CAPÍTULO 3

PERFILES COGNITIVOS

Un modo sencillo de considerar los trastornos de la personalidad consiste en pensarlos en términos de ciertos vectores. Siguiendo la formulación de Horney (1950), podemos ver estas estrategias interpersonales en función del modo como los diversos tipos de personalidad se relacionan y actúan con las otras personas y, el modo como usan el espacio interpersonal. En relación con los demás, el individuo puede moverse o situarse contra, hacia, alejándose, arriba o abajo. El dependiente se mueve hacia y a menudo abajo (sumiso, subordinado). Otro «tipo» se queda quieto y puede obstruir a los otros; es el pasivo-agresivo. Los narcisistas se posicionan arriba de los otros. El compulsivo se orienta hacia arriba para tener el control. El esquizoide se aleja, y el evitativo se acerca y después se retira. Las personalidades histriónicas usan el espacio para atraer a los otros hacia ellas. Como veremos, estos vectores pueden considerarse las manifestaciones visibles de estrategias interpersonales específicas asociadas con trastornos específicos de la personalidad.

Este bosquejo simplificado presenta un modo de ver los tipos y los trastornos de la personalidad en función de la manera como los individuos toman posición respecto de los demás. Esas pautas pueden ser disfuncionales, y se considera justificado un diagnóstico de trastorno de la personalidad cuando conducen (1) a problemas que causan sufrimiento en el paciente (por ejemplo, una personalidad evitativa) o (2) a dificultades con otras personas o con la sociedad (por ejemplo, en la personalidad antisocial). Pero muchas personas con un trastorno de la personalidad diagnosticado no piensan que padecen ningún trastorno. Por lo general, los individuos sólo estiman que sus pautas personales son indeseables cuando generan síntomas (como depresión o ansiedad), o cuando parecen obstaculizar importantes aspiraciones sociales o laborales (como en los casos de las personalidades dependiente, evitativa o pasivo-agresiva).

Enfrentada a situaciones que obstaculizan el despliegue de su estrategia idiosincrásica —por ejemplo, cuando un sujeto dependiente es separado o amenazado con la separación respecto de una persona significativa, o cuando un obsesivo-compulsivo cae en circunstancias incontrolables—, pueden desarrollarse síntomas de depresión o ansiedad. Otros sujetos con trastornos de la personalidad consideran sus propias pautas como perfectamente normales y satisfactorias para ellos, pero reciben una calificación diagnóstica porque su conducta es vista como negativa por otras personas, como en el caso de las personalidades narcisistas, esquizoides o antisociales.

Las conductas (o estrategias) observables, no obstante, son sólo uno de los aspectos de los trastornos de la personalidad. Un trastorno no se caracteriza sólo por una conducta disfuncional o asocial, sino también por una constelación de creencias y actitudes, afectos y estrategias. Es posible dar un perfil distintivo de cada uno de los trastornos sobre la base de sus rasgos típicos cognitivos, afectivos y conductuales. Si bien presentamos esta tipología en una forma pura, debe tenerse presente que los individuos concretos pueden presentar rasgos de más de un tipo de personalidad.

Pautas hiperdesarrolladas e infradesarrolladas

Los individuos que padecen un trastorno de la personalidad tienden a presentar ciertas pautas de comportamiento hipertrofiadas o hiperdesarrolladas, y otras infradesarrolladas. El trastorno obsesivo-compulsivo, por ejemplo, se caracteriza por un énfasis excesivo en el control, la responsabilidad y la sistematización, y una deficiencia relativa de espontaneidad y espíritu lúdico.

Como lo ilustra la tabla 3.1, en los otros trastornos de la personalidad también encontramos la incidencia importante de algunas pautas y menor de otras. Los rasgos deficitarios suelen ser complementarios de los fuertes. Es como si se hubiera desarrollado una estrategia interpersonal, pero no la estrategia que produciría un equilibrio. Se podría especular que cuando un niño acentúa un tipo predominante de conducta, deja en la sombra o tal vez debilita el desarrollo de otras conductas adaptativas.

TABLA 3.1 Estrategias típicas hiperdesarrolladas e infradesarrolladas

Como se verá en los capítulos que siguen, sobre cada tipo de trastorno de la personalidad, ciertas estrategias hipertrofiadas pueden derivar o compensar un tipo específico de autoconcepto, y ser una respuesta a particulares experiencias del desarrollo. Asimismo, como se indicó en el capítulo 2, la predisposición genética favorece el desarrollo de un tipo particular de pauta de preferencia a otras pautas posibles. Por ejemplo, algunos niños parecen orientarse a gustar a los demás, mientras que otros se ven tímidos e inhibidos desde las primeras etapas del desarrollo. Entonces es posible que se desarrolle una personalidad narcisista mientras el individuo lucha ferozmente por superar una sensación profunda de falta de méritos. La personalidad obsesivo-compulsiva se puede desarrollar como respuesta a condiciones caóticas en la niñez, como un modo de poner orden en un ambiente desordenado. Una personalidad paranoide puede producirse como respuesta a experiencias tempranas de traición o engaño; una personalidad pasivo-agresiva se puede ir construyendo como respuesta a la manipulación por parte de los otros. La personalidad dependiente suele representar una fijación a un fuerte apego que, por diversas razones, podría haber sido reforzado por los miembros de la familia, quienes no lo atenuaron de un modo normal a lo largo del período del desarrollo. De un modo análogo, una personalidad histriónica pudo haber sido suscitada por la experiencia reiterada de recompensa al exhibicionismo —por ejemplo, al divertir a los otros para obtener aprobación y afecto.

Debe observarse que se puede llegar al mismo trastorno de la personalidad por distintos caminos. Por ejemplo, los trastornos de la personalidad narcisista, obsesivo-compulsivo, paranoide o incluso antisocial pueden aparecer como compensaciones del miedo (es decir, como resultado de una sensación de caos, manipulación o victimización), como consecuencia del refuerzo de las estrategias correspondientes por parte de otros, o en virtud de ambos factores.

No se puede pasar por alto la importancia de la identificación con los miembros de la familia. Algunos individuos parecen tomar ciertas pautas disfuncionales de sus progenitores o hermanos, y basarse en ellas a medida que crecen. En otros sujetos los trastornos de la personalidad parecen derivar de la herencia de una predisposición fuerte. La investigación reciente de Kagan (1989) indica que una timidez que se presenta precozmente en la vida tiende a persistir. Es posible que una disposición innata a la timidez sea tan reforzada por la experiencia siguiente que el individuo, en lugar de ser sencillamente no asertivo, evolucione como personalidad evitativa.

Es útil analizar las características psicológicas de los sujetos que padecen trastornos de la personalidad en función de las concepciones que tienen de sí mismos y de los otros, de sus creencias y estrategias básicas, así como de sus principales afectos. De este modo, el terapeuta obtiene perfiles específicos cognitivo-conductuales-emotivos que le ayudan a comprender cada trastorno y le facilitan el tratamiento.

Perfiles cognitivos específicos

Trastornos de la personalidad por evitación

Las personas a las que se les diagnostica un trastorno de la personalidad por evitación según los criterios del DSM-III-R tienen el siguiente conflicto clave: les gustaría estar muy cerca de los demás y hacer realidad su potencial intelectual y vocacional, pero temen ser heridas, ser rechazadas y fracasar. Esta estrategia (en contraste con la de dependencia) consiste en retirarse, o bien en empezar por evitar el compromiso.

Trastorno de la personalidad por dependencia

Los individuos que presentan este trastorno se ven a sí mismos desvalidos, y por lo tanto tratan de unirse a alguna figura más fuerte que les proporcione recursos para la supervivencia y la felicidad.

Trastorno pasivo-agresivo de la personalidad

Los individuos con este trastorno de la personalidad tienen un estilo contestatario, que pretende desmentir el hecho de que quieren obtener el reconocimiento y el apoyo de figuras de autoridad. El principal problema es un conflicto entre el deseo de conseguir las ventajas que otorgan las autoridades, por una parte, y por la otra el deseo de conservar la autonomía. En consecuencia, tratan de mantener la relación siendo pasivos y sumisos, pero como sienten una pérdida de autonomía se sublevan contra la autoridad.

Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad

Las palabras clave de los obsesivo-compulsivos son «control» y «se debe». Estos individuos hacen una virtud del culto a los medios para alcanzar un fin, hasta tal punto que los medios se convierten en un fin en sí. Para ellos, «el orden es devoción».

Trastorno paranoide de la personalidad

La palabra clave en el trastorno paranoide de la personalidad es «desconfianza». Es concebible que, en ciertas circunstancias, la cautela, la búsqueda de motivos ocultos o la falta de confianza en los demás sean adaptativas —incluso ayudan a salvar la vida—, pero la personalidad paranoide adopta esta postura en la mayoría de las situaciones, incluso las más benignas.

Desorden antisocial de la personalidad

La personalidad antisocial puede asumir una variedad de formas: la expresión de la conducta antisocial es muy diversa (véase el DSM-III-R; APA, 1987); va desde la connivencia, la manipulación y la explotación hasta el ataque directo.

Trastorno narcisista de la personalidad

La palabra clave de los narcisistas es «autoexaltación».

Trastorno histriónico de la personalidad

La palabra clave en las personalidades histriónicas es «expresividad»; este término encarna la tendencia a dar una carga emocional o a hacer románticas todas las situaciones, así como a impresionar y cautivar a los otros.

Trastorno esquizoide de la personalidad

La palabra clave de la personalidad esquizoide es «aislamiento». Estos individuos son la encarnación de la personalidad autónoma. Están dispuestos a sacrificar la intimidad en las relaciones para preservar su desapego y autonomía.

Estilos de pensamiento

Los trastornos de la personalidad pueden también caracterizarse por sus estilos cognitivos, como reflejo posible de las estrategias conductuales de los pacientes. Los estilos cognitivos tienen que ver con la manera de procesar la información, en tanto opuesta al contenido específico del procesamiento. Varios tipos de personalidad tienen estilos cognitivos característicos que vale la pena describir.

Resumen de las características

La tabla 3.2 presenta las características de nueve trastornos de la personalidad. Las dos primeras columnas dan las concepciones de sí mismo y de los otros; en la columna siguiente encontramos las creencias respectivas, y en la columna final, las estrategias específicas. Esta tabla demuestra que el modo de verse a sí mismo y de ver a los otros, junto con las creencias, conducen a una estrategia específica. Aunque esa estrategia o conducta proporciona las bases para el diagnóstico del trastorno de la personalidad, para la plena comprensión de la naturaleza del problema es importante esclarecer el concepto de sí mismo y de los demás, y las creencias del sujeto. Estos componentes cognitivos forman parte del procesamiento de la información, y al ser activados desencadenan la estrategia correspondiente.

TABLA 3.2 Perfil de las características de los trastornos de la personalidad

Por ejemplo, una persona evitativa —Jill— se veía a sí misma como socialmente inepta; por lo tanto, era vulnerable al desprestigio y el rechazo. Para ella los demás eran críticos y despreciativos; ese modo de ver complementaba su sensación de vulnerabilidad. La creencia de que el rechazo era terrible sumaba una enorme valencia a su sensibilidad, y tendía a magnificar la importancia de cualquier rechazo, previsto o real. De hecho, esa creencia tendía a cerrar el paso a toda retroalimentación positiva. La previsión del rechazo hacía que se sintiera crónicamente ansiosa entre la gente; como lo magnificaba, cualquier signo de rechazo podía herirla.

Otras dos creencias contribuían a hacer que se abstuviera de comprometerse: si se acercaba a la gente, la reconocerían como inferior e inadecuada, y ella no toleraba sentimientos desagradables, lo que la llevaba a evitar su activación. Por lo tanto, como resultado de la presión de sus diversas creencias y actitudes, se sintió empujada hacia la única estrategia compatible con su preocupación importante: evitar las situaciones en que podía ser evaluada. Además, en razón de su baja tolerancia a los sentimientos o pensamientos desagradables, constantemente desechaba cualquier idea capaz de suscitarlos. En la terapia tenía dificultades para tomar decisiones, identificar los pensamientos automáticos negativos o examinar sus creencias básicas, porque ello despertaba ese tipo de sentimientos. La figura 3.1 ilustra el flujo básico.

FIGURA 3.1. Relación de las concepciones y creencias con las estrategias básicas

Para cada uno de los otros trastornos de la personalidad se puede construir un gráfico de flujo análogo, con las creencias distintivas y las pautas conductuales resultantes. Por ejemplo, el trastorno de la personalidad por dependencia difiere del de la personalidad evitativa en cuanto a que en el primero se tiende a idolatrar a los otros potencialmente donadores y a creer que brindarán ayuda y apoyo. Por lo tanto, el dependiente se siente atraído hacia la gente. El pasivo-agresivo quiere aprobación pero no tolera nada que se parezca al control, de modo que tiende a frustrar a quienes esperan algo de él, con lo cual se perjudica a sí mismo. El obsesivo-compulsivo idealiza el orden y el sistema; se siente impulsado a controlar a los demás, tanto como a sí mismo. El paranoide vigila mucho a los otros a causa de su desconfianza y suspicacia básicas, y se inclina a acusarlos (abierta o mentalmente) de que lo discriminan. La personalidad antisocial afirma que tiene derecho a manipular a los demás o a abusar de ellos, debido a la creencia de que ha sido víctima de un agravio y de que los otros son tontos, o de que vivimos en una sociedad «caníbal». El narcisista se ve como superior al resto de los mortales y busca la gloria con cualquier método seguro. Los individuos histriónicos tratan de atraer a los demás divirtiéndoles, pero también con estallidos de mal genio y teatralizaciones que fuerzan el acercamiento cuando con el encanto no basta. El esquizoide, por su creencia de que relacionarse no compensa, se mantiene a distancia de las otras personas.

La comprensión de las creencias y estrategias típicas de cada trastorno de la personalidad le proporciona al terapeuta una guía. Pero debe tener presente que la mayoría de las personas con determinado trastorno de la personalidad también pondrán de manifiesto actitudes y conductas características de otros trastornos. En consecuencia, es importante que el terapeuta no pase por alto esas variaciones para realizar una evaluación completa.