Las increíbles aventuras de Tom Scatterhorn han estado tan llenas de cambios y giros imprevistos que Tom tuvo casi tantas aventuras en los diferentes borradores de estos libros como en las historias que finalmente llegaron a publicarse. Sin los buenos consejos y la fe a toda prueba de Liz Cross, mi editora, sospecho que Tom podría seguir perdido entre esos matorrales, incluso ahora. También quiero expresar mi inmensa gratitud a Simón Trewin, cuyo entusiasmo salvó el manuscrito de languidecer en una caja y me ha apoyado a lo largo del camino. También quisiera darles las gracias a Christopher Gibbs, a Molly Dallas y a toda la gente de Oxford por publicar unos libros tan bellos; a Kate Williams, a Tessa Girwan y a todo el mundo que me ayudó leyendo las historias a medida que evolucionaban, en especial a Hassan Amini, Charlotte Stewart, John Wrathall, Louis, Iñigo y Esme. Y por último, aunque no menos importante, quiero darle las gracias a Chloé, que lo vio todo, lo leyó todo y mucho, mucho más.