«Mi madre murió cuando yo tenía nueve años. ¿Qué esperaba que hiciera? ¿Hacerlo todo yo mismo?» JAMES DEAN
Winton Dean, un mecánico dental de veintitrés años, y Mildred Wilson, una dependienta de diecinueve, se casaron el 26 de julio de 1930 en los juzgados de Marión, un pequeño pueblo industrial de 31.000 habitantes, a unos ochenta kilómetros al noroeste de Indianápolis. Ambos eran nativos del estado de Indiana: Mildred procedía de una familia metodista con sangre india; Winton era un cuáquero descendiente de una estirpe de colonos que podía remontarse hasta el «Mayflower».
Apenas seis meses después, a las 2 de la madrugada del 8 de febrero de 1931, llegaba al mundo su primer y único hijo, James Byron Dean. El recién nacido recibió su primer nombre del Dr. James Emmick, un colega de Winton en el hospital en el que trabajaba; y el segundo supuestamente en honor a otro amigo, Byron Feist. En años posteriores, sin embargo, Dean fantasearía explicando que su madre en realidad había estado pensando en el poeta romántico inglés Lord Byron.
El pequeño Jimmy pasó los primeros años de su vida en los apartamentos Seven Gables, un edificio destartalado construido a finales de los años veinte, en el 320 de East Fourth Street. Era un niño encantador, con los rasgos, solía decir su madre, «de una muñeca china, y la complexión de una manzana madura. Casi demasiado delicado para ser un chico». En realidad, la salud del pequeño no era demasiado robusta. Sufría sarpullidos, vómitos, diarreas, hemorragias nasales y anemia. Además, sus dificultades para leer hicieron sonar las señales de alarma en la familia, y fue llevado al centro médico local para una revisión ocular. Le diagnosticaron que era tan miope que tendría que llevar gafas a todas horas.
Cuando Jimmy tenía tres años, su padre abandonó su trabajo como mecánico dental en el Hospital de Veteranos de Marión y la familia se mudó a Fairmount, una pequeña comunidad agrícola situada a unos quince kilómetros al sur, el lugar de los orígenes de Winton y donde su familia se había asentado.
Ortense (la hermana de Winton) y su esposo, Marcus Winslow, tenían una granja de ciento ochenta acres junto a la carretera de Jonesboro, tres kilómetros al norte de Fairmount, y la habían convertido en un acogedor hogar familiar. Los Dean se instalaron en una pequeña casa de campo lindante con el Back Creek, un riachuelo que corría por la propiedad de los Winslow.
En realidad, Winton nunca había estado demasiado interesado en proseguir la tradición campesina de la familia, y se sintió más cómodo cuando regresó a la rutina del hospital en Marión. Sin embargo, en septiembre de 1936 fue trasladado al Hospital de Veteranos de West Los Ángeles, más conocido como el «Hogar de los Viejos Soldados» de Sawtelle. Mildred vio el traslado como una oportunidad para escapar del limitado mundo que había conocido hasta entonces, pues nunca había salido de Indiana. También estaba segura de que el sol y el clima del sur de California serían muy beneficiosos para el frágil Jimmy.
Mildred había amado desde niña la poesía y la música y tenía una visión del mundo que iba más allá de las granjas del Medio Oeste. Un apasionado romance y un inesperado embarazo la habían obligado a conformarse con lo que estaba a su alcance en su propia vida, pero tenía grandes ambiciones para su hijo. Winton tenía un empleo fijo con un salario decente, una seguridad importante en los años de la Depresión. Y a través de esta seguridad, Mildred pretendía dar a su pequeño Jimmy las oportunidades que ella nunca había tenido.
Mildred leía poesía y tocaba el piano para su hijo, le apuntó a clases de claque y de violín, estimulando un talento musical que en aquella época era inexistente. Cuando Jimmy fue lo bastante mayor para mantener el interés en una sola cosa, construyeron juntos un teatro de juguete (en realidad, una caja de cartón adornada con cortinas) en el que representaban historias con marionetas y muñecos.
Madre e hijo compartían una vida propia muy hermética, con juegos y rituales en los que Winton raramente se entrometía. Algunos miembros de la familia acusaban a Mildred de mimar y proteger demasiado al niño. Ciertamente, sus primos se burlaban de él por la poesía y las lecciones de violín, y cuando comenzó a ir al colegio se sentía diferente de los otros chicos. Esta sensación ya no le abandonaría hasta su muerte.
La primera casa de los Dean en California estaba en el 1215 de la Calle 26, pero después se mudaron a un bungalow de dos dormitorios en el 1422 de la Calle 23. Tras las vacaciones de verano, Jimmy se matriculó en la escuela de Brentwood, y a comienzos de 1938 fue trasladado a la Escuela Elemental McKinley, en Santa Mónica.
Sus profesores recordaban a Jimmy como un chico tímido que tenía muchas dificultades para hacer amigos. Era despabilado y brillante en clase, pero un objetivo natural para las burlas de sus compañeros por su estuche de violín, sus lecciones de baile y su acento de Indiana. La constante presencia de Mildred le protegía de los otros niños.
Jimmy tenía casi nueve años cuando Mildred empezó a quejarse de fuertes dolores en el estómago. Perdía peso a una velocidad alarmante, y los rayos-X revelaron que tenía cáncer de útero y que ya estaba considerablemente extendido. A Jimmy no le dijeron que la enfermedad de su madre era terminal. Fue un período de confusión y miedo para el pequeño, y su reacción inmediata fue el resentimiento e incluso la ira, por lo que veía como un distanciamiento y un cambio de actitud de su madre hacia él.
Durante sus visitas al hospital en las últimas etapas de la enfermedad de Mildred, Winton intentó hacer ver a Jimmy la inevitabilidad de la muerte de su madre:
«Traté de hacérselo entender, prepararle de algún modo, pero él sencillamente no parecía aceptarlo», decía Winton. «Le hablé con franqueza una noche: “Tu madre nunca va a volver a casa”. Todo lo que hizo fue mirarme fijamente. Incluso de niño no hablaba mucho sobre lo que le dolía.» Quizá era natural que Jimmy volcase parte de su miedo y resentimiento sobre su padre. En vez de permanecer unidos en la tragedia, los dos se fueron separando, y este proceso iba a tener un efecto decisivo en los siguientes años de la vida del joven.
Winton escribió a su madre, Emma Dean, que también vivía en Fairmount, contándole que Mildred se estaba muriendo y pidiéndole que fuese a California inmediatamente para cuidar de ellos durante las últimas semanas de la enfermedad de su esposa. Mildred falleció el 14 de julio. Tenía sólo 29 años.
Tras la muerte de su mujer, Winton consideró seriamente regresar a Fairmount, pero concluyó que trasladarse sólo habría empeorado la ya grave situación financiera que la enfermedad de Mildred había creado. «Estaba endeudado con las facturas de los médicos, los rayos-X, el tratamiento y todo lo demás», argumentaba. Las facturas del hospital habían agotado los ahorros familiares, y Winton incluso tuvo que vender su coche para pagar la última operación de su esposa. Cuando los padres de Mildred le pidieron que les enviase el cuerpo de su hija a Indiana para enterrarla, Winton ni siquiera pudo permitirse asistir al funeral, que se celebró el 20 de julio en el Grant Memorial Park de Marión.
Emma le sugirió entonces a su hijo llevarse a Jimmy con ella de vuelta a Indiana, para que viviese con sus tíos en Fairmount.
«Ortense y Marcus son prudentes y amables y tienen una gran capacidad para dar amor», le dijo Emma a Winton. «La suya es como una casa cuáquera debería ser. Nunca escuchas una palabra malsonante. Lo mejor de todo, son tan felices como buenos. Y eso es lo que Jimmy más necesita después de perder a su madre.»
Desconcertado e inseguro, Winton aceptó que su hijo estaría mejor atendido en una granja de Indiana que en una casa vacía de Santa Mónica. Acertada o no, la decisión fue probablemente resultado directo del distanciamiento entre padre e hijo durante las últimas etapas de la enfermedad de Mildred. La perspectiva de enfrentarse a la silenciosa introversión de su hijo era demasiado dolorosa para Winton, y en el corto espacio de un día Jimmy había perdido, a todos los efectos, a su padre y a su madre. Winton Dean nunca asumiría lo que había hecho. Aunque se vieron esporádicamente durante los siguientes dieciséis años, la comunicación entre ambos nunca se restablecería completamente.
Dos días después de la muerte de Mildred, Jimmy se despidió de Winton y volvió a Indiana con su abuela y con el ataúd sellado de su madre en el vagón de equipajes. Cuenta una de las muchas leyendas sobre Dean que el niño se bajaba del tren en cada estación para asegurarse de que el féretro seguía allí. Nadie recuerda que llorase mucho. «Se lo guardó todo dentro», recordaba tiempo después su primo Marcus Jr. «La única persona con la que podría haber hablado del tema estaba dentro del ataúd.»
A lo largo de su vida, Jimmy buscaría, consciente o inconscientemente, figuras sustituías de su madre: primero Ortense Winslow, su tía, a quien él siempre llamó «mamá»; después Adeline Nall, su profesora de instituto, que le introdujo en el mundo del teatro; en la universidad estaba Jean Owen, otra profesora de drama; y en Nueva York encontró una figura materna en Jane Deacy, su agente. En los platos de sus películas, Julie Harris, Natalie Wood y Elizabeth Taylor interpretaron ese papel para él. Jimmy veía a su madre en ellas, y ellas, a su vez, reconocían al niño que había en él.
Fairmount, 60 kilómetros al norte de Indianápolis, 2700 habitantes, es la quintaesencia del pequeño pueblo del Medio Oeste americano. Jimmy pasaría los siguientes nueve años de su vida en la granja de sus tíos Ortense y Marcus, cuyo centro neurálgico era un gran caserón blanco y espacioso de catorce habitaciones, con un enorme patio siempre lleno de animales. La prima de Jimmy, Joan, era sólo cinco años mayor que él, y además de sus tíos, los abuelos Charlie y Emma Dean aún trabajaban la tierra que poseían al otro lado de Fairmount, aunque se habían mudado a una pequeña casa rosa en el centro del pueblo.
El joven Jimmy pronto se acostumbró a los hábitos de la vida en la granja. La anemia que había sufrido de pequeño desapareció rápidamente mientras acometía nuevas actividades. «No sé si estaba buscando una mayor fuente de vida y expresión… o de sangre» comentaría riendo años después.
Los Winslow trabajaban su granja sin ayuda externa, así que Jimmy fue un gran apoyo para ellos. Sus tareas eran ordeñar vacas, recoger huevos, dar de comer al ganado y segar. Al final de su primer año con los Winslow, ya sabía conducir el tractor. Encontró a la cría más pequeña de una carnada de cerdos, la alimentó con biberones para mantenerla viva y la convirtió en su mascota.
Por su décimo cumpleaños, su tío Marcus le regaló un caballo, con la condición de que lo cuidase él mismo, y hasta que fue lo bastante mayor para pilotar motocicletas por las carreteras del condado de Grant, el tractor y el caballo le dieron cierta sensación de libertad en los ciento ochenta acres de tierras de los Winslow.
Quince años después, en una entrevista, Jimmy recordaba esos primeros días ayudando —y ganduleando— en la granja de su tío:
«Era una granja de verdad y yo trabajaba como un loco mientras alguien me estuviese observando. Cuarenta acres de avena eran muy grandes y cuando el público se iba me echaba una siesta y no araba nada. Después me encontré con un amigo que vivía en Marión y él me enseñó a cazar gatos y otras cosas que los chicos hacen detrás de los graneros. Y empecé a vivir.»
Jimmy iba siempre que podía a la granja que sus abuelos tenían al otro lado del pueblo. Allí jugaba con su perro «Tuck», perseguía a las gallinas, daba de comer a las vacas o visitaba al guarda Bing Traster, un hombre que había ganado una medalla en el Campeonato Mundial de Mentirosos y que, irónicamente, era también el historiador local de Fairmount.
Su prima Joan recordaba que Jimmy «nunca podía estarse quieto. Siempre tenía que ser el mejor en todo». Pescaba carpas en el río y montaba su caballo por los campos; el estanque era un gran lugar para nadar en verano y para patinar cuando se helaba en invierno. El regalo de una nueva bicicleta desarrolló el interés del chico por las cosas mecánicas y aprendió a desmontarla y después a reconstruirla. Pero los juegos infantiles también tenían sus peligros. Deseando emular a los artistas circenses, Jimmy convenció a Marcus para que le construyese un trapecio en el granero. Un día se cayó de bruces y se rompió los dos dientes frontales. Le tuvieron que poner un puente dental. Posteriormente, una de las bromas favoritas de Jimmy en la edad adulta seria quitarse el puente tan sólo para incomodar a la gente, que de pronto podía encontrarse con sus dientes falsos en el fondo de sus copas.
En septiembre de 1940, Jimmy se matriculó en 4º curso en la Escuela Elemental de Fairmount. Era un colegio nuevo para él y el cambio pareció ser a mejor. No había sido feliz en la Escuela McKinley en California, donde fue un mal estudiante y frecuentemente se metía en peleas; pero con el traslado a Fairmount sus notas y su popularidad mejoraron. Hizo nuevos amigos y tenía una «hermana» mayor, Joan, que le ayudaba con sus deberes.
«Tenía una risa muy dulce» recordaba una de sus profesoras, India Nose. En sus primeros años en Fairmount, Jimmy parecía feliz y era un buen alumno, adaptándose a los modos de la gente que le rodeaba. Sin embargo, sus profesores notaban unos repentinos brotes de melancolía. «A veces estaba malhumorado, y a menudo era inexplicablemente obstinado» decía la señora Nose. «También podía ser olvidadizo, como si estuviese perdido. Los ruidos súbitos le sobresaltaban y las preguntas en clase parecían interrumpir algún pensamiento lejano.» Durante el resto de su vida, Jimmy, y cualquiera que tuviese la mala suerte de estar junto a él en esos momentos, se vería atormentado por estos opresivos períodos de retraimiento, y no había mucho que nadie pudiese hacer por arrancarle de ese estado.
Jimmy siempre sacaba muy buenas notas, y hasta que entró en el instituto siempre estuvo por delante de su curso. Cuando sus evaluaciones cayeron en picado, se justificó diciendo que era por intentar hacer demasiado: «¿Por qué Dios puso aquí todas estas cosas para que nos interesemos por ellas?», preguntaba inocentemente.
El joven tuvo que pasar por otro período de ajuste emocional con el nacimiento de su nuevo primo, Marcus «Markie» Jr., en noviembre de 1943. La llegada del pequeño Markie no cambió el amor que sus tíos, a los que Jimmy llamaba «papá y mamá», sentían por él. Ortense era un pilar de la Unión de Mujeres Cristianas por la Moderación (WCTU), una organización local que abogaba por la estricta prohibición del alcohol. Esto, combinado con la devota adhesión de Marcus a la ideología cuáquera, significaba que Jimmy fue educado en un hogar donde los valores tradicionales se observaban rigurosamente.
Ortense, como ya hiciera su fallecida cuñada Mildred, siempre fue la primera en apoyar los incipientes talentos artísticos de Jimmy, y poco después de iniciar sus estudios en la escuela de Fairmount le apuntó a clases de danza, y más tarde le envió a aprender pintura con la artista Mary Cárter. Todas estas cosas se convertirían con el tiempo en materias muy importantes para el chico.
Jimmy solía escuchar en la radio los programas de grandes cómicos como Jack Benny y Bob Hope, y le encantaba imitar sus voces. La familia siempre creyó que había heredado este talento de la abuela Emma, que en su juventud había sido actriz de teatro aficionado. También le gustaba asistir a las obras que representaban los estudiantes del Instituto de Fairmount, bajo la supervisión de la profesora de drama Adeline Nall, quien unos años después sería una figura clave en el reconocimiento y desarrollo del talento interpretativo del joven Jimmy. La señora Nall había llegado al centro en 1940, y rápidamente creó un programa de arte dramático que incluía la representación de obras durante el curso.
«Yo empecé a dar clases en Fairmount el mismo año que Jim se mudó con los Winslow. Una coincidencia» recordaba Adeline. «Él tenía nueve años por entonces. Cuando empezamos con el teatro local en el instituto, traíamos a los estudiantes de la escuela elemental a ver los ensayos y les cobrábamos un centavo por la entrada. Jim iba a ver dos obras cada año; así que puede decirse que creció con el teatro.»
El pequeño estudiante de violín no había sobrevivido a la muerte de su madre, pero el amor por la poesía siempre permaneció en Jimmy. Un día, un grupo de compañeros se burlaron de él mientras estaba leyendo unos versos en clase y se enfrentó a ellos de un modo tan violento que el director se vio obligado a expulsarle durante el resto de la semana.
Su tía Ortense decidió que tanta pasión debería aprovecharse mejor, y se llevó a Jimmy con ella a las reuniones de la WCTU, donde el joven participó en sus competiciones de drama e incluso recitó apasionadas diatribas contra los males de la bebida. A veces escribía su propio material para estas arengas y su irónico fervor le permitía introducir algo de humor en las sombrías actividades del grupo.
«Sentía la necesidad de probarme a mí mismo y tenía la oportunidad de hacerlo», explicaría Dean a Hedda Hopper sobre las lecturas dramáticas para la WCTU. «En vez de hacer pequeños poemas recité odas sangrientas. Esto me convirtió en una pequeña arpía con pantalones cortos. Pero gané todas las medallas que entregaba la WCTU. La decisión de actuar nunca fue puntual. Toda mi vida ha sido una dramática exhibición de expresión.»
Guiado por Adeline Nall en sus primeras lecturas para la WCTU, Jimmy ganó varios premios y decidió presentarse a la competición por el gran galardón de recitado de la Unión de Mujeres, la Medalla Pearl. Como texto obligatorio, le dieron un sensiblero panfleto Victoriano de propaganda antialcohólica llamado «Barrotes», un título con doble sentido en el que un borracho mata a un hombre y después se lamenta interminablemente en un monólogo autocompasivo desde prisión.
En los ensayos, Adeline sugirió a Jimmy que utilizase una silla como atrezzo, para que su pequeño rostro asomase significativamente por entre las barras del respaldo como si fuesen los barrotes de una celda. Este recurso ofrecía al cansino recitado una chispa de vida.
Cuando llegó el día de la competición, el jurado prohibió a Jimmy usar la silla, porque el atrezzo no estaba permitido, un tecnicismo que la señora Nall había pensado que pasarían por alto. Cuando le llegó su turno, Jimmy salió al centro del escenario y todo el mundo esperó a que comenzase. Y esperaron. Y esperaron. Jimmy se quedó allí de pie sin decir nada, observando al público hasta que fue amablemente echado del escenario. En vez de recibir alguna explicación, Adeline tuvo que soportar una dura diatriba de su pupilo, que la acusó de haber provocado su fracaso. El enfado le duró semanas. La lección que Adeline aprendió fue que «No podías obligar a Jimmy Dean a hacer cosas que él no quería hacer».
En el verano de 1945, Jimmy terminó su educación primaria y se matriculó en el Instituto de Fairmount. Allí se reencontró con Adeline Nall, que sería su profesora de drama y recitado en segundo curso y le animaría a ingresar en la Asociación de Actores del instituto.
Cuando Jimmy cumplió quince años, sus tíos le regalaron su primera motocicleta, una C/Z de fabricación checoslovaca capaz de alcanzar una velocidad máxima de 75 kilómetros por hora. «Si se hubiese caído sólo una vez», se lamentaba Marcus tiempo después de la muerte de su sobrino, «las cosas podrían haber sido diferentes. El problema es que nunca se hizo daño y nunca encontró nada que no pudiese hacer bien casi la primera vez que lo intentaba. Una caída con la moto y quizás hubiese tenido miedo de la velocidad. Pero nunca tuvo miedo».
Jimmy siempre mostró predisposición por la velocidad y el riesgo, ignorando el handicap de su miopía. En la granja nunca estaba contento hasta que finalizaba un día de trabajo entrando el tractor a través de las puertas del patio o en el establo a toda velocidad y en el ángulo más cerrado posible. Así que ahora conducía su flamante moto como si estuviese domando un potro, para probar su punta de velocidad. «Solía perseguir a las vacas con la moto», le contaba años después a Hedda Hopper. «Las aterrorizaba. Se ponían a correr y sus ubres empezaban a bambolearse, y perdían un cuarto de la leche.» Aparte de la leche, las payasadas de Jimmy también le costaron a los Winslow cuatro pares de gafas en otras tantas semanas.
Él no era el único adolescente de Fairmount que tenía una motocicleta; un pequeño grupo de pilotos novatos solían reunirse los fines de semana en la tienda de motos de Marvin Cárter en Fairmount Pike, cerca de la granja de los Winslow. Jimmy pasaba allí gran parte de su tiempo libre, aprendiendo mecánica. Marvin le enseñó a desmontar su moto y a trucarla para obtener el máximo rendimiento, y los habitantes del pueblo pronto se acostumbraron al rugido de la C/Z por Main Street. Este fue el inicio de una pasión por las motocicletas que duraría hasta su muerte.
En su segundo año en el Instituto Fairmount, Jimmy comenzó a participar en las obras de teatro estudiantiles. Debutó en marzo de 1947 con «Mooncalf Mugford», un drama de un solo acto de Brainerd Duffield y Helen y Nolan Leary. Interpretaba a John Mugford, un anciano loco que insiste en que las visiones que tiene en el mar son reales, y conquistó al público con su actuación.
La siguiente elección de su profesora fue bastante más ligera: «Our Hearts Were Young and Gay». Ambientada en 1920, era una adaptación de la popular autobiografía de Cornelia Otis Skinner y Emily Kimbrough, que contaba la historia de dos ingenuas universitarias de Indiana que viven disparatadas aventuras en Europa. Escondido tras un grueso maquillaje, Jimmy interpretó a Otis Skinner, un distinguido actor de teatro y padre de una de las chicas, y también ejerció como ayudante del director de escena. En febrero de 1948 intervino en «The Monkey’s Paw», un thriller sobrenatural adaptado del relato corto de W.W. Jacobs y Lewis N. Parker, interpretando a un hombre que encuentra un trágico final al sufrir un accidente laboral.
Jimmy comenzó su último año en el Instituto Fairmount en septiembre de 1948. Un mes después se celebró el carnaval anual de Halloween, y el grupo de drama representó «Goon with the Wind», una parodia de las películas de terror en la que Jimmy tenía el papel del monstruo de Frankenstein. Perfeccionista como siempre, pasó horas con su vestuario y su maquillaje hasta dar con el aspecto apropiado, basado en la clásica imagen cinematográfica de Boris Karloff.
Buscando nuevas experiencias, Jimmy también se inscribió en el equipo de debate del instituto. «La voz de la juventud» era un programa de radio que se emitía todos los domingos en la WBAT en Marión. Cuando Fairmount fue invitado a debatir en el programa frente al instituto de Marión, Jimmy fue seleccionado para representar a los suyos junto a Barbara Leach, una neoyorquina que había llegado a Indiana para cursar su último año escolar.
Barbara y Jimmy trabajaron muy duro preparando su tema para el debate de la WBAT: «El presidente de los Estados Unidos debería ser elegido por votación directa del pueblo». Hicieron una brillante exposición y les dijeron fuera de antena que habían ganado; pero cuando el moderador anunció el final del programa, comunicó a los oyentes que no había ningún vencedor.
«Jimmy y yo nos sentimos engañados», dijo Barbara. «Estábamos convencidos de que sólo fue porque Marión no podía soportar la idea de ser derrotada por la pequeña Fairmount.»
Resulta ciertamente irónico que los mayores logros de Jimmy en el instituto fuesen en declamación y en debate, teniendo en cuenta que después siempre se le criticó por no vocalizar bien en sus películas.
«No sé de dónde sacó eso de mascullar las palabras», se quejaba Adeline Nall. «Desde luego, no de mis clases. Esa no era su forma natural de hablar. Él sabía cómo vocalizar.»
La producción de la clase de drama para la primavera de 1949 era la famosa comedia de George S. Kaufman y Moss Hart «Vive como quieras», y Adeline Nall pensó que Jimmy ya tenía demasiados compromisos como para hacer el papel protagonista del abuelo Vanderhof —interpretado por Lionel Barrymore en la versión fílmica de 1938—. En su lugar, le adjudicó el rol secundario del demente profesor ruso de ballet Kolenkhov. Con barba y hablando con un acento casi incomprensible, Jimmy saltaba y bailaba por el escenario con una inagotable energía. Su profesora sabía que nadie más podía sacarle tanto partido a un papel relativamente menor.
Jimmy aceptó el pequeño papel en «Vive como quieras» porque llevaba varias semanas trabajando con Adeline en la preparación de una pieza para el Concurso de Declamación Dramática de la Liga Forense Nacional. En las primeras fases, mientras ensayaba con sus compañeros, se había enfadado tanto por la falta de respeto mostrada por otro alumno, que salió corriendo tras él e intentó pegarle. El director y otros profesores tuvieron que intervenir y este arrebato violento le costó una expulsión de tres días.
La pieza que Jimmy había seleccionado para el concurso de la Liga Forense era «Manuscrito de un loco», un extracto de «Los papeles del Club Pickwick», de Charles Dickens. Se trataba de un macabro cuento de horror sobre un hombre que mata a su mujer tras volverla loca, y su captura y encarcelación en una institución para dementes, desde la cual narra su espeluznante historia entre brotes de demencia aguda. Era una pieza que se adaptaba perfectamente a su provocador estilo de interpretación, y Jimmy trabajó muy duro para imitar con total verosimilitud el comportamiento de un loco.
La actuación de Jimmy en el concurso estatal, celebrado el 8 de abril de 1949 en la vecina localidad de Perú, fue tan impresionante que se alzó con el primer premio, clasificándose directamente para el Campeonato Nacional que se celebraría los días 29 y 30 de ese mes en Longmont, Colorado. El joven actor subió al escenario profiriendo un grito espantoso, despotricó y se puso hecho un energúmeno mientras recitaba sus frases, y se derrumbó al final del monólogo entre espasmos de frenesí animal.
«Su lectura realmente fue diferente», recordaba Adeline Nall, «y Jimmy estuvo maravilloso. Estaba loco y al minuto siguiente completamente cuerdo, como un verdadero lunático».
Jimmy y Adeline Nall partieron hacia Colorado en olor de multitudes, con la banda de música y el equipo de animadoras del instituto desfilando por la calle y el deseo «Buena suerte en Longmont, Jim» encabezando los titulares del periódico local.
Iba a enfrentarse a 125 competidores procedentes de veinticuatro estados. Preparó otra vez el mismo recitado, pero ignoró las advertencias de Adeline de que el texto, de 12 minutos, era demasiado largo para los requisitos del concurso nacional. Jimmy replicó que la pieza no podía cortarse sin destruir su integridad, y que cada momento era absolutamente necesario para que funcionara. Acostumbrada a la terquedad de su pupilo, Adeline no insistió, confiando en que los jueces fueran tolerantes.
En la fase preliminar, Jimmy obtuvo una buena calificación, pero fue avisado de que su pieza era demasiado larga y que podrían penalizarle. Una vez más, Adeline trató de convencerle para que la recortase, y una vez más Jimmy se negó.
Las consecuencias eran previsibles. A pesar de la estruendosa ovación que recibió al finalizar su representación, sólo fue sexto en la ronda semifinal, lo que le dejaba fuera de la última fase. Jimmy estaba amargamente decepcionado, y culpó injustamente a Adeline por no apoyarle para explicar a los jueces que el tiempo era esencial para la integridad de la historia.
Aún así, el día siguiente a la competición, el «Longmont Times Cali» publicó una fotografía de Jimmy Dean en su primera página felicitándole por su sexta plaza en el Concurso de Declamación Dramática de la Liga Forense.
Junto con su fascinación por los escenarios, la otra gran pasión de Jimmy era el deporte. A pesar de sus problemas de vista —que le obligaban a jugar siempre con gafas— y de que sólo medía 1’74, era el base titular y máximo anotador del equipo de baloncesto del instituto; también saltaba vallas y fue campeón de salto de pértiga con el club de atletismo. Y en privado levantaba pesas y se entrenaba hasta agotarse. Esta determinación se debía en parte a su ferviente deseo de ser aceptado como un miembro del grupo estudiantil. De este modo, nadie se atrevía a criticarle o a burlarse de él a causa de su interés por la interpretación y la poesía, actividades que sin el contrapeso de una brillante reputación deportiva hubiesen sido consideradas poco masculinas.
Jimmy era un estudiante popular. Académicamente estaba en la media en la mayoría de clases excepto en expresión oral y en drama, donde sobresalía sobre el resto. También destacaba en las clases de arte, y muchos de sus dibujos y pinturas adolescentes sobreviven hoy en el Museo Histórico de Fairmount.
Además de Adeline Nall, la otra gran figura que influyó en la adolescencia de Jimmy fue el carismático pastor de la Iglesia Metodista de Fairmount, el reverendo James DeWeerd. Carismático, culto y excéntrico, DeWeerd era una personalidad inusual en el contexto de un pequeño pueblo del Medio Oeste, aunque había nacido y crecido allí. Sus sermones eran famosos por su apasionada oratoria y su fascinante histrionismo, y no ocultaba su desprecio por los rígidos valores de Fairmount. Entrado en la treintena, era uno de los muy escasos residentes del pueblo que realmente habían visto algo sustancial del mundo exterior. El reverendo había estudiado en California y en la Universidad inglesa de Cambridge, donde entabló amistad con el mismísimo Winston Churchill, a cuyo funeral acudió más tarde por invitación expresa de la Reina. Durante la II Guerra Mundial fue capellán castrense y sirvió en Francia, consiguiendo una Estrella de Plata, un Corazón Púrpura y un puñado de cicatrices por rescatar a varios hombres bajo el fuego enemigo.
DeWeerd era muy popular entre los jóvenes del pueblo y resultaba especialmente interesante para Jimmy, que siempre estaba rondándole, copiando sus manierismos y absorbiendo todo cuanto podía de él. Con el tiempo, el adolescente comenzó a confiarle sus más profundos secretos. «Jimmy me dijo que creía que debía ser malvado», recordaba el reverendo, «o si no su madre no habría muerto y su padre no le hubiese mandado lejos de él».
En la casa que compartía con su madre, DeWeerd introdujo a Jimmy en las disciplinas del arte, la música clásica y el yoga (que practicaba a diario debido a sus heridas de guerra); le hablaba de poetas y filósofos y le mostraba fotografías y películas caseras de las corridas de toros que había visto en México. También enseñó a Jimmy a conducir, y en su último año en Fairmount le llevó a las 500 Millas de Indianápolis, donde le presentó a «Cannonball» Baker, un famoso piloto de la época. En el camino de vuelta a casa, el párroco y Jimmy hablaron de coches, velocidad, peligro y la posibilidad de una muerte súbita.
«Le enseñé a creer en la inmortalidad personal», decía DeWeerd. «No tenía miedo a la muerte porque él creía como yo que la muerte es meramente el control de la mente sobre la materia.»
Algunos biógrafos de James Dean han insinuado la posibilidad de una relación homosexual entre el reverendo y el joven Jimmy. El periodista y escritor Joe Hyams, por ejemplo, afirmaba en su libro «James Dean: Little Boy Lost» que De Weerd le confesó que había tenido una aventura sexual con Dean. Ciertamente, el clérigo era una combinación de figura paterna y modelo a imitar que resultaba tan inspiradora como seductora, y Jimmy estaba en una edad en la que el culto al héroe y la atracción homosexual son una parte natural del despertar erótico de un adolescente. En Fairmount, como después en Los Ángeles o en Nueva York, Jimmy siempre estuvo dispuesto a sacar provecho de la gente que era una fuente de energía para él. Y a menudo esa fuente de energía se convertía en una combinación de lo cerebral y lo sexual.
Otros biógrafos han optado por ignorar o negar las afirmaciones de Hyams. Aparte de la supuesta confesión de DeWeerd, no existe ninguna evidencia de actividad homosexual entre los dos hombres. Tampoco hubo nunca rumores o acusaciones por parte de ninguno de los demás jóvenes de Fairmount. Pero ocurriese algo entre ellos o no, DeWeerd fue una figura clave en la adolescencia de Jimmy, ampliando sus horizontes y ayudándole a luchar con sus conflictos y su confusión.
Poco después de su 18º cumpleaños, según establecía la ley, Jimmy se había inscrito en la junta local de reclutamiento en Marión. Nuevamente, algunos biógrafos han afirmado que les dijo a los miembros de la junta: «no pueden cogerme, soy homosexual», lo que le habría dejado exento del servicio militar, y esto se ha convertido con los años en parte de la abundante mitología sobre Dean. Entonces no era infrecuente entre los jóvenes usar esta declaración como una artimaña para escapar del ejército. Sin embargo, ni los papeles de Jimmy ni su boletín de reclutamiento sostienen esta afirmación. Es más probable que afirmara ser objetor de conciencia. En cualquier caso, no hubiese necesitado ninguna excusa: su miopía indudablemente le habría declarado inútil para el servicio.
Jimmy Dean se graduó en el Instituto de Fairmount el 16 de mayo de 1949, el 20º entre los cuarenta y nueve alumnos de su clase, académicamente «por encima de la media, pero carente de aplicación», según sus profesores. Enfrente de un montón de familiares orgullosos, incluyendo a sus tíos Marcus y Ortense, recibió premios por sus destacados logros en arte, drama y atletismo.
Ahora surgía ante él la gran pregunta: ¿cuál iba a ser su futuro? Sólo había una cosa que tenía firmemente decidida: marcharse de Fairmount. Jimmy había llegado al pueblo nueve años antes, perdido y sólo. Había vivido el final de su infancia y la mayor parte de su adolescencia en esta pequeña comunidad granjera del Medio Oeste, encontrando una segunda familia en sus tíos, primos y abuelos, y con el tiempo había perdido parte de su soledad y reticencia. Jimmy nunca renegó de las raíces que hundió en las tierras de Indiana, pero estaba listo para los nuevos estímulos y emociones que James De Weerd le había descrito.
La decisión de Jimmy supuso una decepción para Marcus, que quería que su sobrino se matriculase en su alma mater, la Universidad de Earlham, una institución cuáquera de artes liberales en Richmond, Indiana. Pero, en consonancia con el espíritu cuáquero de dejar que la gente se encuentre a sí misma, su familia no opuso resistencia a los deseos de Jimmy de perseguir una carrera en la interpretación.
«Se estaba haciendo claro para todos nosotros que la interpretación era lo que mejor se le daba a Jim», admitía la abuela Emma. «Lo que nos convenció de que era un actor fue su aparición en una obra de la Iglesia llamada “To Them That Sleep in Darkness”. Jimmy interpretaba al chico ciego. Ojalá no hubiese sido tan bueno. No paré de llorar en toda la función.»
Sin embargo, Jimmy sabía que sin tener un respaldo financiero sus opciones eran muy limitadas. Por eso se mostró profundamente interesado cuando su padre le escribió una carta, ofreciéndose a pagarle una universidad en California. Winton decía que quería estar más cerca de él y darle lo mejor, habiéndole visto con muy poca frecuencia en los casi diez años que habían pasado desde la muerte de su madre.
Jimmy tuvo una gran fiesta de despedida a la que asistieron los Winslow y muchos de sus amigos. Al día siguiente, el 31 de mayo de 1949, sus amigos le llevaron a Chicago, donde cogió el autobús que le llevaría a Los Ángeles. James Dean tenía 18 años cuando cambió su jardín protector en Fairmount por la versión del paraíso para un chico de campo: Hollywood, California.