, como la mayor parte de los estudiantes de drama en UCLA, Jimmy pasaba su tiempo libre en Hollywood y Burbank buscando trabajo en los estudios de cine, televisión y radio. El único papel que consiguió en las producciones de su segundo semestre en la universidad fue una obra de un acto sobre Martín Lutero llamada «The Axe of God». Su rol era el de un monje que busca a Lutero en su exilio y se desilusiona con lo que encuentra.
Bast acudió en su ayuda y convenció a su jefe para que le diese a Jimmy un puesto como vigilante en CBS. El empleo sólo le duró una semana. Jimmy odiaba su uniforme (afirmaba que le hacía parecer «un mono») y se negaba a adoptar los serviles tonos y gestos que el trabajo exigía. Fue el inicio, aunque efímero y a pequeña escala, de su continua batalla contra las actitudes del orden establecido en Hollywood.
Entonces una importante oportunidad se cruzó en su camino. Jerry Fairbanks, el productor del anuncio de Pepsi Cola, estaba montando una lujosa producción televisiva para esa Pascua, «Hill Number One», que la prensa especializada anunció como «la más ambiciosa película para televisión hecha hasta ahora». El extenso reparto incluía a actores consagrados como Leif Erickson, Gene Lockhart, Roddy McDowall y Ruth Hussey. Recordando a la estrella de su spot, Fairbanks le dio a Jimmy el papel de Juan el Bautista.
La obra era una narración paralela, cruzando las historias de un pelotón de soldados que tratan de tomar una colina (probablemente durante la guerra de Corea) y los acontecimientos que siguieron a la crucifixión de Cristo en Jerusalén. Jimmy sólo tenía un puñado de frases en toda la obra, pero aún así, estuvo al borde del ataque de nervios durante los ensayos y el rodaje. Aparte del anuncio de Pepsi —poco más que un montaje de rostros y reacciones— nunca se había visto a sí mismo en celuloide, y no había apreciado la necesidad de contener los gestos y los movimientos faciales ante la cámara. Para colmo de males, sufría un fuerte resfriado cuando rodó sus escenas y recibió una dirección mínima.
El programa se emitió el domingo de Pascua del 25 de marzo de 1951, dentro de la serie dramática religiosa Family Theater Presents, y aunque obtuvo buenas críticas, hoy parece un poco anticuado. El guión, escrito en lenguaje bíblico, era lamentable, pero en cierto modo fue un precedente de la obsesión por las épicas religiosas que se desarrollaría en Hollywood en los años 50. Independientemente de los fallos de la producción, Jimmy cobró ciento cincuenta dólares por su trabajo, más que suficiente para pagar el alquiler, y consiguió su primer crédito en pantalla.
Aunque la interpretación de Jimmy en «Hill Number One» no fue demasiado impresionante, su presencia en pantalla sí causó un impacto inmediato en una pequeña sección del público de Los Ángeles, precursoras de la leyenda de James Dean. Las chicas del Instituto Católico Sagrado Corazón habían recibido de sus profesoras el consejo de ver la película durante sus vacaciones, y unos días después contactaron con Jimmy a través de su agente, invitándole a la fiesta de inauguración del «Club de Admiradoras de James Dean del Sagrado Corazón».
Jimmy se llevó a Bill Bast con él y los dos disfrutaron bebiendo té y comiendo la tarta que las chicas habían hecho para él, además de firmar muchos autógrafos como una verdadera estrella de cine.
Este primer club de fans fue el único resultado tangible de «Hill Number One», y el único estímulo en una primavera por lo demás deprimente. Jimmy esperó en vano nuevas ofertas de trabajo. En poco tiempo la película fue olvidada, el dinero se evaporó y volvió a ser una vez más un estudiante sin un centavo. Había creído estar al borde del éxito, y en vez de eso se encontró siendo uno más entre la legión de aspirantes que merodeaban por los bares y oficinas de Burbank. Su compañero de piso le observaba con cierta preocupación:
«Jimmy sufría periodos de depresión con más frecuencia y se quedaba en silencio al menos una vez al día», recordaba Bill Bast. «Si pensaba que era difícil hablar con él en otros momentos del pasado, nunca había conocido tal falta de comunicación como la que sufría durante sus brotes de depresión… Se sentaba en su habitación y se quedaba mirando al vacío durante horas. Hice varios intentos de llegar a él, pero rara vez obtenía más que un gruñido o una mirada distante por respuesta.»
En esas mismas fechas, Bast conoció al prestigioso actor James Whitmore. Whitmore había sido miembro del Actors Studio en Nueva York, donde tuvo como profesores a Lee Strasberg y Elia Kazan. Había protagonizado «Command Decisión» en Broadway, por la cual ganó un premio Tony en 1949, y ese mismo año fue nominado al Oscar como Mejor Actor Secundario por su interpretación en Fuego en la nieve, de William Wellman. Un actor experto y dedicado, comprensivo con las ambiciones de los jóvenes, era el guía ideal para introducir a los estudiantes en los fundamentos del llamado «Método» de Stanislavski.
Tras ver algunas producciones del grupo de arte dramático en UCLA, Whitmore constituyó un informal taller de drama, siguiendo los preceptos del Actors Studio. Un pequeño grupo de diez atentos alumnos se reunía todas las semanas en una habitación vacía encima del Brentwood Country Mart, en la esquina de la Calle 26 y San Vicente, y Bill se aseguró de que Jimmy estuviese entre los elegidos. Estas clases informales fueron cruciales para el desarrollo del estilo interpretativo del joven Dean. Familiarizado sólo con los mecanismos y efectos de la interpretación declamatoria, nunca había examinado los procesos psicológicos de la actuación interior, la absorción del actor en su papel, las transformaciones posibles por medio de la concentración.
Jimmy, que nunca dio crédito a nadie más que a sí mismo por su ascenso a la cumbre, sin embargo consideraba a Whitmore un gran catalizador en su carrera.
«Le debo mucho a Whitmore», confesaba. «Supongo que se podría decir que él me salvó cuando yo estaba confuso. Una cosa que me dijo me ayudó más que nada. Me dijo que yo no conocía la diferencia entre actuar como un trabajo ligero y actuar como un arte difícil… Me di cuenta de que era actor gracias a Whitmore. Siempre hay alguien en tu vida que te abre los ojos. Para mí, ese fue Whitmore. Me hizo verme a mí mismo. Él me dio la llave.»
Los primeros ejercicios de las clases de Whitmore consistían en unos movimientos básicos de mímica, durante los cuales un actor tenía que mantener el interés de los otros estudiantes comunicando tensión o misterio a través de sus propios esfuerzos de concentración, sin usar palabras ni sonidos. La siguiente fase era establecer situaciones hipotéticas entre dos actores y dejarles libertad para que improvisasen una escena. Bill Bast y Jimmy hicieron una escena juntos: el primero era un joyero que trataba de retener a un ladrón (Dean) el tiempo suficiente para que llegase la policía; el ladrón por su parte trataba de reclamar un reloj robado que le dejó al joyero para que lo reparase. Jimmy estaba tan completamente absorbido por el papel que los dos amigos acabaron por perder el control y se pusieron a pelearse de verdad. Whitmore tuvo que intervenir para separarlos.
«Jimmy mantuvo un alto grado de excitación nerviosa durante un rato, pero poco después de finalizar la clase cayó en un estado de depresión», recordaba el profesor. «La experiencia, aunque reveladora y enriquecedora, había sido física y mentalmente extenuante.»
Este efecto de «resaca» tras la tensión emocional de un momento intenso de interpretación interior seguiría siendo un problema para Jimmy durante el resto de su carrera. Más tarde, como profesional del teatro, el cine y la televisión, descubriría que había poco tiempo para la relajación, y que, en consecuencia, tenía un bajo nivel de tolerancia emocional a las críticas, aunque fuesen positivas y constructivas.
Whitmore entabló una estrecha amistad con Jimmy, y le convenció de que no sólo tenía que abandonar UCLA, sino de que debería considerar la opción de marcharse a Nueva York para estudiar en el Actors Studio.
En realidad, Jimmy no había hecho ningún progreso en UCLA desde su relativo fracaso en «Macbeth», y cuando le descartaron para el papel del joven brujo en su siguiente producción, una obra de Howard Richardson y William Berney titulada «Dark of the Moon», su decepción se convirtió en furioso desdén. Desde entonces no volvería a tomar parte en ninguna de las actividades oficiales del departamento de Arte Dramático.
El modo de vida de Jimmy en esta época estaba lleno de incertidumbres y falta de objetivos. Se rumoreó que en sus momentos más bajos podría haberse unido a la nómina de los aspirantes a estrella que creían que las puertas de la fama podían abrirse para ellos gracias a un escarceo sexual con una vieja actriz o un productor gay. Tres años después, supuestamente le contó a su amigo Jonathan Gilmore que durante esos primeros meses en Los Ángeles le habían «chupado la polla cinco o seis de los nombres más grandes de Hollywood.» En retrospectiva, y de ser cierto, el tema parecía casi divertirle.
En esta época, la convivencia en el apartamento de Santa Mónica se estaba volviendo muy incómoda. Bill Bast encontraba cada vez más difíciles de soportar los brotes de depresión y los arranques de ira de Jimmy, además de su reticencia a compartir las tareas domésticas y a pagar su parte del alquiler. Bill estaba manteniéndole con su sueldo, incluso pagando el combustible del viejo Chevrolet que le había comprado Winton.
Las relaciones entre los dos compañeros de piso, ya tensas, se volvieron finalmente imposibles cuando ambos se enamoraron de la misma chica.
Bast estaba cortejando a una joven actriz a la que había conocido en la CBS, Beverly Wills, hija de la comediante Joan Davis. Aunque Beverly ya estaba haciendo una comedia radiofónica semanal de éxito, «Júnior Miss», aún iba al instituto, y cuando su clase celebró su picnic veraniego, Bill invitó a Dean a unirse a la fiesta. «Pensé que era un bicho raro», recordaba Beverly, «hasta que llegamos al picnic y entonces volvió a la vida de repente. Empezamos a hablar sobre actuar y Jimmy se iluminó. Me contó lo interesado que estaba en el método Stanislavski».
A partir de entonces, Jimmy solía salir con Bill y Beverly, formando pareja con alguna de las amigas de esta o con Jeanetta Lewis, una compañera de la clase de arte dramático en UCLA. Como Bast estaba ocupado con su trabajo de vigilante en la CBS, era Jimmy quien se ocupaba de recoger a Beverly en la radio o en el instituto. Los dos empezaron a pasar mucho tiempo juntos, y después de unas semanas la chica decidió que Jimmy le gustaba más que Bill.
Finalmente, una noche de verano, Jimmy y Beverly se sinceraron con Bast.
«Bill, hay algo que tenemos que decirte», empezó ella. «Se trata de Jimmy y de mí. Estamos enamorados.»
Hubo una larga pausa, durante la cual Bast no supo qué decir. «Yo dudaba seriamente que “amor” fuese la palabra que Jimmy habría escogido», decía el novio ultrajado. «Pero no hizo ningún esfuerzo por corregirla.»
Bill tuvo la poca diplomacia de ir a lamentarse de su desgracia a Jeanetta Lewis, quien a su vez se puso furiosa porque Jimmy aún estaba saliendo con ella. Jeanetta le convenció de que había llegado el momento de mudarse del apartamento y dejar que su amigo se defendiese solo. Cuando Bill, acompañado por Jeanetta, fue a recoger sus cosas, se produjo una violenta escena entre los tres y Jimmy acabó abofeteando a su exnovia por haber socavado su amistad con Bast.
La de Bill Bast era la única relación duradera de cierta profundidad que Jimmy había tenido en los dos años que llevaba en Los Ángeles. Pero en cierto modo, esa amistad había sido para él un colchón contra las realidades que no deseaba afrontar. Bill era el más maduro de los dos, el más práctico; el que, cuando las cosas se ponían difíciles, tenía que pedir dinero prestado a los amigos. Ahora Jimmy tenía que empezar a defenderse solo. Y en este sentido, la separación temporal de los dos amigos fue beneficiosa para él.
Beverly Wills acudió en su ayuda, pagándole el alquiler del siguiente mes mientras Jimmy empezaba a restablecer viejos contactos en su búsqueda de empleo. Sin embargo, la relación no duró mucho. Joan Davis encontró al nuevo novio de su hija desaliñado, irrespetuoso y huraño.
Cuando iban a su casa, Jimmy ponía los pies sobre la mesa, arrasaba su frigorífico y empleaba un lenguaje obsceno. El desdén era mutuo, pues el joven despreciaba la riqueza y los modales condescendientes de su anfitriona.
Los brotes de mal humor de Jimmy echaron a perder el romance y Beverly le abandonó en el verano de 1951. Beverly Wills tendría una corta carrera en el cine, y murió durante un incendio en su casa en 1963, junto a sus dos hijos.
Cuando Bill se marchó, Jimmy también decidió buscarse otro lugar para vivir y se puso en contacto con Ted Avery, uno de los guardas con los que había trabajado durante aquella breve semana en CBS, y que ahora había sido trasladado al parking adjunto. Como su mujer estaba fuera visitando a su familia, Avery le ofreció dormir en el sofá de su apartamento en North Edgemont, en Hollywood.
En junio, Avery le consiguió a Jimmy un trabajo de media jornada como vigilante en el parking. Este puesto encajaba mejor con su carácter: no tenía que llevar uniforme, el jefe era tolerante, había muchas propinas para completar el sueldo y, lo más importante de todo, le permitía conocer a los clientes habituales, productores y actores que trabajaban en la CBS.
La industria de Hollywood estaba llena de gays, y la CBS no era la excepción a la regla. Aparte de ser lo suficientemente ambicioso para explotar su atractivo físico, Jimmy también era lo bastante ambivalente para disfrutar de las atenciones sexuales de los hombres maduros. Cuando Rogers Brackett entró en el parking una mañana, quedó impresionado con el joven y atractivo actor y dijo que podía ayudarle.
Brackett era el director de radio de Foote, Cone & Belding, una agencia de publicidad responsable de la producción de muchos programas en la edad de oro de las emisiones patrocinadas. Tenía 35 años, era distinguido, influyente, bien conectado y homosexual. Cuando la esposa de Ted Avery regresó a Nueva York, Jimmy se mudó al apartamento de Rogers en Sunset Plaza Drive, en las colinas de Hollywood.
Además de llevarle varias veces a un local gay llamado simplemente «The Club», en Hollywood Boulevard, Brackett actuó como un estimulante en el innato, pero ahora adormecido, apetito intelectual de Jimmy (al que apodaba «Hamlet»), introduciéndole en las obras de Cocteau y Colette. También le regaló una copia de «El principito»; el clásico de Antoine de Saint-Exupéry se convirtió en el libro de cabecera de Jimmy, que gustaba de recitar diversos párrafos a sus amigos siempre que tenía ocasión.
Brackett también resucitó la vieja pasión de Jimmy por las corridas de toros, y en diversas ocasiones fueron a verlas a México. En Mexicali conocieron al director Budd Boetticher, que estaba allí haciendo una película llamada The Bull-fighter and the Lady. Boetticher le regaló un capote manchado de sangre que había pertenecido al legendario matador de Brooklyn Sidney Franklin. Jimmy siempre guardó aquel capote como un tesoro.
De todas las supuestas relaciones homosexuales en la vida de Jimmy Dean, su amistad con Rogers Brackett es la más ampliamente documentada y la más real. Antes de su muerte en 1979, Brackett concedió una entrevista a Ronald Martinetti, autor de «The James Dean Story», para «aclarar las cosas». Sus recuerdos sugieren una relación genuinamente recíproca, en la línea mentor-protegido, padre-hijo. «Si era una relación padre-hijo, también era algo incestuosa», comentaba.
Brackett representaba la plataforma que Jimmy necesitaba para entrar en el negocio. El joven actor era muy ambicioso y calculador, y estaba obsesionado con tener su gran oportunidad, y su nuevo mecenas era un instrumento perfecto para lograr este fin. Rogers inmediatamente le encontró trabajo en los programas de radio patrocinados por sus clientes, incluyendo «Alias Jane Doe», «Stars Over Hollywood» y «Hallmark Playhouse».
Entre los influyentes amigos de Brackett se contaba el director Sam Fuller, que le hizo un favor contratando a Jimmy para un pequeño papel (sin acreditar) en la película bélica Fixed Bayonets!, en agosto de 1951.
«Ahí estábamos», recordaba Jimmy, «todos agazapados detrás de una colina, cubiertos de polvo y sudor. Era de noche y llovía. Yo tenía exactamente una frase: “Es un soldado de retaguardia que vuelve”. ¡Qué gran papel!» Esta línea de diálogo fue finalmente eliminada, así que todo lo que quedó en pantalla fue su cara sucia. Jimmy cobró sólo cuarenta y cuatro dólares por su debut cinematográfico.
A finales de septiembre hizo otro papel, nuevamente sin acreditar y sin diálogos, como un marinero de aspecto avinagrado, en una comedia de Dean Martin/Jerry Lewis para la Paramount, ¡Vaya par de marinos!
Y en octubre apareció en la comedia romántica musical Has Anybody Seen My Gal?, dirigida por Douglas Sirk y protagonizada por Rock Hudson (con quien cuatro años más tarde coprotagonizaría Gigante), Charles Coburn y Piper Laurie. Jimmy, una vez más ausente de los títulos de crédito, interpretaba a un joven gourmet de los helados que le suelta a Charles Coburn la casi imposible frase: «¡Hey, abuelo! Tomaré una malteada de chocolate, con mucha leche y dos bolas de helado de vainilla, una mezclada con el resto y una flotando».
Además de proporcionarle sus primeros trabajos en el cine y la radio, Brackett introdujo a Jimmy en el circuito de las piscinas y los cocktails de las celebridades. Durante algunas semanas, el joven actor compartió algo del superficial glamour y brillo de la jet set de Hollywood, convirtiéndose en un adicto más a la espuria emoción del intercambio de chismorreos.
Qué implicación sexual, si la hubo, tuvo con los amigos gays de Rogers es imposible de saber, pero no pasó mucho tiempo antes de que la novedad y la excitación desaparecieran. Jimmy no se hacía ilusiones sobre su papel en este torbellino social, aunque sus comentarios fueron poco justos para el propio Brackett.
«Qué montón de idiotas», le dijo más tarde a Bill Bast. «Con todo su poder y su riqueza tienen metido en la cabeza que son dioses. Esta ciudad está llena de ellos. Cogen a esos pobres chicos, débiles como yo, y les hacen actuar, correr por ahí como bufones… Pensé que daría resultado. Pero no hace falta mucho tiempo para darse cuenta de que no. Ya no voy a actuar más para ninguno de ellos. Si no puedo conseguirlo con mi talento, no quiero nada.»
Tanto James Whitmore como Rogers Brackett habían reconocido el enorme potencial de Jimmy. Ahora los dos le aconsejaban que se marchase de Hollywood antes de que llegara a echar raíces. Vete al este, le dijeron; donde vive el teatro; donde enseñan Strasberg y Kazan; donde un actor puede prepararse. Vete a Nueva York.
A decir verdad, no quedaba mucho que le siguiese atando a California. Los dos años que había pasado en la ciudad habían sido una serie de relaciones constantemente deterioradas: su padre y su madrastra; la grotesca parodia de «hermandad» en «Sigma Nu»; el alejamiento de su único amigo íntimo, Bill Bast; y finalmente la ruptura con Beverly Wills.
Casualmente, Brackett tenía que ir a Chicago y después a Nueva York en viaje de negocios, y decidieron marcharse juntos. Y así fue como el 10 de octubre de 1951, Jimmy se despidió de Hollywood y puso rumbo al este. Como en todo lo que hacía, su marcha fue un movimiento espontáneo que no dejó lugar a dudas. Bill Bast regresó una noche a su apartahotel y encontró un mensaje telefónico bajo la puerta: «Llamó Mr. Dean. Se ha ido a Nueva York».